7 de febrero de 2010

Abracadabra ¡Parezco la madrastra de mi pareja!


Él se levantó desnudo de la cama sin un mínimo de pudor, y camino hasta el baño a lavarse los dientes. No ocultó con las sábanas su prominente abdomen, la flacidez de sus brazos, ni el color molusco de su piel. Ella lo miró de reojos, con un asombro atípico, con una admiración lastimosa, con una envidia enferma. A pesar de sus excesos- pensó- no había rastro de hoyuelos en sus glúteos, ni signos de vergüenza en su andar inequívoco.

Ella sabía que debía revisar su autoestima. Para mí, él también la suya.

¿Cuántas veces se nos aparecido como un fantasma esta escena? Con honestidad emocional: Muchas.

En las calles, en las playas, en las películas, en las caricaturas (¡hasta Homero Simpson está casado! Y con una flaca!); en todas partes podemos registrar el elevado canon de belleza impuesto “para la mujer”: pechos sugestivos, cinturas cinceladas por manos mágicas, melenas abundantes, labios carnosos; y ¿Hello?.. ¿y la belleza masculina?...

Lo olvidaba: ni músculos, ni pelos. Jack Nicolson despeinado, arrugado y gordo es “un gran seductor”.

Y esa historia la compramos nosotras y ellos.

Por donde mires, habrá un Señor entrado en peso, saboreando un manjar lleno de carbohidratos y grasas trans junto a una mujer delgada, intentando cubrir con los brazos cruzados, el rollito que cuelga de su vientre o estirando su blusa para enmascarar a los flotadores.

Pero ¿Qué es lo que sucede?

Dicen que las hormonas no han sido demasiado generosas con nosotras, que envejecemos de una manera, “más caótica” que los hombres. Tal vez sea cierto; aunque no debemos olvidar que en algún punto de nuestra biografía femenina “hemos aceptado como cenicienta el maltrato de una sociedad (que constituimos) que sonriente nos impone exigencias de belleza física cada vez mayores; y eso amigas, también nos envejece.

Nuestras parejas parecen más jóvenes que nosotras por además de tener la naturaleza de aliada, no pesa sobre sus hombros, las expectativas de belleza que nos imponen a nosotras.

Los hombres pueden y (son) como ellos quieren ser. Algunos metros (centímetros o milímetros) sexuales, usan cremas, se dan masajes, cuidan su cabello, se permiten darse apapachos que hace tiempo atrás no serían concebidos como una actitud aprobada. Otros siguen los métodos más tradicionales y dejan que la vida los lleve a donde quiera.

Disfrutan de su cuerpo en plena libertad, sin juzgar ni desvalorarse. Y el mundo así los acepta. Ninguno de ellos se siento menos sensual o sexy por portar de contrabando una barriga talla XL.

¿Y nosotras?

Vivimos actuando en función de los “otros”, de éstos (los más cercanos) y de aquellos (los mandatos sociales). Somos víctimas de los juicios ajenos; y cada día trabajamos para satisfacerlos porque los vivimos como verdades. Nunca reflexionamos acerca de “la autoridad moral” de quién emite esos juicios, simplemente los aceptamos.

Ser mujer es un estigma, una huella moral que implica decididamente ser perfecta a los ojos que nos observan. Y la perfección es a la orden del día, lo que la moda dicte.

Muchas podemos quejarnos o molestarnos por el rol asignado, pero ¿qué hacemos para cambiar el rumbo?

Ser guapa no es un pecado, pero no serlo parece que sí. He escuchado muchos hombres decir a sus mujeres “estás gorda”,” tienes celulitis”,” tus partes están caídas”; y ninguno de ellos, era Brad Pitt, ninguna de ella siquiera esbozo una muestra de reclamo o dignidad; sólo asintieron con la cabeza, como quién obedece órdenes.

Las mujeres a lo largo del camino hemos logrado ganar muchas batallas. Hoy tenemos un amplio abanico de acción. Podemos elegir tener una carrera, una familiar, un hobbie; una combinación de esas cosas o las tres al mismo tiempo. Ocupar puestos laborales, sociales y políticos de gran magnitud.

Pero creo que nos olvidamos de que también podemos elegir SER.

Y esa elección involucra dar mayor prioridad a las formas de ser que nos constituyen en quienes somos, que en “hacer” lo que dicen que deberíamos.

Te invito a que te mires al espejo y te encuentres bonita, sin importar si tu nariz es recta, ancha, demasiado grande, si tu boca es apenas una línea desordenada en el resto de tu rostro, o si tus senos son pequeños, excesivamente grandes, hayas acumulado grasa en rededor de tus axilas o tu cabello esté quebradizo por tantos tintes.

Sólo mírate y alcanza a descubrir más allá de lo que ven los ojos.

Conéctate con tu energía esencial, con tu belleza interna y vacía todas las conversaciones negativas que tienes sobre tu cuerpo.

Dice Wayne Dyer, autor de Tus Zonas Erróneas:”Tu cuerpo es el curriculum con el que llegaste a la vida al rechazarlo, rechazas todo lo que eres…es el instrumento que te permitirá transcender…”

Amar es Aceptar, no puedes amar tu intelecto y despreciar tu físico; no puedes pasar toda la vida en una dualidad. Eres uno con el todo.

Ama la persona que eres, aprende a querer, mimar y cuidar el cuerpo que tienes desde el contacto de tu corazón y por ti misma, no por lo que nos dicen los de afuera.

Descúbrete bella.
                                                                                                            Chuchi Gonzalez

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