
La mirada del observador tiñe el paisaje, el mundo que trae en su mano es el mundo interior que se descodifica en la interpretación que hace.
Así como no podemos dar lo que no tenemos, no podemos mirar aquello que carecemos y es en los otros donde aparecen reflejadas nuestras sombras. Las sombras son aquellas peculiaridades que viven en nuestro interior y que ignoramos. Salen a la luz cuando se hacen evidentes en las demás personas y nuestro estado emocional varia, ya sea al desquicio o a la admiración.
Eso que vemos ahí como característica del otro no es más que mi propio valor espejeándose. No somos por lo tanto observadores inocentes, quietos, estáticos. Miramos con intención, con un particular tipo de conciencia moldeada por el entorno social y lo hacemos porque hay un juicio de valor que nos dice “falta algo” sin esa sensación de incompletud no accionaríamos. Siempre hacemos lo que hacemos movilizados.
Comenzar a ver al mundo como un espejo que refleja los miles de pedazos que somos por dentro nos permite tomar conciencia de lo que estamos hecho.
¿Cambiar? ¿Se puede cambiar? No estamos hechos de una forma de determinada, podemos evaluar la posibilidad de cambiar el horizonte para cambiar la percepción. Seamos responsables de nuestra percepción, desestimando toda tentativa de inculpar a los que nos rodean, ellos son sólo actores que nos muestran la obra de nuestra vida que supimos guionar.
0 comentarios:
Publicar un comentario
¡Un blog se nutre de comentarios, deja tu huella, muchas gracias por compartir!