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29 de noviembre de 2011

Apestada

Estoy en cama. Sola. Ratones paranoicos abstenerse. Con la nariz congestionada por una multitud de mocosos líquidos amarillentos; los ojos henchidos como la mirada de los sapos en un lago, la piel seca como la lija sádica que acaricia la madera; el pelo abierto como un libro por la mitad-paralizado en algún capítulo que se resiste-; la garganta roja, inflamada, y el pecho cantor de una tos de perros, gatos. De tanto sonarme la nariz, traigo irritación cutánea,los nervios de puntas – me he vuelto más sensible a todo y todos-;he roto mi transparencia en materia de salud; y heme aquí esclava.
Mensajes metafísicos y cientificistas van y vienen desde mi BlackBerry y Facebook. Algunos creen que es la nostalgia, el virus en cuestión; otros el cambio de clima. Y pienso, ¿ Para qué sirve saber la causa? ¿ Cambia el resultado? ¿ Cesa el catarro profundo de mi garganta con arena?
Quizás para el futuro conocer el desencadenante del problema sirva para elevar las defensas, pero ahora no; o ahora sí; convivir cinco días con alguien que traía un virus me apesto. Entonces me doy cuenta de algo poderoso y enriquecedor; cómo convivir con gente tóxica enferma nuestra existencia. Voy más allá de la gripe propia del inicio de estación; reflexiono en todo lo que apesta.
Hay mucho de apesta. Enferma, destruye y mata.
Por eso desde mi morada dedico esta entrada a todos los que apestan; a los que ni siquiera se aguantan a sí mismos.
Hago entrega y mención especial de “Post apestoso” a
  • Los que hacen de cuenta que la vida de los demás les importa y sólo ven por sus intereses personales.
  • Los que se escudan en los defectos de los demás para purgar sus culpas.
  • Los que venden imagen de correctud y sangran vicios y malicia
  • Los doble caras
  • Los que castigan por celos e inseguridad
  • Los que abusan de la generosidad de sus prójimos
  • Los que ofertan ilusiones ajenas
  • Los que arrebatan, usurpan o plagian ideas improvisadas
  • Los que se hacen rogar, y esperar para sentirse importantes
  • Los que juegan con las necesidades de las personas
  • Los que sicopatean con filosofía barata  los corazones
  • Los que rompen acuerdos con la misma mano con que los sellan
  • Los que desaparecen sin dejar rastro
  • Los que dicen “Gracias” queriendo decir “Me lo debes”
  • Los que dicen “ Mañana, luego” queriendo decir “Nunca”
  • Los que se meten en la vida de los demás por la lateral, sin pedir permiso y con cara de “yo no fui”
  • Los que basan sus discursos en calumnias
  • Los que llevan y traen y al fin de cuenta no se hacen cargo de nada
Para todos ustedes envíen desde su celular un mensaje de texto con la palabra VIDA y ocúpense de la propia, que de tanto pregonar HUMILDAD – se les nota- que no saben que significa.
“Humildad consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento” – Virtud diametralmente opuesta para Madame Perfección -
                                                          Chuchi González

22 de marzo de 2011

Co-dependencia y el arte de pender de algo o alguien

La codependencia emocional es una enfermedad que se caracteriza por la pérdida de la identidad. El co-dependiente se encuentra alejado de sus propios deseos, sentimientos y pensamientos. Y encuentra satisfacción fuera de sí mismo, en la experiencia con el exterior. Según el autor John Bradshaw – en su libro- “Volver a la niñez”; un adulto co-dependiente es un adulto que de pequeño no fue satisfecho en sus necesidades; y por lo tanto no sabe quién es. Es un ser que está pendiente y pendiendo de un otro, de una situación o un objeto.
Siguiendo la línea de pensamiento del auto citado; si de “niño” mis reales necesidades no fueron resueltas; es cuenta pendiente se arrastra a la adultez con conductas que en muchas ocasiones sabotea nuestro presente.
La co-dependencia surge en ambientes familiares violentos, agresivos, en dónde imperan las situaciones tensas, estresantes, violaciones a los códigos morales, abusos de diferentes índole, maltratos.
El niño que ha crecido en un ambiente familiar enfermo, lejos de poder crear una vida interior plena, debe atender las necesidades de este entorno, y olvidarse de resolver lo propio.
De esta forma el adulto co-dependiente no sabe “ocupar su lugar” ni “ocuparse de sí mismo” atiende las urgencias y carencias de los demás; pero si se mira al espejo, nada ve reflejado. No tiene conciencia de quién es. Sin la satisfacción de sus primarias necesidades no ha logrado formar un YO SOY.
Si pensamos en adicciones, y comprendemos que en la adicción hay una relación patológica con algo que altera nuestro humor; nos daremos cuenta, que ser co-dependiente es ser adicto también. Y qué se puede ser adicto a cualquier cosa, incluso al amor.
A veces resulta de un romanticismo exquisito ser adicto al amor; sin embargo, lejos está de ser una situación sana. Ver, mirar, respirar a través del otro,¡ qué demencia!, eso de no poder vivir sin el otro ¡qué locura!; se nos ha enseñando tanto a “depender” de los vínculos amorosos, que cuando no los tenemos nos sentimos ajenos a nosotros mismos; sin el otro, no sabemos quienes somos.
Las personas que padecen algún tipo de co-dependencia suelen tener el síndrome de la víctima. Bajo este panorama el co-dependiente es alguien que está paralizado, que es reactivo, que no crea, que es repetitivo, que no genera. Su postura es la inocencia, su conversación tranquilizantes es “yo no fui”, pero pagan precios muy altos por su impotencia. Creen que en todo lo que ocurren nada tienen que ver, no son protagonistas, sino mero espectadores; no forman parte ni del problema ni de la solución, no son fuente ni causa; sólo esperan, arrebatan, toman todo aquello que creen en su interior no pueden crear.
Pender, oscilar, estar colgado, ser clavel del aire, volar en los cielos del otro, subirme a su lomo, andar y no tener sombra, creer que contigo soy y sin ti no existo.
Chuchi González