17 de julio de 2014

Ser el mejor del mundo



Según la FIFA y la opinión pública, Lionel Messi es el mejor jugador del mundo. No es un hecho, es una declaración, un acto lingüístico que transforma el mundo a partir de que la palabra es dicha. No es una realidad, sino una interpretación de la realidad, pero en virtud de ella, los ojos que miran, lo viven como un hecho.
A partir de ese evento lo que se espera del jugador son proezas deportivas dignas de semejante etiqueta, jugadas que en el pasado fueron extraordinarias, acciones superiores a cualquier otro compañero.
Cuando Messi no responde según esas expectativas, los espectadores se quejan, lo critican, lo comparan con otros que fueron ídolos en su momento, y ponen en tela de juicio su talento y/o su compromiso.
Entonces pienso ¿Cuán devastadora puede ser una declaración aunque sea poderosa si nosotros internamente  vivimos para hacer justicia de ella?
¿Qué precios emocionales pagamos, las veces que en diferentes áreas, nos sentimos como Messi?
Quiero decir, - cuando a diario nos permitimos que otros nos eleven a categorías  extra humanas - y en relación al mérito, no queremos desilusionar a nadie, hacemos lo que sea necesario, incluso en contra de nuestra voluntad o intereses, para cumplir con lo que nos demandan por un lado, y por el otro, para no desprestigiar la imagen que tenemos hacia nosotros.


Es cierto que a nuestro EGO le resulta estimulante las etiquetas que nos engrandecen, pero ¿ Es bueno tomarlas tan enserio? ¿ No será mejor agradecerlas pero vivir con un perfil más bajo y procurar adentrarnos en el aprendizaje de manera continua'?
En el mundial a muchas personas, el desenvolvimiento de Messi no les satisfizo; y hasta consideraron que el  balón de oro no era merecido. La única distinción para aseverarlo eran sus propias interpretaciones.
¿Cuántas veces nos volvemos así de exigentes con los demás y con nosotros mismos?  Por qué no entender que con el entendimiento que tenemos, aún cuando ello no deje feliz a todos. 
Si Messi hubiera podido meter 30 goles, lo hubiera hecho.
Si nuestros padres hubieran podido educarnos con una autoestima saludable y armoniosa, lo hubieran hecho.
Si nuestras parejas hubieran podido brindarse en una relación sana, lo hubieran hecho.
Si nosotros pudiéramos dejar de atormentarnos con la queja constante y actuar, lo haríamos.

Siempre hacemos lo que tenemos habilitado. Comprender esto, nos hace crecer, y adquirir un nivel de conciencia mayor, que nos lleva a una nueva forma de repensarnos y por ende, a actuar diferente.  
Ser el mejor del mundo según la voz de los demás no siempre alcanza para lograr los sueños que nos proponemos.

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