Desde que no estás más en mi vida, todo se ha tornado de profunda ausencia. Dicen que es natural, que así es la vida; pero ya sabes es lo que tienen que decir, son frases repetidas de “consuelo” que la gente guarda en sus agendas para cuando llegue el tiempo de consolar. Pero a mí nada me consuela. ¿Para qué?. Según la Real Academia Española “Consuelo” significa descanso y alivio de la pena, o descanso de la fatiga que oprime el ánimo. Y no busco nada de eso, por el contrario, día con día intento acercarme más al tronco del dolor, al ojo mismo del sufrimiento. He elegido que sea así. Remontarme en la tristeza como un barrilete herido, al que le falta una parte, la cola que agitaba alegremente cuando estaba completo, que a fuerza de luchar contra el viento sigue navegando en la nada, con esfuerzo, desfallecido sus colores, y sin embargo sigue. Pues he logrado comprender que sólo golpeando la cabeza en dónde más duele se puede internalizar lo que se ha perdido y que a su vez todo corre peligro, aún cuando todo brille de calma aparente. En estos tres meses de tu no existencia, yo me he metido en mi misma, y de vez en tanto salgo a la tierra, me rio un rato, comparto algo con amigos y me meto en la cueva, a madurar tu no regreso, nuestro fallido encuentro, nuestro nunca más.
He erigido como altar a tus recuerdos una plazoleta en el medio de una calle que tiene una fuente simple, de la que emerge agua a borbotones, fresca, fuerte, relajante; mi corazón ha querido transformarte en algo que fluye, que no se estanca. Yo sé que nada de lo que diga, llore, grite, piense, o rece te alcanza. Sé que sólo vives en mí. Que yo soy la que una y otra vez, recurrente va y viene hacia vos. Me pregunto ¿por qué algunas personas mueren antes que otras? Mamá me dijo algo al respecto, de un autor con una orientación biológica “vivimos mientras exista coherencia entre nuestro cuerpo físico y el medio ambiente,” no lo entendía, pues siempre se nos han inculcado tanto valor a la vida, que creo que creemos que “debe vivir quién es buena persona, luchona, digna, que no hace daño adrede, que no estafa” ¿Entiendes? perdón ¿Me entiendo?, y esa respuesta de mamá es tan simplista, tan a-moral.
Es como poder captar la neutralidad de los hechos, los datos de los juicios hacen el resto de nuestros circos mentales. Una vez dije, cuando uno comienza a adentrarse en la simplicidad de las cosas, la vida emerge sin maquillaje, sin romanticismo, con menos brillo; pero no por ello menos vida.
Hoy comprendo nuestra inocencia, ingenuidad y sobre todo “la energía de resistencia” que elaboramos para no soltar “lo que ya no tenemos” ¿Es increíble, verdad? ¿Cómo podemos vivir aferrados a lo que no tenemos? ¿Cómo podemos seguir apegados a lo que no existe? ¿Cómo pretendemos no perder lo que ya se perdió?
Dicen que los seres humanos somos complejos. Lo dicen los mismos seres humanos. Pero eso es resultado de la educación que hemos recibido a través de los siglos. ¿A quién se le habrá ocurrido cultivar en nosotros tantos enredos mentales?
Resistir a perder lo que ya perdimos, lo escribo y me resulta gracioso.
Todavía siento el con-tacto de mi mano izquierda sobre tu antebrazo hace dos años atrás en la mesa del comedor. Y te veo guiñándome el ojo con picardía. Tu cara despidiéndome en la terminal de ómnibus de Rosario cuando iba a Buenos Aires. Y la última vez que nos despedimos en el aeropuerto.
Siento un enorme vacío. He tocado fondo. No sé si voy a emerger o si me voy a quedar acá para siempre. Soy como una biblioteca a la que le han quitado una estantería y ha quedado medio chueca.
…Yo soy tu sangre, mi viejo…viejo mi querido viejo te extraño!
La Negra