27 de agosto de 2010

Los cuentos que me contaron...

Mirando la nada absoluta de la página en blanco, empecé a viajar hacia el pasado; a un época en la que mi ser era fértil a las creencias que los otros me inculcaban; y yo creía como certeza, no cuestionaba y dejaba mis verdes profundos absortos ante tan bella verdad que supongo creí en el futuro utilizaría a mi favor.
En aquellos años dorados de inocencia y frescura, los adultos de ayer, que siguen siendo los adultos de hoy, me contaron una serie de cuentos fantásticos que a rigor de verdad de haber tenido hijos debería legárselos.
Ahora que lo pienso en este preciso instante, esa fue una de las historias que susurraron. "La Familia Feliz"- un buen esposo y un par de hijos- la realización de mi vida. Me dijeron también que debía hacer la vista gorda a algunas imprudencias de mi amable caballero ya que errar es humano. Que dedicara mi existencia al cuidado de los niños, aunque de grande me iba a arrepentir, porque los hijos con el tiempo se vuelven (nos volvemos) desagradecidos y salen del nido sin aviso previo a buscar donde echar raíces y se olvidan de los padres. Nunca entendí entonces la delicada entrega maternal, la infame actitud de los que pretendemos hacer nuestra vida y la importancia del marido como satélite natural de la familia.
Otras veces me anunciaron que para ser alguien en la vida no me alcanzaba con ser yo y mis circunstancias, que debía ser más que eso, que tenía que estudiar cualquier cosa y lograr un diploma porque así como los hechos dicen más que mil palabras; un cuadrito colgado con mi nombre dice más que cualquier talento. Nunca comprendí para que nos hacen test vocacionales, si cuando la pasión personal es el arte, te invitan a estudiar otra carrera en la que no te mueras de hambre. Con el tiempo descubrí que hubo algún abogado que prefirió manejar un taxi, y algún taxista que eligió ser abogado.
El amor verdadero es "incondicional" pero si vuelves a hacer eso, no te quiero más. Nunca olvidaré que nada es incondicional porque vivimos en un mundo en el que estamos condicionados permanentemente por todo y por todos. Y que el primer condicionamiento al que estamos sometidos es la domesticación cultural. La que hace que elijamos fingir la mayoría de las veces a decir algo que pueda dañar el corazón del otro y la reputación de uno.
Escarbando un poco más en la memoria, me encontré con la fábula del deber ser, uno tiene que lo que los demás digan, pues si nos compartamos de forma espontánea y auténtica algunos nos rechazaran. Primero aprendí, que ser espontáneo y auténtico no significa “hacer lo que se me dé la gana” sin importarme de mi prójimo. Luego vivencié que es mejor ser excluido por otros que por uno mismo.
La belleza es un símbolo de poder, siendo guapa “uno puede conseguir la felicidad”. Ha pasado el tiempo, y pese a que lo he sido, no he conseguido nada a través de ella. Lo físico es un instrumento para andar por la vida, cada quién elije como tener o mantener su carruaje; yo privilegio el mío; pero el combustible de lo que soy me lo da mi fuerza interna, mi capacidad de adaptarme a los ridículos avatares de la vida, la ingenuidad de conmoverme con pequeñeces, la grandeza de sentirme pequeña ante tanta incertidumbre existencial.
Tantas narraciones e historias heredadas, de simples palabras o hechos nos construyen en los seres humanos que somos. Forman parte invaluable de nuestro sistema de creencias, desde el cuál observamos todo lo que habitamos con nuestras interpretaciones.
Hay quienes siguen viviendo los dichos de mamá como irrefutables y algunos otros, hemos decidido “cuestionarlos”, no porque no sean buenos consejos, sino porque son inútiles, es decir no tienen utilidad en el universo personal y particular desarrollado.
Hace tiempo creía que “no arrepentirse de las cosas” era algo muy positivo. Hoy sin embargo, me desperté con la idea de que “arrepentirnos de algunas cosas” es replantearnos luego de la acción, cómo lo podríamos haber hecho distinto, una reflexión post-acción para no volver a dar ese paso en el futuro. Andar y desandar los propios caminos, lejos de hacernos ver como incongruentes, nos revela “inquietos”, y abiertos; con la libertad suficiente de poder elegir y luego decir sin pudor: me he equivocado.

                                                                                                             Chuchi

24 de agosto de 2010

Los inevitables momentos de la Vida

Para Alex quién compartió conmigo su inevitable!


Hoy me puse a pensar en los momentos "inevitables" de nuestras vidas; y hablo en plural porque me he tomado la confianza de pensar en todos esos instantes que tú y yo, nosotros y ellos viviremos, aunque no sea una elección consciente. Quiero decir muchos de esos momentos serán consecuencia de nuestras elecciones; pero hoy no quiero ir tan a fondo y ni profundizar la cuestión. Vamos a hacer de cuenta que esos "inevitables" son requisitos que los seres humanos debemos cumplir para continuar con nuestro peregrinaje de vida. De alguna forma los "inevitables" son eventos de carga emocional negativa que nos asisten a crecer, transformarnos, y hasta MADURAR.
Cuando repasé la lista y observé con gran tristeza que muchos de ellos, ya forman parte "irrefutable" de mi biografía; recordé la fantasía del control, que las personas a veces jugamos; esa ilusión que nos hace sentir seguros y certeros en terrenos inseguros y plagados de incertidumbres. Lo único que tenemos es este instante. Ya lo sé. Lo sabes. Lo sabemos. Pero nuestra mente bailarina da sus brincos de aquí hacia atrás, de aquí hacia adelante, de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás, y poco se queda a disfrutar de las notas del presente.
Sin embargo, los inevitables nos pueblan, constituyen, y acercan. Aunque seamos muy diferentes, en el baúl de los recuerdos, hay varias fotos que nos IDENTIFICAN.

Es inevitable...

...Que nuestros padres mueran

...Que nos dejemos de ver con algunos amigos

...Que nos traicionen

...Que nos hieran

...Que lastimemos a los que más amamos

...Que cada día que pasa nos acerquemos a nuestra propia muerte

...Que algunas cosas no nos salgan bien

...Que existan las enfermedades

...Que haya preguntas sin respuestas

...Que nos enamoremos de la persona equivocada

..Que cambiemos de formas de pensar

...Que nos desilusionemos

...Que rompamos acuerdos

...Que alguien viole nuestra confianza

...Que el amor nos duela

...Que el desamor nos abrace

...Que perdamos tiempo

...Que nos descubramos perdidos, sin rumbo

...Que vivamos demasiadas muertes

...Que sobrevivamos a nuestros sueños fenecidos

..Que no podamos evitarle el sufrimiento a los seres queridos

...Que nos desborde la impotencia frente a determinadas circunstancias

...Que cada quién atienda su juego

...Que los príncipes azules destiñan y las princesas dejen de menstruar

...Que la piel se pincele de grietas

...Que después del invierno llegue la primavera

...Que alguien nos ame

...Que otros nos rechacen

...Que seamos populares en un lugar e ignorados en otro

...Que haya quienes crean que estamos confundidos

...Que no escuchemos a los que nos intentan abrir los ojos

...Que no puede ningún ser librarnos de los errores

...Que el dolor es un guía de aprendizaje

...Que no poseemos el control de nada

...Que el mundo es lo que observamos

...Que somos lo que creemos

Los inevitables momentos de sufrimiento nos han permitido ser quienes somos y quienes fuimos.
                                                                                                                                      Chuchi





22 de agosto de 2010

El dolor de Perder

Mi sobrino de 4 años hace unos meses estaba jugando con un jueguito electrónico y cada vez que pasaba al segundo nivel, se regresaba al primero. Mi mamá asombrada le preguntó por qué no avanzaba, y él le contesto muy honesto: "Porque no quiero perder".
A partir de su respuesta me quede pensando en el perder y en la pérdidas; en que tal vez muchos de nosotros hacemos lo mismo, nos quedamos en el nivel que conocemos de memoria, para no afrontar el riesgo de lo desconocido, el eventual dolor de un fracaso, las heridas que todo cambio incluye en su combo, y nos conformamos con más de lo mismo para evitar hacer otra cosa diferente. Aun cuando estemos hartos de la rutina, cansados de repetir las mismas acciones, agobiados de los idénticos personajes; seguimos jugando el juego conocido para no afrontar el dolor de perder.
Sin embargo, y es casi paradójico, no arriesgar de alguna manera también significa "perder", permanecer en el mismo estado y no evolucionar, significa "perder," porque aunque frente a nuestros ojos no lo veamos, se está sucediendo una serie de mundos que se nos escapan de mano de las oportunidades.
Dicen que hay que estar atento porque las oportunidades cuando llegan suelen golpear a nuestra puerta muy tímidamente; algunos dicen que son tímidas pero otros dicen que lo hacen a propósito, para verificar si estamos despiertos o seguimos inconscientes creyendo que nada cambia si nosotros no hacemos nada distinto.
Y aunque todo en nuestro mundo se quede estático, igual todo cambia. El cambio nos sobrepasa, nos arrasa sin pedir permiso, ni preguntar cómo estamos o que sentimos. La realidad a la que accedemos desde nuestra particular mirada está en permanente cambio, y por ende, nosotros también.
El dolor a perder supongo nace con el sentimiento de apego, herencia cultural de nuestra sociedad occidental. Desde la teta de mamá hasta los amigos del barrio, todo forma parte de nuestro mapa mental, y si faltase algo ya no sería nuestro mapa mental sería algo parecido al nuestro.
Ninguna decoración puede ser relegada, o ignorada, todo lo que tenemos, es tan nuestro que sin eso no seríamos nosotros.
Pero mientras nos dormimos creyendo que todo está en orden, todo está en cambio.
Y día con día estamos expuestos a la pérdida y tal vez porque no somos consciente de ello, ese dolor pasa desapercibido.
Un día que pasa es un día menos de vida, un acercamiento a la muerte. La vista se empieza a perder gradualmente desde los 18 años. Perdemos cabello en la ducha, en el peine, en la cama. En la noche las células se regeneran. Los líquidos se despiden con la orina y el sudor. Los amigos se casan, se mudan, o desaparecen. Esa blusa o pantalón que tanto nos gustaba con el uso, perdió el color. Las parejas después de un tiempo pierden la pasión. Los padres con los hijos pierden la paciencia. Frente a una noticia que no se acomoda a nuestras expectativas perdemos la alegría, las ilusiones, o las esperanzas. Perdemos apuestas, libros prestados que nunca nos devuelven. Calcetines, ropa interior, y hasta la memoria.
Los sueños dorados, los ataques de histeria, el miedo a los exámenes. El amor de quién sería el amor de nuestra vida. La amistad de la infancia. Los recuerdos. Las fotos. Las ganas. Los juegos. Los trabajos. Los seres queridos.
Y tal vez en nuestra inocencia rosa sólo advertimos aquellas pérdidas que caen sobre nuestras interpretaciones como granadas detonadas; como meteoritos que parten nuestro presente en dos.
Cuando Joaquín dijo aquello, recordé todas las pérdidas que en sus cortos años ya había tenido. Y por ser una experiencia dolorosa, traumática, de una insoslayable frustración; tal vez evitamos aunque sea las mínimas, las que podemos manejar, después de todo ¿Para qué seguir perdiendo?
Lo que no es, aunque se haya transformado en algo mejor; implica "pérdida", despojo, vacío, inquietud, incertidumbre, incomodidad. Pues acostumbrados a lo que era, conocíamos los precios que pagaríamos, los riesgos, y "todo estaba bajo control". Frente a lo "que ahora es" todo puede pasar, no tenemos una experiencia de "cómo será" y esa sensación de enfrentarnos a lo desconocido, tensa.
Es que el cuento de hadas de la eternidad nos lo han contado desde niños y en repetidas ocasiones. Lo hemos contado a nuestras parejas, familiares, amigos y mascotas. Todo lo que queremos para nuestra vida, es bendecido por la eternidad. Nunca faltará nada de esto que quiero para mí. Y cuando falta, porque a veces me doy cuenta, que la "muerte" es algo más que un sustantivo. Para eso falta mucho tiempo.
Vivimos muriendo pero creemos que la muerte es "para los otros". Vivimos muriendo pero creemos que nada a nuestro alrededor cambia. Vivimos muriendo pero creemos que siempre habrá tiempo para hacer o decir lo que hoy decidimos callar.
Y vivimos creyendo que no seremos lo suficientemente valientes o fuertes para afrontar ese momento crucial; y por eso sostenemos empleos, relaciones, hábitos; insostenibles porque si se termina esta función; ¿Qué haremos? ¿Cómo sobreviviremos a lo nuevo? ¿Cómo viviré sin el amor de mi vida? ¿Cómo podré vivir fuera de mi país? ¿De mi familia? ¿Sola? ¿Cómo?
Y hasta a veces somos tan necios, que requerimos de la muerta de alguien para advertir que la vida es demasiado seria para tomarla a la ligera. Cuando un ser querido parte, pese a la desazón de su no existencia, de las memorias que guardamos, no hay más nada que hacer que ACEPTAR si queremos seguir con nuestra vida. Pues negar que ya no está entre nosotros, sólo nos enfermará, y desviará del camino. Confrontar día con día que alguien no está es ACEPTAR que todo se ha transformado, y en la internalización de ese suceso, está la madurez.
Más sin embargo, me pregunto, ¿Por qué entonces nos aferramos a lo que nos daña pensando que no podremos sobrevivir a ella? ¿Para qué seguir un matrimonio o un noviazgo cuando sentimos que no funciona, que el amor trasmuto a costumbre, que todo lo que nos une son hechos del pasado? Decimos cosas como: "No podré vivir sin él o sin ella, muero por escuchar su voz o verlo/a, sin él/ella nada tiene sentido". Creo que muchas veces nuestro auto-engaño nos hace ver "nefastos" pero lo peor de todo es que nos condiciona a seguir en la mediocridad.
Las pérdidas son excesivamente dolorosas de acuerdo a la interpretación que tengamos de las pérdidas, del apego y del desapego. Si estamos inmersos en el APEGO lo serán, pero no por ello van a desaparecer. Por el contrario sus sombras serán agigantadas.
La única esperanza que nos regala la relatividad de la vida es el don de disfrutar todo ahora mismo.
                                                                                                                                        Chuchi

21 de agosto de 2010

La Ira

Todos somos humanos, aunque a veces pretendamos categorizar otra instancia y para ello solemos colocarnos la careta del "bienestar enarbolado por la constante sonrisa", más sin embargo, sabemos por experiencia, que estar "sonriente" todo el día o toda la vida; es una gran pretensión; las emociones se disparan frente a los hechos sin pedir permiso; y si bien hemos logrado por nuestro trabajo personal, "rediseñar nuestras formas de reacción" siempre estamos igualmente expuestos a sentir enojo, frustración, irritación, rabia, bronca, desilusión. Es decir, cuando los hechos no se ensamblan a nuestras creencias nos desanimamos, la energía se corta, se obstaculiza, se amontona y surge el enojo. El enojo es una emoción natural humana, que no debería ser temida.
Mientras que el enojo se relaciona con un evento que se trunca, la ira - hermana mayor- es resultado de un deseo insatisfecho acerca de cómo son las cosas; se pone en tela de juicio al mundo, sus reglas y a las demás personas; puesto que deberían ser distintos.
La ira es un estado constante, es la sensación de injusticia que pesa sobre el que la promueve. Inmoviliza, impide el crecimiento personal, y nos coloca en la postura del dedo acusador y la verdad absoluta. Quién manifiesta la ira como un estado de ánimo permanente, observa toda la vida desde el cristal de esa emoción, desde la insatisfacción, la carencia, la necesidad, la frustración, el resentimiento. Es la espera vana, la que nada de lo que espera llegará, porque desde la esperanza inculcada en el futuro, se deposita la semilla de la imposibilidad material de cambio. El tango me recuerda un poco a este pensamiento - "El mundo fue y será una porquería" (Cambalache)
Un individuo que convive con Ira, es aquél que ha aprendido de ella, una herramienta para descargar todos sus fracasos y hacer de los que lo rodean, los chivos expiatorios de sus asuntos irresueltos, usar la manipulación como fuente de logros, obtener "amor o reconocimiento" que por otro medio no se cree "posible lograr", conseguir la "atención" de los demás y excusa de los resultados no deseados por la pérdida del auto-control.
Se presenta a través de la agresión verbal-física, con la humillación o ridiculización de otros que son considerados "menos"; con gritos o explosiones incontrolables; insultos, sarcasmos, victimización.
¿Qué le sucede internamente a quién padece de ira? La ira es una emoción "tóxica" porque está mal dirigida, y por lo tanto intoxica a quién la manifiesta. Si tú estás enojada con tu pareja y sobre ella descargas tu enojo, esa emoción está bien dirigida. El problema se genera cuando reprimimos lo que sentimos, negamos su existencia; es como si en tu mente una voz te dice -está mal que estés enojada con tu pareja- y a partir de ahí, en lugar de canalizar el enojo, lo absorbes, lo "controlas", lo guardas en tu cuerpo. Aunque no lo expreses, existe. Si con el tiempo las situaciones se repiten, y cada día comienza un ciclo de reclamos, frustraciones, deseos insatisfechos en tu mundo interior, pones en marcha el proceso de la ira. Y ahora, esa energía mal dirigida se expande al mundo desde ti.
La ira nace de la auto-exigencia enfocada a uno y a los demás; muchas veces idealizar el mundo y a las personas, nos provoca desilusión, expectativas frustradas; "los otros no son como quieres que sean" y frente a eso "reaccionas"; cuando no puedes "entender" eso, cultivas resentimiento.
Para alejarte de este proceso deberás comenzar a AMARTE, a ACEPTARTE y ACEPTAR; a utilizar lo que consideras "decepcionante" como aprendizaje para transformarte y crecer.

                                                                                                     Chuchi





11 de agosto de 2010

Preguntas Impostergables

Ella se levantó de la cama mucho antes de que irrumpiera con su habitual abuso la sonaja alterada de su despertador. Se dirigió a la cocina, acomodando el pijama arrugado, martirizado por el enredo de las sábanas y las vueltas nocturnas. Sirvió agua en un vaso y tragó desesperada para calmar la sed. Abrió el refrigerador y manoteó un pedazo de queso fresco. Luego encendió la estufa y calentó café de la noche anterior. Miró por la ventana. Miró sin mirar. Se sentó en el sofá sin hacer nada durante treinta minutos. Sonó la alarma. Él se levantó y dijo: Buen día. Ella dijo: buen día, - aunque en realidad quería decir ¿De quién es el labial prendido en el cuello de tu camisa?
Hay momentos en nuestras vidas que vivimos postergándolos, empujándolos hacia otros tiempos, creyendo que por no vivenciarlos, no existen pero sin embargo ahí están.
Son preguntas impostergables, en el sentido de que no deberían permitirse hacerse a un lado, sino que por el contrario, deberían enunciarse y confrontar las respuestas.
La preguntas que no hacemos en general son las respuestas que no queremos escuchar. Y por eso sucumbimos a situaciones ajenas a nuestra escala de valores; nos colocamos en roles funcionales obsoletos para seguir “aunque sea” recibiendo algo de lo que anhelamos.
En lugar de salir al ruedo y crear en nuestro contexto lo que deseamos “elegimos” quedarnos detrás de las bambalinas Nos embarcamos en relaciones amorosas, y profesionales, insatisfactorias, en actividades cotidianas que nos generan displacer, y sobrevivimos al ritmo vertiginoso de los días como sonámbulos, arrastrando nuestras alas por el fango, y nuestros sueños por el polvo de las cenizas de los sueños muertos de otros.
Y dentro de nuestros corazones, el eco de la pregunta, simple, y sencilla, se hace escuchar ¿Para qué? ¿Para qué lo hacemos? ¿Para qué elegimos ese modus operandi de seguir? ¿Para qué nos traicionamos? ¿Para qué boicoteamos nuestra libertad?
Frente al espejo modulamos las respuestas exactas, tajantes, sinceras pero ante al mundo obeso e indiferente, sonreímos crédulos de una inocencia que sabemos ajena; ¿no sé para qué lo hago?
¿No sabes? ¿Realmente no lo sabes? ¿A quién más quieres venderle ese cuento ingenuo?
La mayoría de nosotros “soportamos” a diario una serie de patrañas y, ¿cuáles son?
-Enojo,
-Fastidio,
-Resistencia,
-Angustia,
-Flojera,
-Ira,
-Impotencia,
-Frustración,
-Coraje,
-Miedos,
-Expectativas frustradas
-Etc… ¡las que imagines!
La lista podría ser interminable… pero volvemos a la pregunta impostergable ¿Para qué lo hacemos? ¿Para qué sigues en ese trabajo que no te satisface? ¿Para qué vives con la incertidumbre de si tu pareja te ama o dejo de hacerlo? ¿Para qué siempre te prestas a lavar todos los trastes en las comidas familiares? ¿Para qué sigues siendo la burla de tus compañeros? ¿Para qué postergas la dieta? ¿Para qué insistes con hacer lo que los demás te dicen en lugar de escuchar tu voz interna? ¿PARA QUÉ?
¿Ya lo has pensado?, te doy la respuesta: Para obtener a cambio RECOMPENSAS OCULTAS.
Sí, aunque te suene patético, así nos comportamos. En lugar de salir al ruedo y crear en nuestro contexto lo que deseamos; influenciados por nuestras creencias limitantes, “elegimos” quedarnos detrás de las bambalinas.
Si es cierto, “elegimos”, nadie nos obliga “a estar dónde no queremos”, aunque a veces creamos que no tenemos opción, siempre existe, tal vez no sean opciones habilitadas para mí pero existen. TodoRecuerda que todos los días a cada momento ¡TU ELIGES como quieres vivir la vida! lo que “aguantamos” (leerlo como si tuvieras una pila de libros sobre tu cabeza) lo elegimos porque “hoy” es la mejor “opción que vemos para nosotros”.
Te voy a dar un ejemplo para que me entiendas, “si yo siento fastidio de ir a trabajar porque no gano lo suficiente, mi jefe me trata mal, y cada vez que suena el despertador protesto, insulto hacia mis adentros, pero igual voy a trabajar…” ¿Qué obtengo? Además de intoxicarme con las hormonas del estrés; recibo la compensación de tener un salario, “cierta seguridad, y libertad para hacer algunas cosas, me siento productiva, etc.”… podría renunciar pero pienso:” la vida está difícil, mi trabajo no es lo mejor pero al menos tengo”, sin embargo el renunciar si es una opción sólo que no la acepto para mí.
Entonces lo que vengo a decir es que “hoy estamos donde queremos” si podríamos estar en otro lugar mejor, ya lo habríamos hecho.
Aunque la situación sea dolorosa, extrema, complicada, es nuestra elección. Que no depende de una conspiración universal, es nuestra ELECCIÓN, a cada momento ELEGIMOS, elegimos cómo sentirnos, cómo reaccionar, qué decir y qué no decir. Y por cada elección que tomamos pagamos precios.
Recuerdo que alguien dijo: Una porción de pastel, es un instante de placer, y meses de estacionarse en las caderas.
¿Comprendes?
Si empezamos a “darnos cuenta”, que seguir con ese vínculo que nos trae más tristeza que alegría es quizás por “miedo a estar sola”, “miedo a fracasar”, “miedo a volver a empezar”, o que siempre queremos ser la anfitriona, la mejor en todas las áreas para alcanzar “aprobación”, “sentirnos queridas”, “ aceptadas”; que muchas veces nos callamos la boca para “pasar desapercibidas”, “para no correr riesgos”, “para obtener reconocimiento”, entonces las preguntas impostergables comenzarían a tener algo de voz en tu mente.
Las nubes se disiparían, empezarías a ver que hay sol, que existen otros medios para alcanzar la compañía, el amor, el reconocimiento, los sueños, el éxito; que no es necesario (en el sentido de natural) prestarnos a jugar un juego de victima emocional.
Recuerda que todos los días a cada momento ¡TU ELIGES como quieres vivir la vida! (aun cuando elijas no creerme)
                                                                                                   Chuchi

3 de agosto de 2010

La muerte de mi papá

El 4 de agosto de 2010, se cumple un mes de la muerte de papá. Mi papá, un hombre como otro cualquiera, que no tendría que haber muerto, según mi corazón. A partir de su partida me he quedado con muchas preguntas sin respuestas; pues su voz ya no podrá contestar a mis interrogantes y una canción -escrita por mí- que desde mediados del año comencé y pensaba regarlársela para la navidad. Desde entonces la vida, mi vida, es un eclipse de sol; me he quedo en las sombras, una parte de mí - mutilada- y otra, que arrastra y cual equilibrista, maneja los días que quedan por venir con una sonrisa, que es el disfraz de unas cuantas lágrimas.
Hace un mes, que aprendí a contar los días; es casi paradójico, las cosas que uno puede aprender en cualquier circunstancia. Hoy sé contar uno, dos, tres, cuatro, diez, quince días desde que se fue; y también sé, semana una, semana dos. Y hasta ya calculo que para mí próximo cumpleaños, no habrá pasado más que once meses con veinte días.
Descubrí también, que uno nunca sabe a ciencia cierta cuál es la última vez de las cosas; y sin embargo, se juega la vida, "actuando sus emociones, dires y diretes" como si existiera el control de todo lo que hace. Aquella vez que lo abracé por última vez, hace más de un año y seis meses, sería la última, determinante y para siempre; era la despedida no de mi regreso, sino de su partida. Y ahí me quedo todas las noches antes de dormir, recordando las últimas veces de tantas situaciones que jamás siquiera sospeché, serían las últimas. No sé cuándo fue el final de una tradición de pedir permisos, despertar en familia, y almorzar todos juntos en medio de peleas cotidianas los domingos; ni que aquél beso de mi amor de turno se convertiría en la estampa repetida del final; ni que esos ojos perversos conjurarían sus miedos sobre mi lealtad.
Me quedó grabado, aquello de que "nunca hay que irse de un portazo", dejando pendientes, broncas tácitas, dolores mal heridos, egos ofendidos, miedos endiablados. Que cada día convive con la posibilidad de "hoy es la última función" y por eso debemos "gozarlo" aún con la penas y exige de nosotros el máximo esfuerzo. Y en el no postergar también se implican nuestras emociones, la capacidad de poder decir lo que nos ocurre sin rodeos, sin la fantasía de que el otro adivine o se entere por cualquier medio ajeno a la voz nuestro corazón.
La muerte de mi papá me recalcó con letras de pancartas y brillantinas que siempre es sanador decir lo que anida en nuestras almas. Pese a la distancia y a la enfermedad; nosotros pudimos construir un puente en el que casi a diario, viajaban los "te quiero" sin visa ni documentos.
Papá tenía el sueño de vivir 105 años, y apenas la batería le duró para sesenta y tantos; y su intempestivo derrumbe me dejó como moraleja que la vida es un pequeño espacio para jugar a convertir realidad nuestros sueños; apenas una obra de teatro independiente, de pocos actos, en dónde los sueños hablan de nosotros mismos, más que nuestras voces; y que después, todo será en vano. Los sueños son los deseos que a veces ignoramos, escondemos, evitamos y nos aterran; porque siempre, como todo en nuestra existencia, nos obligan a que nos conectemos con nuestro mundo íntimo y personal, busquemos entre los escombros del ser, y rescatemos lo que no usamos; esa materia despojada y olvidada, es la tela de nuestra realización.
Su ausencia me desgarra la razón, los sentidos, los sentimientos; y aún de todos modos, me impulsa a seguir rumbo a la cima de mi colina, a sabiendas que en mi sangre, corre la suya, que soy gracias a él.
                                                                                                                 La Negrita




29 de julio de 2010

Todo entra por la Nariz

Navegando a la deriva, me encontré con las famosas feromonas, en diversas web se ofrecen como golfas poderosas que pueden anclarnos en el amor, y los negocios. He leído que tres gotas por aquí y tres gotas por allá, pueden transformarme en una verdadera atracción para los hombres y para los potenciales clientes de mi empresa. Puedo ser una mujer altamente deseada en el terreno sexual y en el profesional. Si me atrevo a comprarlas, cambiará mi vida para siempre. Seré la mujer maravilla con citas por doquier, varones a mis pies, clientes aclamando por mis servicios, y billetes nuevecitos anidando en mi billetera. ¡Qué hermosa tentación! Más sin embargo, mi incredulidad se activa al 100%, es cierto, la edad me ha vuelta más bruja y desconfianza, y cuando la limosna es grande, siempre desconfío.

Pienso, si esto de las feromonas es tan real como lo plantean, estamos en peligro. Ya dejaremos de ser elegido por quienes somos, y empezaremos a serlo por como “olemos sin oler,” o ¿acaso ya no nos elegimos por ese factor? ¿Tendrá valor el ser o sólo el sudor?, aunque también por otra parte es un buen argumento para mis elecciones (Chiste interno); desde 1986 se conoce que los seres humano arrojamos al exterior estas sustancias químicas como señales de que "acá estamos, ven hacia a mí" a través de la transpiración y quedan flotando en el aire, la única misión es afectar nuestro mundo sexual y atraer al sexo opuesto; son captadas por el órgano vomeronasal (OVN), alojado a 6 cm hacia dentro de nuestra nariz, llamado sexto sentido. Tal vez esto explica porque algunos poseen un atractivo sexual mayor a otras personas. Pero si te pasa como a mí que dado mis resultados amorosos, segrego pocas feromonas, no desesperéis amiga podemos rociarnos feromonas sintéticas.

Parece ser que la culturalización nos ha arrebatado entre otras cosas esta divina excreción, tanto baño, tanta higiene, perfumes, cremas, aceites, más cremas; hacen que perdamos o ocultemos nuestro "olor natural".¿Dejaremos de asearnos para conseguir más citas? Otra manera de ocultarnos es a través de la ropa, así que si quieres intervenir en tu designio cruel del amor, empieza a acostumbrarte a llevar menos telas pegadas a tu piel.

Sigo pensando, si con la edad avanzando se pierden tantas cosas, entre ellas hormonas, feromonas, apetito sexual, atracción, ¿ Qué nos queda para vincularnos desde lo afectivo? La feromonas no sólo alientan al encuentro carnal, sino a la producción del afecto. Quienes han utilizado "feromonas sintéticas" han reportado mayores detalles románticos por parte de sus parejas.

Entonces, ¿ El amor deja de ser algo mágico y majestuoso, para convertirse en una propuesta inconscientemente química? ¿ Lo que nos atrae del otro es su aroma que llega como una invitación indecorosa a nuestro órgano vomeronasal?

El amor deja de ser a "primera vista" para ser a ¿Primer olfato? ¿Qué tendrán tus feromonas que no tienen las mías? Las de ella que supo conquistarte ¿Cómo serán? y ¿Cuando nos resfriamos nos dejamos de atraer?

Revolucionados por los aromas del mundo, hombres y mujeres, se conocen, conquistan o repelen; la apariencia física juega un papel importante, pero más aún " la química que soltamos naturalmente" y que ingenuamente ignoramos que nos envuelve con un halo de pasión y seducción.

Ya convencida del fenómeno, empecé a entender porque a veces una pasa de la euforia al aburrimiento sin que medie ningún hecho particular en el medio; tal vez "ese aroma que nos trajo se evaporó" y el vínculo construido no fue un lazo suficientemente fuerte como para seguir existiendo por compromiso cultural.

Más sin embargo, y luego de ver los precios de los cosméticos cientifícos, me aboqué a la tarea de encontrar algunos ejercicios o recetas de la abuela para producir al 100% estas sustancias.

Los expertos indican que:

a) Hay que tener sexo una vez por semana, de esta forma se contribuye a la producción de feromonas.

b) Realizar ejercicio ayuda a estimular las glándulas apócrinas, el sudor aumenta la producción de los químicos amorosos.

c) No usar desodorantes con aromas fuertes. Usar inodoros.

d) No eliminar el sudor fresco del cuerpo, el mal olor por lo general aparece 24 horas después.

Con todos estos consejos y la ayuda de la ciencia, la soledad es para quienes no quieren gastar energías. Yo por lo pronto me voy a dar unas vueltas corriendo al parque, bien abrigada para sudar mejor.

27 de julio de 2010

¿Dónde estás amor de mi vida?
























"Puedo escribir los versos más tristes de mis noches,
   decir por ejemplo, "la noche está endiablada,
   y gruñen de enojo los ángeles, a lo lejos"
   El viento de la noche me ensordece y clama.
  Yo lo quería, y él a veces también me quería
 en días como este lo tuve entre mis piernas...
 y lo bese tantas veces bajo su cruel indulgencia...
 mi alma no se entristece por haberlo perdido,
 sino por nunca haberlo encontrado...
y el verso cae al vacío, como la soledad
que me abraza, consolando..."

¿Dónde carajos estás Amor de mi vida? Te preguntas, me pregunto, nos preguntamos. ¿Será acaso que el Amor rococó rosado, ese que envuelve con su flama incandescente, y rocía néctar de miel a las almas de quienes lo conquistan, es privilegio de algunos pocos? ¿Será que de todo lo vivido seamos meros mensajeros de un algo que creemos que existe pero no encontramos?
Y otra vez más, ¿Quién sigue?, Adelante, nos presentamos, nos ilusionamos, nos proyectamos en miles de fantasías, y al final; el mismo final. Y cómo diría Joaquín Sabina "cada vez son más tristes las canciones de amor" o ¿Somos más tristes nosotros con tanta frustración acuesta?
Hace días le dije a una amiga: "Quiero sentir  mariposas en el estómago" y ella pícara e incrédula me dijo: "Pintarrajéalas en tu vientre".
De repente siento que no siento como antes, que nada me resulta enardecedor y todo es pasajero. Me encuentro vociferando a los gritos el paradero de lo que no  sé si existe para mí o ya pasó y por estar distraída no me di cuenta  que se había anidado en mi estación.
La búsqueda del amor es la mas ansiada por la humanidad, una reciente encuesta de la fundación de Estados Unidos, Lost of Love Foundation revela que el 45% de las personas entre 30 y 60 años de edad, se encuentran abiertos a la encauzada travesía de encontrar al Amor de sus vidas, como parte de su meta de realización personal. Pero ¿ Qué es lo que buscan? o mejor dicho ¿Qué es lo que pretenden encontrar? ¿Qué es el amro y que implica de "mi vida"? Acaso, ¿Todos los amores de los que hemos sido partícipes no son de nuestras vidas?.
Una de las creencias más tediosas en relación al amor es la idea de ÚNICO APARICIÓN y ETERNO, y si no cumple con estos requisitos, lo desechamos.
Tal vez, si fuésemos menos exigentes y empezáramos a valorar más a nuestros vínculos, podríamos descubrir con mucha alegría que todos los seres que se han cruzado en nuestro camino forman parte de nosotros mismos, puesto que como seres dialógicos todas las relaciones pasadas, presentes y las que tendremos dejan su impronta en nuestros ser.
El amor es la energía que nos mantiene cada día con miras a un mañana, aunque nos duela el alma, estemos desilusionados, y pensemos que no hay más nada que hacer.
El amor que buscamos, ese que juega a las escondidilllas con nosotros, que oímos susurrar en la quietud de nuestros sueños, viven en nuestros corazones. Queda esperar quién quiera compartir todo este caudal. Somos la posada de esa fuerza vital, los pinceles que cada día pueden pintar azul nuestro infinito cielo de posibilidades.
                                                        Chuchi