13 de junio de 2011

Mis cuarenta ….

 
¡Hoy es mi cumpleaños y quiero dedicarme esta entrada a mi misma, por ser una gran compañera de viaje!



                                                    Chuchi González

22 de mayo de 2011

Asertividad… o el arte de saber decir

¿Qué decir? ¿Cómo decir? ¿Decirlo? Me he preguntado muchas veces. Asertividad llega a nuestros días de la mano de la palabra asserere o assertum que significa afirmar. Afirmar la personalidad, sentar las bases de la autoestima, ser certero en el decir de las emociones que sentimos – positivas o negativas; juzgar que lo que hacemos es contrario a  nuestros principios ni los de los demás.
Ser asertivo es una habilidad social que se adquiere a través de la práctica y el despojo de miedos y creencias limitantes. Surge de la experiencia de auto-reflexionar acerca de nosotros mismos, conocernos y saber que queremos y que no queremos para nuestra vida.
Implica el desarrollo de la escucha hacia fuera y hacia dentro; como así mismo el aprendizaje de los diferentes sentidos que como observadores otorgamos a los mensajes.
Es no tener la necesidad del aplauso.
Es aceptar y reconocer las limitaciones.
Es buscar permanentemente ser causa y efecto de lo que nos ocurre.
Es hablar con la mente/corazón en la mano; de forma oportuna, directa y activa.
Es sacar la cabeza del hoyo para mirar al mundo sin temor de ser juzgado.
Es reír como un loco y llorar como un niño, sin escondernos de los demás.
Es aceptar el desafío de ser UNO MISMO, y no lo que quieren los demás.
Es pedir apoyo o ayuda sin sentirnos desvalorizados por ello.
Es entender que la violencia o la imposición es una herramienta de la inseguridad.
Es tener la respuesta justa a la pregunta ¿ Qué voy a hacer con tanto cielo para mí?
¡Volar!
Chuchi González

5 de mayo de 2011

10 meses de una muerte concurrente…

Uno convive con la muerte a diario, pero en la transparencia en la que nos manejamos no la notamos, o si la vemos la ignoramos creyendo que será la muerte de otro, nunca la nuestra ni la de ser un ser querido.
A diez meses, ayer, de la muerte de mi papá, imagino que el tiempo me concedió el tributo de acelerar las agujas del reloj, y hacer que todo pase más rápido de lo habitual. Como si un soplo de aire fresco y huracano me hubiera sorprendido durmiendo, y el dolor de la pérdida sin alas, se hubiera volado.
Diez meses que transcurrieron en un abrir, llenarse de lágrimas, y cerrar los ojos.
Diez meses de tragar saliva y apretar la mandíbula; y hasta a veces los labios inferiores.
Diez meses de repetirse la mente necia “no lo puedo creer.”
Diez meses de ver fotos de la familia y sentir una justicia imperfecta, un ahogado grito de desesperanza.
Diez meses de extrañar en silencio pleno y formal las mieles de unos que me guiñaban y sonreían con complicidad.
Diez meses de una constante búsqueda de una respuesta, que todo mi ser sabe que no existe.
Diez meses de evocar detalles cotidianos, que antes parecían superfluos.
Diez meses de acariciar un inmenso vacío.
Diez meses de contar meses.
Diez meses de días lluviosos, soleados, e intempestivos arranques de tristeza desoladora.
Diez meses de leer cartitas y repasar el diseño de su letra.
Diez meses de saber que no existe más el hombre que fue mi papá.
Diez meses de sonreír hueca.
Diez meses de sangrar en soledad un sentimiento íntimo y personal.
Diez meses de saber con certeza, que aún peor que la muerte, sería el hecho de no haberlo conocido.

                                                                             Chuchi González

26 de abril de 2011

Intolerancia al salmón

Somos diferentes. Vos, yo. Y ellos. Todos. Ninguno somos iguales. La diferencia radica en la particular forma de observar la vida, en la marca inscripta al nacer ese día, a esa hora, en ese mes, de esa madre, de ese padre, en ese lugar geográfico, en ese contexto político-económico-social e histórico. Nadie coincide con perfección en ese momento. Eso ya nos define como seres únicos. Crecemos y coincidimos y en el afán de ser más, contamos los puntos que tenemos en común y gritamos: BINGO!, pero apenas es una LINEA. Las diferencias nos definen; no las similitudes. Pero igual hacemos caso omiso, y seguimos creciendo; juntando como estampas o “figuritas difíciles” a los que más se parecen a nosotros; y ¿a los distintos? los alejamos; los corremos, los rechazamos, con sonrisas o repudio, con gestos amables o indiferencia, pero en el fondo, el resultado es el mismo: es apartar, orillar, empujar fuera de nuestro dominio a todo aquel que suene, vista, piense, diga, o escuche diferente a todos nosotros que somos iguales; y que por ello tenemos la RAZÓN, y la VERDAD. La única e inevitable VERDAD COSMICA.
Y surges, y nadas, a contra mano, como el salmón; descansando en huequitos perdidos en el camino, a reflexionar sobre tus acciones, y emociones, y miras, y todos para el norte, y vos para el sur. Y quieres hacer amigos, y de repentes dices ¿ por qué no? La diferencia es una oportunidad para el aprendizaje; y sonríes y nadie devuelve el mismo gesto. Algunos se asustan, otros te insultan palabras sin sentido. ¿Qué ha pasado?
Ha salido el sol, después de la tormenta de la intolerancia. Intolerancia al Salmón, a los que van contra corriente, a los que piensan o actúan distinto ¿ por rebeldía? ¿por pensamiento? ¿ por cultura? ¿ por amor? ¿ por ideales?
Por lo que sea. ¿ Qué importa la razón? ¿Es necesario conocerla'? ¿Será acaso que si conozco la causa y me hace sentido, entonces pueda aceptarlo? y si fuera así ¿ Sería verdaderamente aceptarlo?.
La intolerancia es el cáncer de la sociedad. Todos la sufrimos. La propia y la ajena. Y la de los gobernantes. La intolerancia colectiva es la contaminación de las relaciones, de los vínculos. Es la voz que grita: “Lo que yo digo es la verdad, lo que tú dices no es válido”, la que a las carcajadas señala a los otros por sus diferencias físicas, la que riñe en las escuelas, la que golpea a las mujeres, la que prostituye a menores de edad, la que esclaviza a los ancianos.
Yo sé cómo son las cosas, a mi nadie me va hablar acerca de como tengo que pensar, o amar, yo ya sé lo que tengo que saber, ¿ quién puede enseñarme algo a mí? ¿ a mí? Yo que la pase de todos los colores; yo que viví muchos años, yo que tengo mucha experiencia. Pero por favor, a mí nadie me dice nada.
La intolerancia es la capacidad de estar cerrados de mente y alma frente al corazón de los otros; la que no sabe “respetar” aunque  hable de respeto, y se enorgullece del respeto, sin darse vuelta a mirarse por dentro y preguntarse ¿ qué es el respeto?
Porque el respeto es más que no decir malas palabras en una reunión de trabajo, o quitarse los mocos con los dedos, o masticar con la boca abierta, no interrumpir cuando otro hablar, no insultar cuando alguien me agrede, no pedir perdón cuando cometo un error. Respetar es aceptar a mi prójimo como diferente, legítimo y autónomo.
Reconocerlo es mirarlo con los ojos del alma y abrir los brazos sin temor a que va a arrebatarme mis ideas o mis creencias.  Entender que  lo contrario también me complementa. Me enseña que hay otras miradas, otros ojos que ven universos que no alcanzo a distinguir desde mi pequeño mundo personal. Que puedo vincularme desde el amor para generar más amor y aprender y seguir creciendo.
Pero la Intolerancia es tan “intolerante” que me agobia, me asusta, me avasalla, me despoja de toda posibilidad de transformarme, y me abruma; me esclaviza a la idea de que todo lo heterogéneo es problemático para mí, porque me obligará a replantear mis doctrinas y paradigmas y eso tal vez, puede resultar doloroso.
“Descender de los barcos, es un forma más de descender”
Chuchi González

8 de abril de 2011

El tamaño ¿Importa?

¿Cuántas veces te has preguntado si el tamaño importa? ¿Muchas? ¿Pocas? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Diez? ¿ O eres de esas mujeres que prefieren no preguntarse para no tener que confrontar con el resultado?
Yo me lo he preguntado muchas veces. Podría decir que casi a diario en alguna época de mi vida; y  ahora entrada en mi adultez invernal, de cerezas y carnavales lejanos; recargada en mi soledad muleta me lo sigo preguntando en eventuales ocasiones. Dos por tres  - llueve dicen en Argentina- me cuelgo de una nube del pensamiento y lanzo la estocada retórica ¿El tamaño importa?
No me da vergüenza o pena – como se dice en México- preguntármelo, ni preguntarle a otras mujeres, aunque la mayoría de ellas, suelen responderme con una sonrisa cómplice, permisiva, con un dejo de “resignación*”.
 *(Léase que en mi mundo y en mi blog resignación es un estado de ánimo generado por el hecho de resistir lo que está ocurriendo o sucedió; es la fuerza impuesta como bloque para “no aceptar” eso que pasó; y se inspira en los frentes de lucha de lo que se puede cambiar; por ejemplo “resistir una interpretación en lugar de re-diseñarla”, nos paramos en el contexto “y que se le va a hacer, es lo que hay”, “ más vale malo conocido que bueno por conocer” ( ¡ Ufff! ¡que horror!)
Tal vez por eso ellas tienen pareja, y yo no; llegué algunas veces a pensar. ¿Seré demasiado exigente? Sé es o no exigente. Quién lo es lo es en todas las áreas de su vida. ¿Demasiado? Una palabra tan relativa como el resto.

Y aunque el mundo masculino se ponga en mi contra; yo creo llegar a la resolución del problema, desde mi particular observador.
El tamaño; Señoras y Señores, para mí NO IMPORTA.
Por el tamaño, lo conoceréis, eso no me cabe duda. Y aunque resulta tajante con mi discurso, las experiencias de mi vida me lo demostraron.
¿Qué creencia errante nos hace creer a las mujeres lo contrario? ¿Será nuestro  ególatra afán femenino, ese mismo que nos hace pensar que con “nosotras” las cosas serán diferentes? ¿En qué cuento aprendimos semejante idea?
¿Acaso no nos alcanza con las experiencias de otras mujeres? ¿ y sus caras insatisfechas, frustradas, amargadas, deprimidas?
El tamaño, NO importa. Tú lo sabes. Sólo que no quieres hacerte cargo. Porque ello implicaría romper tu zona de confort, tomar las riendas de tu vida, confrontar tu relación, decir lo que no te gusta, pedir lo que deseas, tener la libertad de decir NO, experimentar la soledad, destrozar los sueños que creaste entorno a él, correr el riesgo de ir por más, entender que toda la vida que tienes depende exclusivamente de ti.  Y eso a veces, ¡ASUSTA!
Una mentira es piadosa para el que la dice, pero no para el que la recibe. Una mentira es una mentira. Si él necesita mentir es porque hay un virus en la relación. Y lo que está enfermo cura o muere. Pero si nadie se hace responsable de eso se transforma en crónica.
Si  importa si es pequeña, inocente, ingenua. El lenguaje no es inocente. Una mentira es una mentira.
Quién miente una vez, tiene un registro de posibilidades para volver a hacerlo.
No te calles.

Chuchi González

Coach Motivacional –Escritora 







28 de marzo de 2011

Todas necesitamos a quien amar


Todas necesitamos a quien amar. Todas necesitamos ser amadas. Durante los años que no encontramos a la persona “idónea”, buscamos y concedemos oportunidades. Siempre con la esperanza de que algún día llegue el hombre de nuestros sueños, aquel con quien desde pequeñas hemos soñado. Muchas veces la espera es larga y llena de tropiezos. Pero no perdemos la esperanza, porque en algún lado estará él, también buscándonos…
Durante muchos años las mujeres vamos tras ese ideal de amor que la sociedad nos prometió que encontraríamos y que además nos pertenecía. Cuando estábamos solas nos decía “ya va a llegar el hombre indicado”; y presa en la fantasía de la certeza de que así sería nos hemos embarcado en muchas o –pocas- relaciones, pretendiendo descifrar si ese otro era o no el indicado.
Algunas quizás comenzamos el viaje con requisitos previos fundados en creencias, costumbres o mandatos familiares.
Un hombre indicado es profesional, tiene un buen empleo, y adora a su madre. Otras veces, un hombre indicado es un hombre tierno y cariñoso con los sobrinos; gusta de la lectura, la vida familiar, y hace deportes. Para otras, un hombre indicado es trabajador, apoya en las tareas de la casa, romántico, discreto, y conversador.
Sea cuáles sean nuestras brújulas nos hemos lanzado a la mar del amor, “intentando” dar con ese otro que nos faltaba. Pues si “ya va a llegar” es porque de alguna u otra forma tenía nuestra dirección. De alguna manera sabía de nuestra existencia. Tal vez, en su memoria celular trae algún recuerdo de nosotras, o un chip incrustado en las vertebra s cervicales con una foto nuestra.
No interesa “el cómo”, lo importante es que “ya va a llegar”. Y así, supimos sumar nombres a nuestro inventario amoroso, apodos, recuerdos, malos momentos, tristezas, sufrimiento, perdones, arrepentimientos.
En la espera del hombre “indicado”, todas hemos sabido arriesgarnos, atravesar situaciones dolorosas y salir de ellas airosas. ¿Airosas? Nunca se sale “airosa” del amor y sus entuertos. Siempre un raspón, un moretoncito, una raspadita nos deja.
Pero a la espera del “Indicado” igual seguimos batallando, combatiendo, y llorando. ¿Cuándo llegará? Porque hemos de saber que cada oportunidad con voz masculina que destella mariposas en nuestro vientre, para nosotras es “el indicado”.
Y cuando al cabo de un tiempo resulta ser una mala copia, la desilusión es tan abrumadora, como la espera, “la espera vana” como decía TS Eliot.
¿Qué esperamos? ¿Qué deseamos encontrar después de todo lo que hemos conocido? ¿Aún quedarán esperanzas nuevas? ¿Mentiras que no hemos escuchado? ¿Olores de pieles diferentes? ¿Finales alegres? ¿Más finales? ¿Incomprensión?
¿Qué más estamos esperando? ¿Y si el “indicado” era cualquiera de esos que pasó sin gloria y con mucha pena? ¿Por qué no pensar que “el indicado” podría haber sido cualquiera de ellos?
Todos necesitamos alguien a quién amar, desenfrenados buscamos a ese “ser”, que haga que nuestra presencia en el mundo tenga un matiz diferente.
Todos necesitamos alguien a quién amar; y en la escasez de ese “alguien”, nos enredamos, aprisionamos y permanecemos con cualquiera que nos dé un poco de calor. No quiero que resistas lo que lees, no digas “yo no, yo soy distinta”; porque de nada sirve la resistencia. Todos alguna vez nos aturdimos de soledad, y nos conformamos con alguien que nos dé un poco al menos.
Desilusionadas por no conocer al “indicado”, pensamos “esto es lo que hay” y lo tomamos, y aceptamos las reglas del juego, aunque esas reglas no se hayan establecido de común acuerdo. Decimos que “sí” porque tememos que si decimos lo contrario nos quedaremos solas, y todas necesitamos a alguien a quién amar.
Es verdad, despierta. Todos necesitamos a alguien a quién amar. Pero “amar” no es la sumisión perversa de los dominantes, ni la victimización de las mujeres abandonadas a sus vidas; amar es mágico, es profundo, reverente, exigente, y estimulante.
Todos necesitamos a alguien a quién amar, pero no a cualquiera; porque la química se enciende o se imagina; y en éste último caso, siempre habrá un amor unilateral.
Todos necesitamos a alguien a quién amar, es verdad, empieza por ti. Tú eres la indicada; tú eres quién debe llegar a tu vida, a tus sueños, tus temores. Tú eres la persona que durante tanto tiempo has esperado.
¿Cuánto tiempo has vivido ajena a ti? ¿Cuántos? Muchos, seguramente. Vivir con nosotros mismos no es sinónimo de auto-conocimiento; sólo es señal de que no podemos separarnos.
Tú eres ese alguien a quién amar, disfruta de ti; de quién eres, y conócete; para que cuando sea el tiempo de las parejas, puedas darle al otro “una versión en excelencia de quién eres”; tal vez así, los hombres que se acerquen a ti, sean hombres que a través de la comunicación y la entrega mutua, sean los indicados

Todas necesitamos a quien amar, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.

22 de marzo de 2011

Co-dependencia y el arte de pender de algo o alguien

La codependencia emocional es una enfermedad que se caracteriza por la pérdida de la identidad. El co-dependiente se encuentra alejado de sus propios deseos, sentimientos y pensamientos. Y encuentra satisfacción fuera de sí mismo, en la experiencia con el exterior. Según el autor John Bradshaw – en su libro- “Volver a la niñez”; un adulto co-dependiente es un adulto que de pequeño no fue satisfecho en sus necesidades; y por lo tanto no sabe quién es. Es un ser que está pendiente y pendiendo de un otro, de una situación o un objeto.
Siguiendo la línea de pensamiento del auto citado; si de “niño” mis reales necesidades no fueron resueltas; es cuenta pendiente se arrastra a la adultez con conductas que en muchas ocasiones sabotea nuestro presente.
La co-dependencia surge en ambientes familiares violentos, agresivos, en dónde imperan las situaciones tensas, estresantes, violaciones a los códigos morales, abusos de diferentes índole, maltratos.
El niño que ha crecido en un ambiente familiar enfermo, lejos de poder crear una vida interior plena, debe atender las necesidades de este entorno, y olvidarse de resolver lo propio.
De esta forma el adulto co-dependiente no sabe “ocupar su lugar” ni “ocuparse de sí mismo” atiende las urgencias y carencias de los demás; pero si se mira al espejo, nada ve reflejado. No tiene conciencia de quién es. Sin la satisfacción de sus primarias necesidades no ha logrado formar un YO SOY.
Si pensamos en adicciones, y comprendemos que en la adicción hay una relación patológica con algo que altera nuestro humor; nos daremos cuenta, que ser co-dependiente es ser adicto también. Y qué se puede ser adicto a cualquier cosa, incluso al amor.
A veces resulta de un romanticismo exquisito ser adicto al amor; sin embargo, lejos está de ser una situación sana. Ver, mirar, respirar a través del otro,¡ qué demencia!, eso de no poder vivir sin el otro ¡qué locura!; se nos ha enseñando tanto a “depender” de los vínculos amorosos, que cuando no los tenemos nos sentimos ajenos a nosotros mismos; sin el otro, no sabemos quienes somos.
Las personas que padecen algún tipo de co-dependencia suelen tener el síndrome de la víctima. Bajo este panorama el co-dependiente es alguien que está paralizado, que es reactivo, que no crea, que es repetitivo, que no genera. Su postura es la inocencia, su conversación tranquilizantes es “yo no fui”, pero pagan precios muy altos por su impotencia. Creen que en todo lo que ocurren nada tienen que ver, no son protagonistas, sino mero espectadores; no forman parte ni del problema ni de la solución, no son fuente ni causa; sólo esperan, arrebatan, toman todo aquello que creen en su interior no pueden crear.
Pender, oscilar, estar colgado, ser clavel del aire, volar en los cielos del otro, subirme a su lomo, andar y no tener sombra, creer que contigo soy y sin ti no existo.
Chuchi González

18 de marzo de 2011

¿Bien-estar o bien-ser?

Si te detienes un instante y observas a tu alrededor, te darás cuenta que hemos comenzado a caminar desde hace ya mucho tiempo por el sendero de una sociedad que nos ofrece un paradigma de vida hedonista e individual; un paraíso de la felicidad absoluta o “le devolvemos su dinero”.
La cultura del bienestar se ha impuesto entre nosotros y desde ella, los seres humanos intentamos crear nuestra vida.
Esta tendencia hacia el “bien-estar” ha impactado en las relaciones humanas y por supuesto, en las de pareja de forma extraordinaria. Hoy en día a todos les interesa estar bien o mejor dicho el “bien-estar”, es la medida con la que se salvan o sentencian los vínculos.
Hoy día no se tolera la mínima frustración, la desdicha es signo de que algo anda mal y el amor entre dos personas es defendida siempre y cuando no nos haga perder nuestro “bienestar personal”.
Por lo general, conquistar todo con rapidez y sin esfuerzo nos genera ansiedad, intolerancia a la frustración y un descontento permanente.
La publicidad llega a nuestros ojos con pociones mágicas para obtener el cuerpo que siempre hemos soñado tener, la pareja ideal y atraer todo lo bueno que queramos a nuestra vida; todo ello en un mínimo de tiempo, sin sudar, sin sufrir y sin esfuerzo. La publicidad nos enseña que con sólo pensar bonito y ponernos en el abdomen una faja vibratoria el paraíso terrenal será nuestro, y si llamas ahora, te dan dos paraísos por el precio de uno.
El “fraude” de la mutilación de los procesos necesarios (conocer a alguien, aprender a comer en forma equilibrada, hacer ejercicio, convivir con el otro, etc) pasa desapercibido frente a nuestras necesidades y urgencias.
¿Y cuál es el problema? Que nos dejamos llevar por nuestros deseos y expectativas de “bien-estar” y no nos preocupamos por el “bien-ser”; enfocamos nuestras fuerzas en alcanzar un estado transitorio, en “estar felices” en lugar de “ser felices” y entonces cuando las circunstancias no son como las que deseamos, la insatisfacción salta presurosa e inquietante para que abandonemos lo que estamos haciendo y elijamos otro camino.
¿Cuántas cosas dejamos pendientes porque no salen como nos gustaría? ¿Por qué no mejor levantarnos de la caída y volver a empezar? ¿Por qué no comprometernos con algo hasta alcanzarlo?
El otro inconveniente que viene adjunto al esquema que estamos viviendo, es el individualismo que supone, puesto que si todos nos preocupamos por alcanzar esa comodidad, cuando no lo logramos “vamos a lo nuestro”, olvidamos que pertenecemos a un vínculo, a una familia, a una escuela, a una comunidad; nos desconectamos del mundo y nos echamos a lamer nuestras heridas, a mirar una y otra vez lo que sucedió, a protestar por lo que no sucedió, a inmovilizarnos en brazos de la queja. Empezamos a creer la historia de que “sólo nosotros importamos”, que el dolor más grande es el nuestro y nos alejamos de nuestro alrededor.
Infinidad de parejas, entusiasmadas con un futuro matrimonio o de convivencia, sostienen que estarán juntos “mientras se hagan felices”, es decir ¿todos los sueños o los proyectos quedan en manos del otro? ¿El amor está sujeto a que cada sujeto haga feliz al otro? ¿No es demasiada responsabilidad? ¿Por qué no nos preocupamos por hacernos felices a nosotros mismos? ¿Y el compromiso de ese amor es tan sólo mientras las cosas sean buenas? ¿La enfermedad y la adversidad quedaron fuera? ¿Cuál es la implicancia que hoy le adjudicamos a la palabra “compromiso”? Parece que estamos frente a una nueva acepción que implica “mientras nos sintamos bien” cuando ya no sea así “partiremos”.
Concebida así la vida, todo se torna peligroso; pues frente a la mínima diferencia, cada quién por su lado. Hay parejas que han durado años pero acaban rompiéndose porque uno de los dos sostiene que “pensaban diferentemente y les gustaba hacer cosas diferentes”. Pero, ¿acaso no somos todos observadores diferentes? ¿No es lo usual que cada ser humano tenga actividades, pensamientos y gustos personales? Quien se separa por estos motivos seguramente busca “perfectas coincidencias”, es consumidor del “amor rosa eterno” y “ los calzados deportivos que se usan 30 minutos y prometen piernas de escaladores”.
El bienestar entendido como un derecho inalienable e irrefutable, confunde el mensaje entre la experiencia y los símbolos.
En la búsqueda enloquecida hacia la dicha, muchas personas desarrollan el verbo “adquirir” para llegar a la “experiencia” (SER) que el objeto representa.
Algunos ejemplos de ello:
Hombres que compran lujosos autos para tener mayor seguridad, autoestima y estatus. Mujeres que se casan porque el matrimonio les otorga seguridad, comodidad, respeto y confianza. Jóvenes que estudian en determinadas universidades porque ese hecho les genera estatus, valor, aprobación. O personas que utilizan determinada marca de ropa porque con ellas sienten “imagen”, respeto, aprobación, y seguridad. Estos son ejemplos de situaciones en las que lo “exterior” es deseado para vivenciar una experiencia, en lugar de “ser” y atraer esos símbolos.
No busquemos ser mujeres exitosas en cargos jerárquicos sin antes empezar a comportarnos como mujeres exitosas desde nuestra intimidad. Reflexiona realizándote esta pregunta: ¿cómo se comportan las personas exitosas? ¿Se cuidan físicamente? ¿Son puntuales? ¿Optimistas? ¿Buscan alternativas? ¡Muy bien! Entonces consideremos comenzar a operar de ese modo en todas las áreas de nuestras vidas.
La experiencia del “ser” debe proveerse desde nuestro interior, si sólo nos adornamos con lo externo, nos conformaremos con un “estado óptimo” que tiene carácter transitorio.
Atrévete a dar vuelta la ecuación: a vivir desde el Ser > Hacer > Tener, bucear en tus recónditas aguas, conocerte y desarrollar las actitudes que te acerquen a las orillas que anheles.
Chuchi González

¿Bien-estar o bien-ser?, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.



2 de marzo de 2011

El duelo de no ser más quién quiera.

Días y días enteros pasé frente al espejo. Mirando el reflejo que la lámina acusadora me devolvía. Lo miré con euforia, con alegría, con pesimismo, con indiferencia, con tristeza inmunizada de ira; con trastornos alimenticios, con falta de amor propio, con desapego, con desdén, con tolerancia, con aceptación, con picardía.
Pude ver esos ojos verdes – marihuana diría Sabina, verdes –como el mar diría Bécquer; grandes y presurosos; coquetos e indiscretos; desenfocados y abatidos; pequeños e indefensos, hinchados y oprimidos; serenos y enfadados; cautos, vengativos; desolados, vacíos, tristes, llenos, secos, mojados.
Pude ver el cabello largo y negro, azabache mortal y ondulante, rojo como flama de fuego, cítrico naranja rebelde, delgado, grueso, lacio, calvo.
Un mundo sin fin, y con fines sucesivos; y sentí un profundo dolor al darme cuenta: ¡cuantas mujeres mueren cada día frente a mis ojos mientras yo nadaba en mi inconsciencia!
Aunque conserve el nombre que me han puesto mis padres, aún pese a que yo me re-nombre; aunque tenga la misma nacionalidad, el mismo número de identidad, algunas idénticas costumbres y gustos que hace un par de años, aunque todos me miren y crean ver a la misma; yo no soy la de ayer. Yo soy otra distinta.
Y es que cada día nazco y muero; me rediseño, absorbo, desecho, me impregno de vivencias, que me modifican constantemente; el primer impacto pasa por mi biología, el resto repercute en mi lenguaje, y en mis emociones.
Yo, claro que soy yo, la de siempre pero cambiada. Me reconozco en el espejo, pero a leguas no soy la misma. Y digo: ¡Ufff pucha, che! – ¿es que ni yo me salvo de cambiar?  Y no. Nadie.
Y aunque certeramente, esta la de hoy, me agrada mucho más que la de antes; no puedo evitar el “lagrimón” que se me escapa cuando me recuerdo. Por qué comprender que no está más eso que siempre estaba ahí, genera una espacio de incertidumbre que perdura hasta que nos adaptamos a lo nuevo.
Frente a cualquier cambio siempre necesitamos de un proceso de adaptación, de lo conocido a lo nuevo-diferente-a estrenar. Y esa aceptación de la pérdida; ese decir “ya no está más eso”, el proceso de elaboración de lo que no está,  es el duelo.
El duelo es el dolor que me produce la pérdida, la ausencia que aquello deja. Y los duelos, que devienen de la palabra dolor; duelen.
Repaso una definición que leí “El duelo es el doloroso proceso normal de elaboración de una pérdida, tendiente a la adaptación y armonización de nuestra situación interna y externa frente a una nueva realidad”
Claro que hay pérdidas, pequeñas pérdidas y grandes pérdidas, pero todas absolutamente todas prescriben una elaboración; una asimilación de que algo que teníamos no está más; y que ahora otra cosas ocupará su lugar, porque siempre el vacío se llena.
A veces un nuevo amor, un trabajo, un viaje, proyectos, un hijo, un hobbies, o con recuerdos, o con sufrimiento, o con resentimiento o con frustración.
Pero es espacio que quedó vacío siempre se llena.
Nosotros elegimos con qué llenarlo.
Y este proceso de aceptar “lo que no está” es un proceso que nos permite crecer internamente. Cuando tomo conciencia de que la adolescente que habita en mí  ya no está más, doy paso a esta mujer.
Llegué a ser quién soy, porque ya no soy quién era. Crecí. Me transformé. Y aquí estoy, merced a todo lo perdido.
Será, acaso ¿Qué por eso dicen que crecer duele?
Chuchi Gonzalez

25 de febrero de 2011

Vacío existencial…

Desde que llegué, lo supe. Todo se había convertido en otra cosa. Sólo mis ojos pretendían ver lo mismo, lo de siempre; y entonces se remontaban en barriletes de recuerdos. Ayer era sólo mío.
Y hoy un escenario excéntrico en dónde cada quién jugaba su juego.
Al principio me inquiete y unas lágrimas se hicieron buche en mi garganta. Luego acepte, y sentí el vacío descender desde el centro de mi cabeza a la vuelta de los dedos de mis pies.
Ahora soy la taza vacía; la que tiene un sentido de ser. Soy vacío que volverá a llenarse con otras relaciones, otros sueños, otras experiencias, otras pérdidas, otras renuncias.
Soy vacío que se vacía para llenarse y vaciarse, una y otra vez.
Me he despertado a la conciencia de que todo es pérdida. Y qué en cada una de ellas, hay una ganancia. Porque existe una posibilidad de crecimiento.
Leí que “madurar” es soltar. Sé que duele soltar lo que es conocido, lo que resulta cómodo, práctico, y placentero. Inclusive duele dejar lo que nos estorba, incomoda o daña.
Soltar es madurar; y madurar es crecer… es estar dispuesto a dejar esos sueños, esos gustos, y darle lugar a otras cosas. Es dejar en el sendero del pasado lo perdido y aprender a vivir con la idea de que todo es una cadena de pérdidas y encuentros; por azar, naturaleza, elección o conspiración cósmica, todo llega para estar y luego marcharse.
Dejar lo conocido y pasar a lo que viene. Despedir las fantasías de lo que queríamos que iba a suceder y aceptar que no siempre sucede. Aprender que podría ser maravilloso si…. pero que también es maravilloso si no….inclusive es maravilloso así como está.
Madurar, de alguna u otra forma es ¿aceptar? ¿dejar de evadir? ¿renunciar a las onomatopéyicas resistencias?.
Madurar es ¿Fluir?.
Madurar es ¿Dejarse ir con lo que sucede?
Madurar es ¿Aceptar el cambio como condición indispensable de nuestra existencia?
Madurar es ¿Comprender que aquellos los de antes ya no somos los mismos?
Madurar es ¿dar un paso hacia adelante sin mirar para atrás?
Chuchi González

17 de febrero de 2011

Defensas emocionales


Yo lo quería de ese modo en que se quiere a las personas que empezamos a conocer.
Yo quería sus grandes ojos negros, opacos, dolorosos, impacientes.
Sus manos vestidas de largos y delgados dedos, que como arado dejaban surcos en mi tierra desparramada en el torbellino de las sábanas celestes.
Sus labios de carne jugosa y el tono de su perezosa voz que arrastraba las palabras como sacos pesados de granos.
Yo quería sus movimientos felinos, sus temblores al dormir, sus cabellos de madejas, su sonrisa adolescente.
Su mundo de ollas de aluminio, sus recetas inéditas, su lengua feroz, el aliento de su sudor.
Yo quería, las noches de telas arrugadas con lunas de manos exploradoras y de estrellas de ojos abiertos y cerrados.
Las mañanas de piernas a la deriva y la humedad arrasando la ciudad de los cuerpos, de los nuestros.
Yo quería sus pestañas acariciando las praderas de mi espalda; sus labios escalando las laderas de mi cuello.
Y la repetida sinopsis de hacer cumbre en el cerro del éxtasis y de un brinco estrellarnos en la quietud.
Yo lo quería. Y él también me quería.
Pero hoy a la distancia no recuerdo bien cuando deje de sentirlo, cuando la madreselva que se expandía por mis adentros sobre mis convicciones y prejuicios, dejó de florecer para devenirse en mustio perfume de nostalgia.
Quizás fue en la pubertad de un septiembre, en que el Amor me halló desvelada, en las sombras de una habitación tan ajena como él, que soñaba avaro, algún sueño que no quería compartir.
Por algún extraño motivo un abismo se había gestado entre nosotros. Siempre absorto en sus pensamientos me regalaba la más dulce de sus indiferencias, yo la más cauta de las paciencias.
Recuerdo la última noche, la ventana de nuestro dormitorio captaba la serenidad de una noche calurosa y tensa. Las ramas del limonero dispersas y expectantes, doblegadas por el peso esclavo de los frutos, parecían entrometerse en la fuga de mis pensamientos desalineados y sin cohesión.
Desnuda, descalza, de pie, con el rostro apoyado sobre el vidrio me dejaba ir, a la vez que giraba mi torso y depositaba sobre él mi mirada plagada de espinas y de incógnitas.
No hallaba la forma, el modo, el coraje de enfrentarlo. Él era difícil de descifrar y yo una simuladora de ocasión.
Su ronquido frágil, sereno, libre, me hería como un cuchillo oxidado y me enfundaba de un calor iracundo.
- Pablo, despiértate, tenemos que hablar! – ordené con un tono tembloroso de soldado novel. Pero el silencio solo se hizo cargo de mis palabras.
- Pablo, amor, vamos, por favor! – supliqué con la verba de un hereje reconvertido. Pero el silencio multiplicado por mi ansiedad, nuevamente se hizo cargo de mis palabras.
- PABLOOOO!.. terminemos esta farsa de una vez por todas – Grité con un timbre áspero y cortante, como el aullido de un animal herido. Pero el silencio, el mismo silencio, se hizo cargo de mis palabras.
Arrasada por la furia que su desdén me legaba me acerqué con la voracidad de una mujer herida y arrebaté las telas que lo cubrían y con la fuerza del descontrol lo sacudí para imputarle un puesto en la batalla.
Y un frío de estatua se impregnó en el líquido rojo de mis venas; las yemas de mis dedos se quemaron en frío seco de esa piel inmóvil; en la rigidez de sus músculos.
Y mis ojos absortos, abiertos de par en par por la sorpresa, se estacionaron en los bloques rectangulares de mármol y granito que encerraban el alma de Pablo.
Se había transformado en una pared. 
Ahora que lo recuerdo, con mucho tiempo de por medio; ya no sé si el muro fue levantado por él; o si yo, en mi afán y en mis tristezas, edifique mi muralla; mi defensa. ¿Para qué? Para que nadie supiera lo que sentía, para cuidar mi zona de confort, para mantener limpio mi jardín de creencias y certezas, para evitar que un extraño sembrase dudas en lo conocido.
Las mismas fronteras que establecemos con los otros, también a menudo las delineamos con nosotros mismos. Nos cuidamos de ser vistos tal cual somos, y pedimos perdón repetidas veces por no ser quienes deberíamos ser, y ahí comienza la batalla cotidiana de la auto-aceptación. Aparentamos una y otras veces más para ser amados, aceptados, aprobados. Y al igual que Pablo encerramos nuestra esencia en una cajita y levantamos entre ella y nosotros una pared.
El verdadero desafío de cada día es ¿a cuántos voy a engañar hoy? ¿Cuántos creerán lo que no soy?
Te propongo que derribes tu fortaleza; que arrojes lejos de ti, todo lo que te separa de tu verdadero interior.
Que aprendas a vivir con lo que a los demás les agrada y disgusta de ti.
Que aprendas a vivir con lo que los demás aprueban y rechazan de ti.
Que aprendas a vivir con lo que los demás aman y odian de ti.
Porque somos un todo, un manojo de miles de inquietudes y miradas; porque ni siendo perfectos lograremos el cariño universal de todos; porque el único amor universal que debemos aspirar es el personal.
Te propongo que tengas límites, pero que des de baja tus barreras; y dejes pasar simplemente el tren de la vida.
                                                              Chuchi González

14 de febrero de 2011

“Think out of the box” … pensar fuera de la caja.

“No alcanza con desear algo,
No basta con intentarlo, 
Hay que seguir una y otra vez
Hasta conseguirlo.”

Chuchi González

Los paradigmas, son construcciones personales y sociales resultado del proceso de desarrollo como seres humanos; en otras palabras, son creencias que adoptamos o generamos a partir de nuestros filtros perceptivos. Un paradigma es equivalente a un mapa mental, o un esquema de la realidad. Una representación de la realidad, una interpretación que hacemos de la realidad a partir de nuestros intereses; desde el particular observador que soy.
Sucede que a menudo los paradigmas, como creencias “de lo que es” pierden su naturaleza de temporalidad y adquieren el status de “certeza”; se arraigan a nuestras costumbres, conductas y hábitos; y dejamos de cuestionarnos o inquietarnos acerca de “cómo podríamos hacer las cosas diferentes”.
Cuando establecemos nexos de “seguridad o certidumbres” con nuestras formas de “mirar” la vida nos instalamos en lo que denominamos “zona de confort”, espacio conocido y desde ahí operamos.
El riesgo de vivir en nuestra zona de seguridad está dado por el hecho de “no innovar o crear nuevas formas de acción.”
Nacemos y crecemos creyendo que “las cosas son como son” y jamás nos planteamos su opuesto, la principal pregunto que surge es ¿Para qué? Y yo te podría contestar que para “descubrir nuevos horizontes”, “para activar la mente”, “para desarrollar la curiosidad”, “para volvernos flexibles”, “para adaptarnos al cambio”, “para aprender a convivir con el cambio” por ejemplo.
Lo cierto es que para mantener los paradigmas de vida nos basamos en dos criterios muy interesantes: LA EFECTIVIDAD / EL CONSENSO
El primer criterio genera una presunción de “poder”; la práctica como criterio de verdad y el segundo criterio crea una presunción de verdad. Sin embargo muestra que hay otros observadores que comportan la misma opinión.
En nuestra sociedad existen mucho “Paradigmas” que influyen, por supuesto, nuestro modo peculiar de observar. No debemos de olvidar que “respondemos al sistema social en el que vivimos”, y por lo tanto “Los Paradigmas” interfieren en nuestra forma de entender el mundo.
Los paradigmas son necesarios para administrar la vasta realidad percibida por nuestros sentidos; pero el problema de los paradigmas es creer que constituyen VERDADES. Si sólo nos hablan de un punto de vista.
Cuando tomamos plena conciencia de que sólo vemos una parte del todo; es cuando comenzamos a sentir un déficit, y surge la necesidad de cambio.
¿Qué te gustaría cambiar de tu vida? No insistas con cosas del pasado, porque ya no se pueden cambiar. Pero ¿Has hecho una lista con esas cosas que quisieras cambiar? Si la respuesta es NO, ¿Qué esperas? No puedes cambiar lo que no “Observas”, sólo se puede transformar aquello que es observado. Si la respuesta es SI, ¿Qué has hecho de diferente para lograr resultados extraordinarios? Si pretendes hacer lo mismo y tener otros beneficios, ya lo dijo Einstein “eso es sinónimo de locura”
Vivimos una vida plena de paradigmas; como dije anteriormente, son necesarios para una mejor y pronta administración de los datos de la realidad. Pero también es necesario, comprenderlos como “creencias” y no principios irrefutables, imposibles de cambiar.
Lo interesantes es ser consciente de ello, de aceptar desde donde nos movemos y actuamos.
Al romper paradigmas, crear otros, y así sucesivamente; esto te llevará a crear en ti una “estructura flexible, apta a los cambios que vivimos en la actualidad” en lugar de sostenes una estructura rígida que no da lugar nuevos pensamientos.
Un buen ejemplo de un cambio de paradigma es el caso del reloj digital; el origen de su invención es suizo, sin embargo la mayoría de las personas creen que es un invento Japonés. Pues el reloj sin manecillas ni engranajes rompía el paradigma de lo que era un reloj para el contexto suizo.
¿Cuáles son los paradigmas en los que estás operando? ¿Puedes identificarlos?
Otro exacto ejemplo es el Paradigma Competitivo; es el que establece un estilo de negociación social y relacional “ganar-perder”; es el resultado del paradigma deportivo; implica que para YO GANAR –TU TIENES QUE PERDER.
Bajo esta influencia nos relacionamos, pensando inconscientemente que siempre tiene que ser así, es el paradigma del famoso “sálvese quien pueda”.
Si vamos por la vida creyendo que para GANAR YO, tengo que vencerte, ¿Qué formas de relaciones crees que podemos crear?, si para ganar YO, tengo que destruirte, mostrar tus debilidades, golpearte en dónde más te duele ¿Qué clase de sociedad estamos creando?
Se confronta a este paradigma el ya conocido GANAR-GANAR, que lejos de establecer una competencia con el otro, sugiere cooperación y contribución. Dejamos de ver un pedacito mezquino para tener una visión MACRO.
El ganar-ganar incluso puede aplicarse en el contexto de máxima competitividad; imaginemos que si tú estás interesado en un proyecto y contigo existen 3 o 4 personas más que persiguen el mismo objetivo; GANAR-GANAR implicaría que no les dejes de hablar, o de pasar la información necesaria, que no busques sus fallas para resaltar tu brillo, que no boicotees sus planes. GANAR-GANAR sería dar de ti lo mejor a cada momento, buscando herramientas innovadoras, nuevas respuestas a las necesidades, salir de las estructuras.
                                                                                                              Chuchi Gonzalez

Texto de Chuchi Gonzalez para http://www.confesionesdesofia.com/

10 de febrero de 2011

Mirar y ser mirado


“Me da tristeza y me trago las palabras,
tengo nostalgia de lo que no sucedió,
y me enamoro si imagino tu mirada,
sutil, desafinada como el arte de tu amor.”
(Chuchi) 
Somos un mar de fueguitos – dijo el poeta colombiano Eduardo Galeano. Pero muchas veces hemos sentido que nuestra flama no calienta, no enceguece ni abriga. La vida nos aporta experiencias para sentirnos menos cálidos, brillantes, potentes. Y nos consumimos a la espera de que alguien nos vea y grite:  FUEGO!
¿Será que necesitamos que nos enciendan? ¿La mirada del otro es el cerillo que nos da vida? ¿Existimos en relación de los demás? Quiero decir, la existencia del otro ¿Da sentido a nuestra existencia?
En lingüística dicen que A tiene razón de ser porque existe B; y C hace lo propio. ¿Estaremos forjados a una cadena universal? ¿Qué implica que nos miren? ¿Qué es mirar más allá de lo biológico?
Mirar es sinónimo de que te eligen. A veces te eligen para no elegirte; de igual forma es un elección.
Quién nos mira nos hace importante. Nos detecta –a veces a tiempo, otras tarde-; nos distingue del resto, nos otorga un individualidad. Nos mira y al vernos, si es la mirada esperada como  el beso del príncipe que descanta- despertamos del letargo costumbrista; nos pone en acción, segregamos endorfinas, saliva, sudor, sueños.
Cuando sucede salimos del standby de la rutina.
Cuando miramos; detenemos nuestra mente alborotada y descubrimos a ese otro que antes parecía  invisible. Nos damos cuenta de que al igual que nosotros, tiene esperanzas y desilusión.
Mírame. Si clavamos los ojos en la nuca del elegido, se dará vuelta. Acaso '¿Sentirá nuestro desesperado deseo de ser visto? ¿Nuestra peculiar idea de ser reconocidos?
¡Ojo! – es una expresión que viene al caso; no hablo de mirar sin mirar, de mirar porque sí. Hablo de lo que ontológicamente sería:
                       “OBSERVAR”= Ver + interpretar.
De los filtros perceptivos que nos llevan a distinguir algo del todo, de los criterios de búsqueda de la vasta realidad que tenemos activados para diferenciar una parte de lo general.
Ese es el milagro.
Mírame. Date vuelta. Por favor y Mírame; descubrí que existo, que no tengo la esencia de un fantasma; que a veces soy más que un número, una dirección, una bonita y frustrada idea.
Mírame.  Mírate. Encontrémonos; de eso se trata. De establecer vínculos que como puentes se enlazan entre los universos que somos.
Descubrí que tú con tu fuego y yo con el mío podemos crear un presente mejor. Que podemos nutrirnos emocionalmente; arroparnos las heridas y manducar momentos especiales.
También podemos hacer chispas, cuando tu opinión y la mía sean encontradas. Chispazos importantes. Chispas rebeldes. O quizás fuegos artificiales cuando entendamos que las diferencias nos unen más que las cosas que tenemos en común.
Mírame.
¿Desde dónde miramos lo que miramos? ¿Y qué observamos cuando nos miramos? ¿Quienes somos nosotros frente al espejo? ¿Seremos una metáfora del reflejo cuando nos enamoramos?
Cuando miramos, nos detenemos; elegimos y hacemos que ocurra. Sea lo que sea que miramos, hacemos que ocurra. Que suene, que se mueva, que brille.
Nuestro peculiar modo de mirar crea mundos y también destruye. Nos aleja, nos separa, nos conecta, nos involucra. Y también nos permite “ser” y dejar de los otros “sean”.
Cuando miramos o nos miran, podemos percibir –acción de todos los sentidos – cual es la inquietud que motiva – del latín motivus: movimiento-  a actuar como actúa; y entonces nos habilita a “comprender” mejor a ese otro.
Y fíjate que como el lenguaje no es inocente usé “comprender” que en sus raíces latinas implica com/n (Unión) y prendhere (atrapar); algo así como comprender “es colgarnos de la misma telaraña”o “compartir el mismo viaje”
Captar la inquietud del decir y el hacer corre el velo de intrigas, juicios infundados, y creencias limitantes que muchas veces nos separan de los demás.
Mírame. Mírate.
                                                     Chuchi González

7 de febrero de 2011

El problema de ser bella y estar sola

Ser una mujer soltera puede suponer un enorme problema. La mujer que está sola, cuanto más tiempo pasa, más presión tiene de la sociedad para casarse y lo que llaman, “estabilizarse”. Si además se es claramente bella, todos tienden a pensar que “algo malo tiene”. Pero algunas mujeres están solas porque así es como han encontrado estabilidad, se han desarrollado, madurado y aprendido a valerse por si mismas sin necesidad de nadie. La soledad ha sido desde siempre musa inspiradora de artistas. Canciones, poemas, cuentos, artículos han sido escrito en honor la soledad. La mayoría de las personas le temen a la soledad; y el resto, viven acompañados por otros, pero igualmente siguen aterrados a este fantasma que lleva nombre de mujer. Y tal vez por su femineidad resulta ser una fragancia incómoda para muchas de nosotras, sobre todo a determinada edad, en la que el contexto social impone su antónimo.
Cuando hablamos de soledad, hablamos de un sentimiento de desamparo o de aislamiento social; un torrente de emociones que genera angustia, tristeza, y frustración a quien la padece. Pero también le llamamos soledad a la calidad de no estar acompañados, es decir de estar “solas”, y muy frecuentemente este “estoy sola” hace referencia a la falta de pareja.
Mujeres de treinta años en estado de “soledad” son proclives a los más intensos ataques de nervios por ganar la batalla contrarreloj. A los 30 años tendríamos que estar “bien” casadas y si no es con al menos un niños, al menos planificando la maternidad. Cuando no ocurre para muchas la vida se convierte en un juego de azar en el que “salvase quién pueda” significa “forzar la flecha de Cupido y llegar a la meta”. Tal vez no sea tu caso, pero ¿cuántas amigas has tenido en estas circunstancias? ¡Al menos una! ¿Verdad?
La desesperación se hace día a día más intensa, y las creencias sobre el futuro se convierten en oscuras predicciones. Si no sólo se está sola sino que además se dispone de un cuerpo bello, se es guapa, sensual, de buen físico, independiente y emprendedora; la desesperanza se vuelve aún más intensa. Pero en el exterior tiene repercusiones aun mayores. Un buen dicho popular dice “Cuando la limosna es grande, hasta el Santo desconfía”, el mundo piensa: “bonita, buena y sola, algo malo tiene que tener”, sacando conclusiones prejuiciosas acerca de su comportamiento, modo de ser, y carácter.
Y lo mismo le ocurre al caballero, las especulaciones son: “tiene ganas de divertirse”.
Parece ser que la soledad – siendo la misma – impacta diferente en el género.
Pero a la lengua popular se le escapa el hecho de que muchas treintañeras y de otras décadas; están solas por “elección y no por obligación azarosa”.
Infinidad de mujeres nos encontramos “solas” sin una relación de matrimonio, noviazgo, o galanes porque hemos considerado nuestro presente como una posibilidad para hacer cosas diferentes. Tal vez hemos apostado por nuestras profesiones, hobbies, o un retiro espiritual en dónde bucearemos en nuestra alma femenina para recomenzar el arte del amor desde una madurez emocional íntima y necesaria.
La soledad no debe ser vista ni sentido como un estigma; ni una posición vergonzosa, sea cuál sea tu circunstancia es tu elección. ¿Cómo? Sí, es tu elección. Si estás sola, es el resultado de tu elección. ¿Cómo? Sí, tu elección.
Sea que hoy quieras dedicarte a tu trabajo, a tus proyectos personales; o sea que quieres tener pareja pero aún no encuentras esa persona con la que coincidir, si estás sola es tu elección.
Si estás sola es tu elección: Si no lo fuera agarrarías a cualquier hombre con tal de tener compañía masculina, y si hasta ahora no lo has hecho, es porque estás más comprometida con tus valores que con “un compañero”. Otras tal vez se enamoren y formen familias sin sentirse realmente atraídas por sus hombres, y sacrifican su satisfacción personal por el precio de llegar a formar una familia.
Te vuelvo a repetir, si estás sola, no sientas vergüenza, es una etapa que tu corazón ha sabido elegir para cimentar las bases de un futuro abundante.
No es necesario que arriesgues tus sueños para compensar las demandas del medio. Tu vida es única. La tienes que vivir tú.
Hasta la próxima, besos en el alma.
Chuchi González.

El problema de ser bella y estar sola, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.


4 de febrero de 2011

Ambigüedades… 7 meses sin papá… 12 meses en línea

Hoy es un día especial en mi vida; tal vez el primer día más contradictorio que he vivido. Sin lugar a dudas lo es.
Hoy mi grito callado, mis lágrimas apretadas recuerdan el séptimo mes de ausencia; de vacío, de brazos inmóviles, de besos sin dar, 7 Meses sin papá. Y la primera imagen que me viene a la mente, es el lecho marrón de tierra con la plaquita que contiene su nombre, su inicio y su final.
También es el día de cumpleaños de mi blog, de mi idea, de mi pasión; un año de aprendizaje  de códigos HTML, de imágenes fijas, móviles, entradas, fondos; y lo que sabía hacer “palabras”.
Entonces comienzo a ver la vida como una moneda y a sus dos lados, una cara de felicidad, de logro personal, de auto-reconocimiento, y otra de tristeza, de preguntas retóricas, de silencios.
Entiendo mejor aún que la vida es todo lo que nos pasa y cómo la interpretamos, y es también esto que ahora escribo. Qué aún cuando nos detengamos a llorar estancados en la misma pena, la vida seguirá fluyendo indiferente sin dase siquiera vuelta para tendernos una mano. La vida no espera. No puede esperar. Su sino es continuar porque de lo contrario dejaría de ser lo que es para transformarse en muerte.
Cuando empecé el blog no imaginé que un año después, tendría esta doble y rara sensación en el alma. De todos modos es la misma que vivo desde hace 7 meses; cuando un ser amado muere, no sólo se transforma su vida, sino que también la de quienes lo rodeaban. Nosotros somos los que deberemos aprender a seguir sin ellos, fantaseando a menudo encontrarlos en alguna persona parecida, una paloma o un rayo de sol.
Son las necesidades del amor – tal vez – que hacen las veces de mensajeros de luz y vienen con simples coincidencias a acariciar nuestra alma herida.
Un año de entradas – y salidas – hemos transitado con mi querido blog; y pese al desaliento, el resentimiento, el dolor, y la frustración; no hemos perdido nunca la brújula.
Hemos sabido seguir en la danza incongruente de la vida, a veces a los pisotones, otras coordinados, y algunas sin ritmo; pero siempre presentes.
¿Por qué será necesario para los que existimos que existan las velas encendidas, las flores agazapadas a alguna foto o una misa o ritual religioso?  Un Intento – sólo eso- de traerlos de nuevo de lo no –retornable; ¿Un recordatorio de que todo es pasajero?
7 meses y 12 meses; todos los meses de una misma vida, de la mía.
Que todo lo que ya no podrás escuchar de mí, sirva para otros que quieran escuchar, que no sepan que decir, o que simplemente inmerso en la curiosidad alguna vez me lean.
Feliz Cumpleaños a ti
Te extraño papá!
                                Chuchi González
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1 de febrero de 2011

Disculpas…

“Me da vergüenza y no se si decírtelo
si se me nota no levanto la mirada
y me derrito si te tengo cara a cara
si te encuentro a solas
vuelvo a creer en Dios.”  (Babasónicos )
¡Te ofrezco una disculpa! escribió en un mensaje de texto, rompiendo mi corazón y nunca más supe de él. Y mis ojos se quedaron clavados en la pantalla del celular a la espera. ¿A la espera? A la espera de la disculpa. Una disculpa es algo. Al menos es más que decir “Te ofrezco una disculpa.” Y sobre todo implica una íntima relación con quién tiene para ofrecerla, y no a quién se le está ofertando.
¿Te ofrezco una disculpa? me repetí hasta el cansancio y proseguí ¿Para qué quiero  yo una disculpa? ¿Para qué la voy a utilizar? ¿Cómo se atreve a irse de mi vida intempestivamente y dejarme “un disculpa”? Es cómo mudarte de la casa de tu ex y dejar por meses una caja de fotos que le recuerde lo felices que fueron alguna vez.
Si al menos me hubiera ofrecido “una grande de mozzarella y jamón con rodajas de tomate y orégano,” el desengaño habría salido airoso.
Así comienza mi intricada forma de observar “las disculpas”. Aquella noche sentí que me había ganado un “comodín” para que en el próximo encuentro – 3 o 5 vidas por reencarnar – yo podría tirar los dados dos veces seguidos  y llegar al casillero de los premios antes que él. Para eso me servía su ridícula necesidad narcisista de esbozar un la no-disculpa
¡Una disculpa! a la una, a las dos, ¿Quién quiere una disculpa?
Según la  Real Academia Española – edición on line – la palabra disculpa es susceptible de tiene dos significados:
  • Razón que se da o causa que se alega para excusar o purgar una culpa. En este caso “se ofrece, se otorga, se da”
  • Pedido de Indulgencia. En este caso “se solicita, se pide”
Si él me había ofrecido algo que “YO” no quería recibir, es porque estaba seguro de contar con un discurso que justificara su ACCIÓN.
Pero aún así, ¿Si él hubo de romper un acuerdo, no estaba en mí el poder de reclamar? ¿Creería él que esto de las disculpas, era sólo decir “disculpas y todo lo malo por arte de su propia magia dejaría de existir?
¡Qué inocente! y ahí descubrí que hay muchos “inocentes arrasando el mundo tras la facilona palabra disculpa.” ¡Cuántas veces la gente dice por decir, sin comprender que el lenguaje no es inocente!
Fue cuando consideré que el libertinaje de uso debería ser penalizado. Para que las personas lograsen hacerse cargo real de sus elecciones, en lugar de excusarse superficialmente de las consecuencias de sus actitudes, y calmar la voz de sus conciencias.
Analizando un poco más, “DIS”-“CULPA” está compuesto del prefijo “DIS”  que implica negación/alejamiento y “CULPA del latín falta o imputación.
Por lo tanto “DISCULPA” refiere  al ofrecimiento de un discurso  - para elo pedidodel - alejamiento o negación de la falta.
Me quedé pensando:¡Cuánta liviandad léxica tenía ese hombre! ¿Por qué habría yo de querer tener amnesia de su agresión? Si hubiera sido consciente de sus palabras, ¿Se hubiera callado? ¡mmmm!
Te ofrezco una disculpa por haber jugado con tus sentimientos, te ofrezco una disculpa por haber traicionado tu confianza, te ofrezco una disculpa por haber roto confidencialidad, te ofrezco una disculpa por haberte mentido, te ofrezco una disculpa por venderte una imagen que no es real, te ofrezco una disculpa por no avisarte que no llegaría nunca más, te ofrezco una disculpa porque pasaron diez años desde la última vez que te dije voy a comprar cigarrillos y no regrese, te ofrezco una disculpa porque la otra noche te pegue más de la cuenta, te ofrezco una disculpa porque te robe tus ahorros, te ofrezco una disculpa porque te sometí a situaciones peligrosas, te ofrezco una disculpa porque no te cuide cuando dije que lo iba a hacer, te ofrezco un disculpa porque nunca te conté que dejé de fumar hace 15 años. ¿Irónico, no?
¡DIS-CULPA! ¡SIN-CULPA! ¡NO –CULPA! ¡Todo bien! ¿Todo?
Cuando alguien te dice ¡Todo bien! te está diciendo ¡Qué todo está mal, pero que no tiene valor para decirte lo que le sucede!
¡Una disculpa! – no sincera – es el maquillaje social que los irresponsables le ponen a sus actos y actitudes. Una bonita forma de “quedar bien.” ¿Frente a quienes? Frente a sí mismos, frente a su deber ser, a su yo ideal. Si uno comete una falta y pide disculpas es “bueno”.
Bondad, habría si tomamos conciencia de que nuestro andar desaventurado “genera consecuencias a nuestro alrededor.” Pero insistir con lo mismo, hacer siempre lo mismo y ofrecer o pedir disculpas es como gritar ¡TIEMPO! segundos antes de que te digan ¡PICA!.
Hay situaciones en la vida, en que uno puede elegir “exculpar” a alguien, pero en otras circunstancias, los actos son indisculpables.
¡Una disculpa, me ofreció! – que mezquino fue hasta el final.¡Me hubiera ofrecido un fin de semana en un hotel spa!
¡Una disculpa! ¿Para que quiero yo una disculpa? Después de tanto pensarlo. Para escribir esta entrada.
                                                            Chuchi González
(Nota de la autora) Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia. El texto es independiente de quién lo escribe. 
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28 de enero de 2011

Auto -Respeto


Cuando se tiene auto-respeto todo es diferente y mejor:
Disfrutas más de la vida, los demás te respetan más, puedes tomar más y mejores decisiones, tener más apoyo, imponer límites, dejar de ser victima de las circunstancias, sentirte más libre, e incluso más amada.
¿Verdad que vendría bien tener un poco más de auto-respeto? ¡Hace maravillas!
Según la Real Academia Española “respeto” deviene del latín “respectus” atención, consideración. Y encontramos varias acepciones para la palabra:
m. Veneración, acatamiento que se hace a alguien.
2. m. Miramiento, consideración, deferencia.
4. m. miedo (recelo)
A partir de estas conceptualizaciones podemos inferir que respeto implica “considerar y apreciar al otro en su calidad de ser humano” pero ¿siempre es hacia afuera? ¿Podemos reivindicar a nuestro prójimo si no lo hemos hecho con nosotros mismo? ¿Cómo podríamos reconocer al otro en su humanidad si no sabemos quiénes somos?
Me pregunto ¿cuántas veces en el año te detienes a reflexionar sobre quién eres, hacia dónde vas y para qué estás en esta vida? Muy existencialista tal vez; pero si no nos observamos difícilmente podremos transcender nuestros errores.
El auto–respeto es un mundo que viene de la mano del auto-conocimiento y de la auto-estima; analizando la palabra implica “auto: uno mismo – respeto: miramiento, deferencia, consideración.
¿Y qué deferencia haces cuando postergas tus sentimientos, tus ideas, tus sueños, por la aprobación o el qué dirán?
¿Qué miramiento tienes cada vez que permites que la agresión de los demás lleve a tu centro?
Auto-respeto significa “considerar mi existencia, darle valor a mi existencia, importancia, interés”, en otras palabras, darme un lugar en mi historia; dejar de vivir a la sombra de mi pareja o familia; brillar con luz propia, en un contexto de interdependencia, aceptando que soy un todo, con virtudes y defectos; y que eso no resta a cuantía a quién soy.
Cuando tengo “auto-respeto” fluyo en mi vida, disfrutando de todo lo que sucede; y comprendo que en la vida existirán situaciones que no son de mi agrado, pero que independientemente de eso existirán, entonces cuando surjan, tendré la oportunidad de elegir como querer sentirme frente a ellas, porque habré aprendido a desarrollar mi libertad personal.
Si tengo “auto-respeto” soy consciente de lo importante que es respetar a los demás; el respeto deja de ser un cliché y se convierte en una postura genuina y generadora de relaciones sanas y exitosas.
No estaré esperando que los demás actúen según mis necesidades, entenderé cuando alguien opina diferente a mí; porque sabré que no siempre pensaré igual que ellos, incluyo de quienes amo.
Cuando tengo “auto-respeto” tengo a la mano la capacidad de elegir en todo momento; y por lo tanto tengo el poder de observar en todo algo positivo. Entendiendo como positivo “una ganancia”, aquello que la experiencia aporta a mi vida. Pues seré una eterna aprendiz.
Cuando tengo “auto-respeto” conozco mis limitaciones y sé pedir apoyo; puedo decir sin drama alguno “con esto sola no puedo” y recurro a otras personas para que juntos lleguemos al resultado deseado.
Cuando tengo “auto-respeto” sé establecer los límites esenciales para no desdibujar mi personalidad, y generar los espacios para mi intimidad.
Cuando tengo “auto-respeto” no me convierto en víctima de las circunstancias, no dejo de accionar por lo que sucede en el afuera.
El auto-respeto me convierte en una persona internamente libre y por lo tanto; no requiero poner en manos del azar o de otras personas mi satisfacción y mi felicidad; así puedo vivir plena y en equilibrio. Mi comunicación con el mundo será asertiva, pues no estaré proyectando mis temores o carencias.
A través de mi auto-respeto tendré la capacidad de dar espacios y conductas de amor espontáneas y reales a quienes me rodean, pues en mi auto-valoración puedo comprender la importancia de la existencia del otro.
Autor: Chuchi González.

Auto-respeto, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.

24 de enero de 2011

Una nueva posibilidad... 2011

Comenzó el año, con nuevas ilusiones, nuevas expectativas, nuevas resoluciones y nuevas metas personales.
Puede ser un año especial, o sólo un año más que añadir a la lista. Puede ser un año de objetivos alcanzados o un año más de estancamiento personal. Hay cosas que pueden influir este año, pero al final todo depende de nosotras mismas.
El almanaque ya dejó caer otra de sus hojas, inaugurando un nuevo año. El 2011. Es bastante distinto a lo que soñamos de niñas; el 2000 con autos intergalácticos, robots mascotas y ropa de aluminio, aunque en algunos aspectos la tecnología ha logrado hacer realidad esas fantasías.
Cada año nuevo es iniciado con muchas expectativas y deseos de que sea mejor que el que acaba de partir. Una lista de promesas y objetivos solemos escribir o cargar en la mente. Empezaremos con mucho entusiasmo, pero al cabo de unos días, ¿qué pasa? Nada ha pasado de diferente. Sólo hemos sumado más pendientes a nuestra existencia. El bendito y venerado año nuevo, sigue siendo exactamente igual. Mi hermana menor suele quejarse de eso. No ha cambiado nada. Nada mágico ha sucedido. Los problemas del año pasado son iguales a los de hoy. ¿Qué hacer?
En principio reconocer y aceptar que “nada mágico” sucederá si no opera en nosotras mismas un cambio. Que un calendario gaste a diestra y siniestra sus fechas “no hará que nuestro problemas se resuelvan,” cada quién deberá atender su juego.
La renovación anual debe ser una oportunidad para brindarnos a nosotras mismas y a los demás; para repasar lo que hemos ido generando en el año y las lecciones aprendidas; y si algo no nos “gustó” cambiar el rumbo.
Debemos cambiar desde la conciencia y la responsabilidad; entender que los objetivos que nos hemos establecido son importantes para nuestras vidas; y que la mayoría de ellos si aun no se han cumplido es por simple falta de perseverancia.
Y atención, mira con cautela tu lista; pues habrá objetivos que no son probables de realización porque no depende de tu 100%. Me refiero que si te pones como objetivo “casarte con Brad Pitt”, bueno cariño, sabrás que no pasará nada.
Los objetivos que debemos trazarnos en la vida son metas hacia dónde vamos a dirigir nuestras fuerza, esfuerzo y ambición. Deben responder a la pregunta: ¿Qué quieres? Y de tu respuesta depende toda tu experiencia.
¿Te ha sucedido que a veces no sabes lo que quieres? Si no sabes lo que quieres, ¿cómo crees llegar? Mejor aún, ¿a dónde crees llegar? A cualquier lugar.
La elección de objetivos y la falta de ella, es igual que estar en un automóvil y conducir sin dirección alguna; llegaremos a un sitio, pero será cualquier sitio. Algunas se sentirán satisfechas de llegar a algún lugar, otras inquietas. Todo depende de nosotras.
A medida que nos trazamos objetivos, las fuerzas crecen o decaen; la mayoría de nosotros no llega a su cima personal porque en el camino se compromete con otras cosas.
Si tu misión el día de hoy es “hacer la dieta tal cual te fue planificada”, verás… en el desayuno haces lo indicado, y camino a la oficina, el tráfico, y una breve discusión con tu pareja; llegas diez minutos tarde –aunque hayas salido con suficiente antelación- te llaman la atención; llegas a tu escritorio con una sensación de injusticia: “tú no tienes la culpa del tráfico”, “tú no tiene la culpa de que tu pareja haya mal interpretado un comentario”, “tú no tendrías porqué haber sido objeto de ese reclamo por parte de tu jefa”. Sigues con tus actividades, pero esas conversaciones internas te recuerdan como en carteles de neón que “tú has sido en la mañana de hoy injustamente tratada” y ese juicio dispara otros, “recuerdas que tus parejas no te han valorado nunca”, “que la jefa se queja, pero siempre te quedas después de hora”, “que nunca cobras horas extras”, “que hace dos años no faltas y trabajas inclusive sábados y domingos”, “ que aquella noche cuando él llegó con aliento alcohólico no dijiste nada”- en eso suena un teléfono, te distraes, sientes frustración, pasa el “joven” de los pasteles y te encargas uno. ¿Por qué? ¡Estás a dieta! ¿Por qué no?
Todo el contexto exterior modifica tu interior; te has dejado tragar por el mundo; podrías soportar lo mismo, pensar incluso lo mismo, y aun así no perderte de tu meta: hacer la dieta como te fue diagnosticada.
Sin embargo a diario nos distraemos de los objetivos; queremos ir para A y terminamos en Z. ¿Por qué? Porque hacemos más importante a los factores “distractores”.
¿Cuáles son tus distracciones diarias?
Empieza a eliminar esas fuentes que te roban energía, la energía que requieres para llegar a dónde te propusiste. Aunque parezca ingenuo hay muchas distracciones. Tienes que concentrarte en llegar a tu meta.
Las conversaciones por teléfono con amigos, el enojo, la tristeza, las odiosas comparaciones, el internet, las redes sociales, la comida entre comidas; los juegos electrónicos, la televisión, la angustia, son algunos de los tantos factores que nos sacan de foco.
No podemos esperar a que ellos desaparezcan para arribar a dónde queremos. Debemos cultivar nuestro compromiso y voluntad.
Haciendo esto, al finalizar el año que ahora hemos comenzado, podremos sentirnos satisfechas con el recorrido. Este año que ahora comenzamos es una nueva oportunidad para seguir siendo plena y en libertad.
Año Nuevo… una nueva posibilidad, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.