16 de octubre de 2014

Insatisfacción relacional

Desde pequeños hemos aprendido a crear lazos, de alguna u otra forma estar o pertenecer a grupos fomenta nuestra seguridad, estima, y desarrolla valores compartidos. En la adolescencia y adultez la búsqueda del placer, el amor, y  la compañía se torna en un deseo, sueño y meta para la mayoría de las personas. Influenciados quizás en la realización personal a través de la creación de una familia o estabilidad emocional mediante una pareja, los individuos se embarcan en una seguidilla de amoríos que generalmente terminan por similares circunstancias.
Culturalmente nos han enseñado a necesitar, a creer en la fantasía de que “sin el otro no podemos vivir” y nos enrollamos en conversaciones internas que nos genera malestar, ansiedad, angustia, incluso depresión o síntomas físicos como insomnio, gastritis, colitis, entre otros.
Creamos imágenes de nuestro día sin esa persona “especial”, ¿Qué sería de nosotros? ¿Cómo podríamos vivir sin que nos toque o bese? ¿Cómo soportaríamos que construya su vida con alguien más? Y sin cabal consciencia erigimos la relación desde un futuro de pérdida elaborado en un presente predictivo. A fuerza de razón sabemos lo que sucederá. Sufrimos porque el amor es sufrir. Amar es perder. Los vínculos tienen fecha de caducidad. La pasión se agota. La rutina desgasta todo.
Tejemos un mundo paralelo al real y lo dramático es que habitamos en ese, no en el otro. Dado que lo real es franquicia de nuestros pensamientos. Cada pensamiento es energía que se materializa por obra de nuestras acciones en un tiempo por venir.
¿Por qué tanto caos? ¿Desde dónde partimos para inventariar en  nuestras historias  tantos fracasos y abandonos? ¿A quienes somos fieles con nuestra fatalidad?
Somos ovejas de un rebaño entrenado con sutileza en la dependencia y apego. Desde los tres años los límites a nuestra independencia personal se condicionan con el suministro del amor. “Si dices tal o cual cosa no te querré más”. “Si haces eso nadie te va querer” “Si te comportas así voy a quererte menos”
Como mecanismos de defensa para sobrevivir el inconsciente graba programas desde nuestras experiencias en los primero meses de vida.. Si lloro siendo un bebé porque me duele la barriga  y mamá no se acerca porque está ocupada, aprendo que si lloro mamá no se acerca, por ende, crezco sin conectar con el pedido, el llanto, sin expresar lo que siento para que los otros no se alejen de mí, para que me procuren pero cuando ellos lo deseen. Registro desde el inconsciente todo. Y crezco proyectando mis programas. A esto debemos sumarle los programas heredados por nuestra familia, que  remite a nuestros padres y ancestros. Todo está en nosotros aún sin saberlo.
A falta de una educación en emociones y autoconocimiento, le sumamos tiempo a la vida, pero no siempre crecimiento. La ausencia de vida interior, no implica, la falta de necesidad de conocernos, sólo muestra una forma de vivir, hacia fuera. De nosotros conocemos lo que nos indicaron que éramos: un nombre, una profesión, una género, una nacionalidad.  El contexto social, así definido fabrica robots. El logro del tener para hacer es el fin del capitalismo.
Sin embargo, la energía vibratoria del planeta, influye en una tendencia hacia un renacer de las cenizas de lo que deberíamos  ser para dar paso a la búsqueda interior.

Si en las escuelas no se alude a las emociones, a la realización personal, al amor, siempre creeremos que somos incompletos, y que la cumbre se alcanza a la sombra de otro. Generamos así relaciones tóxicas, porque buscamos estar con esos que tienen lo que no tenemos, sentimos celos por perder el tesoro encontrado, inseguridad de no ser lo suficiente para mantenerlo en el tiempo y la excesiva necesidad de que nos resuelvan los problemas. En este descontrol personal no cabe más que el enriquecimiento del APEGO.
Quedar atrapados como un chicle en la suela del zapato de la pareja, a sabiendas de ser pisoteados y auto-negados por miedo a la soledad. ¡El mundo están grande para estar solos! ¡ La incertidumbre de la vida es tan profunda que da terror!
Presos de nuestros fantasmas miramos la vida de reojos esperando encontrarnos con el amor para ser felices. Pero con despersonalización no hay felicidad, ni libertad, por ende no hay amor. Habrá goce, gusto, disfrute controlado, y NECESITITIS.

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