30 de julio de 2014

Locuras por amor



La mayoría de nosotros, en algún momento, temprano o tardío, incluso “permanente” ha cometido una locura por amor.  Un acto  imprudente, insensato o ilógico  presos de la emoción desbordante  y quizás – hasta del miedo.
En la historia universal, hay gran cantidad de estas proezas; declaraciones de guerra, abdicación de tronos,  profanación de tumbas, creaciones literarias maravillosas, y estupideces cotidianas. Mentiras que luego revisten el nombre de piadosas, escapadas nocturnas, juramentos de eternidad, por citar algunas.
Los seres humanos somos los únicos seres vivos que contamos con la capacidad de reflexión, y sin embargo muchas veces, nos desentendemos, y el impulso nos carga entre sus patas.
Amamos – o al menos – eso sentimos, y nos salimos de nuestro centro y  andamos  levitando o rebotando como en una pomposa burbuja rosa por los caminos de la rutina. 
Mientras el efecto del enamoramiento nos dura, somos autores de las más descabelladas acciones en nombre de una causa, que sostenemos vale la pena; el amor.
Pero ¿Para que las generamos? ¿Para demostrar? ¿Para evitar ser rechazados? ¿Para manipular? ¿Para ser halagados? o simplemente ¿ Para hacer sentir bien al otro?
Creo que todas especulaciones pueden ser probables, y que en ultima instancia todo lo que hacemos lo hacemos por nosotros; es decir, las locuras por amor, son locuras por nosotros o lo que es lo mismo; locuras desde nosotros.
Es el amor que le tenemos  a las creencias respecto de las relaciones, del afecto, de la entrega, del compromiso, de la palabra empeñada, de la imagen pública, entre otras;  el que nos lleva a esos acometimientos  un tanto crueles o exagerados.

Son pequeñas maneras de evidenciar lo que creemos que somos. Porque en verdad, nada de lo pasajero de nuestras interpretaciones nos definen, aunque en el tiempo en que las vivimos como certezas creemos que sí.
Existen de locuras a locuras, algunas son graciosas e inofensivas, como cantar desentonadamente ante un público azaroso, robar flores en los jardines de Quilmes, gritar un Te Amo desde un micro que parte, pintar un grafitti , colgar un cartel cursi en la puerta de la persona querida; y otras que comprometen la dignidad personal, como casarnos compulsivamente, renunciar a los estudios o espacios personales,  perder amigos, endeudarnos, convertirnos en el súper héroe del otro.
Lo cierto es que la acción define nuestro ser, y eso que somos capaces de actuar se relaciona simplemente con nosotros mismos. No importa la medida del amor que tengamos, sino el apego a nuestras interpretaciones.
Si fundamos la base de las relaciones en el renunciamiento personal, seremos capaces de perder la autonomía  en pro de vivir un romance consolidado donde tu y yo, sea simplemente UNO, una falacia que el tiempo nos hará entender con altos costos.
Si el sacrificio es la vara para comprobar la intensidad de los sentimientos, nos expondremos a rasgar la autoestima y entregarnos más allá de los límites del amor propio para luchar por el compañero.
Si amor es solo la pareja, dejaremos de lado nuestros intereses particulares, y pretenderemos que todo gire en torno a ella.
Toda elección que invalide la personalidad de quién empuñe la bandera del amor siembra matices dudosos, dignos para hacernos detener, porque el amor- aunque nos hayan contado lo contrario -  no pide retos, ni pruebas, ni condenas.

0 comentarios:

Publicar un comentario

¡Un blog se nutre de comentarios, deja tu huella, muchas gracias por compartir!