24 de mayo de 2010

La soledad, una amante inoportuna.

Nacemos solos y morimos solos; aunque haya un festín a nuestro alrededor en esos momentos, el proceso de iniciar o partir es plenamente personal, íntimo y solitario.
Comenzamos a escribir nuestra historia siendo protagonistas y así la terminamos; la pluma propia es la que deja la impronta de nuestra existencia. Ser y no ser, es un acto solitario y particular. Una luz que se enciende o apaga, con absoluta independencia contextual, y con arbitraria indiferencia. Sin embargo, desde el momento en que asomamos a la vida comenzamos a experimentar el contacto con otros, los padres, los hermanos, los pares. Y la idea de Soledad, de ausencia de voces, de ecos, es una idea difícil de concebir. Nos rodeamos de cosas, de personas, de recuerdos. Aun estando solos, seguimos en contacto con ellos; y como un placebo emocional nos medicamos para sobrevivir la ausencia. Pero, ¿qué sucede cuando esas presencias dejan de pertenecer a nuestro presente?, ¿cuándo la muerte simbólica instaura su rebeldía en nuestra rutina?; la carencia se presenta como un agujero por el cuál se filtran los sueños, los proyectos, los deseos, y la Soledad reaparece como un dolor de estómago- sin remedio que lo cure- que teje su antídoto: el miedo a la soledad; que nos enseñará que en el futuro deberemos obrar con más defensas y cautela.
¿De dónde surge este miedo? ¿Por qué algunas personas sufren más la separaciones que otros?
Uno de los aspecto más importantes a destacar del miedo a la soledad, es la metáfora que inconscientemente se vivencia en nosotros, “cuando se produce la separación”, se produce una mutilación en nuestro ser, una desconexión con la energía vital, que paradójicamente no conecta con la muerte.
La primera etapa de nuestra vida requerimos de “otro” para vivir, sin esa otredad, la muerte física es una realidad evidente. Se nos provee desde el exterior alimentos, vestimenta, cuidados, atenciones; todos los nutrientes que nos hacen y constituyen como individuos. Sin ese sustento externo nuestra existencia es sólo una ilusión. Aprendemos a depender física y emocionalmente de alguien más. Pero en muchas circunstancias, nuestras necesidades no son cubiertas, y la insatisfacción queda en nosotros como una mancha, - que aunque no se ve-absorbe parte de nuestra experiencia cotidiana. ¿Entonces?
Podríamos definir que el origen de éste miedo en particular, y de los otros en general, se encuentran íntimamente vinculados con la historia personal de cada uno; los acuerdos rotos, los lazos desavenidos, las ausencias de la niñez, los duelos no vividos, son los ingredientes que hacen posible la existencia del miedo a la soledad.
Si de niño, nuestras redes afectivas se vieron irrumpidas y sustituidas, una y otra vez, lo más probable es que seamos adultos con mayor tolerancia a las pérdidas, puesto que habremos desarrollado un umbral de dolor mayor. Quizás en el mismo caso, otro adulto, pueda desarrollar una gran resistencia a iniciar relaciones o a cerrar círculos; por la atormentada emoción que representa el miedo a la soledad.
La influencia del medio en la que nos desenvolvemos esta tan grande, que en palabras de Rossana Reguillo “el miedo es una experiencia individual, que requiere, no obstante, la confirmación o negación de una comunidad de sentido”, es decir que los otros son necesarios para su construcción, sin ellos perdería su legitimidad, su propósito de ser.
Los miedos son individualmente experimentados, socialmente construidos, y culturalmente compartidos. Y el miedo a la soledad en una sociedad de consumo voraz como la que “supimos construir”, dónde los ideales de belleza física son cada día menos alcanzables, “el ruido de rotas cadenas” es una canción que nadie quiere escuchar antes de ir a dormir.
A razón de ello, muchas personas siguen aferradas a relaciones amorosas peligrosas, en el sentido de que son destructivas para ambos integrantes de la pareja, encuentros cargados de reproches y quejas; sueños devenidos en pesadillas, culpas sin responsables, vidas robadas por creencias absolutistas, llanto y locura. Muchos sometidos al ritual de la zona de confort, eligen –sin saberlo- “el mal que no dura cien años” en lugar de “lo malo por conocer”.
                                                                                             Chuchi Gonzalez

11 de mayo de 2010

Amor a primera vista

No sabíamos nada uno del otro, sólo que existíamos. Todas las noches a partir de las diez, cómplices de un ritual tácito nos asomábamos por la ventana. Él sin pudor; yo en principio con la cortina por delante como un velo, dejando al descubierto sólo una parte de mí hasta ganar confianza frente a esos ojos negros y profundos que miraban sin discreción. Él encendida un cigarrillo, yo lo acompañaba con una copa de vino, y lo degustaba en mi imaginación. Él llegaba primero, aunque a rigor de verdad, yo estaba de las nueve con las luces apagadas espiando, hasta que hacía su aparición pública con el torso desnudo, bronceado, el abdomen marcado como un camino empedrado, con ligero vello en el pecho, y pectorales redondos, prominentes, de esos que te sugieren mordiscos en el aire. Nadie hacia gesto alguno frente a la presencia anónima del otro. Sólo nos observábamos como dos animales salvajes. A veces los encuentros duraban más, otras veces menos. Al unísono desaparecíamos hasta la próxima insolente noche.
Durante el día no lograba sacarme su mirada de mi entrecejo, clavada como un puñal me perseguía a todos lados. Era mi sombra envolvente, mi risa tímida, fuera de lugar; el brillo incandescente de mi mirar extraviado. Su olor no percibido era la ansiedad de mi olfato, y la pregunta retórica de mi mente ¿a qué olerá su piel de bronce maciza?
Un año entero durmió en mi cama su retrato onírico. Un año entero de no salir hasta después de las once de la noche. Un año entero de sostener la misma copa y el mismo vino. Un año entero inspirando su tabaco, y arrebatándoselo al viento.
Nunca imaginé que algo andaba mal entre nosotros. Pero él me lo hizo saber de las peores de las formas.
Una mañana como todas, en las que suelo asomarme a la ventana a corregir mi maquillaje, él irrumpió en su ventanal en ropa interior, rascándose con deleite matinal su sexo con una mano, mientras con la otra se quitaba las lagañas de su ojo izquierdo.
Esa fue la última vez que lo vi.(*)
¿Qué tiene de común mi relato con los supuestos que haces en tu vida? ¿Cuántas veces fabricas expectativas en torno a una realidad que no es como es, sino tan sólo cómo la observas?
Ayer, cuando me metí al hoyo de la reflexión, me surgió la duda ¿Cuáles serán las fuentes de sufrimiento humano más influyentes? Y comencé a escribir un listado, que tan sólo enunciaré.
Fuentes del sufrimiento humano:
  • Las expectativas
  • Los supuestos
  • Las creencias vividas como verdades (propias o ajenas)
  • La resistencia a las cosas que no podemos cambiar (hechos)
  • La resistencia a cambiar las cosas que podemos pero creemos que no se pueden cambiar (ideas)
  • El vivir en el pasado
  • El proyectar nuestro presente y futuro desde el pasado
  • Los juicios automáticos
  • Los miedos
¿Cuáles puedes aportar desde tu experiencia?

(*) Cualquier semejanza con alguna vivencia de la autora más que una coincidencia, es una imposibilidad.


Chuchi Gonzalez



3 de mayo de 2010

El aprendiz eterno

Existe en el inconsciente social una regla general para asociar lo que nos sucede a una causa, hablo de aquellos momentos transcendentales: bueno o malos que parecen gestar en nuestro centro una necesidad encontrarle un ¿por qué? (Justificación) o un ¿para qué? (una acción que nos lleva hacia delante). Muchas veces cambiamos de capítulo sin encontrarse ese sentido, otras nos son reveladas y nos permite crecer, y en algunas cuántas inventamos ese propósito para auto-motivarnos.

Sea cuál sea nuestra causa, lo cierto es que este entrenamiento cotidiano, de indagar, buscar, mirar, recapitular; nos hace reflexionar; mirar hacia dentro y conocernos un poco más.

Y así nos habituamos a descubrir que el aprendizaje, es omnipresente, que no precisamos estar en contactos de grandes gurúes espirituales, ni leer demasiados libros, estudiar tal o cuál texto; que todo en la vida es fuente de enseñanza si nosotros hemos decidido dejarnos, como el cántaro a la fuente, fluir hacia él.

Y todos pueden ser nuestros maestros, y todos somos aprendices, la vida comienza a ser una rueda, todo lo que damos, regresa, aún cuando no regrese de la forma en que dimos o de la persona que esperamos.

¿Si yo te preguntase que has aprendido en estos últimos días que responderías? ¿Cómo aplicarías esa información a tu vida para transformarla en conocimiento? ¿Qué oportunidades ganas cada vez que decides mirar el mundo con la humildad de que no todo lo sabemos?

Estamos en constante re-diseño, transmutando. Y cuando abrimos los ojos, parafraseando a Andrés Calamaro “Cuando uno se despierta y ya no es indiferente”…todo es una inmensa puerta abierta (metáfora de posibilidades)

Les comparto un poema que escribí…

Quiero que sepas que todos recogemos nuestra siembra,
Pero la vida: No es recíproca
Y a veces los frutos provienen de otra tierra
Distinta a la que sembraste.
De todos modos, el amor con amor se paga,
El odio con soledad,
La traición con olvido,
Las heridas con sangre,
Pero la sangre se seca y las heridas se cierran.
Lo que no debe secarse ni cerrarse es el corazón,
La libertad de latir los sentimientos y las emociones.

Porque ser libre implica también
Poder volar en cielos cercados,
Y en ti viven todos los colores para que pintes cada día

Tu propio arco iris.
Al igual que el alfarero toma en sus manos el blando barro
Y en el baile ritual del torno de sus dedos nace
Una vasija,
Tú tomas el legado de tu existencia,
Y al ritmo del tiempo, tejes tu vida.

No desesperes! y piensa en ese artista,
Que cuando el barro se resiste a ser,
No claudica!

Sigue adelante, aunque el mundo bostece
A tus pasos, su desconfianza, su ira,
Porque aun con ello,
el mundo no deja de girar,
no se detiene , no te detengas,
porque eres parte de ese movimiento.

De todos modos, el amor con amor se paga.

                                                                                                                    Chuchi Gonzalez

29 de abril de 2010

El amor en tiempos de redes sociales

Muchos dirán que no. Unos por pudor. Otros por convicción. Y algunos por inexperiencia.
Lo cierto es que el amor está en todas partes, eso dicen. A la vuelta de la esquina, en la vereda de frente, en la cuadra que sigue a tu casa, en la avenida que nunca transitas, en la carretera plagada de camiones, y entonces ¿por qué no en el ciber espacio? ¿Puede existir el amor en un no lugar? O ¿será que el amor que emana de unos dedos sobre el teclado, rebota sobre el monitor y se esparce sobre quién escribe?

Hombres y mujeres solos buscan alternativas para “conocer a su media naranja”(los que son ácidos) o a su medio melón (los que somos básicos), las citas a ciegas de los amigos son anécdotas de series, los números de teléfonos que se consiguen en los antros casi siempre están descompuestos, ¿qué alternativa nos queda? ¡INTERNET!
Aunque algunos lo vean como un recurso “de desesperados”, de “gente urgida”, nefasto, corrompido y peligroso, no deja de ser la carta que muchos (que ya no salen de noche, los que no tienen amplios círculos sociales, los tímidos, los retraídos, los solitarios, las divorciadas, etc.) tienen para jugarse el todo por el todo al amor.
Infinidad de páginas web presentan la posibilidad de encontrar “él o la” de tu vida, por unos pesos mensuales con cargo a tu tarjeta, y así la procesión de muchos es pan comido. Chats públicos, redes sociales, blogs, portales, mini blogs, etc., la oferta es muy grande.
El engaño también está presente en la vida virtual (y en la real), pues enmascaran los miedos de quién fluye a través de un Nick, y en la comunicación del encuentro, entre OKIS, NOP, y SIP se van generando “expectativas”, y detrás del anonimato las emociones reprimidas surgen, y los poetas muertos reviven. ¡Siempre hay quién enamora con su ARIAL!, con esas palabras acordes, exactas que desarrollan la cadencia perfecta de nuestro imaginario.
Después de varios encuentros tácitos, tal vez surge el golpe a la realidad física. Algunos los pasan airosos, se enamoran, se casan, se mantienen, se detestan, se divorcian. Se conocen, se gustan, se vinculan. Otros no se ven nunca más.
¿Por qué nos sorprende que en la actualidad las personas elijan este medio para conocerse? Si en los años de los bisabuelos, de la generación de los bisnietos que peinamos canas, las cartas de presentación en las agencias matrimoniales eran la clave del encuentro, las misivas colmadas de ilusiones y expectativas cruzaban océanos hasta las manos de un extraño. Y un tiempo más acá,( Yo lo viví) el correo sentimental anunciado en periódicos y revistas perseguía la misma fortuna.
¿Nos sorprenderá que tan avanzados en tecnologías, sigamos desconectados del mundo? ¿Qué para vincularnos tengamos que poner un usuario y una clave?
¿Qué en el siglo de las comunicaciones, la principal problemática sea la comunicación en las relaciones? O acaso, ¿nos avergonzará la necesidad de pretender coincidir con alguien más allá de nosotros mismos? ¿Serán las corazas que hemos sabido levantar, las que se distienden cuando “aprendemos a amar” desde la soledad de nuestro ser? ¿La magia de no saber quién está juzgándonos nos dará aire para remontar nuestras ilusiones?
Reflexionando, he llegado al punto de plantearme ¿cómo vivimos internet, como un camino o un destino? ¿Cómo una posibilidad de descubrimiento o un resultado? Y en este interrogante, creo que está el foco de atención. ¿Las redes sociales son utilizadas para conocer o desconocer? ¿Para acercarnos o acechar? ¿Para ser quienes somos o soñar con quienes podríamos llegar a ser? ¿Buscamos conquistar a otras personas o iniciar sesión con nosotros mismos?
¡Por lo pronto dejaré de escribir este post, me acaban de llegar 15 mails con solicitudes de hombres, que según el proveedor del servicio, son mis almas gemelas!

                                                                                                       Chuchi Gonzalez


16 de abril de 2010

La botarga del Amor

http://www.youtube.com/watch?v=HVjImSOF1-c
                                                                                                                           A que los quiero...

Cuando empezamos una relación apostamos todas nuestras cartas al nuevo juego, algunas con afán de hacer saltar la banca, y otras a sabiendas de retirarse a tiempo; la nueva ficha es a nuestros ojos la mejor ficha de nuestras vidas. A medida que transcurre el tiempo, surgen los roces, y el tango de la pasión y el encuentro, se convierte a veces en un reggaetón, o en un arrítmico símil “Que baile Zoila”(Ver enlace para los que no lo conocen)

Es que para nosotras el AMOR es así en MAYUSCULAS y sabemos que no es lo mismo para todos, podemos aceptarlo y seguir airosas, pero hay códigos y cuando esos se rompen o violan, del gran amor de mi vida se pasa a la botarga del amor.

¿Qué es la botarga del amor? Es la imagen des-erotizada del amor, es la burla de los sínicos, la soledad de los románticos, la cara de los pusilánimes. El egoísmo encarnizado, la cabeza metida en el hoyo de nuestra humanidad, el veneno del individualismo.

Hay miles de teorías que “intentan” explicar ¿por qué nos enamoramos? Pero sin teorías, los que usamos esta aplicación (término acuñado de las redes sociales) nos enamoramos para compartir, para vincularnos, para transmitir, para comunicar amor a través del lenguaje verbal y corporal.

Pero para ello se necesita a dos en la misma sintonía. ¿Cuántas veces has escuchado lo mucho que significas para alguien y ese alguien no hace nada por ti? Quiero decir que el amor es más que una palabra. Dicen que es la energía que rige al mundo, pero dados los resultados es la más relegada, despreciada y abusada. Hoy están más de moda “los miedos”, “el egoísmo”, “la indiferencia”. Y el amor con sus migajas, de vez en cuando sale en alguna foto como extra. ¿Qué es el amor? ¿Será la energía que nos nutre? ¿Estaremos desnutridos? O ¿Mal alimentados? ¿Habremos comido demasiadas emociones chatarras?

Pasan tantas cosas de modo vertiginoso, que siempre estamos en alerta, a la defensiva, asustados, apurados, nos miramos al espejo para quitarnos las lagañas, y ni siquiera nos saludamos. ¿Cuánto hace que no te miras y te dices “wow te ves muy guapa esta mañana”? ¿Cuánto hace que no te reconoces por lo que eres?

Pero por fortuna, siempre en el aire de incógnito está “el amor” volando o escondido en los lugares más recónditos, esperando sigiloso a dar su flechazo y hacer que nuestra vida huela distinta tal vez, a aceites de romero, a madreselva, a tabaco o a cupcakes recién horneados.

Me gusta una definición que dice que Amor es que me importa de ti…y creo que es la explicación más exacta…me importa de ti, significa eso, que me importa lo que te pasa, lo que sucede en tu mundo, lo que corre por tus venas, lo que esconden tus ojos, tus sueños postergados.

Y cuando te digo “te quiero” digo que te quiero conocer, saber quién eres en realidad más allá de lo que dejas ver, que te quiero apoyar si lo necesitas, que te quiero esperar despabilada en las noches cuando tengas fantasmas que no te dejen conciliar el sueño, que te quiero ver sonreír porque tu sonrisa ilumina el mundo, que te quiero ver llorar porque sé que necesitas aliviar tus penas, que te quiero en tu humanidad, que te quiero porque por haberte conocido ya perteneces a mi vida, que te quiero porque a través de ti puedo verme, que te quiero escuchar estallar en mil palabras o en silencio, que te quiero porque me importa de ti.
                                                                                                                 Chuchi Gonzalez




6 de abril de 2010

Volver a escribir…una historia de a dos


Tal vez muchas veces, te quedas con la pluma en la mano, un papel escrito a medias tinta, una historia de amor con un solo protagonista, o un cuento que termina demasiado pronto y sin perdices.

Quizás todas las veces en que cerraste ese libro, te prometiste tener más cuidado para la elección de tu próximo “protagónico” y sobre todo para el casting de tu “compañero de rodaje”.

De los papeles que hicieron de tu carrera del amor una rutina te cansaste. Basta de Víctima, Súper Mujer, Madre, e hija; ahora vas a actuar un nuevo personaje: Mujer. Tienes todos los requerimientos para no equivocarte nunca más, y sin embargo…

… alguien pasa frente a ti y te mira y le devuelves una empalagosa mirada; te presentan unos amigos a un soltero que…, conoces a un hombre por chat…, y todo absolutamente, TODO, vuelve a empezar, a rodar de un modo completamente distinto al “buscado por tu intelecto”.

Otra vez las mariposas de colores, -extras fundamentales- se instalan en tu estómago, las luces de la vida se encienden con más plenitud, las mañanas con sueño son tus preferidas, y la sonrisa en los labios sin motivo lejos de ser absurdas son presentes que evocan su ausencia.

La conversación se torna monotemática para afuera o para dentro; todo es lo mismo: ÉL.

Pero tu mente se observa con desconfianza, deja que el corazón se acelere, galope y sueñe. Pero ¿cuánto tiempo lo dejará ser? ¿Hasta dónde serán los miedos capaces de dejarte soñar?

Tu cerebro empieza a enviarte señales distractoras, y creencias limitantes, los miedos engrandecen sus sombras con las luces de tus ojos, y la duda se instala como una espina en tu cabeza.

¿Para qué arriesgar otra vez los sueños? ¿Para qué jugarme el todo por el todo? ¿ y si no acierto? ¿ Y si otra vez la nefasta realidad trae a mi costa tranquila restos de un naufragio, de una historia de amor que no nació más que en mis sueños?

Todo se torna incertidumbre en las noches vacías de sueño, y en la oscuridad pincelas escenas que ya sabes de memoria, nunca ocurrirán.

Piensas, ¿ que será aquello que me atrae de él?, es que hace que repetidamente lo evoque en mi rutina; ¿ por qué el aire sabe más pesado, ahora que lo conozco?, ¿ por qué nos cruzamos y con qué sentido?

Existen muchas teorías que podrían revelar algún misterio del encuentro, aún cuando ese encuentro sea no más que un tropiezo que no llega a dejar moretón.

Algunos lo llaman “necesidad de supervivencia”, elegimos a los que sentimos fuertes, estables, capaces de formar y proteger a una familia, no es mi caso.

Buscamos a personas que se asemejen a individuos importantes de nuestra infancia, con los que sentimos confianza, lejos de mí.

Al salir de la niñez con el registro del niño herido, intentamos encontrar a aquellos que puedan hacerse cargo de esas heridas, me resisto.

Y por último, lo más románticos aceptan el mito del alma gemela. La acepto; no porque la haya encontrado, simplemente porque me hace sentido su búsqueda. Cierro los ojos y escucho la voz de la leyenda diciendo:

Hace mucho, mucho tiempo, los hombres tenían cuatro piernas, cuatro brazos y dos cabezas. Convivían en el Olimpo junto a los dioses, hasta que un día, Zeus decidió matarlos a todos. Alguien le mostró que si lo hacía “se quedaría sin ofrendas y servicios”. Zeus conmovido en su vanidad, ordenó entonces que los partieran por la mitad, Apolo se encargó de sellar las heridas y eliminar cualquier rastro de la unidad. Desde entonces se dice, que los hombres y las mujeres andan por el mundo buscando su media mitad, como si tuvieran un pequeño recuerdo de lo que fueron en principio.

Y es ahí donde surge el alma gemela.

Me gusta la historia, aunque a veces creo que mi media mitad o se ha quedado sin energías para seguir buscándonos o la quebraron en mil pedazos y por eso a veces creo descubrirla en algunos ojos de distintos hombres.

Con el afán de alcanzar es unidad me lanzó a los renglones de la vida, a re-escribir una historia que casi siempre empieza con dos y termina con uno; ¿será como si en el bosquejo de algunas letras logramos ver la realidad de que nuestras partes no completan el rompecabezas?

¿Tendré más de un rompecabezas? O ¿mi pieza será usada arbitrariamente por otras manos?

¿Cuántas veces más buscaremos para no encontrar? Y aún así ¿Habremos perdido o ganado?

Justo cuando iba a empezar a escribir, alguien llama por teléfono y la punta del lápiz se quebró. Me quedaron palabras atragantadas, algunos garabatos a medio terminar, y el corazón arrugado como un trozo de papel.
                                                                                                                 Chuchi Gonzalez

31 de marzo de 2010

Auto-exigencia: ¿Casi ángeles?

¿Qué escondemos bajo las máscaras de la auto-exigencia? ¿Qué pretendemos alcanzar? ¿Qué precios emocionales buscamos no pagar a través de la perfección?

Si analizamos la palabra, auto-exigencia implica “exigirse a uno mismo”, esta lectura inocente nos haría creer que ser “auto exigente” es un rasgo positivo de nuestra estructura de personalidad, sin embargo habla mucho de nuestros miedos.

Quienes constantemente buscan la perfección en sí mismos o en sus resultados, están parados en un contexto de escasez emocional, “siempre se enfoca la mirada en lo que falta”, no importa cuánto se tenga, siempre falta algo. Los perfeccionistas al ir tras una fantasía, nunca logran alcanzar un nivel de plenitud o satisfacción, se sienten frustrados, su autoestima disminuye, y la acusación interna se torna insoportable.

Frente a esas circunstancias, las personas empiezan a evitar tomar nuevos riesgos, se vuelven conformistas, y la conversación interna que comienza a apoderarse de ellos es restrictiva, y generan una zona de confort en la que sus estados de ánimos recurrentes son la resignación y el resentimiento.

El observador del Ser perfeccionista, busca a través de su máximo esfuerzo ocultar creencias que hablan acerca de sus debilidades, defectos y fracasos. Su imagen idealizada está construida en base de requerimientos “imposibles” de lograr, a veces propios y otras veces impuestos por mandatos sociales o familiares.

La perfección más que un sueño es una pesadilla que nunca termina, y que si no tomamos conciencia de ello, difícilmente se puede abrir los ojos.

Las expectativas propias y ajenas son la materia prima del perfeccionista, trabajan para lograrlas, para no decepcionar ni decepcionarse, lo que involucra la idea del miedo al rechazo o a la falta de aprobación.

Una persona que padece de este síndrome, lejos de tener una autoestima saludable, es una persona insegura, que ha entregado su poder personal al exterior, que no acepta reconocimiento, que se incomoda si comete un error, no tiene confianza en sí mismo ni en los demás, no sabe delegar tareas, y vive en permanente estado de resistencia.

Cuando la vida ofrece un panorama distinto al esperado, se ahoga en la queja, y se paraliza, y en la mayoría de las veces prefiere huir que volver a empezar.

Este estereotipo aún cree que “pedir apoyo” es una muestra de vulnerabilidad, y que debe por “fuerza” hacer las cosas bien y solo desde la primera vez.

Tan exigencia, es sinónimo de altas defensas y de estrés.

Desarticulando el paradigma perfeccionista

Lo primero que debemos aceptar es que somos humanos, como dice el refrán “errar es humano”, no pretendemos andar por la vida dando tumbos, pero si eso sucede, debemos entrenarnos a observar el escenario y rescatar la lección que nos aporta. Los errores son la fuente de nuestra sabiduría.

Por otra parte, es fundamental internalizar que si bien es cierto que todos buscamos aprobación y aceptación, una cosa es “desearla y gozarla” y otra muy distinta es “necesitarla”, es decir creer que sin ella no podemos vivir. La aceptación personal es la única que nos hace falta para dar sentido a nuestra existencia.

Por último será muy importante re diseñar las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos y las expectativas que nos han heredado y nos hemos puestos, elegir ser responsables de nuestra historia y por ende de las elecciones que tomamos todos los días.
                                                                                                                   Chuchi Gonzalez

25 de marzo de 2010

Yo.. ¿La peor de todas?

 Desde hace un par de meses hasta el presente, debo contestar en forma casi cotidiana, la misma y repetida pregunta, inquietud e incertidumbre de quienes me conocen, me imaginan, o de mí sólo saben un nombre.


Si fuera hombre nadie se atrevería a indagar, inclusive unos cuántos aplaudirían. Pero siendo mujer cuasi cuarentona, el interrogante parece obvio ¿Por qué estás sola?  Sinónimo de ¿ Por qué no te has casado?  Mi  respuesta es siempre la misma, una mueca disfrazada de sonrisa con  la responsabilidad de haber elegido el camino del salmón. Seguir la contraria vereda de las costumbres, e ir contramano de los mandatos sociales.

He descubierto en mi viaje por la vida, que mi gran vocación es trasmitir, enseñar, escribir, encontrarme con muchos otros y compartir las experiencias que cada quién guarda en su mochila, y que mi estado civil, es un bien preciado, del cual hasta hoy, no he tenido deseos de desprenderme. Alguna que otra vez, soñé a lo estúpida "transformarme en la mujer de..." pero sólo un sueño, un simple "mmm, que lindo sería..." y sólo eso. Nunca me apropié de la idea. Nunca le puse más acción que unos cuántos pensamientos. Y mirando hacia atrás, exhalo gran alivio porque era un error que me llevaría a una muerte anunciada.

Mi soltería para algunos es una expedición salvaje a conocer muchos hombres (¿?), para otros es producto de mi personalidad, y para unos pocos "mala suerte". Mi tía cada vez que e llama me pregunta con ansiedad "¿y nena conociste a alguien?" y la verdad es que nunca me había puesto a reflexionar sobre esa pregunta; y aprovechando que cada quién "interpreta" desde su particular observador, hoy puedo gritar con una sonrisa inmensa en los labios: Sí, tía me conocí a mí.

Tal vez para muchos eso no sea demasiado, aunque en rigor de verdad, y dado los gajes de mi oficio, cada semana encuentro gente que va a un salón a confesar " que quieren conocerse". Yo  me presenté a mí misma, y fue un placer.

En mi discurrir por la soltería, he advertido que a diferencia de lo que otros creen - pozo negro del cuál una mujer debe rezar para ser rescatada-, es un sendero de comunión con nuestra guía interna; en el espacio libre de sapos yo he logrado conectarme con mis propios mensajeros y he sabido conocer mis dires y diretes, mis gustos, y mis disgustos, mis rencores, y mis colores, mis sueños, y mis pesadillas. Me despojé de ideas erróneas sobre el amor, mandé por correo al país de las maravillas al príncipe azul, y aprendí a elegir lo que quiero para mi vida, sin importarme las expectativas del mundo exterior.

Hoy puedo declarar que CREO (del verbo crear y creer) en el Amor, como una fuente de energía que nos liga y hace fluir, que su magia radica en comprender que cuando un hombre y una mujer, deciden ser pareja se están comprometiendo a aceptar que a esa relación llegan dos con sus mundos acuestas, y que están dispuestos a hacer lo necesario para que ambos rueden en la misma órbita; sabiendo que día a día se elijen porque bailar juntos ese ritmo hace que las luces de cada uno sean más brillantes.
                                                                                                               Chuchi Gonzalez