26 de abril de 2014

No tengo marido ... y puedo igual


No es la primera vez que escribo sobre lo que me ocurre después de un temblor.  El 20 de marzo de 2012, lo hice. Pero el aprendizaje fue diferente. Este viernes santo, 19 de abril 2014, la tierra se sacudió como un perro lleno de energía previo a una actividad y tuve la sensación de que los que estamos en ella flotamos por unos segundos hasta quedar agarrados de algún hilo salvador. 
El suelo de la casa comenzó a chillar, a crujir como dolorido, las puertas a mecerse como autistas y  los porta-retratos se sentían agujas de reloj marcando un ritmo de izquierda a derecha. Todo desde lo incierto cobro vida, y el miedo se apodero de mis extremidades empujando al corazón  a desbocarse hasta entrecortarse la respiración.


Mi perro lloraba alterado y vino a refugiarse a mis brazos,  mientras todo se meneaba juntos con los pensamientos. En un refugio como un bicho canasto yo protegía a Tango de lo que ignoraba, y me quede desnuda de asombros.
Cuando el temblor pasó, las amigas nos llamamos para confirmar que todo estuviera bien. Intercambiamos sustos, mensajes, y palabras alentadoras.
24 horas después me di cuenta que en mí algo se había desacomodado y ya no tenía espacio …  las dudas, los temores y  el exceso de responsabilidad que me vuelve a veces irresponsable  … acepte el hueco que al crecer me fue dejando el independizarme de mis padres, la distancia física de mi familia, la muerte de mi papá, la vejez de mi madre, y la ausencia de marido… me re ubique sola en mi soledad y poseedora de la cualidad de cuidar de mi “muy bien” – aunque haya tropezado alguna que otra vez – y me encomendé a la última protección  a la que podría anhelar: la existencia de Dios como protector superior, como bálsamo para la paz interna.

Reconocí la habilidad de producir resultados, la estabilidad de mis valores, la fuerza de mis anhelos, reencontré un pedazo que la vida cotidiana se venía tragando: me vi a mí misma con la fuerza que  conozco y de vez en tanto ignoro cuando me dejo cazar por las voces de los demonios.
Renuncié al miedo como forma de mantenerme alerta, fluí con la destreza de saber que nada es eterno y con el equipaje más liviano me he sentado a disfrutar mucho más de la vida. 

Muchas veces creemos que no tenemos a una persona especial que nos cuide, o tendemos a manifestar desconsuelo por ello; es hermoso amar y sentirse amado, pero con la premura en la que vivimos, confundimos la importancia de las cosas. Todos tenemos ese ser especial, y somos nosotros mismos. Nadie cuidará de nosotros. Si muchas  veces no somos capaces de hacerlo, ¿ por qué creemos que otros lo harán? o ¿ por qué exigimos que otros lo hagan? 
Es verdad que la sociedad en la que crecimos nos han enseñado a creer en esa fantasía, también es cierto que es tentador creerlo; pero siempre a final de cuentas advertimos que no es así. 


2 comentarios:

  1. Me identifico con tus palabras

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  2. me identifico con tus palabras por cosas muy similares que he pasado, yo también viví en México y se lo que es un buen temblor, pero lo que mas me gusta es que tus palabras reafirman lo que yo pensaba de estar sin marido!! :) ;)

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