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23 de enero de 2015

El deseo… 5 minutos más…

Chocolate, dulce de leche granizado, frutas del bosque, crema del cielo. Helado. Sabores. Sostengo con firmeza el cucurucho. Paso mi lengua de este a oeste, de norte a sur y le doy a la bocha un toque artesanal, una especie de esferita chupada a la medida. Cierro los ojos para incrementar el placer que el contacto con estos sabores me deleita. Muerdo apenas, para no derrumbar la mezcla exacta. Chocolate – pienso. Dulce de leche granizado – exquisito- agrego. Me siento plena con mi elección, hasta que pasa un señor con un estridente anaranjado en un cono. ¿Qué sabor será? ¿Será más rico que éstos? ¿Y si la próxima intento probar con otros? ¿y si después de éste me queda espacio para más? El pensamiento ahora es el típico mono, salta de rama en rama, ¿ para qué siempre el mismo? ¿ para qué no arriesgar? ¿ y si cambio y me arrepiento? ¿ y si no me arrepiento nada? Estoy satisfecha pero no puedo dejar de pensar. ¿Cuando volveré a la heladería? ¿Tendré tiempo? Treinta y pico o quizás cuarenta años de chocolate y dulce de leche granizado…. aunque antes era chocolate y frutilla con crema…. ¡Cómo pasa el tiempo!…uno (yo) se acostumbra a los mismos colores y sabores… ¿aún me gustarán? o ¿ sólo me dejo llevar por la costumbre?…¿Qué sentirá ese tipo? Se me hace agua en la boca. Pero no por mis gustos, sino por el suyo. Su sonrisa desfachatada me hace sentir que estoy equivocada en mi elección. La próxima vez, sin duda, pediré el anaranjado. Iré al mostrador a preguntar ¿cuál es el helado de este hombre? ¿Flan? ¿Naranja a la crema? ¿Crema rusa? ¿Por qué le gusta más a él que a mí? ¿ Me gusta el chocolate? ….Si, me gusta…. Me quedo con este! y sin embargo:

                                         

11 de diciembre de 2014

¿Cómo perder el amor de tu vida en 5 minutos?




Perder es tan elemental, como respirar. Pero cuando de amor se habla, los seres humanos somos maestros en el arte de sabotearlo. Lo buscamos. Sudamos. Lo sufrimos. Y cuando lo tenemos, como tortitas calientes lo dejamos caer de nuestras manos. Pensamos que no seremos lo suficiente y actuamos en consecuencia. No entorpecemos. Embrutecemos. Y terminamos llorando sobre la leche derramada y echándole la culpa a la vaca. Las mujeres en especial, podríamos escribir un tratado acerca de perder el amor de nuestras vidas; porque trans-generacionalmente traemos programas de no merecimiento; culpa, y sometimiento. Generaciones y generaciones femeninas soportaron humillaciones, maltrato, y opresión masculina. Nacemos con la inocencia aparente de la libertad pura; pero cargamos desde antes de nacer con  los programas inconscientes de nuestra madre, abuelas, bisabuelas; y mujeres de todo nuestro clan. Aunque más avivadas – las mujeres de hoy en día- , tarde o temprano, y generalmente más temprano, caemos en algunos de esos baches heredados; en las trampas de ese dominio ancestral que ha pesado y pesa sobre el género femenino. Están las sumisas; las aguerridas, las indolentes, diferentes prototipos por hablar en líneas generales; pero al fin del cuento; en algún párrafo de nuestra historia amorosa; perdemos el amor de nuestras vidas por el eco de todas esas voces que no son nuestras pero nos influyen. Desquiciadamente nos enamoramos del que está frente a nosotras y nos comparamos con la ex, con la vecina, con la madre, y las eventuales amantes que podría tener. Desconfiamos, nos callamos, y hacemos caso omiso a nuestras necesidades emocionales. Intentamos validar cualquier acto no congruente con nuestro pensar; justificamos reacciones sorpresivas en pos de la democracia; nos engañamos con suposiciones, fingimos orgasmos; alegrías, y enojos; nos entregamos con las manos atadas.

16 de octubre de 2014

Insatisfacción relacional

Desde pequeños hemos aprendido a crear lazos, de alguna u otra forma estar o pertenecer a grupos fomenta nuestra seguridad, estima, y desarrolla valores compartidos. En la adolescencia y adultez la búsqueda del placer, el amor, y  la compañía se torna en un deseo, sueño y meta para la mayoría de las personas. Influenciados quizás en la realización personal a través de la creación de una familia o estabilidad emocional mediante una pareja, los individuos se embarcan en una seguidilla de amoríos que generalmente terminan por similares circunstancias.
Culturalmente nos han enseñado a necesitar, a creer en la fantasía de que “sin el otro no podemos vivir” y nos enrollamos en conversaciones internas que nos genera malestar, ansiedad, angustia, incluso depresión o síntomas físicos como insomnio, gastritis, colitis, entre otros.
Creamos imágenes de nuestro día sin esa persona “especial”, ¿Qué sería de nosotros? ¿Cómo podríamos vivir sin que nos toque o bese? ¿Cómo soportaríamos que construya su vida con alguien más? Y sin cabal consciencia erigimos la relación desde un futuro de pérdida elaborado en un presente predictivo. A fuerza de razón sabemos lo que sucederá. Sufrimos porque el amor es sufrir. Amar es perder. Los vínculos tienen fecha de caducidad. La pasión se agota. La rutina desgasta todo.
Tejemos un mundo paralelo al real y lo dramático es que habitamos en ese, no en el otro. Dado que lo real es franquicia de nuestros pensamientos. Cada pensamiento es energía que se materializa por obra de nuestras acciones en un tiempo por venir.
¿Por qué tanto caos? ¿Desde dónde partimos para inventariar en  nuestras historias  tantos fracasos y abandonos? ¿A quienes somos fieles con nuestra fatalidad?
Somos ovejas de un rebaño entrenado con sutileza en la dependencia y apego. Desde los tres años los límites a nuestra independencia personal se condicionan con el suministro del amor. “Si dices tal o cual cosa no te querré más”. “Si haces eso nadie te va querer” “Si te comportas así voy a quererte menos”

14 de octubre de 2014

Los personajes del Ego



Los seres humanos nos hemos olvidado de la premisa más importante de todas, tal vez de la única que traemos al nacer: SER LO QUE SOMOS –AMAR LO QUE SOMOS – CONFIAR EN QUIENES SOMOS. Desde nuestro nacimiento nos vestimos con el EGO, un gran ilusionista, que nos parlotea en todos los idiomas y con todas las voces y nos aleja del centro
Descentralizados vamos perdiendo equilibrio, y para poder andar; nos apoyamos en los límites que desde la infancia nuestros padres hubieron de ponernos, esos que fueron condicionando el amor.  “Si haces tal cosa no te quiero más”, “ Si lloras me enojo”, “ Si gritas no te doy más cariño”, " y si esto  o aquello… EL AMOR SE TERMINABA.
Hicimos concesiones, necesitábamos que alguien se encargara de nosotros. Al principio los padres, luego abuelos, maestros, primos, amigos, parejas, empleadores, sacerdotes…  BASTONES… nos convertimos en imbéciles ( del latín IMBECILLIS – BECILLIS es el diminutivo de BACULLUM ( BASTON) que necesita bastones para andar) imbéciles emocionales, cedimos poder, que otros se encarguen de nosotros, de hacer lo que nos podemos, no somos capaces, no sabemos… y empezamos a crear personajes para mantener la transacción.
Las mujeres nos volvimos sumisas, – no resistas, lo hicimos – empezamos a complacer  hacia fuera, a callar las necesidades,  a pretender ser buenas esposas – madres, a basar la realización personal en las expectativas de los otros; es hora de arrancar el cemento de nuestras caretas y entrar en contacto con  la  divinidad que portamos; con la calidad de nuestra esencia
La verdadera humildad radica en no esconder lo que somos.
Como mujeres fuimos sometidas, inmersas en un sistema machista que anulo el poder femenino por el gran poder que representaba, nos relegaron a un segundo plano, y nos acostumbramos a creer en el papel de la historia aporta a la mujer. Renacer, arrancarnos las cadenas, la opresión del enemigo interno, es fundamental para dejar de ser FUERZA y volver a ser PODER.
¿Te atreves a despertar?

6 de octubre de 2014

Hacer-nos- Humanos


Me disculpo. Me justifico. Me arrepiento. Me castigo. Explico. Refuerzo. Inicio. Horas, días, estaciones, etapas, relaciones, trabajos, momentos, situaciones. Inicio. Vínculos desde adentro hacia afuera. Aunque a veces crea que son de afuera hacia adentro. Recomienzo. El objetivo: no descarrilar, caminar en fila india persiguiendo -como el burro a la zanahoria – creencias heredades, juicios inmortalizados acerca de cómo son las cosas. Resultado: errores, caídas repentinas, pasos hacia atrás, hacia el costado, hacia algún lado. Culpa, pena, rechazo. Diéresis mal ubicadas.Las hiedras del debería del pretérito pluscuamperfecto azotan. La realidad emerge no hay perfección en mí más que la olvidada. 
Rasguño. Grito. Aúllo. Siento. Reacciono. Exploto. Imploro. Me guardo entre los dientes de la ira. Me acuno en los brazos de la tristeza. Me vuelvo eco en la garganta de la soledad.  Camino a veces a la defensiva. Y me topo con un espejo de agua como el Narciso, me asomo y me veo… mitad hembra, mitad niña … mitad naturaleza, mitad cultura.
Entiendo.
No me perdones.
Estoy en un proceso evolutivo.

30 de julio de 2014

Locuras por amor



La mayoría de nosotros, en algún momento, temprano o tardío, incluso “permanente” ha cometido una locura por amor.  Un acto  imprudente, insensato o ilógico  presos de la emoción desbordante  y quizás – hasta del miedo.
En la historia universal, hay gran cantidad de estas proezas; declaraciones de guerra, abdicación de tronos,  profanación de tumbas, creaciones literarias maravillosas, y estupideces cotidianas. Mentiras que luego revisten el nombre de piadosas, escapadas nocturnas, juramentos de eternidad, por citar algunas.
Los seres humanos somos los únicos seres vivos que contamos con la capacidad de reflexión, y sin embargo muchas veces, nos desentendemos, y el impulso nos carga entre sus patas.
Amamos – o al menos – eso sentimos, y nos salimos de nuestro centro y  andamos  levitando o rebotando como en una pomposa burbuja rosa por los caminos de la rutina. 
Mientras el efecto del enamoramiento nos dura, somos autores de las más descabelladas acciones en nombre de una causa, que sostenemos vale la pena; el amor.
Pero ¿Para que las generamos? ¿Para demostrar? ¿Para evitar ser rechazados? ¿Para manipular? ¿Para ser halagados? o simplemente ¿ Para hacer sentir bien al otro?
Creo que todas especulaciones pueden ser probables, y que en ultima instancia todo lo que hacemos lo hacemos por nosotros; es decir, las locuras por amor, son locuras por nosotros o lo que es lo mismo; locuras desde nosotros.
Es el amor que le tenemos  a las creencias respecto de las relaciones, del afecto, de la entrega, del compromiso, de la palabra empeñada, de la imagen pública, entre otras;  el que nos lleva a esos acometimientos  un tanto crueles o exagerados.

14 de abril de 2014

La renovación del águila

  A los 40 años las águilas deben decidir entre morir o vivir. Si eligen lo segundo inician un proceso doloroso de renovación, en donde en la cumbre solitaria de una montaña golpean su pico hasta arrancarlo, se despojan de su plumaje y desagarran las uñas. A los 150 días aquella águila ya no es la misma, tiene un nuevo cuerpo con el que podrá vivir 30 años más.
Así creo que los seres humanos en algún momento de nuestras vidas iniciamos también la renovación de las águilas. Nuestro equipaje es demasiado pesado para seguir el  vuelo, y empezamos a entender que caímos en la trampa de la comodidad, y elegimos que el exterior elija por nosotros, y vivimos con estoica responsabilidad y ajenos a la alegría.
Son los momentos en que las uñas ya no nos sirven para rascar los obstáculos hasta acaparar nuestros sueños; se nos quiebran fácilmente las fuerzas, y la boca ya no saborea los ideales del pasado.
Abrumados, encorvados, volando al ras una realidad violenta, miserable, vacía, salimos y regresamos del nido, dejando en cada jornada un pedazo del alma.
Y cuando nos cansamos,  nos hastiamos, o  nos enfermamos decidimos renovarnos.  Cambiar el rumbo,  abandonarlo todo, despojarnos de la tristeza con olor a humedad, tirar a la basura los restos de amores mal paridos, la ira que se nos aloja en el costado izquierdo, la creencias que nos susurran al oído mentiras con sabor a verdades, romperle la cabeza a los lazos que nos estrangulan, y ser impiadosos con nosotros mismos hasta desangrarnos con la aceptación de que a veces y casi siempre, estamos solos y eso no nos hace especiales ni originales.
Y desnudos y del revés, con todo lo de adentro hacia afuera, con la libertad de sentir todo o nada, sin la pretensión  de ser buenos  o ser amados, sin deseo, sin tiempo, sin apegos, volver a ser.