30 de diciembre de 2021

Año de aprendizaje

  Querido 2021

 Has sido jodidamente extraordinario, porque pudiendo ser peor, has sabido ser ameno. He transitado tu biografía en la constante y perenne incertidumbre, aún con ello, no me he hundido. Más allá y más acá de todas las complicaciones en el mundo físico, pude desarrollar un temple que a veces sentía desmoronarse y con el paso del calendario, se afirmó. Una sensación extraña y maravillosa de cerrar los ojos, respirar, y sentir calma, como la paz eterna que el padre me ha dado en la creación y en la que descanso porque nunca me he ido de su lado.

  Tu vibra energética de 5, trajo a mi vida el don del desapego; me acompañaste a soltar la viejas estructuras mentales y emocionales, las creencias que vivía como verdades, me llenaste de ideas nuevas, perspectivas originales, y me enseñaste la libertad, que sólo conocía en el tatuaje de mi brazo.

 Porque ahora sé, que la libertad es más que ir a un lugar. Ahora sé con claridad, que la libertad es saber lo que verdaderamente somos.

Me desprendí del slogan del EGO, y deje de identificarme con los resultados. Comprendí que el hacer y el tener, son circunstanciales; lo verdadero es lo que no cambia y eso es la esencia, el SER. 

Desarrollé la fe y la confianza, incluso con la desconfianza de creer en lo que no se ve; andando a ciegas, en las tinieblas, también supe decir "mala mía" y volví a confiar.

Vivimos, muchas miserias y situaciones que podríamos decir "de mierda", cantidades de veces dije "no aguanto más" y al final del camino, la mierda se tornó primavera y el soporte aguantó un poco más.

Por eso, 2021, quiero darte las gracias, porque no sos vos, soy yo... siempre he sido yo, con un conjuro de experiencias por vivir, con una finalidad que desconozco, con un para qué que no comprendo...

Aprendí en el medio del lodo a....

.... autogestionar mis emociones de manera proactiva....

... a sentir paz...

... a conectar con el absoluto...

...  a elegir que el espíritu santo sea mi guía...

... a descubrir la espiritualidad en la vida cotidiana...

... a reducir mi ser reactivo...

... a soltar...










10 de noviembre de 2021

Cuando el olvido... no llega

 


A menudo solemos cargar situaciones del pasado sobre las espaldas de nuestro presente, momentos dolorosos, o tal vez recuerdos gratos pero que al evocarlos nos deja un amargo sabor en la boca.

Vivimos día tras días pensando en lo que “hubiera” sucedido “si tal o cual”, soñando “cómo sería nuestras vidas si” y repasar sobre lo que no se puede volver a reescribir sólo nos cubre de tristeza, impotencia o mal humor.

Intentamos a ciegas volver a empezar, pero todo es fallido. Él o ella se han ido de nuestro presente, sea por la razón que sea, pero en su partida se han llevado un trozo de nosotros. ¿Por qué no podemos olvidar? ¿Por qué seguir insistiendo en lo que no fue? ¿Por qué pensar en los ausentes amores todo el día? ¿Por qué soñar con ellos, anhelarlos, pretenderlos? ¿Por qué amargar el alma con el vacío impetuoso de un amor frustrado? ¿Por qué no olvidamos para seguir el camino? ¿Por qué?

Porque en la mayoría de los casos nuestro EGO ha salido demasiado herido, y esa herida narcisista no deja de sangrar frente al espejo.

Porque hemos construido nuestra relación en base a expectativas y cuando la ecuación da lugar, siempre el resultado es la desdicha.

Porque hemos eternizado la relación, ignorando a sabiendas, que nada es eterno.

Porque nos martirizamos recordando sólo una parte de la historia, las mejores escenas, para seguir alimentando nuestra dolencia.

Porque en el fondo, cuando no podemos arribar al OLVIDO, no podemos ACEPTAR que el otro se haya olvidado de nosotros. No logramos entender ¿cómo ese “otro” se atrevió a olvidarse de nosotros?  

Porque aun siendo lo que seamos, el otro tiene el derecho a hacer con “su sentimiento” lo que quiera. Puede apostar todo su amor al nuestro, y a mitad del juego retirarlo; con o sin explicación, con postergación o de un día para el otro.

¿Y para qué repasamos en el álbum de la memoria las promesas que nos hicimos en aquél amanecer? ¿Los besos de principio que tenían un sabor peculiar? ¿La calidez de los abrazos?

¿Para qué comparamos a ese gran amor trunco con los “nuevos” que quieren florecer”? ¿Para qué sostener su nombre en los labios? ¿Para qué negarnos al paso del tiempo? ¿Para qué aferrarnos al pasado?

Para seguir igual, contemplando lo destruido, lo que no funcionó parados desde la queja.

Para no hacernos cargos de las rondas que nos tocan.

Para defendernos de las futuras relaciones, y proteger el corazón a raga dientes, para creer que todo tiempo por pasado fue mejor y desde una mirada infantil desconfiar de lo que nos puede deparar la vida.

Para manipular la situación y hasta a veces obtener recompensas ocultas: “conmiseración, apapachos, atención, etc.”.

Para evitar lo que está sucediendo y no cerrar el ciclo.

Cuando el olvido no llega, simplemente es porque nos hemos empeñado en que resistir los cambios de nuestras vidas; decidimos que nada deberá cambiar aun cuando todo sea distinto, procuramos ser indiferentes a la realidad que se nos plantea y vivir como “si nada hubiera pasado”.


Cuando estamos enamorados creemos que este amor es el único y el definitivo y frente a la desilusión o la ruptura, seguimos idealizando esa relación; pero sólo es eso, IDEALIZACIÓN.

Idealizar puede hacer más sublime o romántico al vínculo de pareja, pero no lo vivencia como lo que es, algo real; algo que existe más allá de mí y de ti, algo que tiene vida propia, alimentado de mis temores y de los tuyos, de los sueños de ambos, de los complejos de los dos.

El amor es vida, es ahora, es presente; lejos está de ser una “bonita idea”; una estampa con dos amantes sonrientes para toda la vida y repitiendo día con día, el mismo menú: las perdices.

El olvido no es un borrador o una anestesia que nos apacigua; es un viento renovador de esperanzas, un soplo de bienaventuranza sobre las laceradas heridas, un pasaje a un seguir próximo destino, una oportunidad de aprender de lo vivido.



9 de noviembre de 2021

Solucionar conflictos de pareja


 Cuando nos enamoramos, nos enamoramos. Mariposas en el estómago, nubes en el piso, sonrisas profundas, ánimo distendido y alegre. Una hermosa etapa. Con el tiempo el envenenamiento del flechazo pasa y… el dramaturgo español Jardiel Poncela diría “Los matrimonios entran en conflicto no cuando se pelean sino cuando bostezan”, pues la pregunta retórica por excelencia es: ¿Qué nos ha pasado? ¿Dónde están todos los proyectos que teníamos? ¿Dónde están esas risitas que me dedicaba? ¿Los poemas que me escribía? ¿Las escapadas que nos concedíamos? ¿Dónde? Y la respuesta más sincera y dolorosa es en el OLVIDO. Un país que queda en el continente de los recuerdos, en el hemisferio del pasado. Ahí quedaron anidados las horas de miradas ininterrumpidas, las promesas, los pactos del alma, los besos sabor a miel, las caricias cálidas. Todo ha pasado, y ha quedo atrás de nosotros mismos, tan atrás que, si nos volteamos a ver, no llegamos a distinguirlo. Pero de todo eso, ahora queda “esto”; un perfume añejado de un amor que fue extraordinario y ahora sólo es común. Unas palabras indiferentes, y un saludo cordial, una conversación sin vuelo, dos cuerpos cansados que cohabitan en la misma cama.

Des-ilusión; gime en cada quién como el llanto de un niño con hambre. Él no hizo lo que esperaba que hiciera. Ella no dijo lo que esperaba que dijera. Ninguno de los dos sostuvimos en el tiempo los sueños anhelados. Nos rendimos a la fragilidad de lo conocido, a la costumbre de saber que nadie se irá para siempre, que más allá de las peleas y los desentendidos siempre volveremos.  El sentido de “pertenencia” – ese otro es mío- es tan poderoso que no es necesario hacer nada para “cuidarlo”, siempre será mío.

Des-ilusión; se murieron las ilusiones, las expectativas que habíamos hecho de nuestro futuro, no corrimos el riesgo suficiente para volverlas realidad y ahora vemos que no hemos hecho nada con nuestras vidas.

Resentimiento; Tú no me has hecho feliz, siempre creí que me harías feliz, y no lo has logrado ¿Para qué perdí tanto tiempo contigo? Ahora tú haces todo mal, no te preocupas por mí, ni por nosotros.

En esta etapa de la relación, los cónyuges viven en un gran contexto de escasez, se focalizan en los aspectos negativos del otro, y siempre se sienten insatisfechos; no importa que cosa haga cada uno, siempre estará mal hecho.

Las mismas actitudes que antes admiraban, ahora son las criticadas. Su cabello, su forma de comer, sus gustos, sus palabras; todo es un lugar usual, vacío, carente de sorpresa.

¿Por qué llegamos a esta instancia en la vida amorosa? Porque nos gobernamos con dualidades, todo o nada, bueno o malo, blanco o negro; en lugar de observar nuestra vida de pareja como una totalidad, y sentirnos parte del problema para encontrar una solución.

Cuando las circunstancias no son las deseadas, en lugar de generar empatía, creamos reclamos; evitamos comprender desde dónde el otro actúa y causamos nuestra desesperanza hacia la queja.

Si tú y yo nos paramos en la queja, la relación que tenemos se detiene, se encapsula en sus recuerdos, y poco a poco se marchita.



Para dirigir nuestros deseos hacia otras aguas deberemos aprender a entender que nosotros los de antes no somos los mismos – las experiencias nos han transformado-, la esencia es la misma, y sí alguna vez juntos sonreímos, aún nos sobran los motivos para volver a hacerlo.

 Sólo falta guardar el falso orgullo, y reconquistar el lenguaje de un NOSOTROS.


 

6 de noviembre de 2021

El momento presente

 




Dicen que el hombre sólo tiene aquello que puede llevarse a un naufragio.

“Un hombre se acercó a un anciano sabio y le dijo:

“Si eres tan sabio como cuentan, dime algo que haces que te lleva a serlo.

El anciano contesto: como cuando como, duermo cuando duermo, y hablo contigo cuando hablo contigo.

Pero eso también puedo hacerlo yo – replicó el hombre

Y el anciano respondió: ¡No lo creo! Cuando duermes estás pensando en los problemas que tuviste durante el día, y cuando comes en lo que vas a hacer luego y cuando hablas conmigo en lo que voy a responderte. El secreto de la sabiduría es estar consciente de lo que hacemos en el momento presente y así disfrutar cada minuto del milagro de la vida”.

(Anthony de Melo)


Todos de alguna forma sabemos esto, sin embargo, nos perdemos en miles de otras formas, buscando incansables la felicidad, el amor, la paz. Golpeamos las puertas del cielo y esperamos a que nos abran a que nos den la oportunidad de acceder a nuestros más íntimos deseos.

Pero olvidamos que abajo, como dijo Lennon: La vida es lo que ocurre mientras nosotros hacemos otros planes.

Nos damos el “gusto” de desaprovechar días, horas, meses, oportunidades; porque actuamos conforme “nos sentimos”; si hoy amanecimos enojados, entonces ¿Para qué voy al gimnasio? o si discutimos con alguien y estamos tristes ¡Voy a romper la dieta total de qué sirve!

Vivimos justificando nuestros no resultados en relación a los estados de ánimo que transitamos, con la fresca inocencia perdida, como si a la vida o al destino le importara como nos sentimos. ¿Crees que para el mundo de girar porque hoy estás frustrado? ¿Crees que la tierra hará más lentos sus movimientos de traslación o rotación porque alguien te lastimo, humilló o mintió?

Por supuesto que no, dirás; pero entonces ¿Por qué te comportas como si así fuese?

Los seremos humanos tenemos muchas capacidades, pero una de las más perjudiciales que hemos sabido cultivar es la de “hacer múltiples cosas a la vez” y por ende vivir en automático.

Comemos sin observar el plato, sus colores, degustar los sabores, introducimos el tenedor en la boca al tiempo que estamos escribiendo un mensaje de en el celular y atendemos otro teléfono que suena. Y todo pasa en un instante; en un momento que no volverá jamás. Y ¿Qué nos llevamos de eso? ¿El vientre inflamado por tragar en lugar de masticar? ¿El estrés de comer y resolver asuntos pendientes?

La vida tiene momentos mágicos a cada minuto, sólo que estamos muy ocupados buscando “el momento,” el más espectacular, el inolvidable, el magno. Y ¿si no lo hubiera? ¿Si acaso lo que buscamos es lo que tenemos pero no nos dimos cuenta?


También es real que está de moda el “vivir aquí y ahora” y muchos suelen confundir sus implicancias. Estar en el presente no importa no tener planes futuros o no tener ambiciones; metas o proyectos. El presente remite a enfocar nuestra energía en lo que ahora mismo está sucediendo, no en lo que sucedió o podría suceder.

Permanecer conscientes del momento presente puede tener muchos beneficios, como por ejemplo:

·        Desarrollo de la observación

·        Desarrollo de la creatividad

·        Crecimiento de la auto-estima

·        Favorece el rendimiento

·        Mejora la capacidad de concentración

Cuando uno mira lo que está mirando, escucha lo que está escuchando, toca lo que está tocando, siente lo que está sintiendo logra captar la energía de ese único momento que tiene para sí.



4 de noviembre de 2021

¿Qué es el transgeneracional?


El Transgeneracional: es todo aquello relacionado con las memorias. El denominador común son los secretos y la pregunta es ¿Qué escondemos en el clan? ¿Por qué escondemos? ¿Para qué escondemos?

La finalidad del análisis transgeneracional es hacer conciente nuestra historia, que es  la historia de la familia, para comprender, empatiza y aceptar el rol, al que estamos inconscientemente invitados a jugar desde nuestra concepción. Fuimos concebidos para a resolver situaciones que han sido excluidas de la conciencia familiar. Eventos dolorosos, silenciados, oprimidos, guardados bajo los candados del tiempo. Imagina todo es dolor! Es el dolor de las mujeres que perdieron sus hijos, que les arrebataron sus oportunidades, hombres heridos en las guerras, familias separadas por migraciones, traiciones a nivel de herencias, enfermedades, abortos, infidelidades, problemas de comunicación. Todos esos eventos, los mismos que vives en tu vida, se han callado,reprimido y en el silencio se escuchan los ecos de esos dolores del pasado. El inconsciente no sabe de pendientes, vive en un tiempo – no tiempo- es atemporal, por eso afloran situaciones en las que una y otra vez, ocurren eventos, molestos, incómodos, que vienen a traernos un mensaje. 

¿Cuál es ese mensaje que se repite en tu vida?

Te daré unos ejemplos, los conflictos con el dinero tienen dos fuentes:

La imposibilidad de GENERAR MÁS, MUCHO, ABUNDANTE.

La imposibilidad de CRECER EN LO ECONOMICO.


Cuando el conflicto es LA ABUNDANCIA, la genealogía sostiene que no hemos integrado el arquetipo de la madre. Por el contrario, cuando el conflicto es LA PROSPERIDAD, no hemos integrado el arquetipo del padre.

Ambas situaciones pueden sostenerse con creencias limitantes subconscientes en el que podemos creer que el placer es malo, que crecer es peligroso, que la independencia es imposible, que vivir bien no es adecuado, que hay que ganarse la vida con esfuerzo y sacrificio. Por un lado, tu mente racional quiere una cosa, pero tu subconsciente resuelve situaciones dolorosas del árbol con “soluciones adaptativas” que por lo general no comprendemos. 

El Transgeneracional es la información que el inconsciente biológico atesora y el clan familiar hereda para que los conflictos se resuelvan en el futuro. Lo primero que vas a pensar es ¿Y yo que culpa tengo? Y la respuesta es.. NINGUNA. Sin embargo el transgeneracional no es RACIONAL o LÓGICO. Este concepto fue creado por Anne Schutzenberger, psicoanalista, y pionera en Francia.

Si quieres saber más, te invito a formar parte de la formación SINCRONICIDAD TRANSGENERACIONAL, en este enlace encuentras toda la información INFORMACIÓNTALLER.




30 de junio de 2021

El estrés de cada día

 ¿Palpitaciones? ¿Desgano? ¿Dolor de cabeza? ¿Fatiga? ¿Falta de deseo sexual? ¿Dificultades para dormir? ¿Irritabilidad? ¿Sueles presentar estos síntomas? No dejes de escucharlos, tu cuerpo te está hablando y es hora de parar y elegir qué rumbo vas a tomar en tu vida; por el camino que estás andando en pocos kilómetros más te quedarás sin batería. Cada día miles de personas igual que tú o que yo enfrentan situaciones de riesgos, posibilidades y oportunidades; demandas externas e internas nos aturden la conciencia y nuestro maravilloso aliado (el organismo) busca adaptarse de la mejor forma a esos cambios. Enciende su alarma y se activa si la situación persiste intentando protegerse así mismo. 


Este usual comportamiento es lo que denominamos sistema del estrés; un cableado inscripto en nuestro cuerpo desde la era de la prehistoria, cuya finalidad era responder con una actividad física extraordinaria preparando al cuerpo para pelear o huir.

Para lograr semejante hazaña, nuestra biología inhibe una serie de sistemas que no son indispensables en esa situación como el sistema inmunológico, el circulatorio, el sexual y el digestivo, además cierra vasos sanguíneos y poros capilares evitando hemorragia en caso de una herida, eleva la presión arterial, algunos músculos aumentan de tamaño y se inyectan grandes cantidades de glucosa al torrente sanguíneo para generar más energía. El sistema de estrés prepara un cóctel de hormonas y neuropéptidos que se distribuyen por la sangre. El cuerpo así está listo para enfrentar su situación o factor estresor; el problema es que en la prehistoria esos episodios eran esporádicos y por lo tanto existía un tiempo prudencial para eliminar las toxinas. 


Pese a que el estrés es una respuesta sana y natural, se ha convertido hoy en nuestro más íntimo enemigo. Pues su alerta está encendiéndose con frecuencia. Y vivimos por ende intoxicados. Ahora bien, si nos estresamos para protegernos, cabe la pregunta  ¿Por qué en la actualidad nos sentimos más atacados que en la época de las cavernas?  ¿Qué pasa con nuestra evolución? Sin duda los agentes estresores son innumerables  y variados, y las personas no responde de igual forma frente a ellos; pero podemos hablar de ciertos patrones que despiertan en la mayoría de todos nosotros la misma sensación. Los estresores que son extraordinarios, los de mediana intensidad, y los de intensidad mantenida. Entre los primeros encontramos a los eventos propios de la vida que presentan un quiebre o cambio radical en nuestra forma de vida: la muerte de un ser querido, un divorcio y ahora podemos citar, la pandemia.

En el segundo podemos hablar de problemas en el trabajo, el tráfico, los habituales sucesos que nos desquician, y en el tercer orden una enfermedad crónica, relaciones tensas de pareja, discusiones frecuentes con compañeros de trabajo. Sea lo que sea que nos pase, en nosotros está la clave para superarlo. Nosotros podemos ver las demandas del medio como una oportunidad para el desarrollo o un peligro abrumador.

Debemos ser conscientes de los estragos que nuestras interpretaciones generan en nuestras vidas para paso a paso transformar nuestro estrés en un motivo para crecer y alcanzar una mejor calidad de vida.



21 de junio de 2021

Señora, señor ¿Lo puedo devolver?


Muchas veces este pensamiento pasa como una ráfaga liberadora ante un conflicto en nuestras relaciones: Señor, Señora ¿Lo puedo devolver? ¿A quién devolverías? o ¿A quienes regresarías con exigencia de indemnización? ¡Es que las relaciones son difíciles! Dice la lengua popular, y por supuesto que involucra cualquier contexto de relación, las de pareja, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, con los jefes, y qué decir entre hijos y padres.

Pero si lográsemos soltar los dichos, los cuentos que nos cuentan como verdades, los mandatos culturales, y sostener la mirada desde una perspectiva más objetiva (aunque sé que esto es pedir peras al olmo, somos observadores de la vida, por lo tanto, la interpretamos a cada momento, la exigencia de objetividad es una utopía) y preguntarnos ¿Qué son las relaciones sin nosotros? ¿Qué somos nosotros sin ellas? ¿Desde dónde las vivimos, quienes somos frente al otro, y quién es el otro frente a mí?

Por supuesto que TODOS sabemos que las relaciones no son ni buenas ni malas, sólo son, y que los condimentos los agregamos nosotros, como también es cierto que “nuestro lenguaje no es inocente” siempre buscamos un chivo expiatorio en donde descansar nuestros fracasos o frustraciones.

Imagínate, si las relaciones son difíciles, ¿Qué más puedo hacer yo con ello? ¿Qué resultado puedo crear? ¿Algo positivo? Tal vez al principio, pero sí creo que son “difíciles” cualquier viento huracanado me dará la razón, y me quedaré llorando sobre la leche derramada, huyendo porque no hay más nada que hacer, o cerrando para siempre las puertas a nuevas posibilidades.

Ahora, si me replanteo esta creencia, si me observo y observo a los demás, y descubro la más cruel de las experiencias: Los otros, los de afuera de mí, no son como yo, tal vez obtenga una cabal muestra de por qué las relaciones “son difíciles”.

Es decir, cuando nos relacionamos o vinculamos, no debemos perder de vista que ese Otro es otro diferente a mí, y aunque esto suene trillado, y aprendido de memoria, en la práctica nos comunicamos como si lo desconociéramos.

Actuamos y vemos la vida desde nosotros, con la falsa presunción de que los demás también actuarán como nosotros. Todas estas exclamaciones o interrogantes tienen como origen nuestra capacidad de no reconocer al otro como alguien auténtico, legítimo y diferente a mí.

Y es verdad, el mundo sería maravilloso (the world would be wonderful) si estuviera plagado de “yo” ¿Lo imaginas?, algunos dirán: ¡Sería aburrido! o ¡Sería un mundo increíble! (adhiero con los vanidosos) pero por “gracias o desgracia”, hay un único YO y abundan OTROS YO distintos a mí.

Esta aceptación a conciencia es la que puede diferenciar a las relaciones de “fáciles o difíciles”.Algunas parejas se separan con la excusa “ es que pensamos distinto; ¡¡tenemos distintas formas de ver la vida” y yo les digo CLARO!!, eso nos pasa a todos.Todos somos observadores únicos, podemos coincidir en opiniones con otros, pero somos únicos, e irrepetibles. Aunque es una tarea ardua internalizar este proceso, es por bien seguro de las relaciones interpersonales que queremos sostener en el andar de nuestra vida. El amor es algo más que espontaneidad, exige de nosotros “voluntad”, si comenzamos a recordar que cada vez que interactúo con los demás, somos ellos con sus mundos y yo con el mío, y desarrollamos la empatía, la capacidad de ponernos en los zapatos de ese o esa ¿Qué nos dirían esos zapatos? A veces cuando fluyes de tu ombligo y juegas a “ser el otro”, las sensaciones que se revelan te pueden dar vuelta una conversación interna negativa, comprender, y hasta cambiar de actitud. Aceptar al otro distinto a mí, no significa que apruebo todo lo que hace, por el contrario, implica que  sé que  por su estructura de personalidad, su contexto histórico, social, económico, sus creencias, su experiencias, actúa de ese particular modo; y si algo de “ese “no es compatible con mis valores tengo la oportunidad de elegir quedarme o irme.

Aceptar al otro es saber de antemano que en muchas oportunidades no vamos a coincidir, que tal vez nos atraigan la sangre, lo físico, lo emocional, el alma, pero que las diferencias bien entendidas, lejos de separarnos nos une, porque nos estamos reconociendo como dos extraños capaces de llegar a un punto en común.


16 de junio de 2021

Camino del perdón

 


De todos los caminos de la vida, el del perdón, es el más significativo que tenemos para trascender. Erróneamente se cree desde lo coloquial que cuando perdonamos exoneramos a los demás de las faltas que cometieron. Si alguien nos falla y nosotros perdonamos, ¿estamos justificando?

Algunas personas creen que sí y por lo tanto invitan a ese otro a   que cometa una y otra vez el mismo error, por eso guardan el no perdón como un tesoro invaluable sin entender que lo que hacen es llenarse de resentimiento.

Sin embargo, perdonar no es un acto de liberación para quién se ha equivocado con nosotros. 

Este pensamiento es propio del sistema dual del ego que cree en víctimas y victimarios, en buenos y malos, en ofensas, ofensores y ofendidos.

Pero esta clase de perdón es obsoleto. Justifica conductas de resentimiento, castigo, lecciones de moral y de vida.

El verdadero camino del perdón, es el que todos los seres humanos estamos invitados a iniciar desde el momento en que nacemos por cuanto no implica lo que hicimos o hacemos; sino que resulta de la información con la que estamos formados y desde dónde vivimos y observamos la vida. A través de ella, estamos condenados a pensamientos de auto castigo en forma constante y repetitiva que nos acercan a experimentar situaciones incómodas que validan lo que pensamos de nosotros mismos.  Traiciones, mala suerte, injusticias, infidelidades, abandonos, malos entendidos, decepciones, rechazos, pérdidas; son las caretas con las que el universo se presenta para mostrarnos nuestros pensamientos; y nosotros los tomamos para hacerlos encajar en el puzle de la víctima expulsada del paraíso que somos. Cuando olvidamos quienes somos, el escenario se llena de bandidos. 

Cuando creemos que somos insuficientes, la vida siempre nos da muestra de esa cualidad.

El perdón consiste sólo en perdonarnos; no es un acto que lleve ritual ni un proceso de tiempo; es declararnos libres de las expectativas; es sólo decir me perdono porque no supe hacerlo mejor. Lo cual nos lleva a entender que mi conciencia es proporcional a mis resultados. Si tuviera una conciencia de amor, las consecuencias serian otras. 

Por ejemplo, cuando elegimos los patrones repetitivos del abandono a través de parejas, amigos, trabajo, hijos, no es que no sabemos “elegir”, es que actuamos por como somos. Si somos dependientes actuaremos desde la dependencia y por lo tanto las personas del entorno tendrán poder en nuestras vidas.

Si advertimos que es la forma de mirarnos la que determina lo que escogemos, podremos transformar las cosas.

Perdonarnos es soltar, es abrazar el error, es entender que eso que hicimos o no hicimos fue creado a partir de las herramientas que tenemos. Crees que, si tuvieras otras habilidades para vivir más plena y feliz, ¿No las usarías? Claro que sí. Despertar a la conciencia de quienes somos se llega a través del perdón.

De una fórmula simple, y fácil, tan sencilla como ejecutar los problemas que nos generamos. Sólo consiste en advertir que NO LO HICIMOS MEJOR PORQUE NO PUDIMOS. Que de tener “más poder” para hacerlo diferente LO HUBIESEMOS HECHO. Perdonarte es la base del amor, ¿Qué haces cuando un niño está aprendiendo a andar? ¿lo castigas por que se cae? NO. LO apoyas. 

La misma fórmula aplica para ti.


16 de marzo de 2021

Hola, 2021

 


Me tomé tres meses y medio para darte la bienvenida. Oficialmente hablando. No es que no lo haya hecho en la intimidad de mi realidad ilusoria alzando una copa con agua con gas y limón. Pero públicamente, me tomé un tiempo inexistente, necesario.

Quería mirarte de lejos, indagar un poco, analizarte. ¿Estaría bien saludarte con estridente alegría? ¿Seguirías el mismo camino de tu hermano 2020?

Y en lo evidente, no distas mucho de él. De tal calendario, tal año, dice el refrán. 

Creo que nos has agarrado, un poco irritables, cansados y molestos. 

Tu colateral se adueño de nuestra presuntuosa libertad y capacidad de elección. Nos puso con el culo para arriba y a la fuerza tuvimos que aprender, para no perecer en el intento.

Te dimos la bienvenida con la esperanza de que serias diferente, pero tremenda frustración, eres igual o quizás nosotros, no somos los mismos, como dijo aquella vez Pablo.

Te miro, tan joven, y yo tan gastada. Apenas tres meses y chirola de vida, y yo como seiscientos ... cientos de meses que ni recuerdo, ni sé si debería hacerlo, por suerte perder la noción de quienes no somos, de vez en tanto es un privilegio.

Viniste con el afán de volarlo todo, de abrirnos los dedos amarrados y que se suelten las defensas, los seguros oxidados, los pensamientos rígidos, las creencias pecaminosas, las permanencias muertas. 

Llegaste con las hagallas suficientes para hacernos lavar la cara y el corazón, y toparnos con la realidad de un mundo diferente al hemos visto.

Dicen, que vibras "des-pren- der"... amas, soltar lo viejo...

Y nosotros los humanos, somo de " a-prhen - der".... de odiar, soltar lo conocido.

¿Cómo será que podremos convivir?

Por lo pronto, te auguro, de mi parte, fortuna en tu misión. Ya me ha cacheteado más de la cuenta el ego y estoy dispuesta y disponible a mudarme de pensamiento.

Me he encontrado con los milagros que corrigen percepciones, el espíritu santo que me llama por las noches y la confortable paz de cerrar la boca y la cabeza a tiempo.

Sinceramente, nos estamos llevando bien.

Aunque sé que apenas comienzas. Pero, ¿y si cambiamos las historias?... Si en lugar de que todo bien por un rato y luego la rutina.. trascendemos lo conocido y frustrante, porque seguir amándonos el resto de los meses? Incluso, ¿podríamos a fin de año separarnos y guardarnos los teléfonos para aquellos días grises...

Te deseo lo mejor, porque me conviene. 

Haré sin conflicto mis tareas. 

No miraré tu presencia como un chivo expiatorio.

Recordaré que la libertad que sudas, es la que andaba necesitando.