26 de abril de 2011

Intolerancia al salmón

Somos diferentes. Vos, yo. Y ellos. Todos. Ninguno somos iguales. La diferencia radica en la particular forma de observar la vida, en la marca inscripta al nacer ese día, a esa hora, en ese mes, de esa madre, de ese padre, en ese lugar geográfico, en ese contexto político-económico-social e histórico. Nadie coincide con perfección en ese momento. Eso ya nos define como seres únicos. Crecemos y coincidimos y en el afán de ser más, contamos los puntos que tenemos en común y gritamos: BINGO!, pero apenas es una LINEA. Las diferencias nos definen; no las similitudes. Pero igual hacemos caso omiso, y seguimos creciendo; juntando como estampas o “figuritas difíciles” a los que más se parecen a nosotros; y ¿a los distintos? los alejamos; los corremos, los rechazamos, con sonrisas o repudio, con gestos amables o indiferencia, pero en el fondo, el resultado es el mismo: es apartar, orillar, empujar fuera de nuestro dominio a todo aquel que suene, vista, piense, diga, o escuche diferente a todos nosotros que somos iguales; y que por ello tenemos la RAZÓN, y la VERDAD. La única e inevitable VERDAD COSMICA.
Y surges, y nadas, a contra mano, como el salmón; descansando en huequitos perdidos en el camino, a reflexionar sobre tus acciones, y emociones, y miras, y todos para el norte, y vos para el sur. Y quieres hacer amigos, y de repentes dices ¿ por qué no? La diferencia es una oportunidad para el aprendizaje; y sonríes y nadie devuelve el mismo gesto. Algunos se asustan, otros te insultan palabras sin sentido. ¿Qué ha pasado?
Ha salido el sol, después de la tormenta de la intolerancia. Intolerancia al Salmón, a los que van contra corriente, a los que piensan o actúan distinto ¿ por rebeldía? ¿por pensamiento? ¿ por cultura? ¿ por amor? ¿ por ideales?
Por lo que sea. ¿ Qué importa la razón? ¿Es necesario conocerla'? ¿Será acaso que si conozco la causa y me hace sentido, entonces pueda aceptarlo? y si fuera así ¿ Sería verdaderamente aceptarlo?.
La intolerancia es el cáncer de la sociedad. Todos la sufrimos. La propia y la ajena. Y la de los gobernantes. La intolerancia colectiva es la contaminación de las relaciones, de los vínculos. Es la voz que grita: “Lo que yo digo es la verdad, lo que tú dices no es válido”, la que a las carcajadas señala a los otros por sus diferencias físicas, la que riñe en las escuelas, la que golpea a las mujeres, la que prostituye a menores de edad, la que esclaviza a los ancianos.
Yo sé cómo son las cosas, a mi nadie me va hablar acerca de como tengo que pensar, o amar, yo ya sé lo que tengo que saber, ¿ quién puede enseñarme algo a mí? ¿ a mí? Yo que la pase de todos los colores; yo que viví muchos años, yo que tengo mucha experiencia. Pero por favor, a mí nadie me dice nada.
La intolerancia es la capacidad de estar cerrados de mente y alma frente al corazón de los otros; la que no sabe “respetar” aunque  hable de respeto, y se enorgullece del respeto, sin darse vuelta a mirarse por dentro y preguntarse ¿ qué es el respeto?
Porque el respeto es más que no decir malas palabras en una reunión de trabajo, o quitarse los mocos con los dedos, o masticar con la boca abierta, no interrumpir cuando otro hablar, no insultar cuando alguien me agrede, no pedir perdón cuando cometo un error. Respetar es aceptar a mi prójimo como diferente, legítimo y autónomo.
Reconocerlo es mirarlo con los ojos del alma y abrir los brazos sin temor a que va a arrebatarme mis ideas o mis creencias.  Entender que  lo contrario también me complementa. Me enseña que hay otras miradas, otros ojos que ven universos que no alcanzo a distinguir desde mi pequeño mundo personal. Que puedo vincularme desde el amor para generar más amor y aprender y seguir creciendo.
Pero la Intolerancia es tan “intolerante” que me agobia, me asusta, me avasalla, me despoja de toda posibilidad de transformarme, y me abruma; me esclaviza a la idea de que todo lo heterogéneo es problemático para mí, porque me obligará a replantear mis doctrinas y paradigmas y eso tal vez, puede resultar doloroso.
“Descender de los barcos, es un forma más de descender”
Chuchi González

8 de abril de 2011

El tamaño ¿Importa?

¿Cuántas veces te has preguntado si el tamaño importa? ¿Muchas? ¿Pocas? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Diez? ¿ O eres de esas mujeres que prefieren no preguntarse para no tener que confrontar con el resultado?
Yo me lo he preguntado muchas veces. Podría decir que casi a diario en alguna época de mi vida; y  ahora entrada en mi adultez invernal, de cerezas y carnavales lejanos; recargada en mi soledad muleta me lo sigo preguntando en eventuales ocasiones. Dos por tres  - llueve dicen en Argentina- me cuelgo de una nube del pensamiento y lanzo la estocada retórica ¿El tamaño importa?
No me da vergüenza o pena – como se dice en México- preguntármelo, ni preguntarle a otras mujeres, aunque la mayoría de ellas, suelen responderme con una sonrisa cómplice, permisiva, con un dejo de “resignación*”.
 *(Léase que en mi mundo y en mi blog resignación es un estado de ánimo generado por el hecho de resistir lo que está ocurriendo o sucedió; es la fuerza impuesta como bloque para “no aceptar” eso que pasó; y se inspira en los frentes de lucha de lo que se puede cambiar; por ejemplo “resistir una interpretación en lugar de re-diseñarla”, nos paramos en el contexto “y que se le va a hacer, es lo que hay”, “ más vale malo conocido que bueno por conocer” ( ¡ Ufff! ¡que horror!)
Tal vez por eso ellas tienen pareja, y yo no; llegué algunas veces a pensar. ¿Seré demasiado exigente? Sé es o no exigente. Quién lo es lo es en todas las áreas de su vida. ¿Demasiado? Una palabra tan relativa como el resto.

Y aunque el mundo masculino se ponga en mi contra; yo creo llegar a la resolución del problema, desde mi particular observador.
El tamaño; Señoras y Señores, para mí NO IMPORTA.
Por el tamaño, lo conoceréis, eso no me cabe duda. Y aunque resulta tajante con mi discurso, las experiencias de mi vida me lo demostraron.
¿Qué creencia errante nos hace creer a las mujeres lo contrario? ¿Será nuestro  ególatra afán femenino, ese mismo que nos hace pensar que con “nosotras” las cosas serán diferentes? ¿En qué cuento aprendimos semejante idea?
¿Acaso no nos alcanza con las experiencias de otras mujeres? ¿ y sus caras insatisfechas, frustradas, amargadas, deprimidas?
El tamaño, NO importa. Tú lo sabes. Sólo que no quieres hacerte cargo. Porque ello implicaría romper tu zona de confort, tomar las riendas de tu vida, confrontar tu relación, decir lo que no te gusta, pedir lo que deseas, tener la libertad de decir NO, experimentar la soledad, destrozar los sueños que creaste entorno a él, correr el riesgo de ir por más, entender que toda la vida que tienes depende exclusivamente de ti.  Y eso a veces, ¡ASUSTA!
Una mentira es piadosa para el que la dice, pero no para el que la recibe. Una mentira es una mentira. Si él necesita mentir es porque hay un virus en la relación. Y lo que está enfermo cura o muere. Pero si nadie se hace responsable de eso se transforma en crónica.
Si  importa si es pequeña, inocente, ingenua. El lenguaje no es inocente. Una mentira es una mentira.
Quién miente una vez, tiene un registro de posibilidades para volver a hacerlo.
No te calles.

Chuchi González

Coach Motivacional –Escritora