6 de marzo de 2015

Pensar con el corazón





Más que una metáfora, es una realidad, sólo que nos hemos habituado a creer que el centro de nuestra vida es el cerebro, sin embargo, se ha descubierto que el corazón tiene cerebro, un sistema nervioso independiente, con una 40.000 neuronas y compleja red de neurotrasmisores. Con estos elaborados circuitos, el corazón envía más información al cerebro de la que recibe, puede recordar, aprender, percibir, y hasta anular determinadas partes del cerebro según la ocasión. Usar el cerebro del corazón nos trae como beneficios una coherencia biológica, armonía, paz y equilibrio. Es decir, el corazón hace mucho más que bombear sangre, piensa, intuye, y aprende.



Vivimos creyendo que somos una entidad separada de nuestra psique, cuerpo y emoción, sin embargo, todo lo que acontece impacta en esta tribología, a nivel orgánico, psíquico y cerebral,  y según el particular observador que seamos se somatizará en un nivel u otro.  Pero cabe destacar que todo lo que nos emociona, lo que crea experiencia en nosotros queda marcado por una huella molecular que cambia el estado de nuestras células. Ser consciente de la relación que existe entre emociones y biología, nos puede acercar a una toma de conciencia, acerca que no es lo que sentimos lo que nos enferma sino lo que reprimimos.
Pensar con el corazón, es una invitación a conectar con una inteligencia emocional superior que busca hacernos objeto de autoconocimiento, de mirar y volver a mirar hacia quienes estamos siendo, pensando, sintiendo, sin el juicio de valor propio de nuestro cerebro cognitivo; sino con una mirada inocente.
Usar esta conexión nos devolverá a la coherencia, a un estado de no dolencias, al equilibrio biológico. Lo principal es desterrar las creencias que nos limitan, el prejuicio, el perfeccionismo, el victimismo, el deseo de aprobación.
Bajar la marcha, recuperarnos del estrés, atrevernos a pasar momentos de soledad, silencio, quietud;ejecutando acciones que nos hagan sentir en bienestar, completud, eliminando los “tengo que”, soltando el control.

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