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31 de julio de 2020

¿Cómo tu nombre afecta tus elecciones?


A todos nos han regalado un nombre al nacer, una voz que obedecemos cuál mascota, que vamos internalizando, e identificándonos con él sin cuestionar las trampas que pueden existir detrás de tan noble obsequio. 
El nombre nos separa e individualiza, ya no soy común a mi madre, soy una entidad propia, que hace referencia a la pertenencia de un árbol, porque además del nombre de pila, también nos sellan con el nombre de la familia a la que pertenecemos, en la mayoría de los casos haciendo referencia al linaje paterno.
Cuando tenía unos 5 años, me perdí en el pueblo de mi abuela, y unos vecinos me preguntaron ¿De quién sos? - haciendo referencia al árbol, a la pertenencia de la rama familiar; y yo respondí con inocencia y pura sabiduría de " mi mamá y de mi papá"... y ahora estudiando genealogía advierto que nada más acertado podría haber respondido... es que nuestro nombre NUNCA JAMÁS escapa a las proyecciones e identificaciones de ellos...  Trae impreso los códigos que se valoraron a la hora de elegirlos...  Hay familias que exigen que los primogénitos lleven el nombre de sus abuelos o abuelas.. así aparecen variante según el sexo de los niños, y mujeres podrían portar nombres masculinos con rasgos femeninos como las  Carlas, Carlotas, Carolina, Lola... y ¿Cómo vivirán estas mujeres su lado femenino siendo nombradas en masculino?... Los hijos varones nombrados como el padre del padre... ¿Serán visto como hijos o como  autoridad ?.... ¿Qué decir cuando llevamos el nombre de un amor secreto de mamá? ¿Cómo afectará eso en nuestro vínculo? ... y si nos ponen el nombre de algún olvidado y sacrificado ancestro... ¿Qué injerencia tendrá en nuestras vidas?
A veces la repetición en el seno familiar es sólo de sílabas... SAndra... SAmuel... TereSA... parecen remitir a nombres diferentes pero observando veremos un exceso de SA que puede hacer referencia a un antepasado que busca por fuerza inconsciente manifestarse, hacerse visible... quizás pueda ser un excluido... un no reconocido... un dolor atrapado en el silencio que generaciones posteriores pronunciará... 
Nuestro nombre está lleno de implicancias que tenemos derecho a conocer, y cuando estas son abrumadoras, podemos elegir cambiarlo... haciendo un ritual mágico, como dice Don Miguel Ruiz, en un acto de muerte simbólica: matar al demonio que contiene esa carga y nacer al ser que queremos ser.
Interesante verdad?
Estas simples y cotidianas referencias son las que cargan nuestra vida presente de pasado. Cuando somos Terapeutas Transgeneracionales nos convertimos en detectives buscando en el árbol familiar las respuestas a los patrones repetitivos de nuestros consultantes. 






23 de junio de 2020

30 de julio de 2014

Locuras por amor



La mayoría de nosotros, en algún momento, temprano o tardío, incluso “permanente” ha cometido una locura por amor.  Un acto  imprudente, insensato o ilógico  presos de la emoción desbordante  y quizás – hasta del miedo.
En la historia universal, hay gran cantidad de estas proezas; declaraciones de guerra, abdicación de tronos,  profanación de tumbas, creaciones literarias maravillosas, y estupideces cotidianas. Mentiras que luego revisten el nombre de piadosas, escapadas nocturnas, juramentos de eternidad, por citar algunas.
Los seres humanos somos los únicos seres vivos que contamos con la capacidad de reflexión, y sin embargo muchas veces, nos desentendemos, y el impulso nos carga entre sus patas.
Amamos – o al menos – eso sentimos, y nos salimos de nuestro centro y  andamos  levitando o rebotando como en una pomposa burbuja rosa por los caminos de la rutina. 
Mientras el efecto del enamoramiento nos dura, somos autores de las más descabelladas acciones en nombre de una causa, que sostenemos vale la pena; el amor.
Pero ¿Para que las generamos? ¿Para demostrar? ¿Para evitar ser rechazados? ¿Para manipular? ¿Para ser halagados? o simplemente ¿ Para hacer sentir bien al otro?
Creo que todas especulaciones pueden ser probables, y que en ultima instancia todo lo que hacemos lo hacemos por nosotros; es decir, las locuras por amor, son locuras por nosotros o lo que es lo mismo; locuras desde nosotros.
Es el amor que le tenemos  a las creencias respecto de las relaciones, del afecto, de la entrega, del compromiso, de la palabra empeñada, de la imagen pública, entre otras;  el que nos lleva a esos acometimientos  un tanto crueles o exagerados.

4 de marzo de 2014

Palabras que matan!




El amor como energía sublime en manos de un ser dañino se convierte en veneno.  En la actualidad vivimos en una sociedad en la que los excesos nos acompañan a todos lados, hay mucho para distraerse, mucho para leer, mucho para comer, mucho para beber, mucho de todo.  Y en las relaciones de pareja, hay una tendencia a decir mucho y mal. El abuso verbal es un modo de operar sobre la personalidad del otro miembro de la pareja, justificada en las carencias personales, tiene como propósito doblegar, violentar, y reducir la identidad de una persona. Lo más común es creer que se despliega a través de insultos, pero sin embargo, adquiere muchas facetas mucho más dolorosas, porque se enmascaran en consejos, pedidos y opiniones. No deja magullones o heridas en la piel o huesos, pero en crea grandes trastornos a nivel emocional y mental, llevando a las víctimas a la depresión.

10 de septiembre de 2013

El desafío de vivir
















Hay tantas cosas que no sabemos para vivir plenos, que deberíamos nacer no con un pan debajo del brazo sino con  un manual de instrucciones.
A falta de eso, la mayoría de nosotros, estropeamos nuestra experiencia y cuando encontramos la clave, ya estamos adentrados en el pantano. Por supuesto que mientras hay vida, hay tiempo, pero las fuerzas no son las mismas, ni los deseos, ni las compañías.
¿ Para qué esperar a que sea demasiado tarde? ¿Por qué mejor no empezar desde ahora mismo a entender el desafío al que nos invita la vida? ¿Para qué estamos vivos? ¿Qué sentido tiene la vida?
Creer que es un derecho la vida, nos para en la soberbia de sostener que todo lo que tenemos nos corresponde por derecho divino. Desde ahí empezamos a especular y a llenarnos de creencias irracionales.

















Pensamientos o ideas falsos, inútiles y que generan malestar emocional.  Si las cosas no son como deseamos entonces tendemos a “Terribilizar".
Magnificamos lo que “no sucede de acuerdo a nuestras expectativas” y minimizamos las bendiciones.
No hay nada demasiado terrible ni demasiado genial, aprendamos a reconocer lo que nos sucede como “Muy bueno”- “Bueno”- “Malo” –“Muy malo” alivianemos la forma de evaluar.
Dejemos de mirar la vida en binomios “Todo o nada” – “ Blanco o negro”… dejemos seducirnos por un abanico de  tonalidades!!!


Chuchi González
Si te gusto, lo puedes compartir
Si quiere contactarme, escríbeme a chuchigonzalez@dhcrearte.com

17 de julio de 2013

Las mujeres tienen la culpa.

adan_y_eva_Fernando_Botero_thumb[2][1]¿Sabías que desde que Adán fue expulsado del paraíso, las mujeres tenemos la culpa de todo lo que ocurre en el mundo?




Quizás te suene un tanto ridículo pero es la explicación que podemos darle a la actitud de nuestros hombres cuando salen a la defensiva y no se hacen cargo de lo que les ocupa. Es que en aquel momento Adán al ser confrontado por Dios por haber comido del árbol prohibido, respondió: Fue la mujer que tu me diste.
Pero ¿Qué es y para que sirve la culpa? La culpa es una forma inventada de sacarnos de encima algo que nos corresponde pero de lo que no queremos tener propiedad utilizando métodos como: “la inocencia y su monólogo tranquilizador “yo no fui”, mirar para otro lado o la técnica de hacernos el perro pelotudo, o la gran puesta en escena de Boluda total cuya herramienta fundamental es la negación o el evitar .
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Cuál pelusa conflictiva buscamos arrancarla de nosotros y pasarla – como el juego de la popa- a un ser que tenemos cerca y del cuál estamos seguros de su amor.
Esto último es fundamental en el proceso de “la tengo y  te la paso” puesto que la seguridad de que no se perderá el vínculo, que equivale al famoso “no pasa nada” es vital para el traslado de la estafeta.
Pero… ¿qué hacemos las mujeres con el regalito? 
Nosotras también dijimos “pica” o “ piedra libre” o “yo no la tengo”… Eva sonrojada dijo: la serpiente me convenció! … y pregunto: ¿cuántas veces la serpiente te ha convencido ?
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Lo cierto es que si de nadie es la culpa, entonces es culpa de todos. La pelusita molesta, se empieza a convertir en una madeja de disculpas, daños, prejuicios, y crímenes por pagar.
Nos pasamos la pelota porque somos unos árbitros muy elocuentes a la hora de devaluar o juzgar en forma negativa a los otros. Y al final del camino si la culpa es de otro, uno se siente mejor.  Y ¿Si es nuestra? ¿Por qué nos duele tanto?
Para Kant la culpa no es nada más ni nada menos  que “ una transgresión involuntaria pero imputable” – un sin querer pero con precios a pagar.
culpa
Y toda transgresión es una falta, moralmente estamos adiestrados a “ser perfectos” y molesta mucho darnos cuenta  de que esa seuda-perfección no es más que una exigencia impuesta por la sociedad. ¿Cuál es el remedio a este  juego? Vivirnos en la responsabilidad.
Concedernos el permiso de equivocarnos, de aceptarlo y resarcir.  Pero por sobre todo expandir el concepto a la idea de ser responsables de todas las elecciones que tomamos en nuestras vidas. Comprender que  cada camino  que elegimos genera una respuesta, una consecuencia, y que nuestra habilidad de “responder” habilita nuestro crecimiento personal.
Chuchi González
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30 de abril de 2013

¿Para qué trabajamos?

 

para-que-trabajamos
“Aquel que no realiza su trabajo
con amor y pasión,
es un desempleado”
La mayoría de los adultos que trabajan cada día salen de sus casas rumbo a sus compromisos laborales; los ejecutan, y regresan; tal vez sin preguntarse ¿Para qué trabajar? ¿Para qué lo hacemos? ¿Qué sentido tiene? Y aunque la respuesta a simple vista resulta obvia; todos trabajamos para algo. Pero ¿para qué?
Muchos para satisfacer sus necesidades de alimento y vestido; otros para mantenerse ocupados, activos, en movimiento; y habrá quienes lo hacen para “cumplir” con lo que se considera correcto por la sociedad; o para “no ser un vago”. Lo cierto es que todos tenemos una motivación.
Sin embargo, muchos de nosotros ignoramos cuál es el motor que nos impulsa a trabajar; caemos en la errónea creencia de que lo hacemos porque no podemos elegir otra cosa. De alguna u otra forma, creemos que trabajamos porque es una obligación; que no pudimos elegir la actividad, que tal vez de poder hacerlo no trabajaríamos.
Algunos estudiosos de las etimologías de las palabras sostienen que el origen del vocablo “trabajo” es confuso, y que se le suele asociar con el término latino “tripallium” que significa especie de yugo, hecho de tres palos en el que se amarraba a los esclavos.
Muy a pesar de ello, el vínculo entre tripallium y trabajo no es “pegar” sino “sufrir”.
En nuestros días quién tiene mucho trabajo “sufre”, quién trabaja lejos de la casa “sufre”, quién tiene el trabajo en la casa “sufre” y quién no tiene trabajo “sufre”.
El trabajo y el sufrimiento parecen ir de la mano. Pero ¿por qué asignamos al trabajo esta connotación negativa? ¿Por qué no lo relacionamos con dignidad o reconocimiento o productividad?
Desde su origen la palabra se fecunda en el tiempo en que la mayoría de quienes trabajaban lo hacían en el campo y esa labor implicaba dolor físico, cansancio muscular quedar exhaustos; de ahí deriva su perfil atormentado.
Pero si reflexionamos sobre la acción que llevamos delante cada día; y comenzamos a elegirla, es decir a tomar conciencia de que ella es el puente a nuestros sueños, proyectos y deseos; si la desdramatizamos; si nos ubicamos frente a ella desde un poder creador; su significado será re-diseñado y nos abrirá horizontes.
En la actualidad, hablar de calidad de vida es hablar de calidad de trabajo, buscar y aspirar la excelencia en el trabajo nos hace convertir en una mejor versión de nosotros mismos como personas; y por ende, nuestros resultados serán una mejor versión de los anteriores.
El trabajo crea una estructura de identidad personal y social; que nos habilita para el progreso individual pero también nos permite la identificación social.
Elegir a conciencia nuestro TRABAJO es impulsar un motor de contingencias positivas para nuestra vida y entorno.
Y tú ¿Qué ves cuando llegas a tu oficina?
Depende de la respuesta, tendrás un día hermoso o uno igual que siempre.
Fuente: http://www.supermujer.com.mx/Profesion/Trabajo/Para-que-trabajamos.html
Chuchi González