24 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad

Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo del sur de Noruega, dónde abundan los pinos y abetos, cada llegada del invierno era la bienvenida de una epidemia que la ciencia de la época no sabía cómo tratar.
Los bosques se vestían de oscuridad y nieve, el viento bravío se instalaba indiferente como un dolor de espalda y el sol desancoraba sus tentáculos del mar celestial en forma prematura.
Los nativos desde comienzo de la temporada comenzaban a enfermar, los primeros síntomas eran asignados a las bajas temperaturas y al enfriamiento de los pies, que aunque protegidos por gruesas botas, siempre lograban, al menos humedecer uno o dos dedos y dejarlos congelados. Es que en cierta forma, los pies siempre estaban más que expuestos. La costumbre de quitarse el calzado al ingresar a cualquier casa para evitar que la nieve derretida ensucie; era un signo de solidaridad y fraternidad en la comuna.
Pero más allá de los estornudos, dolores de garganta, toses en todas las escalas; advenían otros factores como el cansancio crónico, la tristeza anónima y el aislamiento.
Los senderos reservados al esquí o patinaje, se volvían con el paso de los días menos populares, y la gente caminando sobre el hielo se hacía menos frecuente.
Las altas cumbres de los alrededores parecían reyes guardianes de la nada; coronados por glaciares silenciosos.
La hospitalidad del verano junto con los paseos, después de la comida, por los lagos azules y parques repletos de ardillas, se esfumaba.
Muchos pensaban que tal vez, algún conjuro había caído sobre la población; la naturaleza había sido tan absurdamente gentil con ellos, que quizás la envidia había comenzado a cobrarse sus carencias.
Poco a poco, uno a uno, todos se enfermaban, algún más otro menos, pero nadie estaba inmunizado al misterio del invierno.
En aquella oportunidad, un médico que viajaba documentando rarezas y costumbres de distintos lugares, se albergó durante algunas noches en un hostal de la zona.
- Buenas Noches, bienvenido a nuestro refugio, Sr…? –Preguntó con gran amabilidad el Sr. Arne, dueño del hospedaje.
- Oh!..qué tal amigo, gracias, muchas gracias – Respondió el Dr. Pentti ; mientras con esfuerzo se desenredaba la bufanda, aflojaba las botas y seguía respirando.
- Es un gran placer tenerlo con nosotros, quiere cenar además de la habitación –Indagó Arne, sosteniendo al doctor de un brazo para agilizarle el trámite.
- Seguramente eso estaría muy bien, tengo el apetito hambriento – Riéndose a las carcajadas de su mal humor, exclamó el viejo.
- Tenemos Rackfisch y sopas Sr.
- Mmmm, delicioso… acepto; esa trucha fermentada – Dijo el Doctor estallando otra vez en carcajadas.
- Usted, Sr…?
- Doctor Pentti
- Ah, muy bien, Usted Doctor Pentti, tiene un excelente humor, ya necesitaríamos por aquí que nos contagiara – Confesó Arne con gestos abrumados
- Porqué dice eso querido…¿ Arne, verdad? – Preguntó el doctor, acercándose al gafete de metal que su interlocutor lucía en el pecho del lado izquierdo, al tanto que se sacaba los lentes empañados para limpiarlos con un pañuelo de seda.
- Sí! Arne, es mi nombre
- Muy bien, hijo, por qué dices eso? Insistió el visitante con el rostro reflexivo.
- Sucede que al llegar esta estación nada es como era antes, los vecinos enferman, los remedios no curan, todo se puebla de soledad. Se cierran las tiendas, las escuelas, los domingos de vino y cerveza que eran entre amigos, se dejan para otros meses. Todo se torna extremadamente melancólico y nostálgico.
- Pero alguien ha sabido dar respuesta a todo esto?
- Nadie. Le sirvo un poco más de Rack…
- Por supuesto- interrumpió Pentti relamiendo su bigote como lo haría cualquier gato después de tomar leche. Y Prosiguió:
- Tiene que haber alguna razón para todo este cambio, Arne; yo que vengo vagando por todo el mundo, he conocido muchas ciudades y costumbres extravagantes, pero nunca una dolencia como la que Usted me comenta.
- Pero, Usted, es médico, verdad?.
- Si, así es, así es…
- Entonces Usted que es un gran conocedor, puede ayudarnos a develar el embrujo que tenemos.
- No, no, no. No creo que se trate de situaciones como esas, para nada, estoy confiado de que podemos encontrar una causa lógica a tanto malestar. Ahora me iré a descansar y mañana veremos Arne, veremos qué podemos hacer.
- Gracias, Dr. Pentti.
El Dr. Pentti dedicó varias horas a discernir sobre la problemática de la comarca. Y para pensar mejor decidió dejarse adentrar por un sendero que llevaba a los verdes profundos del boscaje. Caminó durante un largo rato. Sus ojos se extasiaban frente a tanta belleza y serenidad. El paisaje parecía pintado por la paleta de colores de un artista del renacimiento, el cortejo florístico pobre esgrimía álamos, serbales, helechos y musgos. De pronto el latido de su corazón lo regresó a la realidad. Era tan penetrante el silencio que hasta juraría que podía llegar a ensordecerle. Y entre un inhalación entrecortada sintió la presencia de Dios inmaculada y soberbia. Magna. Espiritual. ¿Cómo no habría de pensar en Dios pese a su ciencia? Si ese recóndito espacio de perfección devenía de su mano.
¿Dónde estarían los animales? Todo eso parecía abandonado. Tal vez la frondosa vegetación esclava a sus raíces no podía emigrar; pero tal vez de poder no estarían.
¿Qué llevaba a los osos, a los zorros, al lobo o a la comadreja a huir o esconderse? ¿De qué huían los hombres, las mujeres, los niños? ¿Qué añoraban? ¿Qué significado tenía la añoranza?
De repente un absurdo vuelo loco de una gaviota equivocada volando al ras del lago entumecido lo mareó, el susto cegó su vista por un instante y al recuperarla reveló la incertidumbre.
- Luz, luz, luz! – Gritó eufórico
Y reparó que frente a él, un imponente pino lo miraba serio.
- Estrellas!, Estrellas!, Luz, Luz – Continuó gritando
Cuenta la leyenda, que el Dr. Pentti mandó a talar pinos, para que todos los pueblerinos los colocaran en sus casas y los adornaran con luces, estrellas, ángeles, esferas y guirnaldas. Y así fue como nació el árbol de navidad, inspirado en un loco buscador que encontró su propia guía interior preocupado por ayudar a sus prójimos.
Se dice que desde ese año la tristeza nunca más hizo nido en el lugar, todos al llegar el invierno decoraban sus casas con coronas de pinos en la puerta, candiles, y cadenas de luces. Los pinos recordaban el milagro de la vida, seguridad y confianza y las luces, el calor y el maestro interno que todos tenemos.
Para no perder la luz siempre hay que apoyar a quienes lo necesitan – expresó el Dr. Pentti antes de marcharse.

FELIZ NAVIDAD!

29 de noviembre de 2011

Apestada

Estoy en cama. Sola. Ratones paranoicos abstenerse. Con la nariz congestionada por una multitud de mocosos líquidos amarillentos; los ojos henchidos como la mirada de los sapos en un lago, la piel seca como la lija sádica que acaricia la madera; el pelo abierto como un libro por la mitad-paralizado en algún capítulo que se resiste-; la garganta roja, inflamada, y el pecho cantor de una tos de perros, gatos. De tanto sonarme la nariz, traigo irritación cutánea,los nervios de puntas – me he vuelto más sensible a todo y todos-;he roto mi transparencia en materia de salud; y heme aquí esclava.
Mensajes metafísicos y cientificistas van y vienen desde mi BlackBerry y Facebook. Algunos creen que es la nostalgia, el virus en cuestión; otros el cambio de clima. Y pienso, ¿ Para qué sirve saber la causa? ¿ Cambia el resultado? ¿ Cesa el catarro profundo de mi garganta con arena?
Quizás para el futuro conocer el desencadenante del problema sirva para elevar las defensas, pero ahora no; o ahora sí; convivir cinco días con alguien que traía un virus me apesto. Entonces me doy cuenta de algo poderoso y enriquecedor; cómo convivir con gente tóxica enferma nuestra existencia. Voy más allá de la gripe propia del inicio de estación; reflexiono en todo lo que apesta.
Hay mucho de apesta. Enferma, destruye y mata.
Por eso desde mi morada dedico esta entrada a todos los que apestan; a los que ni siquiera se aguantan a sí mismos.
Hago entrega y mención especial de “Post apestoso” a
  • Los que hacen de cuenta que la vida de los demás les importa y sólo ven por sus intereses personales.
  • Los que se escudan en los defectos de los demás para purgar sus culpas.
  • Los que venden imagen de correctud y sangran vicios y malicia
  • Los doble caras
  • Los que castigan por celos e inseguridad
  • Los que abusan de la generosidad de sus prójimos
  • Los que ofertan ilusiones ajenas
  • Los que arrebatan, usurpan o plagian ideas improvisadas
  • Los que se hacen rogar, y esperar para sentirse importantes
  • Los que juegan con las necesidades de las personas
  • Los que sicopatean con filosofía barata  los corazones
  • Los que rompen acuerdos con la misma mano con que los sellan
  • Los que desaparecen sin dejar rastro
  • Los que dicen “Gracias” queriendo decir “Me lo debes”
  • Los que dicen “ Mañana, luego” queriendo decir “Nunca”
  • Los que se meten en la vida de los demás por la lateral, sin pedir permiso y con cara de “yo no fui”
  • Los que basan sus discursos en calumnias
  • Los que llevan y traen y al fin de cuenta no se hacen cargo de nada
Para todos ustedes envíen desde su celular un mensaje de texto con la palabra VIDA y ocúpense de la propia, que de tanto pregonar HUMILDAD – se les nota- que no saben que significa.
“Humildad consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento” – Virtud diametralmente opuesta para Madame Perfección -
                                                          Chuchi González

25 de noviembre de 2011

Muchas formas inverosímiles de decir ADIOS

Busqué en el diccionario “INVEROSIMIL” para ser coherente con lo que quería expresar. Del adjetivo “que no tiene apariencia de verdad”.
Historia inverosímil, si las hay; las mil y una formas de decir “no te llamaré nunca más, no te volveré a ver” sin decirlo.
Preámbulo: La mayoría de los individuos que conozco pregonan su deseo más íntimo de vivir en un mundo mejor; sin embargo, en sus acciones se vislumbra lo contrario, porque la mejor forma de vivir en un mejor mundo, es siendo mejores seres humanos nosotros, y para ello deberemos empezar por el lenguaje. Decir lo contrario de lo que piensas hacer, no construye; destruye mundos, relaciones, esperanzas, ilusiones – entre otras figuras que ahora no recuerdo-
He descubierto con el tiempo, y la experiencia de mi oficio – coach motivacional – que las personas temen – en forma desenfrenada a las palabras – cómo si las palabras fuesen armas de doble filo o bestias salvajes. Si bien “ el lenguaje es creador de mundos”; las palabras sin la acción de quién las pronuncia no ejecutan ningún efecto.
La gente le tiene miedo a decir lo que siente. Por eso inventa lo que no siente y te dice “te veo” cuando quiere decir “ nunca más te voy a buscar” o “éxitos” cuando quiere decir “ que te vaya mal”.
Yo me lo sé. Y en materia masculina; son especiales en decir lo que creen que no aguantaríamos escuchar. De alguna forma son como ángeles benévolos que detestan romper nuestras frágiles corazones; pero en el fondo no quieren romper su imagen de “ buen tipo” y no soportar las consecuencias de sus elecciones.
Sin embargo, sería tan fácil ir por el mundo diciendo lo que sentimos; habría menos sufrimiento, resentimiento y resignación. Empezar a decir al “ pan, pan y al vino, vino, y al no te voy llamar más; se terminó”. Al “no te quiero más en mi vida, eso no te quiero más en mi vida, en lugar de enhebrar un juego macabro de suposiciones e ilusiones que caerán muertas en un futuro cercano.
Las mentiras se huelen porque tienen un olor especial, es como el olor de una habitación con humedad, nadie la nombra pero se hace presente.
Las mentiras desencajan la mandíbula del que las pronuncia, los ojos cambian de eje, y el trato se vuelve distante. Aunque no lo quieras, se hace notar; porque el cuerpo no miente.
¿Cómo vamos a construir un mundo mejor desde el escombro del otro?
Hay mil formas de decir adiós sin decir adiós, pero todas muestran la hilacha de la indiferencia. Aunque te pongas creativo; todos nos damos cuenta.
No mires al de al lado; te hablo a ti.
“aquél día, lo supe, no lo iba a volver a ver más”
Chuchi González

20 de noviembre de 2011

Los restos del niño que fui…

Es mi entrada 100. No sé aún porque “100” es como la “ostia”; se celebran los “100 programas al aire”, “100 emisiones radiales”; “100 entradas en un blog”; tal vez ni siquiera se celebre; tal vez sólo algunos que otros lo han hecho, lo he escuchado, y acá estoy siguiendo un paradigma que tal vez nadie “se re formulo ¿ por qué carajos cien?
Busco en internet sobre el 100; y me dice que es el número que precede al 99; ¿No es fantástica tal simple explicación? ¿No raya en lo irrisorio? ¿Acaso la vida humana no sería mejor si todas las dudas tuvieran respuestas así de sencillas?
Y mientras voy y vengo pensando sobre qué escribir en mi entrada número “100”; enciendo el televisor y veo unos ojos grandes como avellanas maduras inmersos en una sonrisa de “Colgate” traviesa; y me informo que es TOMÁS; que su imagen pertenece a quién fuese un niño de 9 años asesinado a golpes por las manos de su padrastro.
Se me hace un nudo en la garganta y la piel se me enciende erizada de escalofrío. Tengo un sobrino de cinco años; tan vulnerable como él, un sobrino postizo de cuatro años, tan vulnerable como ellos dos, y como otros tantos, que día con día mueren asfixiados en las mentiras y odios de los adultos.
Escucho que dicen “ los restos de…” e inmediatamente e irremediablemente ( y elijo abusar ahora mismo de los adverbios terminados en mente) la imagen de mi papá viene a mi mente; “su restos”, “los restos de quién fuera en vida mi padre se me asemejan a una bolsa de huesos y carne caducada con un letrero que indica “resignación”.
Resignación, la puta madre. Es el peor de los sentimientos. Es el juicio de valor que indica “esto es lo que hay” – ¿Los restos? ¿Sólo los restos?- que expone “ya no se puede nada más que hacer” –¿No se puede nada más que hacer con mi padre, con Tomás o con los asesinos mentales que enfadados de odio aniquilan las vidas que florecen?
Me quedo pensando, que tanta tristeza y angustia en una entrada número 100 no era lo que tenía pensado cuando escribí la entrada número 1; pero tampoco nada de lo vivido de la 1 a la 100 lo había planificado, sostenido, o insinuado.
En la “1” papá estaba enfermo de una  (mierda enfermedad llamada con nombre y apellido MIELOMA MULTIPLE ) enfermedad crónica terminal y en la 100 “sus restos son abono de la tierra”.
En la “1” Tomas jugaba a la pelota – tal vez – e imaginaba que de grande sería bombero o maestro  ( a la edad de Tomas siempre queremos ser súper héroes de sueldo magro) y en la 100 “sus restos se examinan, observan e investigan en pericias policiales”.
¡Cuántas cosas pasan del 1 al 100!
¡Cuántas vidas se desploman, una tras otra, sin sentido!
Y nosotros, los que seguimos en el milagro de la vida ¿ Qué hacemos por los que no están, por los que están, por los que echaron?
El 25 de noviembre es el día de la Lucha contra la Violencia de Género; ¿ será que se tendrá que inaugurar un nuevo día de lucha contra la violencia desgarradora de ser motín de asuntos de pareja?
¿Cómo puede un hombre matar a otro hombre? No me entra en la mente, en la razón, en mi ilógica lógica; pero más aún ¿Cómo puede un padre, un padrastro matar a un hombrecito indefenso, lleno de sueños, ilusiones, días por vivir?
La ley del Talión – ojo por ojo – Ya nos ha dejado a la sociedad ciega.
Es la entrada número 100, una entrada desordenada, pasional, y para mí de inmensa tristeza. A veces siento que cuando empiezo a armar el rompecabezas de la vida, viene un viento norte y me desordena todas las piezas por todos lados; y recomponerme me lleva un tiempo prudencial, en que me sumerjo al fondo de mi misma y luego salgo.
¿Qué pasará por la cabeza de la madre de Tomás? ¿Qué tendrá que ver el amor con este desenlace? ¿Qué pasará en la cabeza de los niños, de los compañeros de Tomás, de los que escuchan la radio o ven noticias en la tele? ¿Se incrementará el miedo a los adultos?
¿Qué habrá pasado por la cabeza de mi padre antes de morir? Es la misma pregunta que me pregunto desde que murió mi abuela.
¿Qué se sentirá percibir a la muerte, oler su figura? ¿ Qué habrá pensado Tomas, Candela, Pupi?
Todo lo que queda de ellos son los restos, los restos de los niños que fueron.
Los recuerdos de quién pueda recordarlos.Qué en paz descansemos nosotros, los vivos, si es que podemos. Nuestros muertos pertenecen a nuestros recuerdos.
Me quiero quedar con la fantasía de creer, que ahora son ángeles volando libres.
 Chuchi González

5 de noviembre de 2011

Cuando amas a alguien…

Anoche dormimos juntos. Creo que me extrañaba. Y yo a él. Aunque ninguno lo manifestara, la distancia impuesta por la rutina, nos empezó a calar en el alma  y sin dar el brazo a torcer, coincidimos en la cama; de cucharita; respirando al mismo ritmo; y él llenándome de besos los brazos que lo contenían.
Estoy enamorada. Lo sé porque mirarlo me emociona. Lo sé porque mi locura callejera se me olvida cuando me devuelve en su mirada la proyección de quién soy. Lo sé porque me estremece verlo alegre, y cómplice. Lo sé porque sus silencios que esconden reproches y reclamos; me alivian para que siga en mis metas. Lo sé porque el poco tiempo compartido, es una epifanía que corona de gloriosos instantes nuestras vidas. Lo sé porque me enternece.
Somos diferentes. Sus necesidades y deseos, son tan adversos a los míos; y aún así lo comprendo; su presencia me permitió ser empática. Mis gustos y necesidades son muy diferentes a las suyas; y aún así, me da los espacios suficientes para que eche a volar; vaya y venga.
No recuerdo a ver tenido otra relación tan profunda, leal, e intensa. Es tan romántico, que a veces me asfixia con lo mismo que me seduce: su cascada de besos dulces; su espontaneidad absoluta, su exquisita honestidad emocional.
No le importa quién nos ve. No espera a estar solos para ser afectuoso. Aunque a veces reacciona con recelo si yo me sobrepaso en la calle. Siento celos – entonces – porque su EGO de DON JUAN; a veces nos juega una mala pasada. Quiere ser visto en su grandeza, libre, y seguro; alejado de cursilerías como el amor. Pero pese a eso se que me ama.
Se que no habrá otra mujer como yo para él en la vida. Que conocerá algunas más, tal vez – no lo sé –pero sé que yo seré la única, la mejor; la bien amada. Y él para mí, el único. Aunque vengan otros, tal vez sí, tal vez no.
Anoche dormimos juntos. De cerca, conectados. Y ahora mientras escribo, lo extraño. No veo la hora de volver a tenerlo entre mis brazos. Sentir su respiración, su calor, su afecto.
Deberé esperar unas horas más hasta regresar a casa. Y entonces cuando la puerta se abra, vendrá corriendo hacia mí, a recibirme con la euforia de siempre, a darme la bienvenida a nuestro hogar. Vendrá con una prisa atormentada; sacudiendo como caballo loco su cuerpo; y su cola agitada como un colibrí en primavera.
                                                                   Chuchi Gonzalez

13 de octubre de 2011

El día en que perdí mi iPod touch

Dedicado a la recepcionista de mi gimnasio
“Flaca, no me claves tus puñales por la espalda”
( Andrés Calamaro)
Antes de ayer en un disparatado guardar cosas en mi bolso del gimnasio, deje en la estantería de mochilas y termos, boca abajo mi fiel iPod touch repleto hasta la coronilla de rock y pop argentino.
A las 8 horas del descuido, advertí su ausencia, es bien cierto que uno se da cuenta de lo que tenía cuando no lo tiene; ¿ dónde lo dejé? – pregunta interior con temor a la respuesta interna. ¡ Me lo olvidé en el gym! exclamé entre una bronca entristecida y enojona.
Llamé al lugar de los hechos en espera de una buena noticia, pero nadie sabia de él. Acepte con total renuncia el final de nuestra historia. Más sin embargo algo en mí no advertí la partida. Al otro día llamé al turno de la mañana y volví a preguntar por él. Nadie sabia nada. Se prestaron a buscarlo y al llegar a la sesión habitual, la recepcionista me dio la noticia con cara desanimada, como intentando ser empática con mi pérdida. Acepte con absoluto estoicismo.
¿Cuánto tiempo estaría ahora sin iPod? ¿ Qué llevaría para alivianar el contacto social a mi rutina? ¿ Un tocadiscos portátil? ¿ Un pasacasete? ¿ Un discman?
Hoy en la mañana me aventuré a hacer todo “justo a tiempo” y salí rauda y feliz a mi entrenamiento; a falta de iPod, buenas son las cantadas matutinas…
Buen díaaaa – dije, con la voz tomada aún por el sueño y el cansancio personal-
Buen díaaaa – dijo la empática empleada
Al rato llega mi cómplice y todo Fernanda y me comenta que habían encontrado mi “iPod pero que no me había dicho la empleada recepcionista porque “yo estaba molesta”
Me sonreí con cierto sarcasmo propio de mi alma embrujada y me quede pensando, lo que ahora se transforma en “entrada reflexiva”
¿Qué derecho tienen los otros sobre nuestros bienes? ¿Qué derecho tienen los demás a proyectar en nosotros estados de ánimos que no nos pertenecen? ¿ Y qué derecho aún tienen para elegir devolvernos o no lo que es nuestro? ¿Desde dónde alguien que no te conoce puede inferir y sentenciar una emoción, por juzgar un aspecto físico, una gesto sereno, una cara con signos de recién me levanto? ¿Cuántas veces seremos juzgados en silencio y privados de lo que nos corresponde por estos personajes que se arrogan el derecho sobre lo que no les compete?
¡Qué fatalidad moral y ética! Mi iPod por elección de un no sé quién sigue preso en un cajón bajo llave, desnutriéndose, y sin cumplir su misión personal que es “reproducir sentidos/sonidos”. Y todo por el sin sentido de “alguien” que trae a la realidad objetiva, un recuerdo del pasado. ¿Será que su madre o su novio cuando recién se levantan están “molestos” o “enfadados”? ¿Será que la señorita empática agotó su posibilidad de identificarse intelectual y emotivamente conmigo, actuó con prisa y sin pena?
¿Por qué carajos la gente cree que hay dos emociones posibles de ser sentidas: enojo y alegría?
Si vas con la cara de cajita feliz, optimista pelotudo, te dicen ALEGRE. Si vas con la cara seria, reflexivo, te dicen ENOJADO. Acaso, ¿ tan pequeño creen que es el mundo de las emociones?
Cuando miramos la vida desde un lugar tan reduccionista cerramos posibilidades a los que nos rodean y por supuesto a nosotros mismos. Sentenciar desde una escueta altura moral no hace más que ser que sesgar a los que no son comunes a nosotros; a los que difieren en sus creencias, a los que aman diferente, a los que piensan distinto, a los que viven la vida en otra corriente. Es no ACEPTAR la diversidad como un elemento LEGITIMO.
Chuchi González






23 de septiembre de 2011

Palabras a mi padre; palabras que no escuchará.

Dos lágrimas, son las que rebasan mi vaso, el de mis ojos verdes aceitunas, verde marihuana, verdes como las náyades; como Minerva. Verdes como la esperanza que no existe de volver a verte. Verdes como la humedad que corroe mi alma.
Es que el mundo gira, enorme, redondo, egoísta sobre su propio eje, ególatra sobre la ruta de los demás; indiferente, frío, y amenazante.
La vida se asemeja a una gardenia bella y marchita, que a pesar de todo sigue teniendo un perfume especial; aunque poco a poco se pone amarilla, como los recuerdos que nos quedaron a vos y a mí. Cómo las páginas del libro que estoy leyendo, una biografía del Che Guevara; que ha comenzado con la casualidad de que ambos – él y yo nacimos el mismo día, en la misma ciudad-; cómo si el 14 de junio fuese una fecha privativa de mi ser. Más sin embargo celebro. No comprendo con exacta justicia emocional lo que celebro, pero celebro. En la fantasía intelectual coincidir con el guerrero ¿ me volverá guerrera? Tal vez, empiece con esto a encontrar más explicaciones a la montaña rusa de mi vida.
Tengo tantas preguntas sin respuestas, que me cuesta tragar saliva y dejar de aspirar los mocos de la tristeza.  Me siento inundada de una soledad absoluta e incompatible con cualquier felicidad mundana.
¡Es que te extraño!
Mientras el paso del tiempo no trae consuelo; y firme sigue su meta de transcurrir pese a todo; yo sigo de duelo.
… y me siento en un profundo silencio.
Chuchi González

22 de septiembre de 2011

Un cuento para inspirar al otoño…



Desde el ayer has venido

Recuerdo que el jardín que abrazaba nuestra casa, tenía unas guardas de margaritas, un limonero seco, y un rosal de encendido bermellón afelpado y peligrosas espinas que hacían frente a la tentación de los que pasan de madrugada entre arrumacos y promesas.
Pero las margaritas eran nuestras preferidas. Sencillas, evidentes, lactescentes y de pétalos alborotados, parecían pinceladas descuidadas de la naturaleza y detentaban el ensueño de ser el oráculo del amor.
Infinidades de veces deshojamos margaritas durante las tardecitas del verano. Cuando el sol oxidaba, hasta los verdes más membrudos, enmascarado de naranja sofocante, e imaginábamos que las semillas de las sandias eran escarabajos que invadirían nuestro mundo.
Un mundo de arroyos cristalinos y hojas secas navegantes, piedras grises que nos legaron ampollas, un viento que nos estremecía hasta las lágrimas, cuando nos divertía abrir los ojos hasta el máximo como si fuesen las puertas de la parroquia que pendía de la pobreza en la cumbre de la colina. Y no parpadeábamos para recibir la confesión de esas ráfagas, para hilvanar historias a los pies de un fogón.
Y en las crujientes ramas sacrificadas, vos cocinabas las más dulces de las mentiras. Mis sentidos absortos se dejaban embelesar por tus fantasías y coronabas la inocencia de mi ingenuidad con la algarabía de tus risotadas. Yo nunca lograba, y ahora pienso que no lo intenté, asombrarte con mis fábulas.
Tal vez se decidió, aquella mañana en que nos sinceramos, y creamos la alquimia que nos aprisionó a la gula de los besos, y al tacto de unas pieles oliváceas, asoleadas y barnizadas por la ardiente juventud que nos devoraba el alma.
Quizás, en ese preciso instante en que bebí de tu cáliz la miel de tu aliento pactamos el juego del enamoramiento.
De ahí en adelante, tú serías el mar, yo la playa; y tú vendrías siempre a mí con una actitud avasallante, como la marea al ritmo de los astros, dándome la sal de tu belleza y dejándome el recuerdo de tu paso en el oro caliente y fino de mi geografía. Y yo sin resistencia te recibía, como las tierras sedientas absorben con exasperación el sollozo contenido de las nubes.
Y así, te adentrabas en mi camino de corales a desahogar el ímpetu de la pasión y a descansar los sueños. Y aquella noche en la espesura del bosque, cuando las estrellas en el terciopelo negro del cielo nos espiaban, disfrazado de primavera me hiciste florecer desde lo más recóndito de mi vientre un fruto.
Aún puedo revivir el regocijo de tu rostro y la luz que destellaba tu mirar al percibir como se desdibujaba mi cintura adolescente.
Mis senos henchidos parecían granadas maduras y la comba de mi abdomen, la luna que gestaba el gemir de nuestro amor. Y sonreías.
Y el eco de tu desordenado risoteo se impregnó en el eco del silencio cuando te eclipsó un hechizo de muerte y te escondiste de mí.
Y te alejaste como los barriletes que remontábamos, que en un abrir indiscreto de las manos se nos escapaban y volaban a costa nuevas sin mirar hacia atrás.
Y te busqué en cada plegaria, en todos los amaneceres, en los fuegos mortecinos del horizonte. Y famélica de quimeras, de fuerzas para tejer la senda de mis pasos... Cuando me ganó la desesperanza y mi vida se transformó en una película muda…después de un tiempo, yo también me fui.
No sé decirte a dónde ni cómo. Un velo cubrió la conciencia de mi mente y de mi alma. Tal vez deambulé sin rumbo, intentando regresar a vos.
……………………………………………………………………………………………………………………….
- Carlos, ¿que hora tienes? …. deje mi reloj en la antesala del baño…Y basta por dios! ya no insistas, estoy bien. ¿Tan tarde se hizo?...
En sólo treinta minutos el encanto se quebrará y se turbará entre el jadeo del tabaco y el burbujeo del alcohol de esta noche fáustica. Me urge la necesidad de que desvíes tu mirada y te deslices por el túnel de mis ojos y me encuentres. La clepsidra está llorando sus últimas lágrimas.
- Una copa más…. Nada más… no quiero obnubilar mi mente; mañana debo ir al estudio a primera hora. NOOO!, no quiero irme… solo dije que era tarde nada mas, un pensamiento en voz alta. Es verdad Carlos, lo habíamos planeado desde hace semanas, pero hombre!!!… aquí estamos… ¿no?
En veinte minutos, será medianoche. Pero mírame al menos una vez, y descubrime antes de que sea demasiado tarde. Sé que la realidad es el abismo que nos une y nos conecta y me siento cual abeja que zumba en el jardín de un país de ensueño, no esperaba encontrarte en este lugar de máscaras ambiguas.
Creo que la distancia deja de ser un hidalgo de compromisos y misterios y trasmuta en molinos gigantes que bostezan el hálito furtivo de lo que podría haber ocurrido, pero recuerda el ahora.
Y en mi presente está este buen hombre, mi Carlos; pero devuelta tu imagen a mis retinas, también estás tú. Y la nostalgia de la reminiscencia me impregna de incertidumbres. Carlos y tú, comensales de un mismo ágape.
Quizás tú no lo recuerdes, pero yo... estoy... viéndonos en nuestro ayer y una grieta me rasga el corazón de lado a lado. Y Carlos, cree que la frialdad que me cubre los hombros es consecuencia de algún descuido doméstico; y yo no se como disimular el fuego que la memoria desató desde las cenizas.
¡ Aún puedo sentirte.!
La música de las gaviotas y el tatuaje de tu boca estampado en mi frente,... quizás si las tinieblas de la lontananza despejaran tu alma dormida, tal vez murmurarías mi nombre. El que entonces gritabas y la naturaleza rumoreaba; y me dirías: ¡ piedra libre para vos que estás deshojando margaritas, y yo estoy acá en tu frenético presente para cuidar las alegrías que te brotan desde la garganta sedienta de mí!... y yo sonreiría.
Y en mi antiguo nombre descubrirías la infinita travesura del destino; el encadenamiento de nombres y rostros, de pueblos y ciudades, meciéndose en la nebulosa del cosmos, trazando estelas de fuego para individualizar lo indistinguible.
Y comprenderías que el proyecto de nuestras existencias es más extenso que la anchura que luce con soberbia el océano.
Tan solo una pieza desordenada del rompecabezas de nuestras vidas altera la remembranza aletargada y la luz se enciende pura y etérea hasta cegarnos con la verdad. Y en mi caos, tu risa desbordante aceleró el influjo de imágenes que sucumbían en el adormilamiento de un pasado bucólico de una época extraviada tras el polvo de la tierra y el fin.
Y hoy,... estás de nuevo frente a mí, con muchos años menos que la última vez.
Y yo,... la misma alma encerrada en otra cárcel de carne y huesos, reviviendo el jadeo incansable de tu ansia y las caricias que con otras manos me dibujaste en el cuerpo.
Si tan solo, me mirases un instante... faltan pocos minutos para que todo que tras un manto de pérfido olvido. Tanto tiempo te estuve buscando a través de los años y de los siglos, para recomenzar lo que dejaste trunco aquella vez de sudestada y naufragio.
No viste nacer a tu hijo y la presencia de tu ausencia en nuestra casona marchito las margaritas de nuestro jardín y la noche nevó el dolor del cuchillo que se enredo entre mis venas. Desde la sangre y con la cadencia de los borbotones del líquido carmesí salpicando nuestra cama, y la desazón de quienes me hallaron sin respiración; comencé el peregrinaje hacia vos. Para reprocharte el abandono, para lamer las heridas que te causaron, para reivindicar los errores, para justificar los propios... para amarte otra vez...
... y ahora lo sé, todo fue en vano.. el día en que cerraste los ojos y el mundo dejo de girar para ti… ese era el último día del Amor, del nuestro.
No supe comprender la sorna del sino. Y ahora lo sé, todo fue en vano... no tuve la astucia de aceptar lo inexorable.
Faltan sólo dos minutos, si al menos me miraras, me consagrarías con la paz que en la lucha por retenerte mil veces abdique...
... Hoy todo es extrañeza. Nunca pensé encontrarte en un lugar tan confuso.
Te reconocí por tu forma tan peculiar de sonreír.
Nunca pensé encontrarte en un escenario, ostentando con la osadía de una dama reina, los párpados maquillados, una peluca rubia y unos tacones de la década de los ’70.
Dieron las doce.
Ya no me mires. No nos pertenecemos.
- Carlos, querido… vayamos a casa.
Chuchi González
(Cuento extraído de mi obra RETAZOS DE AMORES PERDIDOS; registrada en  el Instituto Nacional  del Derecho de Autor, Ciudad de México)

8 de septiembre de 2011

Reflexiones en voz alta

Con el paso del tiempo he descubierto que a lo que más le tememos, no ahoga ni asfixia. Que frecuentemente tenemos miedo de la soledad porque no observamos que en realidad estamos solos. Aunque estés a mi lado, aunque haya mucha gente alrededor, seguimos estando solos. Esta toma de conciencia fugaz y profunda me hace comprender que la vida es una experiencia maravillosa y única, pero única en el sentido de propia, íntima y personal.
En este momento mientras escribo estoy en un vuelo a San Diego, el avión va repleto, algunos acompañados y otros sin compañía, pero todos vamos solos. Solos.
La soledad es la evidencia de que somos unidades biológicas cerradas, que nadie puede acceder a mi alma, sino a una aproximación ella, y esa imposibilidad marcada desde la interpretación que cada uno hace al iniciar y constituir una relación, es el indicio claro y sereno de que somos mundos cohabitando con otros mundos.
A veces el mundo que soy coincide con el mundo que eres y compartimos tiempo, sueños, misterios, emociones, pero ninguno de los dos sale de su órbita y al finalizar el encuentro seguimos siendo dos mundos diferentes. Has conocido un poco de mí, desde lo que puede percatar con tu biología, pero solo eso. Imagina que mi perro accede a mí en blanco ni negro, y otros me ven llena de colores.
Esa es la verdadera soledad, el no poder mostrar tal cual eres porque no sabemos en realidad quienes somos. No compartir lo que sentimos porqué el otro no ha sentido desde nuestro ser sino desde el propio y por lo tanto no sabe lo que es sentir el amor desde tu esencia.
“La soledad es la funda en la que estamos inmersos y vivimos.”
Chuchi González

21 de agosto de 2011

Día del Niño

Hoy vamos a festejar a tu niña interior, a tu “piba” como diríamos en Argentina, o a esa “ Gorda interna” que  a veces es la excusa perfecta para romper la dieta y adentrarnos en el mundo de los chocolates, y dulces. Hoy es día de los pequeños que fuimos, de los que no podemos volver a ser, pero a la vez seguimos siendo.
Y la mejor manera de homenajearnos sería un ticket de permisos que desde tiempo están fuera de circulación.
¿Cuánto hace que no te das permisos? ¿Permisos? ¡Sí! PERMISOS… la posibilidad de dejar fluir en tus travesuras internas, de volarte a la luna en tus fantasías, de reírte a las carcajadas por un atrevido pensamiento, de soltar la cara de “adulto” y ser sólo tú en este tiempo y en este ahora.
¿Para qué? ¿ Y aún me lo preguntas? Para soñar, para atreverte, para emocionarte, para amar, para dormir, para descansar, para disfrutar, para andar con el corazón en la mano, para retornar a la inocencia, para dejarte sorprender por pequeñas y grandes cosas, para ser honesta emocionalmente, para ser congruente con tus frustraciones y éxitos; para auto-motivarte, para….JUGAR!!
Las mujeres por nuestra naturaleza, poco a poco, y en forma temprana dejamos el juego de lado, para tomar la vida “en serio”, entonces nos volvemos hiperproductivas para hacernos cargo de “todo”, creo que traemos algún gen de orquesta, y siempre intentamos –al menos- tocar todos los instrumentos.
Tanta adrenalina, tanta auto-presión nos aleja del contexto lúdico, de ese despertar de la imaginación espacio en el que no hay riesgos y todo puede suceder. Y nos volvemos “señoras serias” “ aprestadas”, llevando en la cabeza el letrero “ del deber ser”, “de lo correcto”, “de las apariencias”.
Por eso hoy quiero que te “despeines” y que rías hasta que el rímel se corra, que esa mancha de felicidad se grabe en tus ojos a veces tristes; que recuerdes la esperanza que tenías por ser grande y que ahora que lo eres, recuerdes la misma esperanza que tenías cuando niña, y que veas la vida hermosa y maravillosa aún con sus pérdidas. Porque tu vida está ocurriendo Ahora, en este momento mientras te escribo, y me escribo, mi vida está corriendo por mis venas, por mi respiración inhalo y exhalo y cada minuto tecleado en un pedacito más de ayer.
Juega, corre, salta, baila. Y si tienes hijos, aprovecha la circunstancia para transferir y entonces juega con ellos, también se vale. Pero juega como niña, no como madre intentando corregir las reglas de un juego ajeno; zambúllete en los rincones de la frescura para que mañana cuando te mires al espejo tu mirada esté más diáfana. 
Chuchi González

(*) Las fotos corresponden a mi infancia – Foto con mi hermana del medio – Foto Caracterizada como Médico de la Risa

11 de agosto de 2011

Los Pecados del Amor

Nota del autor: Amor, perdóname por hacerle creer a los lectores que tú eres proclive a los pecados. Nosotros, los humanos, somos los que caemos repetidamente en ellos. Pero sucede que a mi fin personal de publicar la entrada, tu nombre me gusto más que otros y el título me resulto más impactante. ¿Seré envidia o avaricia?
La palabra Pecado llega a nosotros del griego “Harmatia” fallo de la meta, no dar en el blanco; actitud errónea no consciente, pero con anterioridad en la historia el término “pecado” se vinculaba con el olvido, el descuido.
Y estas dos acepciones llegan a mi mente como anillo al dedo; pues en materia amorosa, los pecados cometidos por las parejas, más que capitales son universales; y siempre refieren a un error – entendido como creencias supuestas sobre como el otro debería actuar – o como olvido – el descuido de la relación una vez que existe la relación.
Pasamos gran parte de nuestro tiempo buscando al amor de nuestras vidas, y cuando lo encontramos ¿ qué hacemos?. La mayoría de las veces: lo descuidamos; cómo si el amor por si mismo se autogenera, se nutriera y tuviera la obligación de mantener la llama viva.
Somos grandes pecadores en materia amorosa; los errores son recurrentes; nos arriesgamos a la pérdida parcial, y no nos conformamos hasta agotarlo; y finalmente pérdida total. Cada quién se pasa los “datos del seguro” y ahí nos damos cuenta ¿No hay seguro para el amor? No hay resarcimiento, taller que lo arregle, ni compañía que pueda darnos uno nuevo.
El amor es como un plato de porcelana que al caer se parte en dos o en mil pedacitos, los juntamos mientras moqueamos, suspiramos, nos arrepentimos de no haber sido más diligentes, y lo pegamos con esa “gota mágica” que todo lo puedo. Y sí, quedó pegado: ¡qué alegría! pero ¡OJO! quedó una grieta; ese el mismo plato, pero de todas formas ya no es el mismo.
Así pasa con las relaciones humanas, está el pegamento del perdón, de la reconciliación, de la disculpa, del no lo vuelvo a hacer, de la oportunidad. Y aunque digamos una y otra vez ¡ qué alegría! esa relación no es la misma. Los miembros de esa pareja ya no son los mismos. Entonces ¿ para qué? ¿Para qué olvidarnos del otro y por ende de nosotros mismos? ¿ Para qué dañar lo que amamos?
Si entre dañar y cuidar, lo segundo es un acto que genera en mi hormonas de felicidad; sentimientos de creación, lazos y puentes en los que puedo zambullir mi alegría personal;  ¿por qué resulta tan difícil crear la cultura del nosotros y dejar la hegemonía del yo?
¿Será nuestra educación individualista y competitiva la que enceguece nuestros más íntimos deseos de intoxicarnos en el otro y a partir de ese encuentro dar rienda sueltas a un nosotros inclusivo? Un inclusivo que no excluye por qué hay mucho trabajo, y que tiene tiempo para una llamada telefónica para recordar el timbre de voz de la persona querida.
Un inclusivo que apuesta celebrar las diferencias de ideas, y a aceptarlas, a correrse de lugar para ceder espacios, que no coarta alas, y que siempre es una epifanía la hora del reencuentro.
Un inclusivo que construya y potencie lo mejor de cada YO; que vibre de pasión, ría a carcajadas sin motivos, y se regocije en sí mismo sin necesidad de un 14 de febrero.
Si la vida es tan simple, ¿ Por qué nos hemos doctorado en “complicarla?


Chuchi Gonzalez

21 de julio de 2011

Día del Amigo: 20 de julio

El 20 de julio se celebra en Argentina el día del Amigo, también lo hace Brasil, Uruguay; y España. La fecha tiene como antecedente el día en que “ Apolo XI alunizó”, se dice que “ en ese momento todo el mundo estuvo unido para compartir esa experiencia” y que de alguna forma esa unión resaltaba los valores de la amistad.Si importar si el hombre llegó o no a la luna; desde el 69 en Argentina la fecha significa un evento muy reconocido y festejado por todos. Grandes, pequeños, solteros, casados, todos tienen sus amigos a quien festejar. Y la emoción es están grande, que un grupo de peruanos que visitó el país llevaron la propuesta para su nación y desde 2009, en Perú también existe el día de reconocimiento a la Amistad.
Me puse a buscar un poquito,  y si bien sé que la palabra amigo de deriva de “amicus” palabra latina relacionado con el amor; me encontré una joyita pirata que busca analizar la palabra más desde su sentido semántico: “a” ( sin mi”) y “ego” yo, curiosidad que me fascino y dejé que me seduzca: un amigo significaría
“sin mi yo”
¡Sorprendente! ¿ verdad? Pues un amigo es eso justamente; un ser que revalida nuestra identidad; somos en relación a la mirada del otro, y un amigo es ese espejo en el que yo me reflejo y conozco.
En la vida actual, las grandes urbes han orillado a las personas a la pérdida de este auto-conocimiento, la amistad del café en el bar, la largas horas de charla, los whiskeys escuchando a Joaquín Sabina; las confesiones de amores impropios, nefastas, prohibidos, tormentos; las penas, las alegrías, los desaciertos y la fortuna; se han resignado hoy a los mensajes de texto, el chat de la BlackBerry, o la exposición muda y pasiva del muro de Facebook.
El tiempo, el tráfico, las distancias, las exigencias de la vida laboral actual, nos han ido restando tiempo para el contacto físico; los besos de ahora son de celular; los abrazos son íconos que no trasmiten el calor de dos cuerpos que se juntan, y los proyectos comunes pasan a la categoría de sueños.
Abundan los amigos virtuales, ¿ serán una versión mejorada de los amigos invisibles que tuvimos en la infancia?
Y lentamente, vamos habitando mundos propios, íntimos, personales, solitarios, que sólo cobran vida al conectarnos y al desconectarnos… puntocom… el silencio es huésped de nuestros sentidos.
Un amigo es un compañero de ruta, una especie de brújula que marca tu camino, y que te grita, y agarra con fuerza cuando te pierdes; es un cable a tierra a la esencia que somos, un despertar a la alegría interna, es el confidente que permite que le pongamos palabras a nuestro dolor, desarrolla nuestro ser gregario, y estimula el valor de la pertenencia; fomenta la comunicación interpersonal, y nos permite fortalecer nuestra escucha, y aceptación.
La amistad nos enriquece emocionalmente. ¿Cuánto hace que no te tomas unas cervezas, o vas al cine con tus amigos? ¿Cuánto tiempo tienes sin decirle a tu amigo lo importante que es para ti?
Aunque haya presiones, y pendientes; un amigo es lo suficientemente valioso como para detener tu rumbo y compartir con él.
“cultivo una rosa blanca, en junio como en enero, para el amigo sincero que me da su mano franca…”
Chuchi González

22 de junio de 2011

Encontrarse con Uno Mismo

¿Quién alguna vez no ha dicho “quiero encontrarme conmigo mismo”? Cómo si ese encuentro fuera algo imposible de acceder, o como si no estuviera sucediendo. Fantaseemos un rato; imaginemos que vamos a un cafetín a encontrarnos con nosotros mismos ¿Qué nos diríamos?
¿Qué ropa escogeríamos para ese momento? ¿Nos saludaríamos de beso? ¿Nos trataríamos de usted?
¿Por qué necesitamos encontrarnos con nosotros mismos, si vivimos con nosotros mismos todo el tiempo?
¿Será que no nos agradamos y creemos que somos otros diferentes?
Yo apuesto por esa idea. Quién se quiere conocer es porque se conoce, no seduce; en su mente tiene la ilusión de ser un ser diametralmente opuesto a quién; sin embargo eso, lejos de construir la imagen de uno mismo, la mutila.
La magia del encuentro está en abrir los ojos y vernos; observarnos como un todo, una unidad y dejar de escarbar en la basura emocional, inocentes e ignorantes; haciendo de cuenta que no nos pertenece.
Ya estamos con nosotros mismos; aunque vivamos para agradar a los demás, dejemos de lado nuestros proyectos, nos involucremos con los objetivos ajenos y nada de lo que hagamos parezca ser de nuestro poderío.
Todo eso que hacemos para pasar inadvertidos, como mártires, sumisos, abnegados; lo hacemos siendo nosotros mismos.
Sólo que estamos viendo desde un lugar de carencia y falta de empoderamiento; pero esa bondad en apariencia casi estoica es una forma de relacionarnos con el mundo.
Encontrarnos a nosotros mismos tal vez es la búsqueda del tesoro más difícil de alcanzar, pues implica correr el riesgo de botar fuera de nuestra caja de creencias, todas aquellas que nos han limitado de ser y crecer; y que en varias oportunidades, de no sostenerlas, iríamos en contra de nuestra familia, amigos, o círculo más cercano.
Pero si la vida es demasiado breve, por qué no apostar a ese encuentro soñado, a esa cita en la que nos aseguraremos de no llegar más tarde, de lo que estamos llegando al día de hoy.
                                                              Chuchi González

13 de junio de 2011

Mis cuarenta ….

 
¡Hoy es mi cumpleaños y quiero dedicarme esta entrada a mi misma, por ser una gran compañera de viaje!



                                                    Chuchi González

22 de mayo de 2011

Asertividad… o el arte de saber decir

¿Qué decir? ¿Cómo decir? ¿Decirlo? Me he preguntado muchas veces. Asertividad llega a nuestros días de la mano de la palabra asserere o assertum que significa afirmar. Afirmar la personalidad, sentar las bases de la autoestima, ser certero en el decir de las emociones que sentimos – positivas o negativas; juzgar que lo que hacemos es contrario a  nuestros principios ni los de los demás.
Ser asertivo es una habilidad social que se adquiere a través de la práctica y el despojo de miedos y creencias limitantes. Surge de la experiencia de auto-reflexionar acerca de nosotros mismos, conocernos y saber que queremos y que no queremos para nuestra vida.
Implica el desarrollo de la escucha hacia fuera y hacia dentro; como así mismo el aprendizaje de los diferentes sentidos que como observadores otorgamos a los mensajes.
Es no tener la necesidad del aplauso.
Es aceptar y reconocer las limitaciones.
Es buscar permanentemente ser causa y efecto de lo que nos ocurre.
Es hablar con la mente/corazón en la mano; de forma oportuna, directa y activa.
Es sacar la cabeza del hoyo para mirar al mundo sin temor de ser juzgado.
Es reír como un loco y llorar como un niño, sin escondernos de los demás.
Es aceptar el desafío de ser UNO MISMO, y no lo que quieren los demás.
Es pedir apoyo o ayuda sin sentirnos desvalorizados por ello.
Es entender que la violencia o la imposición es una herramienta de la inseguridad.
Es tener la respuesta justa a la pregunta ¿ Qué voy a hacer con tanto cielo para mí?
¡Volar!
Chuchi González

5 de mayo de 2011

10 meses de una muerte concurrente…

Uno convive con la muerte a diario, pero en la transparencia en la que nos manejamos no la notamos, o si la vemos la ignoramos creyendo que será la muerte de otro, nunca la nuestra ni la de ser un ser querido.
A diez meses, ayer, de la muerte de mi papá, imagino que el tiempo me concedió el tributo de acelerar las agujas del reloj, y hacer que todo pase más rápido de lo habitual. Como si un soplo de aire fresco y huracano me hubiera sorprendido durmiendo, y el dolor de la pérdida sin alas, se hubiera volado.
Diez meses que transcurrieron en un abrir, llenarse de lágrimas, y cerrar los ojos.
Diez meses de tragar saliva y apretar la mandíbula; y hasta a veces los labios inferiores.
Diez meses de repetirse la mente necia “no lo puedo creer.”
Diez meses de ver fotos de la familia y sentir una justicia imperfecta, un ahogado grito de desesperanza.
Diez meses de extrañar en silencio pleno y formal las mieles de unos que me guiñaban y sonreían con complicidad.
Diez meses de una constante búsqueda de una respuesta, que todo mi ser sabe que no existe.
Diez meses de evocar detalles cotidianos, que antes parecían superfluos.
Diez meses de acariciar un inmenso vacío.
Diez meses de contar meses.
Diez meses de días lluviosos, soleados, e intempestivos arranques de tristeza desoladora.
Diez meses de leer cartitas y repasar el diseño de su letra.
Diez meses de saber que no existe más el hombre que fue mi papá.
Diez meses de sonreír hueca.
Diez meses de sangrar en soledad un sentimiento íntimo y personal.
Diez meses de saber con certeza, que aún peor que la muerte, sería el hecho de no haberlo conocido.

                                                                             Chuchi González

26 de abril de 2011

Intolerancia al salmón

Somos diferentes. Vos, yo. Y ellos. Todos. Ninguno somos iguales. La diferencia radica en la particular forma de observar la vida, en la marca inscripta al nacer ese día, a esa hora, en ese mes, de esa madre, de ese padre, en ese lugar geográfico, en ese contexto político-económico-social e histórico. Nadie coincide con perfección en ese momento. Eso ya nos define como seres únicos. Crecemos y coincidimos y en el afán de ser más, contamos los puntos que tenemos en común y gritamos: BINGO!, pero apenas es una LINEA. Las diferencias nos definen; no las similitudes. Pero igual hacemos caso omiso, y seguimos creciendo; juntando como estampas o “figuritas difíciles” a los que más se parecen a nosotros; y ¿a los distintos? los alejamos; los corremos, los rechazamos, con sonrisas o repudio, con gestos amables o indiferencia, pero en el fondo, el resultado es el mismo: es apartar, orillar, empujar fuera de nuestro dominio a todo aquel que suene, vista, piense, diga, o escuche diferente a todos nosotros que somos iguales; y que por ello tenemos la RAZÓN, y la VERDAD. La única e inevitable VERDAD COSMICA.
Y surges, y nadas, a contra mano, como el salmón; descansando en huequitos perdidos en el camino, a reflexionar sobre tus acciones, y emociones, y miras, y todos para el norte, y vos para el sur. Y quieres hacer amigos, y de repentes dices ¿ por qué no? La diferencia es una oportunidad para el aprendizaje; y sonríes y nadie devuelve el mismo gesto. Algunos se asustan, otros te insultan palabras sin sentido. ¿Qué ha pasado?
Ha salido el sol, después de la tormenta de la intolerancia. Intolerancia al Salmón, a los que van contra corriente, a los que piensan o actúan distinto ¿ por rebeldía? ¿por pensamiento? ¿ por cultura? ¿ por amor? ¿ por ideales?
Por lo que sea. ¿ Qué importa la razón? ¿Es necesario conocerla'? ¿Será acaso que si conozco la causa y me hace sentido, entonces pueda aceptarlo? y si fuera así ¿ Sería verdaderamente aceptarlo?.
La intolerancia es el cáncer de la sociedad. Todos la sufrimos. La propia y la ajena. Y la de los gobernantes. La intolerancia colectiva es la contaminación de las relaciones, de los vínculos. Es la voz que grita: “Lo que yo digo es la verdad, lo que tú dices no es válido”, la que a las carcajadas señala a los otros por sus diferencias físicas, la que riñe en las escuelas, la que golpea a las mujeres, la que prostituye a menores de edad, la que esclaviza a los ancianos.
Yo sé cómo son las cosas, a mi nadie me va hablar acerca de como tengo que pensar, o amar, yo ya sé lo que tengo que saber, ¿ quién puede enseñarme algo a mí? ¿ a mí? Yo que la pase de todos los colores; yo que viví muchos años, yo que tengo mucha experiencia. Pero por favor, a mí nadie me dice nada.
La intolerancia es la capacidad de estar cerrados de mente y alma frente al corazón de los otros; la que no sabe “respetar” aunque  hable de respeto, y se enorgullece del respeto, sin darse vuelta a mirarse por dentro y preguntarse ¿ qué es el respeto?
Porque el respeto es más que no decir malas palabras en una reunión de trabajo, o quitarse los mocos con los dedos, o masticar con la boca abierta, no interrumpir cuando otro hablar, no insultar cuando alguien me agrede, no pedir perdón cuando cometo un error. Respetar es aceptar a mi prójimo como diferente, legítimo y autónomo.
Reconocerlo es mirarlo con los ojos del alma y abrir los brazos sin temor a que va a arrebatarme mis ideas o mis creencias.  Entender que  lo contrario también me complementa. Me enseña que hay otras miradas, otros ojos que ven universos que no alcanzo a distinguir desde mi pequeño mundo personal. Que puedo vincularme desde el amor para generar más amor y aprender y seguir creciendo.
Pero la Intolerancia es tan “intolerante” que me agobia, me asusta, me avasalla, me despoja de toda posibilidad de transformarme, y me abruma; me esclaviza a la idea de que todo lo heterogéneo es problemático para mí, porque me obligará a replantear mis doctrinas y paradigmas y eso tal vez, puede resultar doloroso.
“Descender de los barcos, es un forma más de descender”
Chuchi González

8 de abril de 2011

El tamaño ¿Importa?

¿Cuántas veces te has preguntado si el tamaño importa? ¿Muchas? ¿Pocas? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Diez? ¿ O eres de esas mujeres que prefieren no preguntarse para no tener que confrontar con el resultado?
Yo me lo he preguntado muchas veces. Podría decir que casi a diario en alguna época de mi vida; y  ahora entrada en mi adultez invernal, de cerezas y carnavales lejanos; recargada en mi soledad muleta me lo sigo preguntando en eventuales ocasiones. Dos por tres  - llueve dicen en Argentina- me cuelgo de una nube del pensamiento y lanzo la estocada retórica ¿El tamaño importa?
No me da vergüenza o pena – como se dice en México- preguntármelo, ni preguntarle a otras mujeres, aunque la mayoría de ellas, suelen responderme con una sonrisa cómplice, permisiva, con un dejo de “resignación*”.
 *(Léase que en mi mundo y en mi blog resignación es un estado de ánimo generado por el hecho de resistir lo que está ocurriendo o sucedió; es la fuerza impuesta como bloque para “no aceptar” eso que pasó; y se inspira en los frentes de lucha de lo que se puede cambiar; por ejemplo “resistir una interpretación en lugar de re-diseñarla”, nos paramos en el contexto “y que se le va a hacer, es lo que hay”, “ más vale malo conocido que bueno por conocer” ( ¡ Ufff! ¡que horror!)
Tal vez por eso ellas tienen pareja, y yo no; llegué algunas veces a pensar. ¿Seré demasiado exigente? Sé es o no exigente. Quién lo es lo es en todas las áreas de su vida. ¿Demasiado? Una palabra tan relativa como el resto.

Y aunque el mundo masculino se ponga en mi contra; yo creo llegar a la resolución del problema, desde mi particular observador.
El tamaño; Señoras y Señores, para mí NO IMPORTA.
Por el tamaño, lo conoceréis, eso no me cabe duda. Y aunque resulta tajante con mi discurso, las experiencias de mi vida me lo demostraron.
¿Qué creencia errante nos hace creer a las mujeres lo contrario? ¿Será nuestro  ególatra afán femenino, ese mismo que nos hace pensar que con “nosotras” las cosas serán diferentes? ¿En qué cuento aprendimos semejante idea?
¿Acaso no nos alcanza con las experiencias de otras mujeres? ¿ y sus caras insatisfechas, frustradas, amargadas, deprimidas?
El tamaño, NO importa. Tú lo sabes. Sólo que no quieres hacerte cargo. Porque ello implicaría romper tu zona de confort, tomar las riendas de tu vida, confrontar tu relación, decir lo que no te gusta, pedir lo que deseas, tener la libertad de decir NO, experimentar la soledad, destrozar los sueños que creaste entorno a él, correr el riesgo de ir por más, entender que toda la vida que tienes depende exclusivamente de ti.  Y eso a veces, ¡ASUSTA!
Una mentira es piadosa para el que la dice, pero no para el que la recibe. Una mentira es una mentira. Si él necesita mentir es porque hay un virus en la relación. Y lo que está enfermo cura o muere. Pero si nadie se hace responsable de eso se transforma en crónica.
Si  importa si es pequeña, inocente, ingenua. El lenguaje no es inocente. Una mentira es una mentira.
Quién miente una vez, tiene un registro de posibilidades para volver a hacerlo.
No te calles.

Chuchi González

Coach Motivacional –Escritora 







28 de marzo de 2011

Todas necesitamos a quien amar


Todas necesitamos a quien amar. Todas necesitamos ser amadas. Durante los años que no encontramos a la persona “idónea”, buscamos y concedemos oportunidades. Siempre con la esperanza de que algún día llegue el hombre de nuestros sueños, aquel con quien desde pequeñas hemos soñado. Muchas veces la espera es larga y llena de tropiezos. Pero no perdemos la esperanza, porque en algún lado estará él, también buscándonos…
Durante muchos años las mujeres vamos tras ese ideal de amor que la sociedad nos prometió que encontraríamos y que además nos pertenecía. Cuando estábamos solas nos decía “ya va a llegar el hombre indicado”; y presa en la fantasía de la certeza de que así sería nos hemos embarcado en muchas o –pocas- relaciones, pretendiendo descifrar si ese otro era o no el indicado.
Algunas quizás comenzamos el viaje con requisitos previos fundados en creencias, costumbres o mandatos familiares.
Un hombre indicado es profesional, tiene un buen empleo, y adora a su madre. Otras veces, un hombre indicado es un hombre tierno y cariñoso con los sobrinos; gusta de la lectura, la vida familiar, y hace deportes. Para otras, un hombre indicado es trabajador, apoya en las tareas de la casa, romántico, discreto, y conversador.
Sea cuáles sean nuestras brújulas nos hemos lanzado a la mar del amor, “intentando” dar con ese otro que nos faltaba. Pues si “ya va a llegar” es porque de alguna u otra forma tenía nuestra dirección. De alguna manera sabía de nuestra existencia. Tal vez, en su memoria celular trae algún recuerdo de nosotras, o un chip incrustado en las vertebra s cervicales con una foto nuestra.
No interesa “el cómo”, lo importante es que “ya va a llegar”. Y así, supimos sumar nombres a nuestro inventario amoroso, apodos, recuerdos, malos momentos, tristezas, sufrimiento, perdones, arrepentimientos.
En la espera del hombre “indicado”, todas hemos sabido arriesgarnos, atravesar situaciones dolorosas y salir de ellas airosas. ¿Airosas? Nunca se sale “airosa” del amor y sus entuertos. Siempre un raspón, un moretoncito, una raspadita nos deja.
Pero a la espera del “Indicado” igual seguimos batallando, combatiendo, y llorando. ¿Cuándo llegará? Porque hemos de saber que cada oportunidad con voz masculina que destella mariposas en nuestro vientre, para nosotras es “el indicado”.
Y cuando al cabo de un tiempo resulta ser una mala copia, la desilusión es tan abrumadora, como la espera, “la espera vana” como decía TS Eliot.
¿Qué esperamos? ¿Qué deseamos encontrar después de todo lo que hemos conocido? ¿Aún quedarán esperanzas nuevas? ¿Mentiras que no hemos escuchado? ¿Olores de pieles diferentes? ¿Finales alegres? ¿Más finales? ¿Incomprensión?
¿Qué más estamos esperando? ¿Y si el “indicado” era cualquiera de esos que pasó sin gloria y con mucha pena? ¿Por qué no pensar que “el indicado” podría haber sido cualquiera de ellos?
Todos necesitamos alguien a quién amar, desenfrenados buscamos a ese “ser”, que haga que nuestra presencia en el mundo tenga un matiz diferente.
Todos necesitamos alguien a quién amar; y en la escasez de ese “alguien”, nos enredamos, aprisionamos y permanecemos con cualquiera que nos dé un poco de calor. No quiero que resistas lo que lees, no digas “yo no, yo soy distinta”; porque de nada sirve la resistencia. Todos alguna vez nos aturdimos de soledad, y nos conformamos con alguien que nos dé un poco al menos.
Desilusionadas por no conocer al “indicado”, pensamos “esto es lo que hay” y lo tomamos, y aceptamos las reglas del juego, aunque esas reglas no se hayan establecido de común acuerdo. Decimos que “sí” porque tememos que si decimos lo contrario nos quedaremos solas, y todas necesitamos a alguien a quién amar.
Es verdad, despierta. Todos necesitamos a alguien a quién amar. Pero “amar” no es la sumisión perversa de los dominantes, ni la victimización de las mujeres abandonadas a sus vidas; amar es mágico, es profundo, reverente, exigente, y estimulante.
Todos necesitamos a alguien a quién amar, pero no a cualquiera; porque la química se enciende o se imagina; y en éste último caso, siempre habrá un amor unilateral.
Todos necesitamos a alguien a quién amar, es verdad, empieza por ti. Tú eres la indicada; tú eres quién debe llegar a tu vida, a tus sueños, tus temores. Tú eres la persona que durante tanto tiempo has esperado.
¿Cuánto tiempo has vivido ajena a ti? ¿Cuántos? Muchos, seguramente. Vivir con nosotros mismos no es sinónimo de auto-conocimiento; sólo es señal de que no podemos separarnos.
Tú eres ese alguien a quién amar, disfruta de ti; de quién eres, y conócete; para que cuando sea el tiempo de las parejas, puedas darle al otro “una versión en excelencia de quién eres”; tal vez así, los hombres que se acerquen a ti, sean hombres que a través de la comunicación y la entrega mutua, sean los indicados

Todas necesitamos a quien amar, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.

22 de marzo de 2011

Co-dependencia y el arte de pender de algo o alguien

La codependencia emocional es una enfermedad que se caracteriza por la pérdida de la identidad. El co-dependiente se encuentra alejado de sus propios deseos, sentimientos y pensamientos. Y encuentra satisfacción fuera de sí mismo, en la experiencia con el exterior. Según el autor John Bradshaw – en su libro- “Volver a la niñez”; un adulto co-dependiente es un adulto que de pequeño no fue satisfecho en sus necesidades; y por lo tanto no sabe quién es. Es un ser que está pendiente y pendiendo de un otro, de una situación o un objeto.
Siguiendo la línea de pensamiento del auto citado; si de “niño” mis reales necesidades no fueron resueltas; es cuenta pendiente se arrastra a la adultez con conductas que en muchas ocasiones sabotea nuestro presente.
La co-dependencia surge en ambientes familiares violentos, agresivos, en dónde imperan las situaciones tensas, estresantes, violaciones a los códigos morales, abusos de diferentes índole, maltratos.
El niño que ha crecido en un ambiente familiar enfermo, lejos de poder crear una vida interior plena, debe atender las necesidades de este entorno, y olvidarse de resolver lo propio.
De esta forma el adulto co-dependiente no sabe “ocupar su lugar” ni “ocuparse de sí mismo” atiende las urgencias y carencias de los demás; pero si se mira al espejo, nada ve reflejado. No tiene conciencia de quién es. Sin la satisfacción de sus primarias necesidades no ha logrado formar un YO SOY.
Si pensamos en adicciones, y comprendemos que en la adicción hay una relación patológica con algo que altera nuestro humor; nos daremos cuenta, que ser co-dependiente es ser adicto también. Y qué se puede ser adicto a cualquier cosa, incluso al amor.
A veces resulta de un romanticismo exquisito ser adicto al amor; sin embargo, lejos está de ser una situación sana. Ver, mirar, respirar a través del otro,¡ qué demencia!, eso de no poder vivir sin el otro ¡qué locura!; se nos ha enseñando tanto a “depender” de los vínculos amorosos, que cuando no los tenemos nos sentimos ajenos a nosotros mismos; sin el otro, no sabemos quienes somos.
Las personas que padecen algún tipo de co-dependencia suelen tener el síndrome de la víctima. Bajo este panorama el co-dependiente es alguien que está paralizado, que es reactivo, que no crea, que es repetitivo, que no genera. Su postura es la inocencia, su conversación tranquilizantes es “yo no fui”, pero pagan precios muy altos por su impotencia. Creen que en todo lo que ocurren nada tienen que ver, no son protagonistas, sino mero espectadores; no forman parte ni del problema ni de la solución, no son fuente ni causa; sólo esperan, arrebatan, toman todo aquello que creen en su interior no pueden crear.
Pender, oscilar, estar colgado, ser clavel del aire, volar en los cielos del otro, subirme a su lomo, andar y no tener sombra, creer que contigo soy y sin ti no existo.
Chuchi González

18 de marzo de 2011

¿Bien-estar o bien-ser?

Si te detienes un instante y observas a tu alrededor, te darás cuenta que hemos comenzado a caminar desde hace ya mucho tiempo por el sendero de una sociedad que nos ofrece un paradigma de vida hedonista e individual; un paraíso de la felicidad absoluta o “le devolvemos su dinero”.
La cultura del bienestar se ha impuesto entre nosotros y desde ella, los seres humanos intentamos crear nuestra vida.
Esta tendencia hacia el “bien-estar” ha impactado en las relaciones humanas y por supuesto, en las de pareja de forma extraordinaria. Hoy en día a todos les interesa estar bien o mejor dicho el “bien-estar”, es la medida con la que se salvan o sentencian los vínculos.
Hoy día no se tolera la mínima frustración, la desdicha es signo de que algo anda mal y el amor entre dos personas es defendida siempre y cuando no nos haga perder nuestro “bienestar personal”.
Por lo general, conquistar todo con rapidez y sin esfuerzo nos genera ansiedad, intolerancia a la frustración y un descontento permanente.
La publicidad llega a nuestros ojos con pociones mágicas para obtener el cuerpo que siempre hemos soñado tener, la pareja ideal y atraer todo lo bueno que queramos a nuestra vida; todo ello en un mínimo de tiempo, sin sudar, sin sufrir y sin esfuerzo. La publicidad nos enseña que con sólo pensar bonito y ponernos en el abdomen una faja vibratoria el paraíso terrenal será nuestro, y si llamas ahora, te dan dos paraísos por el precio de uno.
El “fraude” de la mutilación de los procesos necesarios (conocer a alguien, aprender a comer en forma equilibrada, hacer ejercicio, convivir con el otro, etc) pasa desapercibido frente a nuestras necesidades y urgencias.
¿Y cuál es el problema? Que nos dejamos llevar por nuestros deseos y expectativas de “bien-estar” y no nos preocupamos por el “bien-ser”; enfocamos nuestras fuerzas en alcanzar un estado transitorio, en “estar felices” en lugar de “ser felices” y entonces cuando las circunstancias no son como las que deseamos, la insatisfacción salta presurosa e inquietante para que abandonemos lo que estamos haciendo y elijamos otro camino.
¿Cuántas cosas dejamos pendientes porque no salen como nos gustaría? ¿Por qué no mejor levantarnos de la caída y volver a empezar? ¿Por qué no comprometernos con algo hasta alcanzarlo?
El otro inconveniente que viene adjunto al esquema que estamos viviendo, es el individualismo que supone, puesto que si todos nos preocupamos por alcanzar esa comodidad, cuando no lo logramos “vamos a lo nuestro”, olvidamos que pertenecemos a un vínculo, a una familia, a una escuela, a una comunidad; nos desconectamos del mundo y nos echamos a lamer nuestras heridas, a mirar una y otra vez lo que sucedió, a protestar por lo que no sucedió, a inmovilizarnos en brazos de la queja. Empezamos a creer la historia de que “sólo nosotros importamos”, que el dolor más grande es el nuestro y nos alejamos de nuestro alrededor.
Infinidad de parejas, entusiasmadas con un futuro matrimonio o de convivencia, sostienen que estarán juntos “mientras se hagan felices”, es decir ¿todos los sueños o los proyectos quedan en manos del otro? ¿El amor está sujeto a que cada sujeto haga feliz al otro? ¿No es demasiada responsabilidad? ¿Por qué no nos preocupamos por hacernos felices a nosotros mismos? ¿Y el compromiso de ese amor es tan sólo mientras las cosas sean buenas? ¿La enfermedad y la adversidad quedaron fuera? ¿Cuál es la implicancia que hoy le adjudicamos a la palabra “compromiso”? Parece que estamos frente a una nueva acepción que implica “mientras nos sintamos bien” cuando ya no sea así “partiremos”.
Concebida así la vida, todo se torna peligroso; pues frente a la mínima diferencia, cada quién por su lado. Hay parejas que han durado años pero acaban rompiéndose porque uno de los dos sostiene que “pensaban diferentemente y les gustaba hacer cosas diferentes”. Pero, ¿acaso no somos todos observadores diferentes? ¿No es lo usual que cada ser humano tenga actividades, pensamientos y gustos personales? Quien se separa por estos motivos seguramente busca “perfectas coincidencias”, es consumidor del “amor rosa eterno” y “ los calzados deportivos que se usan 30 minutos y prometen piernas de escaladores”.
El bienestar entendido como un derecho inalienable e irrefutable, confunde el mensaje entre la experiencia y los símbolos.
En la búsqueda enloquecida hacia la dicha, muchas personas desarrollan el verbo “adquirir” para llegar a la “experiencia” (SER) que el objeto representa.
Algunos ejemplos de ello:
Hombres que compran lujosos autos para tener mayor seguridad, autoestima y estatus. Mujeres que se casan porque el matrimonio les otorga seguridad, comodidad, respeto y confianza. Jóvenes que estudian en determinadas universidades porque ese hecho les genera estatus, valor, aprobación. O personas que utilizan determinada marca de ropa porque con ellas sienten “imagen”, respeto, aprobación, y seguridad. Estos son ejemplos de situaciones en las que lo “exterior” es deseado para vivenciar una experiencia, en lugar de “ser” y atraer esos símbolos.
No busquemos ser mujeres exitosas en cargos jerárquicos sin antes empezar a comportarnos como mujeres exitosas desde nuestra intimidad. Reflexiona realizándote esta pregunta: ¿cómo se comportan las personas exitosas? ¿Se cuidan físicamente? ¿Son puntuales? ¿Optimistas? ¿Buscan alternativas? ¡Muy bien! Entonces consideremos comenzar a operar de ese modo en todas las áreas de nuestras vidas.
La experiencia del “ser” debe proveerse desde nuestro interior, si sólo nos adornamos con lo externo, nos conformaremos con un “estado óptimo” que tiene carácter transitorio.
Atrévete a dar vuelta la ecuación: a vivir desde el Ser > Hacer > Tener, bucear en tus recónditas aguas, conocerte y desarrollar las actitudes que te acerquen a las orillas que anheles.
Chuchi González

¿Bien-estar o bien-ser?, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.