11 de febrero de 2010

Llegó San Valentín y ¡Estoy sola!

Una de las cosas que me gustan de ser una gran observadora de la vida es el miticismo que le adjudicamos a ciertos eventos y momentos. Me refiero a que pasamos la vida en ocasiones como "podemos", sobreviviendo, de costado, mirando hacia atrás, con la cabeza baja, haciendo de cuenta que no sucede nada; pero un día del calendario nos hace vibrar y de pronto es como si todo lo que hubierámos estado viviendo emerge a la superficie, a la conciencia.
Llegó el 14 de febrero, día de San Valentín, el día "de los enamorados", y nos damos cuenta de que estamos SOLAS!...¿ podría ser peor?. Muchas mujeres frente a esta alarma se horrorizan, desesperan y deprimen, evocan aquellos años de bombones y flores o de perfumes y tarjetas musicales, y hasta algunas, (claro, que sí) el desatinado PASACALLE con corazones que decia "te amo".
Como un patrón emocional "esta festividad" viene a recordar lo que "no tenemos", aún cuando el 13 o 10 de febrero tampoco lo teníamos, es que parece que entre rosas y globos, propagandas y publicidades las heridas cobran vida y sangran con más nitidez que nunca.
Ahora bien, ¿no crees que es demasiado tentador caer en esta trampa?
Echarle la culpa al pobre Santo de tus resultados, lo único que te traerá como milagro es que el próximo año estés en el mismo lugar que ahora.
                                                                                                               Chuchi Gonzalez

7 de febrero de 2010

Abracadabra ¡Parezco la madrastra de mi pareja!


Él se levantó desnudo de la cama sin un mínimo de pudor, y camino hasta el baño a lavarse los dientes. No ocultó con las sábanas su prominente abdomen, la flacidez de sus brazos, ni el color molusco de su piel. Ella lo miró de reojos, con un asombro atípico, con una admiración lastimosa, con una envidia enferma. A pesar de sus excesos- pensó- no había rastro de hoyuelos en sus glúteos, ni signos de vergüenza en su andar inequívoco.

Ella sabía que debía revisar su autoestima. Para mí, él también la suya.

¿Cuántas veces se nos aparecido como un fantasma esta escena? Con honestidad emocional: Muchas.

En las calles, en las playas, en las películas, en las caricaturas (¡hasta Homero Simpson está casado! Y con una flaca!); en todas partes podemos registrar el elevado canon de belleza impuesto “para la mujer”: pechos sugestivos, cinturas cinceladas por manos mágicas, melenas abundantes, labios carnosos; y ¿Hello?.. ¿y la belleza masculina?...

Lo olvidaba: ni músculos, ni pelos. Jack Nicolson despeinado, arrugado y gordo es “un gran seductor”.

Y esa historia la compramos nosotras y ellos.

Por donde mires, habrá un Señor entrado en peso, saboreando un manjar lleno de carbohidratos y grasas trans junto a una mujer delgada, intentando cubrir con los brazos cruzados, el rollito que cuelga de su vientre o estirando su blusa para enmascarar a los flotadores.

Pero ¿Qué es lo que sucede?

Dicen que las hormonas no han sido demasiado generosas con nosotras, que envejecemos de una manera, “más caótica” que los hombres. Tal vez sea cierto; aunque no debemos olvidar que en algún punto de nuestra biografía femenina “hemos aceptado como cenicienta el maltrato de una sociedad (que constituimos) que sonriente nos impone exigencias de belleza física cada vez mayores; y eso amigas, también nos envejece.

Nuestras parejas parecen más jóvenes que nosotras por además de tener la naturaleza de aliada, no pesa sobre sus hombros, las expectativas de belleza que nos imponen a nosotras.

Los hombres pueden y (son) como ellos quieren ser. Algunos metros (centímetros o milímetros) sexuales, usan cremas, se dan masajes, cuidan su cabello, se permiten darse apapachos que hace tiempo atrás no serían concebidos como una actitud aprobada. Otros siguen los métodos más tradicionales y dejan que la vida los lleve a donde quiera.

Disfrutan de su cuerpo en plena libertad, sin juzgar ni desvalorarse. Y el mundo así los acepta. Ninguno de ellos se siento menos sensual o sexy por portar de contrabando una barriga talla XL.

¿Y nosotras?

Vivimos actuando en función de los “otros”, de éstos (los más cercanos) y de aquellos (los mandatos sociales). Somos víctimas de los juicios ajenos; y cada día trabajamos para satisfacerlos porque los vivimos como verdades. Nunca reflexionamos acerca de “la autoridad moral” de quién emite esos juicios, simplemente los aceptamos.

Ser mujer es un estigma, una huella moral que implica decididamente ser perfecta a los ojos que nos observan. Y la perfección es a la orden del día, lo que la moda dicte.

Muchas podemos quejarnos o molestarnos por el rol asignado, pero ¿qué hacemos para cambiar el rumbo?

Ser guapa no es un pecado, pero no serlo parece que sí. He escuchado muchos hombres decir a sus mujeres “estás gorda”,” tienes celulitis”,” tus partes están caídas”; y ninguno de ellos, era Brad Pitt, ninguna de ella siquiera esbozo una muestra de reclamo o dignidad; sólo asintieron con la cabeza, como quién obedece órdenes.

Las mujeres a lo largo del camino hemos logrado ganar muchas batallas. Hoy tenemos un amplio abanico de acción. Podemos elegir tener una carrera, una familiar, un hobbie; una combinación de esas cosas o las tres al mismo tiempo. Ocupar puestos laborales, sociales y políticos de gran magnitud.

Pero creo que nos olvidamos de que también podemos elegir SER.

Y esa elección involucra dar mayor prioridad a las formas de ser que nos constituyen en quienes somos, que en “hacer” lo que dicen que deberíamos.

Te invito a que te mires al espejo y te encuentres bonita, sin importar si tu nariz es recta, ancha, demasiado grande, si tu boca es apenas una línea desordenada en el resto de tu rostro, o si tus senos son pequeños, excesivamente grandes, hayas acumulado grasa en rededor de tus axilas o tu cabello esté quebradizo por tantos tintes.

Sólo mírate y alcanza a descubrir más allá de lo que ven los ojos.

Conéctate con tu energía esencial, con tu belleza interna y vacía todas las conversaciones negativas que tienes sobre tu cuerpo.

Dice Wayne Dyer, autor de Tus Zonas Erróneas:”Tu cuerpo es el curriculum con el que llegaste a la vida al rechazarlo, rechazas todo lo que eres…es el instrumento que te permitirá transcender…”

Amar es Aceptar, no puedes amar tu intelecto y despreciar tu físico; no puedes pasar toda la vida en una dualidad. Eres uno con el todo.

Ama la persona que eres, aprende a querer, mimar y cuidar el cuerpo que tienes desde el contacto de tu corazón y por ti misma, no por lo que nos dicen los de afuera.

Descúbrete bella.
                                                                                                            Chuchi Gonzalez

4 de febrero de 2010

Desatinos... mandatos sociales

En algún momento de nuestras vidas hemos aceptado sin reflexionar, cuestionar o "chistar" mandamientos limitantes, que a lo largo del camino  nos han generado grandes dolores de cabeza o  de corazón por intentar deshacernos de ellos o por seguir sosteniéndolos.
Para iniciar este blog quise enumerar estas creenciasaprendidas de la mano de quienes más nos quieren ( y que seguramente en algún instante de sus historias, al igual que nosotras, también pensaron en sacarlas de sus mochilas).

Desatino1: No mostrarnos como somos, actuar de la forma en la que "los de afuera" nos indican, dado que ellos "creen"saber lo que es mejor "para nosotras".
Desatino 2: No perder el control de las cosas, por lo tanto olvidarnos de "correr riesgos", la vida es mejor cuando podemos preveer todas las consecuencias.
Desatino 3: No confiar en los hombres, son todos iguales, nos harán sufrir.
Desatino 4: No equivocarnos porque los demás se darán cuenta de que no somos Perfectas.
Desatino 5: No decir lo que sentimos, mostrarnos emocionalmente nos hace vulnerables.
Desatino 6: No reírnos a las carcajadas, no es para mujeres, reír con los ojos.
Desatino 7: No sentirnos importantes, eso hablaría de nuestra poca humildad.
Desatino 8: No pedir lo que queremos, si alguien nos quiere tiene que adivinar lo que necesitamos.
Desatino 9: No decir NO a los demás.
Desatino 10:No creer en nuestro ser interior
¿Cuál otros puedes compartir?
                                                                                                        Chuchi Gonzalez