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17 de julio de 2013

Las mujeres tienen la culpa.

adan_y_eva_Fernando_Botero_thumb[2][1]¿Sabías que desde que Adán fue expulsado del paraíso, las mujeres tenemos la culpa de todo lo que ocurre en el mundo?




Quizás te suene un tanto ridículo pero es la explicación que podemos darle a la actitud de nuestros hombres cuando salen a la defensiva y no se hacen cargo de lo que les ocupa. Es que en aquel momento Adán al ser confrontado por Dios por haber comido del árbol prohibido, respondió: Fue la mujer que tu me diste.
Pero ¿Qué es y para que sirve la culpa? La culpa es una forma inventada de sacarnos de encima algo que nos corresponde pero de lo que no queremos tener propiedad utilizando métodos como: “la inocencia y su monólogo tranquilizador “yo no fui”, mirar para otro lado o la técnica de hacernos el perro pelotudo, o la gran puesta en escena de Boluda total cuya herramienta fundamental es la negación o el evitar .
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Cuál pelusa conflictiva buscamos arrancarla de nosotros y pasarla – como el juego de la popa- a un ser que tenemos cerca y del cuál estamos seguros de su amor.
Esto último es fundamental en el proceso de “la tengo y  te la paso” puesto que la seguridad de que no se perderá el vínculo, que equivale al famoso “no pasa nada” es vital para el traslado de la estafeta.
Pero… ¿qué hacemos las mujeres con el regalito? 
Nosotras también dijimos “pica” o “ piedra libre” o “yo no la tengo”… Eva sonrojada dijo: la serpiente me convenció! … y pregunto: ¿cuántas veces la serpiente te ha convencido ?
images
Lo cierto es que si de nadie es la culpa, entonces es culpa de todos. La pelusita molesta, se empieza a convertir en una madeja de disculpas, daños, prejuicios, y crímenes por pagar.
Nos pasamos la pelota porque somos unos árbitros muy elocuentes a la hora de devaluar o juzgar en forma negativa a los otros. Y al final del camino si la culpa es de otro, uno se siente mejor.  Y ¿Si es nuestra? ¿Por qué nos duele tanto?
Para Kant la culpa no es nada más ni nada menos  que “ una transgresión involuntaria pero imputable” – un sin querer pero con precios a pagar.
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Y toda transgresión es una falta, moralmente estamos adiestrados a “ser perfectos” y molesta mucho darnos cuenta  de que esa seuda-perfección no es más que una exigencia impuesta por la sociedad. ¿Cuál es el remedio a este  juego? Vivirnos en la responsabilidad.
Concedernos el permiso de equivocarnos, de aceptarlo y resarcir.  Pero por sobre todo expandir el concepto a la idea de ser responsables de todas las elecciones que tomamos en nuestras vidas. Comprender que  cada camino  que elegimos genera una respuesta, una consecuencia, y que nuestra habilidad de “responder” habilita nuestro crecimiento personal.
Chuchi González
 “Si lo que leíste te gusto, compártelo. No olvides dejar tu comentario, es la más valiosa aportación que puedes hacerme, Gracias!”

14 de mayo de 2013

Armando una maleta

Imagina que hoy te vas de viaje. Tu vida es la maleta. El destino es la vida misma, la vida que deseas construir, crear, encausar y generar. Cierra tus ojos. Y créala. Ahora observa que hay en tu equipaje. ¿Qué cosas sobran? ¿Qué cosas hay de más? ¿Qué falta? ¿Qué le agregarías?
Ahora bien, toma una pluma y apunta algunos tips que harán de tu viaje el más inolvidable de todos.
¿Estás dispuest0?
  • Libera tus emociones
  • Disfruta cada día
  • Siente la vida correr por tu vida
  • Sorpréndete de las pequeñas cosas
  • Muévete al ritmo de tu corazón
  • Escucha tu interior
  • Cultiva tu seguridad
  • Goza de tus actividades
  • Conéctate con tu niña/o interior
  • Habla con amor
  • Mira a tu alrededor con empatía
  • Descansa, pero no olvides de despertar tus sueños
  • Ama inmensamente
  • Amate de la misma forma en que te gustaría que te amen
  • Repasa los riesgos que tomas cada mañana
  • Redobla la apuesta
  • Reflexiona acerca de tus relaciones
  • Seduce al mundo con tu encanto interno
  • Cuida a tu cuerpo
  • Valora quién eres
Fuente
http://www.supermujer.com.mx/bienestar/crecimiento-interior/armando-una-maleta.html

By Chuchi González

25 de marzo de 2013

Amarse …

b22“Si te amas a ti mismo, no dañas a nadie” encontré esta frase en uno de esos cuadernos escritos a la ligera en letra mal-escrita como de médico en consulta. Y lo que no buscaba porque ni siquiera sabia que existía me asalto en la sorpresa y embarazo de creatividad.
¿Qué hago ahora con esta inocente y poco fútil oración desbordante? – pensé mientras me frotaba la cabeza como si quisiera que ese acto brotarán las ideas.
Recordar esa misterio perdido me encendió de inquietud.  ¿Cuánto tiempo habría estado ahí escondido entre otras letras? Yo sabía cuánto y cómo; pero ignoraba en el hoy que eso estaba ahí.
Lo sabía en la practica de la vida misma; lo escribí hace menos de tres años, unos pocos días antes de la muerte de mi padre.
Y algo tan hermoso ( Cómo quién sabe cuántas otras tantas cosas) yacía olvidado o latente  a la esperaba paciente que lo recogiera como quien se zambulle en un arroyo fresco a despabilarse de la vida.
images (14)Recordé que en los último kilómetros de mi viaje no había damnificados a lo largo del camino. Llevaba unas cuantísimas estaciones sin cuentas pendientes, sin resentimientos marchitos, sin venganzas por cobrar, sin vergüenzas que pagar.
Acepte que la armonía en la que transcurren mis pasos es el resultado de esa fórmula perfecta que coloca el eje de la vida en nuestro corazón.
En la eficaz paradoja de “sabernos lo más importante de nuestra vida”…reconociendo que “sólo sin nosotros no podemos vivir”. Certezas que dos por tres o dos por cuatro había generado malos entendidos entre mis semejantes. En la cultura del sufrimiento todos quieren sentirse el veneno o el gatillo fácil del otro. ¡Ojo alguna vez yo también pequé de indispensable! Pero ya es prueba superada y archivada.
“Si te amas a ti mismo, no dañas a nadie” … Por supuesto recalque con la voz enérgica de hallazgo, porque cuando “uno se ama a sí mismo” vive en la experiencia del amor… de lo contrario, al carecer de amor cree erróneamente que no  lo merece … uno da de lo que está hecho…
images (15)Lo contrario de amarse es resistirse… y al resistirte te rechazas, te apartas del camino, te haces menos, no te valoras, te menosprecias…. y desde ese dolor te vinculas…
Por eso si no te amas, dañas…lastima…porque tu dolor evoca remordimientos y falta de aceptación.
Si te amas… te reconoces… te aceptas…te sientes orgullo de ser quién eres… con tus raíces ( aún podridas) con tus defectos    (incluso los más molestos para ti) y tus virtudes    ( aunque no sean muchas)
AMARSE no implica la acumulación de capacidades vs las metidas de patas. Ni mucho menos es menester tener mas puntos positivos que negativos…o ser brillante o delgado o estar a la moda.
AMARSE es darnos cuenta de que la gran capacidad que tenemos es la de amar….y si aún no le quitaste el embalaje de fábrica… ¡qué esperas!
images (11)Cuando te amas te reconoces tal cual eres, esto no significa que dos por tres no te dan ataques de nobleza quejica… a veces la queja es un detonador para avanzar más casilleros… pero no abuses puede paralizarte.
Pero a la vez, te permite aceptar a los demás en forma incondicional. Es decir, dejarás de andar  a la caza de “cambiar a las personas”… desarrollará en ti el poder del perdón y la búsqueda de la empatía.
Cuando dejé de castigarme por no ser quién alguna vez creía que debía ser… cuando acepte que soy una versión mejorada de mi misma… cuando renuncie a ser lo que no puedo ser y acaricie sin más la que soy… dejé de lastimar a los demás… aprendí a colaborar, a ser apoyo, a vivir en honestidad, en abundancia, a crear un puente de amor entre mi mundo y el de los demás.
Chuchi GonzálezSP_NotTooShabby_Penelope_PaperCircles_smile

3 de marzo de 2013

La cosecha de la vida
















El otro día escuché… no importan dónde… interesa el discurso… un señor decía que de niño había recibido unas semillas de mano de su padre y las había cultivado y puesto en ella todas las ilusiones… las esperaba ver crecer, fortalecer, y multiplicarse en jugosos frutos que al venderlos le honrarían en pesos con los que volvería a comprar otras y así su negocio seguiría… el niño espero y al tiempo…las semillas se echaron a perder como sus sueños…habiendo sido el primer sueño – al menos – de forma consciente perdido se enajeno de frustración, vendió unos juguetes  y compro otras semillas… con las manos cabo los pozos…. y espero… y esta vez frutos gozosos se expandieron de la tierra madre, brillantes, fresco…
Después de escuchar el relato …se me lleno el corazón de lágrimas, alguna de dichas, dos o tres de tristeza… me puse a pensar: ¿cuántas veces recibimos semillas y las sembramos con fe en territorios hostiles? Y al no nacer más que la nada, nos sentamos a llorar. A olvidarlo todo. A renunciar a cualquier futura siembra. A odiar a todas las semillas de la tierra. A buscar una y pisotearla con afán y encono. Sin darnos cuenta que las semillas no son las responsable de su aborto inmediato, sino la inocencia caótica con la que miramos la vida.
















Que dos o tres o muchas semillas se nos ahoguen en la tierra de nuestros sueños, no debería desampararnos para colgar el arado y darle la espalda al molino -  esa especie  de vuelta al mundo naranja y oxidada - que nos trae los vientos de cambio.
En mi huerto tengo “el olmo seco de Antonio Machado”, “la higuera áspera y fea de Juana de Ibarburu” y “el robledal cuya grandeza necesita el agua y no la implora de Almafuerte”.
Pero ¿ quién más que yo sé dónde puedo o quiero alojar las semillas? Y si acaso no crecieran ¿ no sería capaz de arrancarlo todo de cuajo para volver a empezar?
Mis manos tienes el don de la tierra, la posibilidad de crear a cada paso una nueva oportunidad, porque mi mente/corazón tiene una escala de grises íntimos y profundos, y nunca mira lo más terrible o lo más perfecto de la vida.
Yo andaré con mis semillas gesticulando mis manos como castañuelas de aire y nada, derrochando la vida porque estoy llena de vida, que es amor que se cuela entre las cortinas de cada mañana, murmurando silencios que es el encuentro conmigo misma, olvidando tormentas, recordando langostas… esos extraterrestres verdes de antenas desgarbadas que de vez en cuando nos arruinan la cosecha.
Y si ninguna semilla quiere florecer… si me hace huelga la naturaleza que cargo… si se hacen las coquetas y nacen para otro lado… o si acaso las plagas las seducen y se las tragan…
… aún quedando con nada… si huelo mis manos… y tienen el perfume pérfido de la humedad, del trabajo, del esfuerzo, del esmero, de la espera, de la lucha, de la convicción, de consciencia, de  la empatía, de pachamama…
…yo sabré enseguida…que a pesar de todo… he sembrado en mi vida.
                     Chuchi González

19 de abril de 2012

La no correspondencia del amor

“Terminó aquella noche, con la savia anhelada de los besos que no llegaron. La vida es una mujer caprichosa y escurridiza. Su mirada no coincide con la mía, yo busco otra. Una nueva, una que me esquiva”. En el universo de la literatura y la vida misma, hay infinidades de amor nos correspondidos. A esta altura en cualquier farmacia debería existir un medicamento que borre el tormento de no ser objeto del amor, de ese que deseamos. Parece implacable soportar el desinterés de quién pretendemos para nuestra vida. Insinuamos creer que es el predilecto, el definitivo, que el aire sin su sutil presencia parece viciado. Y nos enredamos en esperas vanas…
 “El árbol seco no cobija, el grillo canta monocorde,  La estéril piedra no mana agua. Sólo hay sombra bajo esta roca roja.”
( T.S. ELIOT fragmento extraído del poema TIERRA BALDÍA)

Preguntas retóricas taladran nuestras mentes; pesadillas de soledades ambiguas, y el aliento del cálido encuentro que es la nada nos condena. ¿Por qué no somos correspondimos? ¿Importa acaso? ¿No sería mucho más producente atrevernos a indagar en nuestra historia personal la elección de los amores, las conductas de los sujetos pretendidos, nuestra relación con el amor y sus creencias? Cuando no hay correspondencia en el amor, el rechazo repercute directamente en el narcicismo de quién no “obtiene” a quién “desea”. Y esto desata una competencia más seductora que el amor mismo. Mujeres, hombres; que continuamente “se enamoran” de otros que ya están comprometidos, de imposibles, de errantes; en definitiva; sólo buscan: permanecer solos. Rehúyen al vínculo, a la reciprocidad. Su afán está en la competencia, en el reto, en conseguir la figurita difícil, a sabiendas que no es posible. En caso de serlo, todo carecerá de sentido. El que busca el amor imposible, busca la no consumación del deseo. A veces ese “virus” del desamor alimenta nuestras cárceles mentales, sostienen los paradigmas que ante las relaciones de pareja tenemos; como el hecho de creer que amar es sufrir. Muchas veces ese buscar para no encontrar, es la clave de la “no correspondencia”; queremos amar pero tenemos miedo a ser lastimado, olvidados y rechazados. Y elegimos desde el tener razón que nadie nos querrá o se jugará por nosotros.
Aunque es indefectible que muchas veces, elegimos desde el deseo de compartirnos con otros, y simplemente…  para la próxima más suerte… “ese otro no se interesa en nosotros”… pero eso no es motivo de suicidio legal. El amor es una experiencia transformadora.
“ Y deseo que tu piel se instale en la mía, juegue a las escondidas cerrando mis ojos… y que al amanecer me digas una y otra vez: SÍ!”
Chuchi González




2 de marzo de 2011

El duelo de no ser más quién quiera.

Días y días enteros pasé frente al espejo. Mirando el reflejo que la lámina acusadora me devolvía. Lo miré con euforia, con alegría, con pesimismo, con indiferencia, con tristeza inmunizada de ira; con trastornos alimenticios, con falta de amor propio, con desapego, con desdén, con tolerancia, con aceptación, con picardía.
Pude ver esos ojos verdes – marihuana diría Sabina, verdes –como el mar diría Bécquer; grandes y presurosos; coquetos e indiscretos; desenfocados y abatidos; pequeños e indefensos, hinchados y oprimidos; serenos y enfadados; cautos, vengativos; desolados, vacíos, tristes, llenos, secos, mojados.
Pude ver el cabello largo y negro, azabache mortal y ondulante, rojo como flama de fuego, cítrico naranja rebelde, delgado, grueso, lacio, calvo.
Un mundo sin fin, y con fines sucesivos; y sentí un profundo dolor al darme cuenta: ¡cuantas mujeres mueren cada día frente a mis ojos mientras yo nadaba en mi inconsciencia!
Aunque conserve el nombre que me han puesto mis padres, aún pese a que yo me re-nombre; aunque tenga la misma nacionalidad, el mismo número de identidad, algunas idénticas costumbres y gustos que hace un par de años, aunque todos me miren y crean ver a la misma; yo no soy la de ayer. Yo soy otra distinta.
Y es que cada día nazco y muero; me rediseño, absorbo, desecho, me impregno de vivencias, que me modifican constantemente; el primer impacto pasa por mi biología, el resto repercute en mi lenguaje, y en mis emociones.
Yo, claro que soy yo, la de siempre pero cambiada. Me reconozco en el espejo, pero a leguas no soy la misma. Y digo: ¡Ufff pucha, che! – ¿es que ni yo me salvo de cambiar?  Y no. Nadie.
Y aunque certeramente, esta la de hoy, me agrada mucho más que la de antes; no puedo evitar el “lagrimón” que se me escapa cuando me recuerdo. Por qué comprender que no está más eso que siempre estaba ahí, genera una espacio de incertidumbre que perdura hasta que nos adaptamos a lo nuevo.
Frente a cualquier cambio siempre necesitamos de un proceso de adaptación, de lo conocido a lo nuevo-diferente-a estrenar. Y esa aceptación de la pérdida; ese decir “ya no está más eso”, el proceso de elaboración de lo que no está,  es el duelo.
El duelo es el dolor que me produce la pérdida, la ausencia que aquello deja. Y los duelos, que devienen de la palabra dolor; duelen.
Repaso una definición que leí “El duelo es el doloroso proceso normal de elaboración de una pérdida, tendiente a la adaptación y armonización de nuestra situación interna y externa frente a una nueva realidad”
Claro que hay pérdidas, pequeñas pérdidas y grandes pérdidas, pero todas absolutamente todas prescriben una elaboración; una asimilación de que algo que teníamos no está más; y que ahora otra cosas ocupará su lugar, porque siempre el vacío se llena.
A veces un nuevo amor, un trabajo, un viaje, proyectos, un hijo, un hobbies, o con recuerdos, o con sufrimiento, o con resentimiento o con frustración.
Pero es espacio que quedó vacío siempre se llena.
Nosotros elegimos con qué llenarlo.
Y este proceso de aceptar “lo que no está” es un proceso que nos permite crecer internamente. Cuando tomo conciencia de que la adolescente que habita en mí  ya no está más, doy paso a esta mujer.
Llegué a ser quién soy, porque ya no soy quién era. Crecí. Me transformé. Y aquí estoy, merced a todo lo perdido.
Será, acaso ¿Qué por eso dicen que crecer duele?
Chuchi Gonzalez

17 de febrero de 2011

Defensas emocionales


Yo lo quería de ese modo en que se quiere a las personas que empezamos a conocer.
Yo quería sus grandes ojos negros, opacos, dolorosos, impacientes.
Sus manos vestidas de largos y delgados dedos, que como arado dejaban surcos en mi tierra desparramada en el torbellino de las sábanas celestes.
Sus labios de carne jugosa y el tono de su perezosa voz que arrastraba las palabras como sacos pesados de granos.
Yo quería sus movimientos felinos, sus temblores al dormir, sus cabellos de madejas, su sonrisa adolescente.
Su mundo de ollas de aluminio, sus recetas inéditas, su lengua feroz, el aliento de su sudor.
Yo quería, las noches de telas arrugadas con lunas de manos exploradoras y de estrellas de ojos abiertos y cerrados.
Las mañanas de piernas a la deriva y la humedad arrasando la ciudad de los cuerpos, de los nuestros.
Yo quería sus pestañas acariciando las praderas de mi espalda; sus labios escalando las laderas de mi cuello.
Y la repetida sinopsis de hacer cumbre en el cerro del éxtasis y de un brinco estrellarnos en la quietud.
Yo lo quería. Y él también me quería.
Pero hoy a la distancia no recuerdo bien cuando deje de sentirlo, cuando la madreselva que se expandía por mis adentros sobre mis convicciones y prejuicios, dejó de florecer para devenirse en mustio perfume de nostalgia.
Quizás fue en la pubertad de un septiembre, en que el Amor me halló desvelada, en las sombras de una habitación tan ajena como él, que soñaba avaro, algún sueño que no quería compartir.
Por algún extraño motivo un abismo se había gestado entre nosotros. Siempre absorto en sus pensamientos me regalaba la más dulce de sus indiferencias, yo la más cauta de las paciencias.
Recuerdo la última noche, la ventana de nuestro dormitorio captaba la serenidad de una noche calurosa y tensa. Las ramas del limonero dispersas y expectantes, doblegadas por el peso esclavo de los frutos, parecían entrometerse en la fuga de mis pensamientos desalineados y sin cohesión.
Desnuda, descalza, de pie, con el rostro apoyado sobre el vidrio me dejaba ir, a la vez que giraba mi torso y depositaba sobre él mi mirada plagada de espinas y de incógnitas.
No hallaba la forma, el modo, el coraje de enfrentarlo. Él era difícil de descifrar y yo una simuladora de ocasión.
Su ronquido frágil, sereno, libre, me hería como un cuchillo oxidado y me enfundaba de un calor iracundo.
- Pablo, despiértate, tenemos que hablar! – ordené con un tono tembloroso de soldado novel. Pero el silencio solo se hizo cargo de mis palabras.
- Pablo, amor, vamos, por favor! – supliqué con la verba de un hereje reconvertido. Pero el silencio multiplicado por mi ansiedad, nuevamente se hizo cargo de mis palabras.
- PABLOOOO!.. terminemos esta farsa de una vez por todas – Grité con un timbre áspero y cortante, como el aullido de un animal herido. Pero el silencio, el mismo silencio, se hizo cargo de mis palabras.
Arrasada por la furia que su desdén me legaba me acerqué con la voracidad de una mujer herida y arrebaté las telas que lo cubrían y con la fuerza del descontrol lo sacudí para imputarle un puesto en la batalla.
Y un frío de estatua se impregnó en el líquido rojo de mis venas; las yemas de mis dedos se quemaron en frío seco de esa piel inmóvil; en la rigidez de sus músculos.
Y mis ojos absortos, abiertos de par en par por la sorpresa, se estacionaron en los bloques rectangulares de mármol y granito que encerraban el alma de Pablo.
Se había transformado en una pared. 
Ahora que lo recuerdo, con mucho tiempo de por medio; ya no sé si el muro fue levantado por él; o si yo, en mi afán y en mis tristezas, edifique mi muralla; mi defensa. ¿Para qué? Para que nadie supiera lo que sentía, para cuidar mi zona de confort, para mantener limpio mi jardín de creencias y certezas, para evitar que un extraño sembrase dudas en lo conocido.
Las mismas fronteras que establecemos con los otros, también a menudo las delineamos con nosotros mismos. Nos cuidamos de ser vistos tal cual somos, y pedimos perdón repetidas veces por no ser quienes deberíamos ser, y ahí comienza la batalla cotidiana de la auto-aceptación. Aparentamos una y otras veces más para ser amados, aceptados, aprobados. Y al igual que Pablo encerramos nuestra esencia en una cajita y levantamos entre ella y nosotros una pared.
El verdadero desafío de cada día es ¿a cuántos voy a engañar hoy? ¿Cuántos creerán lo que no soy?
Te propongo que derribes tu fortaleza; que arrojes lejos de ti, todo lo que te separa de tu verdadero interior.
Que aprendas a vivir con lo que a los demás les agrada y disgusta de ti.
Que aprendas a vivir con lo que los demás aprueban y rechazan de ti.
Que aprendas a vivir con lo que los demás aman y odian de ti.
Porque somos un todo, un manojo de miles de inquietudes y miradas; porque ni siendo perfectos lograremos el cariño universal de todos; porque el único amor universal que debemos aspirar es el personal.
Te propongo que tengas límites, pero que des de baja tus barreras; y dejes pasar simplemente el tren de la vida.
                                                              Chuchi González