5 de mayo de 2014

Diez años en México



El tiempo pasa volando, parece que fue ayer cuando aterrice con la ilusión en los ojos pisando suelo mexicano, y hoy ya pasó una década. Un tiempo de tantas historias con finales, algunos tristes y otros más aún, y algunas pocas cosas que se han sostenido en el tiempo y seguro que algo tuve que ver también con ello. En 10 años cambie tanto que ya ni me acuerdo de quién era cuando llegué. Cambie de domicilio, de color de cabello, de cortes, de tener uñas mordidas a traerlas largas, de estar sola a tener un perro, de peso y hábitos alimenticios, de no saber qué cocinaba a enamorarme de la cocina, de gimnasio, y entrenador; de ideas, gustos, creencias, y conocimientos, de amores, de novios, de sentimientos, de sueños.
Fui perdiendo gente, momentos ingratos, y hermosos, y me construí un imperio que de las puertas para adentro de mi casa, ahora se llama hogar.
La ciudad me acogió con burlas y apapachos, con injusticias y sobre todo con bienaventuranza, me reconoció como propia y me parió miles de oportunidades, que nunca ni aún en los días más nublados dejo de verlas, me fui desprendiendo de lo conocido, y haciendo propio lo ajeno, y desaprendiendo modos y adoptando costumbres y manteniendo el acento como una huella digital.
Estos últimos 10 años estuve más lejos que cerca, inventando mi propia historia, y borrando otras, narrándole a los míos los logros obtenidos, escondiéndoles mis miedos, y frustraciones y ellos haciendo lo propio, pero siempre en un contacto eterno.
Cuánto más pasa el tiempo, el gusto del desarraigo me duele en los pies, porque siento como las raíces se van desprendiendo, y me vuelvo esa flor de panadero que viaja sin atarse a nada por los cielos, despeinándose con la voz del viento, y siempre yendo hacia adelante.
Los míos, algunos se fueron y llegué tarde para despedirme, otros llegaron sorpresivamente, y aún con todo, sé que esta elección no fue un error. Porque los míos se multiplicaron en muchísimos que me dejaron ser parte de ellos, que me admiraron, siguieron y reconocieron y transformaron mis números rojos en una cuenta a favor de la libertad personal.