30 de junio de 2021

El estrés de cada día

 ¿Palpitaciones? ¿Desgano? ¿Dolor de cabeza? ¿Fatiga? ¿Falta de deseo sexual? ¿Dificultades para dormir? ¿Irritabilidad? ¿Sueles presentar estos síntomas? No dejes de escucharlos, tu cuerpo te está hablando y es hora de parar y elegir qué rumbo vas a tomar en tu vida; por el camino que estás andando en pocos kilómetros más te quedarás sin batería. Cada día miles de personas igual que tú o que yo enfrentan situaciones de riesgos, posibilidades y oportunidades; demandas externas e internas nos aturden la conciencia y nuestro maravilloso aliado (el organismo) busca adaptarse de la mejor forma a esos cambios. Enciende su alarma y se activa si la situación persiste intentando protegerse así mismo. 


Este usual comportamiento es lo que denominamos sistema del estrés; un cableado inscripto en nuestro cuerpo desde la era de la prehistoria, cuya finalidad era responder con una actividad física extraordinaria preparando al cuerpo para pelear o huir.

Para lograr semejante hazaña, nuestra biología inhibe una serie de sistemas que no son indispensables en esa situación como el sistema inmunológico, el circulatorio, el sexual y el digestivo, además cierra vasos sanguíneos y poros capilares evitando hemorragia en caso de una herida, eleva la presión arterial, algunos músculos aumentan de tamaño y se inyectan grandes cantidades de glucosa al torrente sanguíneo para generar más energía. El sistema de estrés prepara un cóctel de hormonas y neuropéptidos que se distribuyen por la sangre. El cuerpo así está listo para enfrentar su situación o factor estresor; el problema es que en la prehistoria esos episodios eran esporádicos y por lo tanto existía un tiempo prudencial para eliminar las toxinas. 


Pese a que el estrés es una respuesta sana y natural, se ha convertido hoy en nuestro más íntimo enemigo. Pues su alerta está encendiéndose con frecuencia. Y vivimos por ende intoxicados. Ahora bien, si nos estresamos para protegernos, cabe la pregunta  ¿Por qué en la actualidad nos sentimos más atacados que en la época de las cavernas?  ¿Qué pasa con nuestra evolución? Sin duda los agentes estresores son innumerables  y variados, y las personas no responde de igual forma frente a ellos; pero podemos hablar de ciertos patrones que despiertan en la mayoría de todos nosotros la misma sensación. Los estresores que son extraordinarios, los de mediana intensidad, y los de intensidad mantenida. Entre los primeros encontramos a los eventos propios de la vida que presentan un quiebre o cambio radical en nuestra forma de vida: la muerte de un ser querido, un divorcio y ahora podemos citar, la pandemia.

En el segundo podemos hablar de problemas en el trabajo, el tráfico, los habituales sucesos que nos desquician, y en el tercer orden una enfermedad crónica, relaciones tensas de pareja, discusiones frecuentes con compañeros de trabajo. Sea lo que sea que nos pase, en nosotros está la clave para superarlo. Nosotros podemos ver las demandas del medio como una oportunidad para el desarrollo o un peligro abrumador.

Debemos ser conscientes de los estragos que nuestras interpretaciones generan en nuestras vidas para paso a paso transformar nuestro estrés en un motivo para crecer y alcanzar una mejor calidad de vida.



21 de junio de 2021

Señora, señor ¿Lo puedo devolver?


Muchas veces este pensamiento pasa como una ráfaga liberadora ante un conflicto en nuestras relaciones: Señor, Señora ¿Lo puedo devolver? ¿A quién devolverías? o ¿A quienes regresarías con exigencia de indemnización? ¡Es que las relaciones son difíciles! Dice la lengua popular, y por supuesto que involucra cualquier contexto de relación, las de pareja, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, con los jefes, y qué decir entre hijos y padres.

Pero si lográsemos soltar los dichos, los cuentos que nos cuentan como verdades, los mandatos culturales, y sostener la mirada desde una perspectiva más objetiva (aunque sé que esto es pedir peras al olmo, somos observadores de la vida, por lo tanto, la interpretamos a cada momento, la exigencia de objetividad es una utopía) y preguntarnos ¿Qué son las relaciones sin nosotros? ¿Qué somos nosotros sin ellas? ¿Desde dónde las vivimos, quienes somos frente al otro, y quién es el otro frente a mí?

Por supuesto que TODOS sabemos que las relaciones no son ni buenas ni malas, sólo son, y que los condimentos los agregamos nosotros, como también es cierto que “nuestro lenguaje no es inocente” siempre buscamos un chivo expiatorio en donde descansar nuestros fracasos o frustraciones.

Imagínate, si las relaciones son difíciles, ¿Qué más puedo hacer yo con ello? ¿Qué resultado puedo crear? ¿Algo positivo? Tal vez al principio, pero sí creo que son “difíciles” cualquier viento huracanado me dará la razón, y me quedaré llorando sobre la leche derramada, huyendo porque no hay más nada que hacer, o cerrando para siempre las puertas a nuevas posibilidades.

Ahora, si me replanteo esta creencia, si me observo y observo a los demás, y descubro la más cruel de las experiencias: Los otros, los de afuera de mí, no son como yo, tal vez obtenga una cabal muestra de por qué las relaciones “son difíciles”.

Es decir, cuando nos relacionamos o vinculamos, no debemos perder de vista que ese Otro es otro diferente a mí, y aunque esto suene trillado, y aprendido de memoria, en la práctica nos comunicamos como si lo desconociéramos.

Actuamos y vemos la vida desde nosotros, con la falsa presunción de que los demás también actuarán como nosotros. Todas estas exclamaciones o interrogantes tienen como origen nuestra capacidad de no reconocer al otro como alguien auténtico, legítimo y diferente a mí.

Y es verdad, el mundo sería maravilloso (the world would be wonderful) si estuviera plagado de “yo” ¿Lo imaginas?, algunos dirán: ¡Sería aburrido! o ¡Sería un mundo increíble! (adhiero con los vanidosos) pero por “gracias o desgracia”, hay un único YO y abundan OTROS YO distintos a mí.

Esta aceptación a conciencia es la que puede diferenciar a las relaciones de “fáciles o difíciles”.Algunas parejas se separan con la excusa “ es que pensamos distinto; ¡¡tenemos distintas formas de ver la vida” y yo les digo CLARO!!, eso nos pasa a todos.Todos somos observadores únicos, podemos coincidir en opiniones con otros, pero somos únicos, e irrepetibles. Aunque es una tarea ardua internalizar este proceso, es por bien seguro de las relaciones interpersonales que queremos sostener en el andar de nuestra vida. El amor es algo más que espontaneidad, exige de nosotros “voluntad”, si comenzamos a recordar que cada vez que interactúo con los demás, somos ellos con sus mundos y yo con el mío, y desarrollamos la empatía, la capacidad de ponernos en los zapatos de ese o esa ¿Qué nos dirían esos zapatos? A veces cuando fluyes de tu ombligo y juegas a “ser el otro”, las sensaciones que se revelan te pueden dar vuelta una conversación interna negativa, comprender, y hasta cambiar de actitud. Aceptar al otro distinto a mí, no significa que apruebo todo lo que hace, por el contrario, implica que  sé que  por su estructura de personalidad, su contexto histórico, social, económico, sus creencias, su experiencias, actúa de ese particular modo; y si algo de “ese “no es compatible con mis valores tengo la oportunidad de elegir quedarme o irme.

Aceptar al otro es saber de antemano que en muchas oportunidades no vamos a coincidir, que tal vez nos atraigan la sangre, lo físico, lo emocional, el alma, pero que las diferencias bien entendidas, lejos de separarnos nos une, porque nos estamos reconociendo como dos extraños capaces de llegar a un punto en común.


16 de junio de 2021

Camino del perdón

 


De todos los caminos de la vida, el del perdón, es el más significativo que tenemos para trascender. Erróneamente se cree desde lo coloquial que cuando perdonamos exoneramos a los demás de las faltas que cometieron. Si alguien nos falla y nosotros perdonamos, ¿estamos justificando?

Algunas personas creen que sí y por lo tanto invitan a ese otro a   que cometa una y otra vez el mismo error, por eso guardan el no perdón como un tesoro invaluable sin entender que lo que hacen es llenarse de resentimiento.

Sin embargo, perdonar no es un acto de liberación para quién se ha equivocado con nosotros. 

Este pensamiento es propio del sistema dual del ego que cree en víctimas y victimarios, en buenos y malos, en ofensas, ofensores y ofendidos.

Pero esta clase de perdón es obsoleto. Justifica conductas de resentimiento, castigo, lecciones de moral y de vida.

El verdadero camino del perdón, es el que todos los seres humanos estamos invitados a iniciar desde el momento en que nacemos por cuanto no implica lo que hicimos o hacemos; sino que resulta de la información con la que estamos formados y desde dónde vivimos y observamos la vida. A través de ella, estamos condenados a pensamientos de auto castigo en forma constante y repetitiva que nos acercan a experimentar situaciones incómodas que validan lo que pensamos de nosotros mismos.  Traiciones, mala suerte, injusticias, infidelidades, abandonos, malos entendidos, decepciones, rechazos, pérdidas; son las caretas con las que el universo se presenta para mostrarnos nuestros pensamientos; y nosotros los tomamos para hacerlos encajar en el puzle de la víctima expulsada del paraíso que somos. Cuando olvidamos quienes somos, el escenario se llena de bandidos. 

Cuando creemos que somos insuficientes, la vida siempre nos da muestra de esa cualidad.

El perdón consiste sólo en perdonarnos; no es un acto que lleve ritual ni un proceso de tiempo; es declararnos libres de las expectativas; es sólo decir me perdono porque no supe hacerlo mejor. Lo cual nos lleva a entender que mi conciencia es proporcional a mis resultados. Si tuviera una conciencia de amor, las consecuencias serian otras. 

Por ejemplo, cuando elegimos los patrones repetitivos del abandono a través de parejas, amigos, trabajo, hijos, no es que no sabemos “elegir”, es que actuamos por como somos. Si somos dependientes actuaremos desde la dependencia y por lo tanto las personas del entorno tendrán poder en nuestras vidas.

Si advertimos que es la forma de mirarnos la que determina lo que escogemos, podremos transformar las cosas.

Perdonarnos es soltar, es abrazar el error, es entender que eso que hicimos o no hicimos fue creado a partir de las herramientas que tenemos. Crees que, si tuvieras otras habilidades para vivir más plena y feliz, ¿No las usarías? Claro que sí. Despertar a la conciencia de quienes somos se llega a través del perdón.

De una fórmula simple, y fácil, tan sencilla como ejecutar los problemas que nos generamos. Sólo consiste en advertir que NO LO HICIMOS MEJOR PORQUE NO PUDIMOS. Que de tener “más poder” para hacerlo diferente LO HUBIESEMOS HECHO. Perdonarte es la base del amor, ¿Qué haces cuando un niño está aprendiendo a andar? ¿lo castigas por que se cae? NO. LO apoyas. 

La misma fórmula aplica para ti.