Tenemos épocas en que nuestra cotidianidad se transforma en un escenario de hechos caóticos. Mala pata a cada paso que damos. No comprendemos porque el universo parece estar en contra nuestro, y le dejamos todo a la mala suerte. En esos momentos tan especiales, sería bueno tomar la decisión de detenernos a ver quienes estamos siendo en función de los otros y de nosotros mismos, y podremos descubrir porque situaciones de esa naturaleza caen sobre nuestras cabezas.
Si aprendemos a observar la vida desde el contexto cuántico, sabremos y aceptaremos que el observador – nosotros- penetramos en el mundo y lo modificamos tan solo con “la mirada,”es decir con la interpretación que hacemos de las cosas. Y por lo tanto descubriremos que todo lo que nos rodea no son más que nuestros “juicios” materializados.
El mundo -escribí una vez -es una extensión de nuestros pensamientos. Cuando tenemos rachas de “mala fortuna” seguramente en nuestro interior tenemos grandes tormentas emocionales que se manifiestan en el exterior. Lo que pensamos de nosotros, las limitaciones que nos ponemos, las creencias devastadoras hacia nuestra capacidad de merecer como sombras o como personajes se reflejan.
El mundo que creamos es una proyección de uno mismo, lo que vemos son nuestras creencias. Si pensamos que no merecemos, tendremos conflictos para generar dinero, mantener relaciones estables, obtener aumentos en los ingresos. Si sostenemos que el amor no existe, nos toparemos con seres conflictivos, abusivos, o deshonestos que sólo confirmaran lo que creemos.
Todo lo que sucede, nos sucede desde nosotros mismos, desde una previa condenación.
Observa cuáles son los pensamientos que habitualmente tienes respecto de ti, del sexo opuesto, del trabajo, de tu jefe, y verás como en las áreas en las que fluyes con ideas poderosas, todo marcha viento en popa.