26 de abril de 2014

No tengo marido ... y puedo igual


No es la primera vez que escribo sobre lo que me ocurre después de un temblor.  El 20 de marzo de 2012, lo hice. Pero el aprendizaje fue diferente. Este viernes santo, 19 de abril 2014, la tierra se sacudió como un perro lleno de energía previo a una actividad y tuve la sensación de que los que estamos en ella flotamos por unos segundos hasta quedar agarrados de algún hilo salvador. 
El suelo de la casa comenzó a chillar, a crujir como dolorido, las puertas a mecerse como autistas y  los porta-retratos se sentían agujas de reloj marcando un ritmo de izquierda a derecha. Todo desde lo incierto cobro vida, y el miedo se apodero de mis extremidades empujando al corazón  a desbocarse hasta entrecortarse la respiración.

14 de abril de 2014

La renovación del águila

  A los 40 años las águilas deben decidir entre morir o vivir. Si eligen lo segundo inician un proceso doloroso de renovación, en donde en la cumbre solitaria de una montaña golpean su pico hasta arrancarlo, se despojan de su plumaje y desagarran las uñas. A los 150 días aquella águila ya no es la misma, tiene un nuevo cuerpo con el que podrá vivir 30 años más.
Así creo que los seres humanos en algún momento de nuestras vidas iniciamos también la renovación de las águilas. Nuestro equipaje es demasiado pesado para seguir el  vuelo, y empezamos a entender que caímos en la trampa de la comodidad, y elegimos que el exterior elija por nosotros, y vivimos con estoica responsabilidad y ajenos a la alegría.
Son los momentos en que las uñas ya no nos sirven para rascar los obstáculos hasta acaparar nuestros sueños; se nos quiebran fácilmente las fuerzas, y la boca ya no saborea los ideales del pasado.
Abrumados, encorvados, volando al ras una realidad violenta, miserable, vacía, salimos y regresamos del nido, dejando en cada jornada un pedazo del alma.
Y cuando nos cansamos,  nos hastiamos, o  nos enfermamos decidimos renovarnos.  Cambiar el rumbo,  abandonarlo todo, despojarnos de la tristeza con olor a humedad, tirar a la basura los restos de amores mal paridos, la ira que se nos aloja en el costado izquierdo, la creencias que nos susurran al oído mentiras con sabor a verdades, romperle la cabeza a los lazos que nos estrangulan, y ser impiadosos con nosotros mismos hasta desangrarnos con la aceptación de que a veces y casi siempre, estamos solos y eso no nos hace especiales ni originales.
Y desnudos y del revés, con todo lo de adentro hacia afuera, con la libertad de sentir todo o nada, sin la pretensión  de ser buenos  o ser amados, sin deseo, sin tiempo, sin apegos, volver a ser.

1 de abril de 2014

Conectar…

Para Luz Magaly y Aydee Flawer

Hace unos días publiqué un mensaje de buenas noches en mi muro, en el que invitaba a la gente a relajar el cuerpo, la mente y conectar con el alma y fue cuando entonces recibí el comentario, o mejor dicho la sugerencia que inspira este artículo: ¿Cómo conectar con el alma? ¿Cómo conectar con uno mismo?
En principio pareciera que todos esperamos siempre respuestas simplistas, fáciles de usar y de efecto inmediato. Las condiciones de la sociedad en la que vivimos nos orilla a vivir a las prisas. Y es justamente en ese andar a los apurones, chocándonos con todos, pisando nuestros propios sueños y los demás, alocados por llegar sin saber a dónde, pero alocados al fin, vamos perdiendo la señal con quienes somos.

No hay remedio más eficaz para relajarnos que parar; detener la marcha, la vorágine en la que estamos inmersos, porque no debemos olvidar que la postura corporal con la que andamos nuestra vida se identifica con la postura emocional y psicológica.
Frenar la marcha, te has preguntado ¿ a que velocidad vas cada día? ¿ cuántas cosas del paisaje se te pierden o pasan como ráfagas de sueños? ¿Cuántos besos apenas dados, cuántos abrazos mancos?
Corremos como si tuviéramos que llegar a algún sitio importante porque no hemos olvidamos de quienes somos. Buscamos en el afuera eso que adentro como una hernia emocional nos trae mal sabor de boca todos los días.
El síntoma que es mudo, igual nos habla, nos dice que algo no funciona, y nosotros que vemos, igual somos ciegos y medicamos.
Aspirinas, alcohol, drogas, medicinas, trabajo, comida, amantes, deportes… excesos… estamos confundidos porque sentimos que algo nos falta y no sabemos que és ni donde buscarlo.
Y todo está al alcance de nuestras manos, pero se escurre como el agua entre los dedos.
La respuesta es FRENAR Y CONECTAR con uno mismo, que es lo mismo que decir conectar con la fuente o con el alma. Le damos más importancia a lo que no somos: el cuerpo. Sabemos de ese carro que nos transporta, lo arreglamos, lo educamos, lo satisfacemos…. y en relación a lo que somos: ALMA, nos extraviamos.