20 de noviembre de 2011

Los restos del niño que fui…

Es mi entrada 100. No sé aún porque “100” es como la “ostia”; se celebran los “100 programas al aire”, “100 emisiones radiales”; “100 entradas en un blog”; tal vez ni siquiera se celebre; tal vez sólo algunos que otros lo han hecho, lo he escuchado, y acá estoy siguiendo un paradigma que tal vez nadie “se re formulo ¿ por qué carajos cien?
Busco en internet sobre el 100; y me dice que es el número que precede al 99; ¿No es fantástica tal simple explicación? ¿No raya en lo irrisorio? ¿Acaso la vida humana no sería mejor si todas las dudas tuvieran respuestas así de sencillas?
Y mientras voy y vengo pensando sobre qué escribir en mi entrada número “100”; enciendo el televisor y veo unos ojos grandes como avellanas maduras inmersos en una sonrisa de “Colgate” traviesa; y me informo que es TOMÁS; que su imagen pertenece a quién fuese un niño de 9 años asesinado a golpes por las manos de su padrastro.
Se me hace un nudo en la garganta y la piel se me enciende erizada de escalofrío. Tengo un sobrino de cinco años; tan vulnerable como él, un sobrino postizo de cuatro años, tan vulnerable como ellos dos, y como otros tantos, que día con día mueren asfixiados en las mentiras y odios de los adultos.
Escucho que dicen “ los restos de…” e inmediatamente e irremediablemente ( y elijo abusar ahora mismo de los adverbios terminados en mente) la imagen de mi papá viene a mi mente; “su restos”, “los restos de quién fuera en vida mi padre se me asemejan a una bolsa de huesos y carne caducada con un letrero que indica “resignación”.
Resignación, la puta madre. Es el peor de los sentimientos. Es el juicio de valor que indica “esto es lo que hay” – ¿Los restos? ¿Sólo los restos?- que expone “ya no se puede nada más que hacer” –¿No se puede nada más que hacer con mi padre, con Tomás o con los asesinos mentales que enfadados de odio aniquilan las vidas que florecen?
Me quedo pensando, que tanta tristeza y angustia en una entrada número 100 no era lo que tenía pensado cuando escribí la entrada número 1; pero tampoco nada de lo vivido de la 1 a la 100 lo había planificado, sostenido, o insinuado.
En la “1” papá estaba enfermo de una  (mierda enfermedad llamada con nombre y apellido MIELOMA MULTIPLE ) enfermedad crónica terminal y en la 100 “sus restos son abono de la tierra”.
En la “1” Tomas jugaba a la pelota – tal vez – e imaginaba que de grande sería bombero o maestro  ( a la edad de Tomas siempre queremos ser súper héroes de sueldo magro) y en la 100 “sus restos se examinan, observan e investigan en pericias policiales”.
¡Cuántas cosas pasan del 1 al 100!
¡Cuántas vidas se desploman, una tras otra, sin sentido!
Y nosotros, los que seguimos en el milagro de la vida ¿ Qué hacemos por los que no están, por los que están, por los que echaron?
El 25 de noviembre es el día de la Lucha contra la Violencia de Género; ¿ será que se tendrá que inaugurar un nuevo día de lucha contra la violencia desgarradora de ser motín de asuntos de pareja?
¿Cómo puede un hombre matar a otro hombre? No me entra en la mente, en la razón, en mi ilógica lógica; pero más aún ¿Cómo puede un padre, un padrastro matar a un hombrecito indefenso, lleno de sueños, ilusiones, días por vivir?
La ley del Talión – ojo por ojo – Ya nos ha dejado a la sociedad ciega.
Es la entrada número 100, una entrada desordenada, pasional, y para mí de inmensa tristeza. A veces siento que cuando empiezo a armar el rompecabezas de la vida, viene un viento norte y me desordena todas las piezas por todos lados; y recomponerme me lleva un tiempo prudencial, en que me sumerjo al fondo de mi misma y luego salgo.
¿Qué pasará por la cabeza de la madre de Tomás? ¿Qué tendrá que ver el amor con este desenlace? ¿Qué pasará en la cabeza de los niños, de los compañeros de Tomás, de los que escuchan la radio o ven noticias en la tele? ¿Se incrementará el miedo a los adultos?
¿Qué habrá pasado por la cabeza de mi padre antes de morir? Es la misma pregunta que me pregunto desde que murió mi abuela.
¿Qué se sentirá percibir a la muerte, oler su figura? ¿ Qué habrá pensado Tomas, Candela, Pupi?
Todo lo que queda de ellos son los restos, los restos de los niños que fueron.
Los recuerdos de quién pueda recordarlos.Qué en paz descansemos nosotros, los vivos, si es que podemos. Nuestros muertos pertenecen a nuestros recuerdos.
Me quiero quedar con la fantasía de creer, que ahora son ángeles volando libres.
 Chuchi González

3 comentarios:

  1. Ay Chuchi, qué post con el que me encuentro en mi primer visita a tu espacio! Un post, lisa y llanamenente jodido... y con tanta verdad escupida a los ojos de los que leemos que uno se queda sin palabras.

    Qué decir... no demasiado. Creo que lo único que puedo pensar después de leer esto es en que vivimos en una sociedad asquerosa y preocupantemente enferma. Y que la vida es efímera, demasiado para algunos.

    Beso grande.

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  2. Gracias Lu, que alegría tenerte por acá, dado que yo soy ferviente seguidora tuya; pues sí tenes razón la vida es efímera, por eso hay que aprender a jugarse por los sueños y las cosas para disfrutar el tiempo que tengamos. Besos!@Lu

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  3. Hola Chuchi.

    Comparto contigo la indignación y el dolor; pienso al igual que tu, que la vida es un reclamo continuo. Minuto a minuto; y ese devenir del tiempo nos hace rodearnos de ángeles, poco apoco, año con año…

    ¿Cómo evitar la mortandad de inocentes? Cuando se tiene dignidad y consideración. Cuando se ama de verdad. Cuando procuras al indefenso y luchas por preservar su dignidad; cuando previenes un futuro mejor en función de quienes hoy nacen. Cuando siembras una semilla y la cultivas…

    Todo eso nos convierte en humanos pensantes. Y detrás siempre hay un ángel.

    Con cariño, de tu amiga.

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