20 de noviembre de 2011

Los restos del niño que fui…

Es mi entrada 100. No sé aún porque “100” es como la “ostia”; se celebran los “100 programas al aire”, “100 emisiones radiales”; “100 entradas en un blog”; tal vez ni siquiera se celebre; tal vez sólo algunos que otros lo han hecho, lo he escuchado, y acá estoy siguiendo un paradigma que tal vez nadie “se re formulo ¿ por qué carajos cien?
Busco en internet sobre el 100; y me dice que es el número que precede al 99; ¿No es fantástica tal simple explicación? ¿No raya en lo irrisorio? ¿Acaso la vida humana no sería mejor si todas las dudas tuvieran respuestas así de sencillas?
Y mientras voy y vengo pensando sobre qué escribir en mi entrada número “100”; enciendo el televisor y veo unos ojos grandes como avellanas maduras inmersos en una sonrisa de “Colgate” traviesa; y me informo que es TOMÁS; que su imagen pertenece a quién fuese un niño de 9 años asesinado a golpes por las manos de su padrastro.
Se me hace un nudo en la garganta y la piel se me enciende erizada de escalofrío. Tengo un sobrino de cinco años; tan vulnerable como él, un sobrino postizo de cuatro años, tan vulnerable como ellos dos, y como otros tantos, que día con día mueren asfixiados en las mentiras y odios de los adultos.
Escucho que dicen “ los restos de…” e inmediatamente e irremediablemente ( y elijo abusar ahora mismo de los adverbios terminados en mente) la imagen de mi papá viene a mi mente; “su restos”, “los restos de quién fuera en vida mi padre se me asemejan a una bolsa de huesos y carne caducada con un letrero que indica “resignación”.
Resignación, la puta madre. Es el peor de los sentimientos. Es el juicio de valor que indica “esto es lo que hay” – ¿Los restos? ¿Sólo los restos?- que expone “ya no se puede nada más que hacer” –¿No se puede nada más que hacer con mi padre, con Tomás o con los asesinos mentales que enfadados de odio aniquilan las vidas que florecen?
Me quedo pensando, que tanta tristeza y angustia en una entrada número 100 no era lo que tenía pensado cuando escribí la entrada número 1; pero tampoco nada de lo vivido de la 1 a la 100 lo había planificado, sostenido, o insinuado.
En la “1” papá estaba enfermo de una  (mierda enfermedad llamada con nombre y apellido MIELOMA MULTIPLE ) enfermedad crónica terminal y en la 100 “sus restos son abono de la tierra”.
En la “1” Tomas jugaba a la pelota – tal vez – e imaginaba que de grande sería bombero o maestro  ( a la edad de Tomas siempre queremos ser súper héroes de sueldo magro) y en la 100 “sus restos se examinan, observan e investigan en pericias policiales”.
¡Cuántas cosas pasan del 1 al 100!
¡Cuántas vidas se desploman, una tras otra, sin sentido!
Y nosotros, los que seguimos en el milagro de la vida ¿ Qué hacemos por los que no están, por los que están, por los que echaron?
El 25 de noviembre es el día de la Lucha contra la Violencia de Género; ¿ será que se tendrá que inaugurar un nuevo día de lucha contra la violencia desgarradora de ser motín de asuntos de pareja?
¿Cómo puede un hombre matar a otro hombre? No me entra en la mente, en la razón, en mi ilógica lógica; pero más aún ¿Cómo puede un padre, un padrastro matar a un hombrecito indefenso, lleno de sueños, ilusiones, días por vivir?
La ley del Talión – ojo por ojo – Ya nos ha dejado a la sociedad ciega.
Es la entrada número 100, una entrada desordenada, pasional, y para mí de inmensa tristeza. A veces siento que cuando empiezo a armar el rompecabezas de la vida, viene un viento norte y me desordena todas las piezas por todos lados; y recomponerme me lleva un tiempo prudencial, en que me sumerjo al fondo de mi misma y luego salgo.
¿Qué pasará por la cabeza de la madre de Tomás? ¿Qué tendrá que ver el amor con este desenlace? ¿Qué pasará en la cabeza de los niños, de los compañeros de Tomás, de los que escuchan la radio o ven noticias en la tele? ¿Se incrementará el miedo a los adultos?
¿Qué habrá pasado por la cabeza de mi padre antes de morir? Es la misma pregunta que me pregunto desde que murió mi abuela.
¿Qué se sentirá percibir a la muerte, oler su figura? ¿ Qué habrá pensado Tomas, Candela, Pupi?
Todo lo que queda de ellos son los restos, los restos de los niños que fueron.
Los recuerdos de quién pueda recordarlos.Qué en paz descansemos nosotros, los vivos, si es que podemos. Nuestros muertos pertenecen a nuestros recuerdos.
Me quiero quedar con la fantasía de creer, que ahora son ángeles volando libres.
 Chuchi González

5 de noviembre de 2011

Cuando amas a alguien…

Anoche dormimos juntos. Creo que me extrañaba. Y yo a él. Aunque ninguno lo manifestara, la distancia impuesta por la rutina, nos empezó a calar en el alma  y sin dar el brazo a torcer, coincidimos en la cama; de cucharita; respirando al mismo ritmo; y él llenándome de besos los brazos que lo contenían.
Estoy enamorada. Lo sé porque mirarlo me emociona. Lo sé porque mi locura callejera se me olvida cuando me devuelve en su mirada la proyección de quién soy. Lo sé porque me estremece verlo alegre, y cómplice. Lo sé porque sus silencios que esconden reproches y reclamos; me alivian para que siga en mis metas. Lo sé porque el poco tiempo compartido, es una epifanía que corona de gloriosos instantes nuestras vidas. Lo sé porque me enternece.
Somos diferentes. Sus necesidades y deseos, son tan adversos a los míos; y aún así lo comprendo; su presencia me permitió ser empática. Mis gustos y necesidades son muy diferentes a las suyas; y aún así, me da los espacios suficientes para que eche a volar; vaya y venga.
No recuerdo a ver tenido otra relación tan profunda, leal, e intensa. Es tan romántico, que a veces me asfixia con lo mismo que me seduce: su cascada de besos dulces; su espontaneidad absoluta, su exquisita honestidad emocional.
No le importa quién nos ve. No espera a estar solos para ser afectuoso. Aunque a veces reacciona con recelo si yo me sobrepaso en la calle. Siento celos – entonces – porque su EGO de DON JUAN; a veces nos juega una mala pasada. Quiere ser visto en su grandeza, libre, y seguro; alejado de cursilerías como el amor. Pero pese a eso se que me ama.
Se que no habrá otra mujer como yo para él en la vida. Que conocerá algunas más, tal vez – no lo sé –pero sé que yo seré la única, la mejor; la bien amada. Y él para mí, el único. Aunque vengan otros, tal vez sí, tal vez no.
Anoche dormimos juntos. De cerca, conectados. Y ahora mientras escribo, lo extraño. No veo la hora de volver a tenerlo entre mis brazos. Sentir su respiración, su calor, su afecto.
Deberé esperar unas horas más hasta regresar a casa. Y entonces cuando la puerta se abra, vendrá corriendo hacia mí, a recibirme con la euforia de siempre, a darme la bienvenida a nuestro hogar. Vendrá con una prisa atormentada; sacudiendo como caballo loco su cuerpo; y su cola agitada como un colibrí en primavera.
                                                                   Chuchi Gonzalez

13 de octubre de 2011

El día en que perdí mi iPod touch

Dedicado a la recepcionista de mi gimnasio
“Flaca, no me claves tus puñales por la espalda”
( Andrés Calamaro)
Antes de ayer en un disparatado guardar cosas en mi bolso del gimnasio, deje en la estantería de mochilas y termos, boca abajo mi fiel iPod touch repleto hasta la coronilla de rock y pop argentino.
A las 8 horas del descuido, advertí su ausencia, es bien cierto que uno se da cuenta de lo que tenía cuando no lo tiene; ¿ dónde lo dejé? – pregunta interior con temor a la respuesta interna. ¡ Me lo olvidé en el gym! exclamé entre una bronca entristecida y enojona.
Llamé al lugar de los hechos en espera de una buena noticia, pero nadie sabia de él. Acepte con total renuncia el final de nuestra historia. Más sin embargo algo en mí no advertí la partida. Al otro día llamé al turno de la mañana y volví a preguntar por él. Nadie sabia nada. Se prestaron a buscarlo y al llegar a la sesión habitual, la recepcionista me dio la noticia con cara desanimada, como intentando ser empática con mi pérdida. Acepte con absoluto estoicismo.
¿Cuánto tiempo estaría ahora sin iPod? ¿ Qué llevaría para alivianar el contacto social a mi rutina? ¿ Un tocadiscos portátil? ¿ Un pasacasete? ¿ Un discman?
Hoy en la mañana me aventuré a hacer todo “justo a tiempo” y salí rauda y feliz a mi entrenamiento; a falta de iPod, buenas son las cantadas matutinas…
Buen díaaaa – dije, con la voz tomada aún por el sueño y el cansancio personal-
Buen díaaaa – dijo la empática empleada
Al rato llega mi cómplice y todo Fernanda y me comenta que habían encontrado mi “iPod pero que no me había dicho la empleada recepcionista porque “yo estaba molesta”
Me sonreí con cierto sarcasmo propio de mi alma embrujada y me quede pensando, lo que ahora se transforma en “entrada reflexiva”
¿Qué derecho tienen los otros sobre nuestros bienes? ¿Qué derecho tienen los demás a proyectar en nosotros estados de ánimos que no nos pertenecen? ¿ Y qué derecho aún tienen para elegir devolvernos o no lo que es nuestro? ¿Desde dónde alguien que no te conoce puede inferir y sentenciar una emoción, por juzgar un aspecto físico, una gesto sereno, una cara con signos de recién me levanto? ¿Cuántas veces seremos juzgados en silencio y privados de lo que nos corresponde por estos personajes que se arrogan el derecho sobre lo que no les compete?
¡Qué fatalidad moral y ética! Mi iPod por elección de un no sé quién sigue preso en un cajón bajo llave, desnutriéndose, y sin cumplir su misión personal que es “reproducir sentidos/sonidos”. Y todo por el sin sentido de “alguien” que trae a la realidad objetiva, un recuerdo del pasado. ¿Será que su madre o su novio cuando recién se levantan están “molestos” o “enfadados”? ¿Será que la señorita empática agotó su posibilidad de identificarse intelectual y emotivamente conmigo, actuó con prisa y sin pena?
¿Por qué carajos la gente cree que hay dos emociones posibles de ser sentidas: enojo y alegría?
Si vas con la cara de cajita feliz, optimista pelotudo, te dicen ALEGRE. Si vas con la cara seria, reflexivo, te dicen ENOJADO. Acaso, ¿ tan pequeño creen que es el mundo de las emociones?
Cuando miramos la vida desde un lugar tan reduccionista cerramos posibilidades a los que nos rodean y por supuesto a nosotros mismos. Sentenciar desde una escueta altura moral no hace más que ser que sesgar a los que no son comunes a nosotros; a los que difieren en sus creencias, a los que aman diferente, a los que piensan distinto, a los que viven la vida en otra corriente. Es no ACEPTAR la diversidad como un elemento LEGITIMO.
Chuchi González






23 de septiembre de 2011

Palabras a mi padre; palabras que no escuchará.

Dos lágrimas, son las que rebasan mi vaso, el de mis ojos verdes aceitunas, verde marihuana, verdes como las náyades; como Minerva. Verdes como la esperanza que no existe de volver a verte. Verdes como la humedad que corroe mi alma.
Es que el mundo gira, enorme, redondo, egoísta sobre su propio eje, ególatra sobre la ruta de los demás; indiferente, frío, y amenazante.
La vida se asemeja a una gardenia bella y marchita, que a pesar de todo sigue teniendo un perfume especial; aunque poco a poco se pone amarilla, como los recuerdos que nos quedaron a vos y a mí. Cómo las páginas del libro que estoy leyendo, una biografía del Che Guevara; que ha comenzado con la casualidad de que ambos – él y yo nacimos el mismo día, en la misma ciudad-; cómo si el 14 de junio fuese una fecha privativa de mi ser. Más sin embargo celebro. No comprendo con exacta justicia emocional lo que celebro, pero celebro. En la fantasía intelectual coincidir con el guerrero ¿ me volverá guerrera? Tal vez, empiece con esto a encontrar más explicaciones a la montaña rusa de mi vida.
Tengo tantas preguntas sin respuestas, que me cuesta tragar saliva y dejar de aspirar los mocos de la tristeza.  Me siento inundada de una soledad absoluta e incompatible con cualquier felicidad mundana.
¡Es que te extraño!
Mientras el paso del tiempo no trae consuelo; y firme sigue su meta de transcurrir pese a todo; yo sigo de duelo.
… y me siento en un profundo silencio.
Chuchi González

22 de septiembre de 2011

Un cuento para inspirar al otoño…



Desde el ayer has venido

Recuerdo que el jardín que abrazaba nuestra casa, tenía unas guardas de margaritas, un limonero seco, y un rosal de encendido bermellón afelpado y peligrosas espinas que hacían frente a la tentación de los que pasan de madrugada entre arrumacos y promesas.
Pero las margaritas eran nuestras preferidas. Sencillas, evidentes, lactescentes y de pétalos alborotados, parecían pinceladas descuidadas de la naturaleza y detentaban el ensueño de ser el oráculo del amor.
Infinidades de veces deshojamos margaritas durante las tardecitas del verano. Cuando el sol oxidaba, hasta los verdes más membrudos, enmascarado de naranja sofocante, e imaginábamos que las semillas de las sandias eran escarabajos que invadirían nuestro mundo.
Un mundo de arroyos cristalinos y hojas secas navegantes, piedras grises que nos legaron ampollas, un viento que nos estremecía hasta las lágrimas, cuando nos divertía abrir los ojos hasta el máximo como si fuesen las puertas de la parroquia que pendía de la pobreza en la cumbre de la colina. Y no parpadeábamos para recibir la confesión de esas ráfagas, para hilvanar historias a los pies de un fogón.
Y en las crujientes ramas sacrificadas, vos cocinabas las más dulces de las mentiras. Mis sentidos absortos se dejaban embelesar por tus fantasías y coronabas la inocencia de mi ingenuidad con la algarabía de tus risotadas. Yo nunca lograba, y ahora pienso que no lo intenté, asombrarte con mis fábulas.
Tal vez se decidió, aquella mañana en que nos sinceramos, y creamos la alquimia que nos aprisionó a la gula de los besos, y al tacto de unas pieles oliváceas, asoleadas y barnizadas por la ardiente juventud que nos devoraba el alma.
Quizás, en ese preciso instante en que bebí de tu cáliz la miel de tu aliento pactamos el juego del enamoramiento.
De ahí en adelante, tú serías el mar, yo la playa; y tú vendrías siempre a mí con una actitud avasallante, como la marea al ritmo de los astros, dándome la sal de tu belleza y dejándome el recuerdo de tu paso en el oro caliente y fino de mi geografía. Y yo sin resistencia te recibía, como las tierras sedientas absorben con exasperación el sollozo contenido de las nubes.
Y así, te adentrabas en mi camino de corales a desahogar el ímpetu de la pasión y a descansar los sueños. Y aquella noche en la espesura del bosque, cuando las estrellas en el terciopelo negro del cielo nos espiaban, disfrazado de primavera me hiciste florecer desde lo más recóndito de mi vientre un fruto.
Aún puedo revivir el regocijo de tu rostro y la luz que destellaba tu mirar al percibir como se desdibujaba mi cintura adolescente.
Mis senos henchidos parecían granadas maduras y la comba de mi abdomen, la luna que gestaba el gemir de nuestro amor. Y sonreías.
Y el eco de tu desordenado risoteo se impregnó en el eco del silencio cuando te eclipsó un hechizo de muerte y te escondiste de mí.
Y te alejaste como los barriletes que remontábamos, que en un abrir indiscreto de las manos se nos escapaban y volaban a costa nuevas sin mirar hacia atrás.
Y te busqué en cada plegaria, en todos los amaneceres, en los fuegos mortecinos del horizonte. Y famélica de quimeras, de fuerzas para tejer la senda de mis pasos... Cuando me ganó la desesperanza y mi vida se transformó en una película muda…después de un tiempo, yo también me fui.
No sé decirte a dónde ni cómo. Un velo cubrió la conciencia de mi mente y de mi alma. Tal vez deambulé sin rumbo, intentando regresar a vos.
……………………………………………………………………………………………………………………….
- Carlos, ¿que hora tienes? …. deje mi reloj en la antesala del baño…Y basta por dios! ya no insistas, estoy bien. ¿Tan tarde se hizo?...
En sólo treinta minutos el encanto se quebrará y se turbará entre el jadeo del tabaco y el burbujeo del alcohol de esta noche fáustica. Me urge la necesidad de que desvíes tu mirada y te deslices por el túnel de mis ojos y me encuentres. La clepsidra está llorando sus últimas lágrimas.
- Una copa más…. Nada más… no quiero obnubilar mi mente; mañana debo ir al estudio a primera hora. NOOO!, no quiero irme… solo dije que era tarde nada mas, un pensamiento en voz alta. Es verdad Carlos, lo habíamos planeado desde hace semanas, pero hombre!!!… aquí estamos… ¿no?
En veinte minutos, será medianoche. Pero mírame al menos una vez, y descubrime antes de que sea demasiado tarde. Sé que la realidad es el abismo que nos une y nos conecta y me siento cual abeja que zumba en el jardín de un país de ensueño, no esperaba encontrarte en este lugar de máscaras ambiguas.
Creo que la distancia deja de ser un hidalgo de compromisos y misterios y trasmuta en molinos gigantes que bostezan el hálito furtivo de lo que podría haber ocurrido, pero recuerda el ahora.
Y en mi presente está este buen hombre, mi Carlos; pero devuelta tu imagen a mis retinas, también estás tú. Y la nostalgia de la reminiscencia me impregna de incertidumbres. Carlos y tú, comensales de un mismo ágape.
Quizás tú no lo recuerdes, pero yo... estoy... viéndonos en nuestro ayer y una grieta me rasga el corazón de lado a lado. Y Carlos, cree que la frialdad que me cubre los hombros es consecuencia de algún descuido doméstico; y yo no se como disimular el fuego que la memoria desató desde las cenizas.
¡ Aún puedo sentirte.!
La música de las gaviotas y el tatuaje de tu boca estampado en mi frente,... quizás si las tinieblas de la lontananza despejaran tu alma dormida, tal vez murmurarías mi nombre. El que entonces gritabas y la naturaleza rumoreaba; y me dirías: ¡ piedra libre para vos que estás deshojando margaritas, y yo estoy acá en tu frenético presente para cuidar las alegrías que te brotan desde la garganta sedienta de mí!... y yo sonreiría.
Y en mi antiguo nombre descubrirías la infinita travesura del destino; el encadenamiento de nombres y rostros, de pueblos y ciudades, meciéndose en la nebulosa del cosmos, trazando estelas de fuego para individualizar lo indistinguible.
Y comprenderías que el proyecto de nuestras existencias es más extenso que la anchura que luce con soberbia el océano.
Tan solo una pieza desordenada del rompecabezas de nuestras vidas altera la remembranza aletargada y la luz se enciende pura y etérea hasta cegarnos con la verdad. Y en mi caos, tu risa desbordante aceleró el influjo de imágenes que sucumbían en el adormilamiento de un pasado bucólico de una época extraviada tras el polvo de la tierra y el fin.
Y hoy,... estás de nuevo frente a mí, con muchos años menos que la última vez.
Y yo,... la misma alma encerrada en otra cárcel de carne y huesos, reviviendo el jadeo incansable de tu ansia y las caricias que con otras manos me dibujaste en el cuerpo.
Si tan solo, me mirases un instante... faltan pocos minutos para que todo que tras un manto de pérfido olvido. Tanto tiempo te estuve buscando a través de los años y de los siglos, para recomenzar lo que dejaste trunco aquella vez de sudestada y naufragio.
No viste nacer a tu hijo y la presencia de tu ausencia en nuestra casona marchito las margaritas de nuestro jardín y la noche nevó el dolor del cuchillo que se enredo entre mis venas. Desde la sangre y con la cadencia de los borbotones del líquido carmesí salpicando nuestra cama, y la desazón de quienes me hallaron sin respiración; comencé el peregrinaje hacia vos. Para reprocharte el abandono, para lamer las heridas que te causaron, para reivindicar los errores, para justificar los propios... para amarte otra vez...
... y ahora lo sé, todo fue en vano.. el día en que cerraste los ojos y el mundo dejo de girar para ti… ese era el último día del Amor, del nuestro.
No supe comprender la sorna del sino. Y ahora lo sé, todo fue en vano... no tuve la astucia de aceptar lo inexorable.
Faltan sólo dos minutos, si al menos me miraras, me consagrarías con la paz que en la lucha por retenerte mil veces abdique...
... Hoy todo es extrañeza. Nunca pensé encontrarte en un lugar tan confuso.
Te reconocí por tu forma tan peculiar de sonreír.
Nunca pensé encontrarte en un escenario, ostentando con la osadía de una dama reina, los párpados maquillados, una peluca rubia y unos tacones de la década de los ’70.
Dieron las doce.
Ya no me mires. No nos pertenecemos.
- Carlos, querido… vayamos a casa.
Chuchi González
(Cuento extraído de mi obra RETAZOS DE AMORES PERDIDOS; registrada en  el Instituto Nacional  del Derecho de Autor, Ciudad de México)

8 de septiembre de 2011

Reflexiones en voz alta

Con el paso del tiempo he descubierto que a lo que más le tememos, no ahoga ni asfixia. Que frecuentemente tenemos miedo de la soledad porque no observamos que en realidad estamos solos. Aunque estés a mi lado, aunque haya mucha gente alrededor, seguimos estando solos. Esta toma de conciencia fugaz y profunda me hace comprender que la vida es una experiencia maravillosa y única, pero única en el sentido de propia, íntima y personal.
En este momento mientras escribo estoy en un vuelo a San Diego, el avión va repleto, algunos acompañados y otros sin compañía, pero todos vamos solos. Solos.
La soledad es la evidencia de que somos unidades biológicas cerradas, que nadie puede acceder a mi alma, sino a una aproximación ella, y esa imposibilidad marcada desde la interpretación que cada uno hace al iniciar y constituir una relación, es el indicio claro y sereno de que somos mundos cohabitando con otros mundos.
A veces el mundo que soy coincide con el mundo que eres y compartimos tiempo, sueños, misterios, emociones, pero ninguno de los dos sale de su órbita y al finalizar el encuentro seguimos siendo dos mundos diferentes. Has conocido un poco de mí, desde lo que puede percatar con tu biología, pero solo eso. Imagina que mi perro accede a mí en blanco ni negro, y otros me ven llena de colores.
Esa es la verdadera soledad, el no poder mostrar tal cual eres porque no sabemos en realidad quienes somos. No compartir lo que sentimos porqué el otro no ha sentido desde nuestro ser sino desde el propio y por lo tanto no sabe lo que es sentir el amor desde tu esencia.
“La soledad es la funda en la que estamos inmersos y vivimos.”
Chuchi González

21 de agosto de 2011

Día del Niño

Hoy vamos a festejar a tu niña interior, a tu “piba” como diríamos en Argentina, o a esa “ Gorda interna” que  a veces es la excusa perfecta para romper la dieta y adentrarnos en el mundo de los chocolates, y dulces. Hoy es día de los pequeños que fuimos, de los que no podemos volver a ser, pero a la vez seguimos siendo.
Y la mejor manera de homenajearnos sería un ticket de permisos que desde tiempo están fuera de circulación.
¿Cuánto hace que no te das permisos? ¿Permisos? ¡Sí! PERMISOS… la posibilidad de dejar fluir en tus travesuras internas, de volarte a la luna en tus fantasías, de reírte a las carcajadas por un atrevido pensamiento, de soltar la cara de “adulto” y ser sólo tú en este tiempo y en este ahora.
¿Para qué? ¿ Y aún me lo preguntas? Para soñar, para atreverte, para emocionarte, para amar, para dormir, para descansar, para disfrutar, para andar con el corazón en la mano, para retornar a la inocencia, para dejarte sorprender por pequeñas y grandes cosas, para ser honesta emocionalmente, para ser congruente con tus frustraciones y éxitos; para auto-motivarte, para….JUGAR!!
Las mujeres por nuestra naturaleza, poco a poco, y en forma temprana dejamos el juego de lado, para tomar la vida “en serio”, entonces nos volvemos hiperproductivas para hacernos cargo de “todo”, creo que traemos algún gen de orquesta, y siempre intentamos –al menos- tocar todos los instrumentos.
Tanta adrenalina, tanta auto-presión nos aleja del contexto lúdico, de ese despertar de la imaginación espacio en el que no hay riesgos y todo puede suceder. Y nos volvemos “señoras serias” “ aprestadas”, llevando en la cabeza el letrero “ del deber ser”, “de lo correcto”, “de las apariencias”.
Por eso hoy quiero que te “despeines” y que rías hasta que el rímel se corra, que esa mancha de felicidad se grabe en tus ojos a veces tristes; que recuerdes la esperanza que tenías por ser grande y que ahora que lo eres, recuerdes la misma esperanza que tenías cuando niña, y que veas la vida hermosa y maravillosa aún con sus pérdidas. Porque tu vida está ocurriendo Ahora, en este momento mientras te escribo, y me escribo, mi vida está corriendo por mis venas, por mi respiración inhalo y exhalo y cada minuto tecleado en un pedacito más de ayer.
Juega, corre, salta, baila. Y si tienes hijos, aprovecha la circunstancia para transferir y entonces juega con ellos, también se vale. Pero juega como niña, no como madre intentando corregir las reglas de un juego ajeno; zambúllete en los rincones de la frescura para que mañana cuando te mires al espejo tu mirada esté más diáfana. 
Chuchi González

(*) Las fotos corresponden a mi infancia – Foto con mi hermana del medio – Foto Caracterizada como Médico de la Risa

11 de agosto de 2011

Los Pecados del Amor

Nota del autor: Amor, perdóname por hacerle creer a los lectores que tú eres proclive a los pecados. Nosotros, los humanos, somos los que caemos repetidamente en ellos. Pero sucede que a mi fin personal de publicar la entrada, tu nombre me gusto más que otros y el título me resulto más impactante. ¿Seré envidia o avaricia?
La palabra Pecado llega a nosotros del griego “Harmatia” fallo de la meta, no dar en el blanco; actitud errónea no consciente, pero con anterioridad en la historia el término “pecado” se vinculaba con el olvido, el descuido.
Y estas dos acepciones llegan a mi mente como anillo al dedo; pues en materia amorosa, los pecados cometidos por las parejas, más que capitales son universales; y siempre refieren a un error – entendido como creencias supuestas sobre como el otro debería actuar – o como olvido – el descuido de la relación una vez que existe la relación.
Pasamos gran parte de nuestro tiempo buscando al amor de nuestras vidas, y cuando lo encontramos ¿ qué hacemos?. La mayoría de las veces: lo descuidamos; cómo si el amor por si mismo se autogenera, se nutriera y tuviera la obligación de mantener la llama viva.
Somos grandes pecadores en materia amorosa; los errores son recurrentes; nos arriesgamos a la pérdida parcial, y no nos conformamos hasta agotarlo; y finalmente pérdida total. Cada quién se pasa los “datos del seguro” y ahí nos damos cuenta ¿No hay seguro para el amor? No hay resarcimiento, taller que lo arregle, ni compañía que pueda darnos uno nuevo.
El amor es como un plato de porcelana que al caer se parte en dos o en mil pedacitos, los juntamos mientras moqueamos, suspiramos, nos arrepentimos de no haber sido más diligentes, y lo pegamos con esa “gota mágica” que todo lo puedo. Y sí, quedó pegado: ¡qué alegría! pero ¡OJO! quedó una grieta; ese el mismo plato, pero de todas formas ya no es el mismo.
Así pasa con las relaciones humanas, está el pegamento del perdón, de la reconciliación, de la disculpa, del no lo vuelvo a hacer, de la oportunidad. Y aunque digamos una y otra vez ¡ qué alegría! esa relación no es la misma. Los miembros de esa pareja ya no son los mismos. Entonces ¿ para qué? ¿Para qué olvidarnos del otro y por ende de nosotros mismos? ¿ Para qué dañar lo que amamos?
Si entre dañar y cuidar, lo segundo es un acto que genera en mi hormonas de felicidad; sentimientos de creación, lazos y puentes en los que puedo zambullir mi alegría personal;  ¿por qué resulta tan difícil crear la cultura del nosotros y dejar la hegemonía del yo?
¿Será nuestra educación individualista y competitiva la que enceguece nuestros más íntimos deseos de intoxicarnos en el otro y a partir de ese encuentro dar rienda sueltas a un nosotros inclusivo? Un inclusivo que no excluye por qué hay mucho trabajo, y que tiene tiempo para una llamada telefónica para recordar el timbre de voz de la persona querida.
Un inclusivo que apuesta celebrar las diferencias de ideas, y a aceptarlas, a correrse de lugar para ceder espacios, que no coarta alas, y que siempre es una epifanía la hora del reencuentro.
Un inclusivo que construya y potencie lo mejor de cada YO; que vibre de pasión, ría a carcajadas sin motivos, y se regocije en sí mismo sin necesidad de un 14 de febrero.
Si la vida es tan simple, ¿ Por qué nos hemos doctorado en “complicarla?


Chuchi Gonzalez