14 de abril de 2014

La renovación del águila

  A los 40 años las águilas deben decidir entre morir o vivir. Si eligen lo segundo inician un proceso doloroso de renovación, en donde en la cumbre solitaria de una montaña golpean su pico hasta arrancarlo, se despojan de su plumaje y desagarran las uñas. A los 150 días aquella águila ya no es la misma, tiene un nuevo cuerpo con el que podrá vivir 30 años más.
Así creo que los seres humanos en algún momento de nuestras vidas iniciamos también la renovación de las águilas. Nuestro equipaje es demasiado pesado para seguir el  vuelo, y empezamos a entender que caímos en la trampa de la comodidad, y elegimos que el exterior elija por nosotros, y vivimos con estoica responsabilidad y ajenos a la alegría.
Son los momentos en que las uñas ya no nos sirven para rascar los obstáculos hasta acaparar nuestros sueños; se nos quiebran fácilmente las fuerzas, y la boca ya no saborea los ideales del pasado.
Abrumados, encorvados, volando al ras una realidad violenta, miserable, vacía, salimos y regresamos del nido, dejando en cada jornada un pedazo del alma.
Y cuando nos cansamos,  nos hastiamos, o  nos enfermamos decidimos renovarnos.  Cambiar el rumbo,  abandonarlo todo, despojarnos de la tristeza con olor a humedad, tirar a la basura los restos de amores mal paridos, la ira que se nos aloja en el costado izquierdo, la creencias que nos susurran al oído mentiras con sabor a verdades, romperle la cabeza a los lazos que nos estrangulan, y ser impiadosos con nosotros mismos hasta desangrarnos con la aceptación de que a veces y casi siempre, estamos solos y eso no nos hace especiales ni originales.
Y desnudos y del revés, con todo lo de adentro hacia afuera, con la libertad de sentir todo o nada, sin la pretensión  de ser buenos  o ser amados, sin deseo, sin tiempo, sin apegos, volver a ser.

Tal vez, te preguntes ¿ por qué esperamos a estar tan jodidos? Y la respuesta es simple,  porque  el ego no distrae, nos complica, nos seduce, nos hace creer que las cosas son de un único modo, se basa en el consenso, en lo que “ todo el mundo hace” y entonces vamos detrás como ovejitas. Y sí, hasta las ovejas negras, también solemos caer en las trampas, nadie está exento y eso es lo maravilloso, la posibilidad de transcendernos a nosotros mismos sin importar lo desquiciados que estemos de la vida. Lo triste, lo verdaderamente abrumador, es estar en el hoyo y para no sufrir más elegir morirnos.

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