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24 de junio de 2014

Cambiar el pensamiento




La fuente de todos nuestros males, está en el pensamiento. Creemos que es el exterior lo que nos impacta, pero sin embargo, es el interior el que modifica lo externo. Es la singular manera de responder ante cada situación lo que nos llena de temores o de alegría.
Cambiar el pensamiento requiere tener la capacidad en principio de soltar todas las creencias, y entender que ellas son  una ilusión, una nubecita a la que nos prendemos creyendo que es un hecho, que no es refutable y siempre existirá.
El mejor método para hacerlo, es comenzar con las menos dolorosas, con esas que están ahí y a las que recurrimos pero no se nos va la identidad en ellas; para luego asumir la osadía de  soltar con las que más nos identificamos.
Lo creas o no, los pensamientos son energía que nos fortalecen o debilitan. Si constantemente estas pensando cosas negativas, tóxicas, tristes, tu estado de ánimo será coherente con esa forma de pensar.

26 de abril de 2014

No tengo marido ... y puedo igual


No es la primera vez que escribo sobre lo que me ocurre después de un temblor.  El 20 de marzo de 2012, lo hice. Pero el aprendizaje fue diferente. Este viernes santo, 19 de abril 2014, la tierra se sacudió como un perro lleno de energía previo a una actividad y tuve la sensación de que los que estamos en ella flotamos por unos segundos hasta quedar agarrados de algún hilo salvador. 
El suelo de la casa comenzó a chillar, a crujir como dolorido, las puertas a mecerse como autistas y  los porta-retratos se sentían agujas de reloj marcando un ritmo de izquierda a derecha. Todo desde lo incierto cobro vida, y el miedo se apodero de mis extremidades empujando al corazón  a desbocarse hasta entrecortarse la respiración.

1 de abril de 2014

Conectar…

Para Luz Magaly y Aydee Flawer

Hace unos días publiqué un mensaje de buenas noches en mi muro, en el que invitaba a la gente a relajar el cuerpo, la mente y conectar con el alma y fue cuando entonces recibí el comentario, o mejor dicho la sugerencia que inspira este artículo: ¿Cómo conectar con el alma? ¿Cómo conectar con uno mismo?
En principio pareciera que todos esperamos siempre respuestas simplistas, fáciles de usar y de efecto inmediato. Las condiciones de la sociedad en la que vivimos nos orilla a vivir a las prisas. Y es justamente en ese andar a los apurones, chocándonos con todos, pisando nuestros propios sueños y los demás, alocados por llegar sin saber a dónde, pero alocados al fin, vamos perdiendo la señal con quienes somos.

No hay remedio más eficaz para relajarnos que parar; detener la marcha, la vorágine en la que estamos inmersos, porque no debemos olvidar que la postura corporal con la que andamos nuestra vida se identifica con la postura emocional y psicológica.
Frenar la marcha, te has preguntado ¿ a que velocidad vas cada día? ¿ cuántas cosas del paisaje se te pierden o pasan como ráfagas de sueños? ¿Cuántos besos apenas dados, cuántos abrazos mancos?
Corremos como si tuviéramos que llegar a algún sitio importante porque no hemos olvidamos de quienes somos. Buscamos en el afuera eso que adentro como una hernia emocional nos trae mal sabor de boca todos los días.
El síntoma que es mudo, igual nos habla, nos dice que algo no funciona, y nosotros que vemos, igual somos ciegos y medicamos.
Aspirinas, alcohol, drogas, medicinas, trabajo, comida, amantes, deportes… excesos… estamos confundidos porque sentimos que algo nos falta y no sabemos que és ni donde buscarlo.
Y todo está al alcance de nuestras manos, pero se escurre como el agua entre los dedos.
La respuesta es FRENAR Y CONECTAR con uno mismo, que es lo mismo que decir conectar con la fuente o con el alma. Le damos más importancia a lo que no somos: el cuerpo. Sabemos de ese carro que nos transporta, lo arreglamos, lo educamos, lo satisfacemos…. y en relación a lo que somos: ALMA, nos extraviamos.

12 de marzo de 2014

REFLEXIONES PARA ADENTRO

Querido Papá;
Me han contado unos maestros, o unos discípulos, no se bien, que somos un punto de inteligencia suprema que ha elegido dividirse para experimentarse; que así creamos el ego y el cuerpo, la vida que conocemos; pero que todo no es más que un sueño. Escuche que todos estamos dormidos en los brazos de Dios; que la muerte, la enfermedad, la violencia y el rencor son ídolos del ego que siempre busca competencia y compararse; pero que todo esto no es más que un juego. Somos uno. Es verdad entonces eso de que vives en mí. Pero más real es el hecho de que vos y yo estamos en el mismo lugar, cada quién soñando su propio sueño, pero estamos juntos papá, nada nos ha separado.  Dónde estamos en verdad no hay tiempo ni espacios, y donde creemos estar existe el tiempo porque el ego siempre mira para atrás para enjuiciar, y adelante para protegerse, y por lo tanto vivimos muchos sueños a la vez. Quizás por eso, a veces te veo en el rostro de unos extraños, o siento que me llamas la atención.
Ahora podré dejar de sentir la tristeza de no haber estado en tu partida, porque no te fuiste a ningún lado; mira que eres gracioso, me creí el cuento papi. Aprieto los ojos fuertes y te veo de mi mano con el tapadito azul, o en el ultimo café, o acariciando tus brazos  aquella última vez…

17 de febrero de 2014

¿Complaciente o cómplice?

40DC4ADF18634A3A8381FB05D0E879A5Uno de los aspectos más importantes en nuestras relaciones con la otredad, es observarnos y descubrir desde dónde estamos actuando nuestros pensamientos. Cuando digo “actuando”, me refiero a accionar una conducta.
Si pensamos en “complacer”, la etimología propia de la palabra refiere a hacer algo “con – placer” hacer que otros se sientan bien.
Sin embargo, muchas veces ese “placer” se ausenta, y lo que hacemos es “con – temor”, es decir complacer con temor a perder o a dejar de ganar. Y la acumulación de esos hechos, termina mermando la esencial de “satisfacer con agrado” y se convierte en complicidad.
complacer-a-los-demas2Ahora ya no soy complaciente por el gusto de ser contributiva o por amor, sino que por temor a que se desencadene un pleito, o no me aprueben o me rechacen accedo con temor y sintiendo enojos, o tristeza.
Piensa ¿Cuántas veces has sido cómplice del otro? ¿De ese trato que tanto te duele, del abuso de tu pareja, de las críticas de tus padres, de las quejas de tus amigos?

5 de octubre de 2012

Confiar en el amor

La confianza es un juicio de valor que me dice al oído que esa otra persona actuará de tal o cual forma en una situación dada. A nivel social, la confianza, sirve para generar un espacio de certidumbre, de regularidad y previsibilidad dentro de un marco tan incierto como es la vida.
Pero ¿ Cómo se confía? ¿al cien? ¿ a todo o a nada? ¿ de primera o segunda vista?
Creemos erróneamente que la confianza se pierde, y que a medida que pasa el tiempo uno puede ir aflojando la cuerda y cediendo en la habilidad de confiar. Y que al confiar puedo hacerlo en todas la áreas de la vida.
Sin embargo, la confianza como creencia generadora de oportunidades y poder, se sustenta en tres juicios más ellos son:
La sinceridad ( La coherencia entre lo que digo ( dijo) y hago (hace)
La confiabilidad ( El historial de mi ( o su ) congruencia
El área donde emito el juicio ( espacio en dónde ejerceré mi juicio de confianza)
Confiar o no confiar es una elección, dado que la confianza es un juicio, las personas fundan su desconfianza o confianza en los hechos del pasado.
Pero arbitrariamente, la fijan sobre la meseta de la totalidad. Es a todo o nada.
Podemos confiar en un persona para determinadas acciones y aún así no para otras. No tenemos habilidades para todo. Somos seres con limitaciones y eso nos constituye en humamos.
Lo mismo sucede en el ámbito amoroso, si en el pasado las relaciones no fueron exitosas eso no implica ni fundamenta que en el presente sean de la misma manera.
Tenemos el libre albedrío de elegir darnos, confiar, y vivir experiencias maravillosas o atarnos a los recuerdos y cubrirnos de armaduras por si acaso.  Y pudiendo elegir lo mejor para nosotros ¿ para qué desconfiar?
El amor es una energía que nos mueve a crear, y establecer puentes entre uno y el encuentro con el otro…es una conexión que viaja desde mi centro al centro del universo.
Confiar en el amor es más que creer en una persona o en una relación, es abrazarnos con la vida, es disfrutar de cada momento, es despertarnos a la convicción de que somos creadores.


Chuchi González

5 de julio de 2012

Cuando no te la crees…

Cuando no te la crees, no la creas.  Me paro desde mi mundo gordo y trompico  y observo. Y veo a unos,  otros y a muchos más. Todos cada día resistiendo el hecho de poder ser felices. Conceptualizando sus ideales de felicidad como fórmulas matemáticas imposibles de resolver, avivando fantasmas dormidos y repletos de tierra del pasado, rumeando creencias limitantes acerca de sus posibilidades de ser o no ser.
Cuando tú no te la crees, no la creas. Es la recurrente frase del verbo CREER Y CREAR – Yo creo lo que creo – Repetitiva en mi blog, en mis charlas, en mis entrenamientos – pero como diría la Señora Mirtha Legrand “ El público se renueva” -
¿Qué importa lo que sucedió en el pasado? Es sólo recuerdo. No hay ley natural que establezca que en el presente tenga que repetirse.
Y si se repite… no es a causa de un embrujo diabólico… es consecuencia de tu forma de mirar, entregarte y creer.
Cuando vas por la vida arrastrando la idea de que nada mereces,te comportas de manera tal, que todos los que te rodean te huyen; se esconden, te evitan.
Tu creas tu realidad. Porque desde tu mente corazón digitas las moléculas blancas brillantes del mundo que creas con cada pensamiento.
Cuando vas por la vida desconfiando, inseguro, con la pretensión profética de que serás traicionado; tus defensas se comportarán de forma tal, al igual que una enfermedad autoinmune terminarás atacando lo bueno.
Por eso aprende entre tantas cosas solo algunas, y entre ellas esta: tu creas lo que crees. Si no te la crees no la creas.
Chamalú – Chamán, indio quechua de Bolivia – escribe:
“ No hermano, no te pongas triste, ¿no te das cuenta de que tus limitaciones son en realidad tus potencialidades esperando a ser liberadas?”
                                                                                                                              Chuchi González