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22 de junio de 2011

Encontrarse con Uno Mismo

¿Quién alguna vez no ha dicho “quiero encontrarme conmigo mismo”? Cómo si ese encuentro fuera algo imposible de acceder, o como si no estuviera sucediendo. Fantaseemos un rato; imaginemos que vamos a un cafetín a encontrarnos con nosotros mismos ¿Qué nos diríamos?
¿Qué ropa escogeríamos para ese momento? ¿Nos saludaríamos de beso? ¿Nos trataríamos de usted?
¿Por qué necesitamos encontrarnos con nosotros mismos, si vivimos con nosotros mismos todo el tiempo?
¿Será que no nos agradamos y creemos que somos otros diferentes?
Yo apuesto por esa idea. Quién se quiere conocer es porque se conoce, no seduce; en su mente tiene la ilusión de ser un ser diametralmente opuesto a quién; sin embargo eso, lejos de construir la imagen de uno mismo, la mutila.
La magia del encuentro está en abrir los ojos y vernos; observarnos como un todo, una unidad y dejar de escarbar en la basura emocional, inocentes e ignorantes; haciendo de cuenta que no nos pertenece.
Ya estamos con nosotros mismos; aunque vivamos para agradar a los demás, dejemos de lado nuestros proyectos, nos involucremos con los objetivos ajenos y nada de lo que hagamos parezca ser de nuestro poderío.
Todo eso que hacemos para pasar inadvertidos, como mártires, sumisos, abnegados; lo hacemos siendo nosotros mismos.
Sólo que estamos viendo desde un lugar de carencia y falta de empoderamiento; pero esa bondad en apariencia casi estoica es una forma de relacionarnos con el mundo.
Encontrarnos a nosotros mismos tal vez es la búsqueda del tesoro más difícil de alcanzar, pues implica correr el riesgo de botar fuera de nuestra caja de creencias, todas aquellas que nos han limitado de ser y crecer; y que en varias oportunidades, de no sostenerlas, iríamos en contra de nuestra familia, amigos, o círculo más cercano.
Pero si la vida es demasiado breve, por qué no apostar a ese encuentro soñado, a esa cita en la que nos aseguraremos de no llegar más tarde, de lo que estamos llegando al día de hoy.
                                                              Chuchi González

13 de junio de 2011

Mis cuarenta ….

 
¡Hoy es mi cumpleaños y quiero dedicarme esta entrada a mi misma, por ser una gran compañera de viaje!



                                                    Chuchi González

22 de mayo de 2011

Asertividad… o el arte de saber decir

¿Qué decir? ¿Cómo decir? ¿Decirlo? Me he preguntado muchas veces. Asertividad llega a nuestros días de la mano de la palabra asserere o assertum que significa afirmar. Afirmar la personalidad, sentar las bases de la autoestima, ser certero en el decir de las emociones que sentimos – positivas o negativas; juzgar que lo que hacemos es contrario a  nuestros principios ni los de los demás.
Ser asertivo es una habilidad social que se adquiere a través de la práctica y el despojo de miedos y creencias limitantes. Surge de la experiencia de auto-reflexionar acerca de nosotros mismos, conocernos y saber que queremos y que no queremos para nuestra vida.
Implica el desarrollo de la escucha hacia fuera y hacia dentro; como así mismo el aprendizaje de los diferentes sentidos que como observadores otorgamos a los mensajes.
Es no tener la necesidad del aplauso.
Es aceptar y reconocer las limitaciones.
Es buscar permanentemente ser causa y efecto de lo que nos ocurre.
Es hablar con la mente/corazón en la mano; de forma oportuna, directa y activa.
Es sacar la cabeza del hoyo para mirar al mundo sin temor de ser juzgado.
Es reír como un loco y llorar como un niño, sin escondernos de los demás.
Es aceptar el desafío de ser UNO MISMO, y no lo que quieren los demás.
Es pedir apoyo o ayuda sin sentirnos desvalorizados por ello.
Es entender que la violencia o la imposición es una herramienta de la inseguridad.
Es tener la respuesta justa a la pregunta ¿ Qué voy a hacer con tanto cielo para mí?
¡Volar!
Chuchi González

5 de mayo de 2011

10 meses de una muerte concurrente…

Uno convive con la muerte a diario, pero en la transparencia en la que nos manejamos no la notamos, o si la vemos la ignoramos creyendo que será la muerte de otro, nunca la nuestra ni la de ser un ser querido.
A diez meses, ayer, de la muerte de mi papá, imagino que el tiempo me concedió el tributo de acelerar las agujas del reloj, y hacer que todo pase más rápido de lo habitual. Como si un soplo de aire fresco y huracano me hubiera sorprendido durmiendo, y el dolor de la pérdida sin alas, se hubiera volado.
Diez meses que transcurrieron en un abrir, llenarse de lágrimas, y cerrar los ojos.
Diez meses de tragar saliva y apretar la mandíbula; y hasta a veces los labios inferiores.
Diez meses de repetirse la mente necia “no lo puedo creer.”
Diez meses de ver fotos de la familia y sentir una justicia imperfecta, un ahogado grito de desesperanza.
Diez meses de extrañar en silencio pleno y formal las mieles de unos que me guiñaban y sonreían con complicidad.
Diez meses de una constante búsqueda de una respuesta, que todo mi ser sabe que no existe.
Diez meses de evocar detalles cotidianos, que antes parecían superfluos.
Diez meses de acariciar un inmenso vacío.
Diez meses de contar meses.
Diez meses de días lluviosos, soleados, e intempestivos arranques de tristeza desoladora.
Diez meses de leer cartitas y repasar el diseño de su letra.
Diez meses de saber que no existe más el hombre que fue mi papá.
Diez meses de sonreír hueca.
Diez meses de sangrar en soledad un sentimiento íntimo y personal.
Diez meses de saber con certeza, que aún peor que la muerte, sería el hecho de no haberlo conocido.

                                                                             Chuchi González

26 de abril de 2011

Intolerancia al salmón

Somos diferentes. Vos, yo. Y ellos. Todos. Ninguno somos iguales. La diferencia radica en la particular forma de observar la vida, en la marca inscripta al nacer ese día, a esa hora, en ese mes, de esa madre, de ese padre, en ese lugar geográfico, en ese contexto político-económico-social e histórico. Nadie coincide con perfección en ese momento. Eso ya nos define como seres únicos. Crecemos y coincidimos y en el afán de ser más, contamos los puntos que tenemos en común y gritamos: BINGO!, pero apenas es una LINEA. Las diferencias nos definen; no las similitudes. Pero igual hacemos caso omiso, y seguimos creciendo; juntando como estampas o “figuritas difíciles” a los que más se parecen a nosotros; y ¿a los distintos? los alejamos; los corremos, los rechazamos, con sonrisas o repudio, con gestos amables o indiferencia, pero en el fondo, el resultado es el mismo: es apartar, orillar, empujar fuera de nuestro dominio a todo aquel que suene, vista, piense, diga, o escuche diferente a todos nosotros que somos iguales; y que por ello tenemos la RAZÓN, y la VERDAD. La única e inevitable VERDAD COSMICA.
Y surges, y nadas, a contra mano, como el salmón; descansando en huequitos perdidos en el camino, a reflexionar sobre tus acciones, y emociones, y miras, y todos para el norte, y vos para el sur. Y quieres hacer amigos, y de repentes dices ¿ por qué no? La diferencia es una oportunidad para el aprendizaje; y sonríes y nadie devuelve el mismo gesto. Algunos se asustan, otros te insultan palabras sin sentido. ¿Qué ha pasado?
Ha salido el sol, después de la tormenta de la intolerancia. Intolerancia al Salmón, a los que van contra corriente, a los que piensan o actúan distinto ¿ por rebeldía? ¿por pensamiento? ¿ por cultura? ¿ por amor? ¿ por ideales?
Por lo que sea. ¿ Qué importa la razón? ¿Es necesario conocerla'? ¿Será acaso que si conozco la causa y me hace sentido, entonces pueda aceptarlo? y si fuera así ¿ Sería verdaderamente aceptarlo?.
La intolerancia es el cáncer de la sociedad. Todos la sufrimos. La propia y la ajena. Y la de los gobernantes. La intolerancia colectiva es la contaminación de las relaciones, de los vínculos. Es la voz que grita: “Lo que yo digo es la verdad, lo que tú dices no es válido”, la que a las carcajadas señala a los otros por sus diferencias físicas, la que riñe en las escuelas, la que golpea a las mujeres, la que prostituye a menores de edad, la que esclaviza a los ancianos.
Yo sé cómo son las cosas, a mi nadie me va hablar acerca de como tengo que pensar, o amar, yo ya sé lo que tengo que saber, ¿ quién puede enseñarme algo a mí? ¿ a mí? Yo que la pase de todos los colores; yo que viví muchos años, yo que tengo mucha experiencia. Pero por favor, a mí nadie me dice nada.
La intolerancia es la capacidad de estar cerrados de mente y alma frente al corazón de los otros; la que no sabe “respetar” aunque  hable de respeto, y se enorgullece del respeto, sin darse vuelta a mirarse por dentro y preguntarse ¿ qué es el respeto?
Porque el respeto es más que no decir malas palabras en una reunión de trabajo, o quitarse los mocos con los dedos, o masticar con la boca abierta, no interrumpir cuando otro hablar, no insultar cuando alguien me agrede, no pedir perdón cuando cometo un error. Respetar es aceptar a mi prójimo como diferente, legítimo y autónomo.
Reconocerlo es mirarlo con los ojos del alma y abrir los brazos sin temor a que va a arrebatarme mis ideas o mis creencias.  Entender que  lo contrario también me complementa. Me enseña que hay otras miradas, otros ojos que ven universos que no alcanzo a distinguir desde mi pequeño mundo personal. Que puedo vincularme desde el amor para generar más amor y aprender y seguir creciendo.
Pero la Intolerancia es tan “intolerante” que me agobia, me asusta, me avasalla, me despoja de toda posibilidad de transformarme, y me abruma; me esclaviza a la idea de que todo lo heterogéneo es problemático para mí, porque me obligará a replantear mis doctrinas y paradigmas y eso tal vez, puede resultar doloroso.
“Descender de los barcos, es un forma más de descender”
Chuchi González

8 de abril de 2011

El tamaño ¿Importa?

¿Cuántas veces te has preguntado si el tamaño importa? ¿Muchas? ¿Pocas? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Diez? ¿ O eres de esas mujeres que prefieren no preguntarse para no tener que confrontar con el resultado?
Yo me lo he preguntado muchas veces. Podría decir que casi a diario en alguna época de mi vida; y  ahora entrada en mi adultez invernal, de cerezas y carnavales lejanos; recargada en mi soledad muleta me lo sigo preguntando en eventuales ocasiones. Dos por tres  - llueve dicen en Argentina- me cuelgo de una nube del pensamiento y lanzo la estocada retórica ¿El tamaño importa?
No me da vergüenza o pena – como se dice en México- preguntármelo, ni preguntarle a otras mujeres, aunque la mayoría de ellas, suelen responderme con una sonrisa cómplice, permisiva, con un dejo de “resignación*”.
 *(Léase que en mi mundo y en mi blog resignación es un estado de ánimo generado por el hecho de resistir lo que está ocurriendo o sucedió; es la fuerza impuesta como bloque para “no aceptar” eso que pasó; y se inspira en los frentes de lucha de lo que se puede cambiar; por ejemplo “resistir una interpretación en lugar de re-diseñarla”, nos paramos en el contexto “y que se le va a hacer, es lo que hay”, “ más vale malo conocido que bueno por conocer” ( ¡ Ufff! ¡que horror!)
Tal vez por eso ellas tienen pareja, y yo no; llegué algunas veces a pensar. ¿Seré demasiado exigente? Sé es o no exigente. Quién lo es lo es en todas las áreas de su vida. ¿Demasiado? Una palabra tan relativa como el resto.

Y aunque el mundo masculino se ponga en mi contra; yo creo llegar a la resolución del problema, desde mi particular observador.
El tamaño; Señoras y Señores, para mí NO IMPORTA.
Por el tamaño, lo conoceréis, eso no me cabe duda. Y aunque resulta tajante con mi discurso, las experiencias de mi vida me lo demostraron.
¿Qué creencia errante nos hace creer a las mujeres lo contrario? ¿Será nuestro  ególatra afán femenino, ese mismo que nos hace pensar que con “nosotras” las cosas serán diferentes? ¿En qué cuento aprendimos semejante idea?
¿Acaso no nos alcanza con las experiencias de otras mujeres? ¿ y sus caras insatisfechas, frustradas, amargadas, deprimidas?
El tamaño, NO importa. Tú lo sabes. Sólo que no quieres hacerte cargo. Porque ello implicaría romper tu zona de confort, tomar las riendas de tu vida, confrontar tu relación, decir lo que no te gusta, pedir lo que deseas, tener la libertad de decir NO, experimentar la soledad, destrozar los sueños que creaste entorno a él, correr el riesgo de ir por más, entender que toda la vida que tienes depende exclusivamente de ti.  Y eso a veces, ¡ASUSTA!
Una mentira es piadosa para el que la dice, pero no para el que la recibe. Una mentira es una mentira. Si él necesita mentir es porque hay un virus en la relación. Y lo que está enfermo cura o muere. Pero si nadie se hace responsable de eso se transforma en crónica.
Si  importa si es pequeña, inocente, ingenua. El lenguaje no es inocente. Una mentira es una mentira.
Quién miente una vez, tiene un registro de posibilidades para volver a hacerlo.
No te calles.

Chuchi González

Coach Motivacional –Escritora 







1 de febrero de 2011

Disculpas…

“Me da vergüenza y no se si decírtelo
si se me nota no levanto la mirada
y me derrito si te tengo cara a cara
si te encuentro a solas
vuelvo a creer en Dios.”  (Babasónicos )
¡Te ofrezco una disculpa! escribió en un mensaje de texto, rompiendo mi corazón y nunca más supe de él. Y mis ojos se quedaron clavados en la pantalla del celular a la espera. ¿A la espera? A la espera de la disculpa. Una disculpa es algo. Al menos es más que decir “Te ofrezco una disculpa.” Y sobre todo implica una íntima relación con quién tiene para ofrecerla, y no a quién se le está ofertando.
¿Te ofrezco una disculpa? me repetí hasta el cansancio y proseguí ¿Para qué quiero  yo una disculpa? ¿Para qué la voy a utilizar? ¿Cómo se atreve a irse de mi vida intempestivamente y dejarme “un disculpa”? Es cómo mudarte de la casa de tu ex y dejar por meses una caja de fotos que le recuerde lo felices que fueron alguna vez.
Si al menos me hubiera ofrecido “una grande de mozzarella y jamón con rodajas de tomate y orégano,” el desengaño habría salido airoso.
Así comienza mi intricada forma de observar “las disculpas”. Aquella noche sentí que me había ganado un “comodín” para que en el próximo encuentro – 3 o 5 vidas por reencarnar – yo podría tirar los dados dos veces seguidos  y llegar al casillero de los premios antes que él. Para eso me servía su ridícula necesidad narcisista de esbozar un la no-disculpa
¡Una disculpa! a la una, a las dos, ¿Quién quiere una disculpa?
Según la  Real Academia Española – edición on line – la palabra disculpa es susceptible de tiene dos significados:
  • Razón que se da o causa que se alega para excusar o purgar una culpa. En este caso “se ofrece, se otorga, se da”
  • Pedido de Indulgencia. En este caso “se solicita, se pide”
Si él me había ofrecido algo que “YO” no quería recibir, es porque estaba seguro de contar con un discurso que justificara su ACCIÓN.
Pero aún así, ¿Si él hubo de romper un acuerdo, no estaba en mí el poder de reclamar? ¿Creería él que esto de las disculpas, era sólo decir “disculpas y todo lo malo por arte de su propia magia dejaría de existir?
¡Qué inocente! y ahí descubrí que hay muchos “inocentes arrasando el mundo tras la facilona palabra disculpa.” ¡Cuántas veces la gente dice por decir, sin comprender que el lenguaje no es inocente!
Fue cuando consideré que el libertinaje de uso debería ser penalizado. Para que las personas lograsen hacerse cargo real de sus elecciones, en lugar de excusarse superficialmente de las consecuencias de sus actitudes, y calmar la voz de sus conciencias.
Analizando un poco más, “DIS”-“CULPA” está compuesto del prefijo “DIS”  que implica negación/alejamiento y “CULPA del latín falta o imputación.
Por lo tanto “DISCULPA” refiere  al ofrecimiento de un discurso  - para elo pedidodel - alejamiento o negación de la falta.
Me quedé pensando:¡Cuánta liviandad léxica tenía ese hombre! ¿Por qué habría yo de querer tener amnesia de su agresión? Si hubiera sido consciente de sus palabras, ¿Se hubiera callado? ¡mmmm!
Te ofrezco una disculpa por haber jugado con tus sentimientos, te ofrezco una disculpa por haber traicionado tu confianza, te ofrezco una disculpa por haber roto confidencialidad, te ofrezco una disculpa por haberte mentido, te ofrezco una disculpa por venderte una imagen que no es real, te ofrezco una disculpa por no avisarte que no llegaría nunca más, te ofrezco una disculpa porque pasaron diez años desde la última vez que te dije voy a comprar cigarrillos y no regrese, te ofrezco una disculpa porque la otra noche te pegue más de la cuenta, te ofrezco una disculpa porque te robe tus ahorros, te ofrezco una disculpa porque te sometí a situaciones peligrosas, te ofrezco una disculpa porque no te cuide cuando dije que lo iba a hacer, te ofrezco un disculpa porque nunca te conté que dejé de fumar hace 15 años. ¿Irónico, no?
¡DIS-CULPA! ¡SIN-CULPA! ¡NO –CULPA! ¡Todo bien! ¿Todo?
Cuando alguien te dice ¡Todo bien! te está diciendo ¡Qué todo está mal, pero que no tiene valor para decirte lo que le sucede!
¡Una disculpa! – no sincera – es el maquillaje social que los irresponsables le ponen a sus actos y actitudes. Una bonita forma de “quedar bien.” ¿Frente a quienes? Frente a sí mismos, frente a su deber ser, a su yo ideal. Si uno comete una falta y pide disculpas es “bueno”.
Bondad, habría si tomamos conciencia de que nuestro andar desaventurado “genera consecuencias a nuestro alrededor.” Pero insistir con lo mismo, hacer siempre lo mismo y ofrecer o pedir disculpas es como gritar ¡TIEMPO! segundos antes de que te digan ¡PICA!.
Hay situaciones en la vida, en que uno puede elegir “exculpar” a alguien, pero en otras circunstancias, los actos son indisculpables.
¡Una disculpa, me ofreció! – que mezquino fue hasta el final.¡Me hubiera ofrecido un fin de semana en un hotel spa!
¡Una disculpa! ¿Para que quiero yo una disculpa? Después de tanto pensarlo. Para escribir esta entrada.
                                                            Chuchi González
(Nota de la autora) Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia. El texto es independiente de quién lo escribe. 
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28 de enero de 2011

Auto -Respeto


Cuando se tiene auto-respeto todo es diferente y mejor:
Disfrutas más de la vida, los demás te respetan más, puedes tomar más y mejores decisiones, tener más apoyo, imponer límites, dejar de ser victima de las circunstancias, sentirte más libre, e incluso más amada.
¿Verdad que vendría bien tener un poco más de auto-respeto? ¡Hace maravillas!
Según la Real Academia Española “respeto” deviene del latín “respectus” atención, consideración. Y encontramos varias acepciones para la palabra:
m. Veneración, acatamiento que se hace a alguien.
2. m. Miramiento, consideración, deferencia.
4. m. miedo (recelo)
A partir de estas conceptualizaciones podemos inferir que respeto implica “considerar y apreciar al otro en su calidad de ser humano” pero ¿siempre es hacia afuera? ¿Podemos reivindicar a nuestro prójimo si no lo hemos hecho con nosotros mismo? ¿Cómo podríamos reconocer al otro en su humanidad si no sabemos quiénes somos?
Me pregunto ¿cuántas veces en el año te detienes a reflexionar sobre quién eres, hacia dónde vas y para qué estás en esta vida? Muy existencialista tal vez; pero si no nos observamos difícilmente podremos transcender nuestros errores.
El auto–respeto es un mundo que viene de la mano del auto-conocimiento y de la auto-estima; analizando la palabra implica “auto: uno mismo – respeto: miramiento, deferencia, consideración.
¿Y qué deferencia haces cuando postergas tus sentimientos, tus ideas, tus sueños, por la aprobación o el qué dirán?
¿Qué miramiento tienes cada vez que permites que la agresión de los demás lleve a tu centro?
Auto-respeto significa “considerar mi existencia, darle valor a mi existencia, importancia, interés”, en otras palabras, darme un lugar en mi historia; dejar de vivir a la sombra de mi pareja o familia; brillar con luz propia, en un contexto de interdependencia, aceptando que soy un todo, con virtudes y defectos; y que eso no resta a cuantía a quién soy.
Cuando tengo “auto-respeto” fluyo en mi vida, disfrutando de todo lo que sucede; y comprendo que en la vida existirán situaciones que no son de mi agrado, pero que independientemente de eso existirán, entonces cuando surjan, tendré la oportunidad de elegir como querer sentirme frente a ellas, porque habré aprendido a desarrollar mi libertad personal.
Si tengo “auto-respeto” soy consciente de lo importante que es respetar a los demás; el respeto deja de ser un cliché y se convierte en una postura genuina y generadora de relaciones sanas y exitosas.
No estaré esperando que los demás actúen según mis necesidades, entenderé cuando alguien opina diferente a mí; porque sabré que no siempre pensaré igual que ellos, incluyo de quienes amo.
Cuando tengo “auto-respeto” tengo a la mano la capacidad de elegir en todo momento; y por lo tanto tengo el poder de observar en todo algo positivo. Entendiendo como positivo “una ganancia”, aquello que la experiencia aporta a mi vida. Pues seré una eterna aprendiz.
Cuando tengo “auto-respeto” conozco mis limitaciones y sé pedir apoyo; puedo decir sin drama alguno “con esto sola no puedo” y recurro a otras personas para que juntos lleguemos al resultado deseado.
Cuando tengo “auto-respeto” sé establecer los límites esenciales para no desdibujar mi personalidad, y generar los espacios para mi intimidad.
Cuando tengo “auto-respeto” no me convierto en víctima de las circunstancias, no dejo de accionar por lo que sucede en el afuera.
El auto-respeto me convierte en una persona internamente libre y por lo tanto; no requiero poner en manos del azar o de otras personas mi satisfacción y mi felicidad; así puedo vivir plena y en equilibrio. Mi comunicación con el mundo será asertiva, pues no estaré proyectando mis temores o carencias.
A través de mi auto-respeto tendré la capacidad de dar espacios y conductas de amor espontáneas y reales a quienes me rodean, pues en mi auto-valoración puedo comprender la importancia de la existencia del otro.
Autor: Chuchi González.

Auto-respeto, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.

24 de enero de 2011

Una nueva posibilidad... 2011

Comenzó el año, con nuevas ilusiones, nuevas expectativas, nuevas resoluciones y nuevas metas personales.
Puede ser un año especial, o sólo un año más que añadir a la lista. Puede ser un año de objetivos alcanzados o un año más de estancamiento personal. Hay cosas que pueden influir este año, pero al final todo depende de nosotras mismas.
El almanaque ya dejó caer otra de sus hojas, inaugurando un nuevo año. El 2011. Es bastante distinto a lo que soñamos de niñas; el 2000 con autos intergalácticos, robots mascotas y ropa de aluminio, aunque en algunos aspectos la tecnología ha logrado hacer realidad esas fantasías.
Cada año nuevo es iniciado con muchas expectativas y deseos de que sea mejor que el que acaba de partir. Una lista de promesas y objetivos solemos escribir o cargar en la mente. Empezaremos con mucho entusiasmo, pero al cabo de unos días, ¿qué pasa? Nada ha pasado de diferente. Sólo hemos sumado más pendientes a nuestra existencia. El bendito y venerado año nuevo, sigue siendo exactamente igual. Mi hermana menor suele quejarse de eso. No ha cambiado nada. Nada mágico ha sucedido. Los problemas del año pasado son iguales a los de hoy. ¿Qué hacer?
En principio reconocer y aceptar que “nada mágico” sucederá si no opera en nosotras mismas un cambio. Que un calendario gaste a diestra y siniestra sus fechas “no hará que nuestro problemas se resuelvan,” cada quién deberá atender su juego.
La renovación anual debe ser una oportunidad para brindarnos a nosotras mismas y a los demás; para repasar lo que hemos ido generando en el año y las lecciones aprendidas; y si algo no nos “gustó” cambiar el rumbo.
Debemos cambiar desde la conciencia y la responsabilidad; entender que los objetivos que nos hemos establecido son importantes para nuestras vidas; y que la mayoría de ellos si aun no se han cumplido es por simple falta de perseverancia.
Y atención, mira con cautela tu lista; pues habrá objetivos que no son probables de realización porque no depende de tu 100%. Me refiero que si te pones como objetivo “casarte con Brad Pitt”, bueno cariño, sabrás que no pasará nada.
Los objetivos que debemos trazarnos en la vida son metas hacia dónde vamos a dirigir nuestras fuerza, esfuerzo y ambición. Deben responder a la pregunta: ¿Qué quieres? Y de tu respuesta depende toda tu experiencia.
¿Te ha sucedido que a veces no sabes lo que quieres? Si no sabes lo que quieres, ¿cómo crees llegar? Mejor aún, ¿a dónde crees llegar? A cualquier lugar.
La elección de objetivos y la falta de ella, es igual que estar en un automóvil y conducir sin dirección alguna; llegaremos a un sitio, pero será cualquier sitio. Algunas se sentirán satisfechas de llegar a algún lugar, otras inquietas. Todo depende de nosotras.
A medida que nos trazamos objetivos, las fuerzas crecen o decaen; la mayoría de nosotros no llega a su cima personal porque en el camino se compromete con otras cosas.
Si tu misión el día de hoy es “hacer la dieta tal cual te fue planificada”, verás… en el desayuno haces lo indicado, y camino a la oficina, el tráfico, y una breve discusión con tu pareja; llegas diez minutos tarde –aunque hayas salido con suficiente antelación- te llaman la atención; llegas a tu escritorio con una sensación de injusticia: “tú no tienes la culpa del tráfico”, “tú no tiene la culpa de que tu pareja haya mal interpretado un comentario”, “tú no tendrías porqué haber sido objeto de ese reclamo por parte de tu jefa”. Sigues con tus actividades, pero esas conversaciones internas te recuerdan como en carteles de neón que “tú has sido en la mañana de hoy injustamente tratada” y ese juicio dispara otros, “recuerdas que tus parejas no te han valorado nunca”, “que la jefa se queja, pero siempre te quedas después de hora”, “que nunca cobras horas extras”, “que hace dos años no faltas y trabajas inclusive sábados y domingos”, “ que aquella noche cuando él llegó con aliento alcohólico no dijiste nada”- en eso suena un teléfono, te distraes, sientes frustración, pasa el “joven” de los pasteles y te encargas uno. ¿Por qué? ¡Estás a dieta! ¿Por qué no?
Todo el contexto exterior modifica tu interior; te has dejado tragar por el mundo; podrías soportar lo mismo, pensar incluso lo mismo, y aun así no perderte de tu meta: hacer la dieta como te fue diagnosticada.
Sin embargo a diario nos distraemos de los objetivos; queremos ir para A y terminamos en Z. ¿Por qué? Porque hacemos más importante a los factores “distractores”.
¿Cuáles son tus distracciones diarias?
Empieza a eliminar esas fuentes que te roban energía, la energía que requieres para llegar a dónde te propusiste. Aunque parezca ingenuo hay muchas distracciones. Tienes que concentrarte en llegar a tu meta.
Las conversaciones por teléfono con amigos, el enojo, la tristeza, las odiosas comparaciones, el internet, las redes sociales, la comida entre comidas; los juegos electrónicos, la televisión, la angustia, son algunos de los tantos factores que nos sacan de foco.
No podemos esperar a que ellos desaparezcan para arribar a dónde queremos. Debemos cultivar nuestro compromiso y voluntad.
Haciendo esto, al finalizar el año que ahora hemos comenzado, podremos sentirnos satisfechas con el recorrido. Este año que ahora comenzamos es una nueva oportunidad para seguir siendo plena y en libertad.
Año Nuevo… una nueva posibilidad, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.

24 de diciembre de 2010

Veo, veo, ¿que ves?

La palabra autoestima es una palabra casi de moda.
Si lees un libro de autoayuda, encuentras la palabra; si tienes problemas con tu pareja y lloras por él, alguien te va a decir que tienes que reforzar tu autoestima; si compras una revista fémina encontrarás una lista de consejos infalibles para desarrollarla; y para no ser menos, en esta columna, leerás acerca de la autoestima…
La autoestima.
Creo que por ser tan popular se ha convertido un poco en un mito; y ha perdido su origen y naturalidad. Autoestima últimamente se confunde con “amor propio” y quién tiene “autoestima saludable” es alguien perfecto, a los ojos de quién tiene baja auto-estima.

Primero analizaremos la palabra:“Auto” refiere a “uno mismo” y “Estima” implica cariño, afecto, amor; pero en sí misma encierra un carácter de valor, se “estima que tal cosa tiene tal valor”. Por lo tanto autoestima sería “el valor que nos damos”.
¿Qué valor te das a ti misma? ¿Qué valor te dan los demás? ¿Qué haces con ambas informaciones?
El valor que nos damos a nosotras mismas es una señal crucial para todos los proyectos que emprendamos. Pues si nuestro puntaje es alto, correremos riesgos, enfrentaremos situaciones, nos volveremos creativos, nos abriremos puertas. Si es bajo, esperaremos a que los demás actúen primero, nos acoplaremos a lo que dice la manada, cambiaremos de rumbo por “necesidad de aprobación”, pondremos en manos de los demás nuestro poder personal. Hay muchas definiciones de autoestima; tantas como observadores seamos. Y esa pluralidad de sentidos, nos habla de la importancia de “definir” algo, de delimitar aquello de lo que estamos hablando. Autoestima no es “creerse maravillosa”, autoestima es “saber quién somos” y desde este punto de partida deviene la confusión.
¿Y quienes saben quién son en realidad? Aquellos que pueden aceptar sin problemas sus luces y sus sombras.
Aquellos que tienen a disposición la auto-crítica y el auto-reconocimiento, que no andan por la vida vendiendo una “falsa humildad”, ni que le temen a la “vanidad”; los que pueden aceptar sin preámbulos sus limitaciones y capacidades.
De todas las formas de expresar baja autoestima, hay una que nos delata: la auto-exigencia.
Si eres de esas mujeres que siempre creen que lo podrían haber hecho mejor, que reconocen lo que hicieron “pero”, que nunca están satisfechas con lo logrado, ¡Cuidado!, tu auto-exigencia te está boicoteando los planes.Esforzarnos, ir siempre para adelante, ambicionar más no es el problema; el problema es todo lo que dejamos de hacer para hacer las cosas perfectas.
Cuando era estudiante de abogacía, recuerdo que si no sacaba un 10 en el examen era como rendir mal; salía de las aulas con una cara de terror que impactaba a los compañeros, y preguntaban ¿Cómo te fue? Y yo decía con desprecio: nueve.
¿Para qué torturarnos con escalas de valores alterados? ¿Qué es un diez en la vida? ¿Acaso no es simplemente una puntuación?
Con el tiempo, crecí emocionalmente y descubrí un mundo al que me había cerrado. A los 20 años me avergonzaba mi cuerpo, demasiadas curvas en la cadera; una guitarra latina, me escondía en camisas gigantes, pantalones sin gracia; y desde mi cueva sin luz veía pasar la vida.
A los 30 años, me convertí en la Eva del Sur, cuanto más pequeñas las prendas mejor, traje de baños de dos piezas (piececitas) y a disfrutar del calor, del mar, de la azotea, del viento, de los curiosos, de los que me ignoraban. A mis casi cuarenta, ya ni te cuento. ¿Qué pasó en mí? Maduré. Me encontré. Me acepté. Pude separar hechos de interpretaciones, y me di cuenta que no vale la pena andar por la vida “estimándose como un copia ilegal de uno mismo” sino vivirse como original.

Síntomas de Baja Autoestima:

Inseguridad.

Angustia.

Depresión.

Imagen distorsionada.

Aprobación desmedida.

Incapacidad para mostrar sentimientos.

Victimización.

¿Cómo reforzar la autoestima?

Rediseñando las creencias limitantes que tenemos sobre nosotras mismas.

Cambiando el lenguaje por uno “proactivo”.

Aceptando que somos un bagaje de virtudes y defectos.

Entendiendo que la perfección no existe.

Anulando al yo ideal.

Amando al yo real.

Dejando de pensar si yo hubiera sido…

De la noche a la mañana no lograrás un cambio, la vida es de paso a paso. Día a día. No lo olvides.
Chuchi González.

Veo, veo, ¿qué ves?, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.











22 de agosto de 2010

El dolor de Perder

Mi sobrino de 4 años hace unos meses estaba jugando con un jueguito electrónico y cada vez que pasaba al segundo nivel, se regresaba al primero. Mi mamá asombrada le preguntó por qué no avanzaba, y él le contesto muy honesto: "Porque no quiero perder".
A partir de su respuesta me quede pensando en el perder y en la pérdidas; en que tal vez muchos de nosotros hacemos lo mismo, nos quedamos en el nivel que conocemos de memoria, para no afrontar el riesgo de lo desconocido, el eventual dolor de un fracaso, las heridas que todo cambio incluye en su combo, y nos conformamos con más de lo mismo para evitar hacer otra cosa diferente. Aun cuando estemos hartos de la rutina, cansados de repetir las mismas acciones, agobiados de los idénticos personajes; seguimos jugando el juego conocido para no afrontar el dolor de perder.
Sin embargo, y es casi paradójico, no arriesgar de alguna manera también significa "perder", permanecer en el mismo estado y no evolucionar, significa "perder," porque aunque frente a nuestros ojos no lo veamos, se está sucediendo una serie de mundos que se nos escapan de mano de las oportunidades.
Dicen que hay que estar atento porque las oportunidades cuando llegan suelen golpear a nuestra puerta muy tímidamente; algunos dicen que son tímidas pero otros dicen que lo hacen a propósito, para verificar si estamos despiertos o seguimos inconscientes creyendo que nada cambia si nosotros no hacemos nada distinto.
Y aunque todo en nuestro mundo se quede estático, igual todo cambia. El cambio nos sobrepasa, nos arrasa sin pedir permiso, ni preguntar cómo estamos o que sentimos. La realidad a la que accedemos desde nuestra particular mirada está en permanente cambio, y por ende, nosotros también.
El dolor a perder supongo nace con el sentimiento de apego, herencia cultural de nuestra sociedad occidental. Desde la teta de mamá hasta los amigos del barrio, todo forma parte de nuestro mapa mental, y si faltase algo ya no sería nuestro mapa mental sería algo parecido al nuestro.
Ninguna decoración puede ser relegada, o ignorada, todo lo que tenemos, es tan nuestro que sin eso no seríamos nosotros.
Pero mientras nos dormimos creyendo que todo está en orden, todo está en cambio.
Y día con día estamos expuestos a la pérdida y tal vez porque no somos consciente de ello, ese dolor pasa desapercibido.
Un día que pasa es un día menos de vida, un acercamiento a la muerte. La vista se empieza a perder gradualmente desde los 18 años. Perdemos cabello en la ducha, en el peine, en la cama. En la noche las células se regeneran. Los líquidos se despiden con la orina y el sudor. Los amigos se casan, se mudan, o desaparecen. Esa blusa o pantalón que tanto nos gustaba con el uso, perdió el color. Las parejas después de un tiempo pierden la pasión. Los padres con los hijos pierden la paciencia. Frente a una noticia que no se acomoda a nuestras expectativas perdemos la alegría, las ilusiones, o las esperanzas. Perdemos apuestas, libros prestados que nunca nos devuelven. Calcetines, ropa interior, y hasta la memoria.
Los sueños dorados, los ataques de histeria, el miedo a los exámenes. El amor de quién sería el amor de nuestra vida. La amistad de la infancia. Los recuerdos. Las fotos. Las ganas. Los juegos. Los trabajos. Los seres queridos.
Y tal vez en nuestra inocencia rosa sólo advertimos aquellas pérdidas que caen sobre nuestras interpretaciones como granadas detonadas; como meteoritos que parten nuestro presente en dos.
Cuando Joaquín dijo aquello, recordé todas las pérdidas que en sus cortos años ya había tenido. Y por ser una experiencia dolorosa, traumática, de una insoslayable frustración; tal vez evitamos aunque sea las mínimas, las que podemos manejar, después de todo ¿Para qué seguir perdiendo?
Lo que no es, aunque se haya transformado en algo mejor; implica "pérdida", despojo, vacío, inquietud, incertidumbre, incomodidad. Pues acostumbrados a lo que era, conocíamos los precios que pagaríamos, los riesgos, y "todo estaba bajo control". Frente a lo "que ahora es" todo puede pasar, no tenemos una experiencia de "cómo será" y esa sensación de enfrentarnos a lo desconocido, tensa.
Es que el cuento de hadas de la eternidad nos lo han contado desde niños y en repetidas ocasiones. Lo hemos contado a nuestras parejas, familiares, amigos y mascotas. Todo lo que queremos para nuestra vida, es bendecido por la eternidad. Nunca faltará nada de esto que quiero para mí. Y cuando falta, porque a veces me doy cuenta, que la "muerte" es algo más que un sustantivo. Para eso falta mucho tiempo.
Vivimos muriendo pero creemos que la muerte es "para los otros". Vivimos muriendo pero creemos que nada a nuestro alrededor cambia. Vivimos muriendo pero creemos que siempre habrá tiempo para hacer o decir lo que hoy decidimos callar.
Y vivimos creyendo que no seremos lo suficientemente valientes o fuertes para afrontar ese momento crucial; y por eso sostenemos empleos, relaciones, hábitos; insostenibles porque si se termina esta función; ¿Qué haremos? ¿Cómo sobreviviremos a lo nuevo? ¿Cómo viviré sin el amor de mi vida? ¿Cómo podré vivir fuera de mi país? ¿De mi familia? ¿Sola? ¿Cómo?
Y hasta a veces somos tan necios, que requerimos de la muerta de alguien para advertir que la vida es demasiado seria para tomarla a la ligera. Cuando un ser querido parte, pese a la desazón de su no existencia, de las memorias que guardamos, no hay más nada que hacer que ACEPTAR si queremos seguir con nuestra vida. Pues negar que ya no está entre nosotros, sólo nos enfermará, y desviará del camino. Confrontar día con día que alguien no está es ACEPTAR que todo se ha transformado, y en la internalización de ese suceso, está la madurez.
Más sin embargo, me pregunto, ¿Por qué entonces nos aferramos a lo que nos daña pensando que no podremos sobrevivir a ella? ¿Para qué seguir un matrimonio o un noviazgo cuando sentimos que no funciona, que el amor trasmuto a costumbre, que todo lo que nos une son hechos del pasado? Decimos cosas como: "No podré vivir sin él o sin ella, muero por escuchar su voz o verlo/a, sin él/ella nada tiene sentido". Creo que muchas veces nuestro auto-engaño nos hace ver "nefastos" pero lo peor de todo es que nos condiciona a seguir en la mediocridad.
Las pérdidas son excesivamente dolorosas de acuerdo a la interpretación que tengamos de las pérdidas, del apego y del desapego. Si estamos inmersos en el APEGO lo serán, pero no por ello van a desaparecer. Por el contrario sus sombras serán agigantadas.
La única esperanza que nos regala la relatividad de la vida es el don de disfrutar todo ahora mismo.
                                                                                                                                        Chuchi

21 de agosto de 2010

La Ira

Todos somos humanos, aunque a veces pretendamos categorizar otra instancia y para ello solemos colocarnos la careta del "bienestar enarbolado por la constante sonrisa", más sin embargo, sabemos por experiencia, que estar "sonriente" todo el día o toda la vida; es una gran pretensión; las emociones se disparan frente a los hechos sin pedir permiso; y si bien hemos logrado por nuestro trabajo personal, "rediseñar nuestras formas de reacción" siempre estamos igualmente expuestos a sentir enojo, frustración, irritación, rabia, bronca, desilusión. Es decir, cuando los hechos no se ensamblan a nuestras creencias nos desanimamos, la energía se corta, se obstaculiza, se amontona y surge el enojo. El enojo es una emoción natural humana, que no debería ser temida.
Mientras que el enojo se relaciona con un evento que se trunca, la ira - hermana mayor- es resultado de un deseo insatisfecho acerca de cómo son las cosas; se pone en tela de juicio al mundo, sus reglas y a las demás personas; puesto que deberían ser distintos.
La ira es un estado constante, es la sensación de injusticia que pesa sobre el que la promueve. Inmoviliza, impide el crecimiento personal, y nos coloca en la postura del dedo acusador y la verdad absoluta. Quién manifiesta la ira como un estado de ánimo permanente, observa toda la vida desde el cristal de esa emoción, desde la insatisfacción, la carencia, la necesidad, la frustración, el resentimiento. Es la espera vana, la que nada de lo que espera llegará, porque desde la esperanza inculcada en el futuro, se deposita la semilla de la imposibilidad material de cambio. El tango me recuerda un poco a este pensamiento - "El mundo fue y será una porquería" (Cambalache)
Un individuo que convive con Ira, es aquél que ha aprendido de ella, una herramienta para descargar todos sus fracasos y hacer de los que lo rodean, los chivos expiatorios de sus asuntos irresueltos, usar la manipulación como fuente de logros, obtener "amor o reconocimiento" que por otro medio no se cree "posible lograr", conseguir la "atención" de los demás y excusa de los resultados no deseados por la pérdida del auto-control.
Se presenta a través de la agresión verbal-física, con la humillación o ridiculización de otros que son considerados "menos"; con gritos o explosiones incontrolables; insultos, sarcasmos, victimización.
¿Qué le sucede internamente a quién padece de ira? La ira es una emoción "tóxica" porque está mal dirigida, y por lo tanto intoxica a quién la manifiesta. Si tú estás enojada con tu pareja y sobre ella descargas tu enojo, esa emoción está bien dirigida. El problema se genera cuando reprimimos lo que sentimos, negamos su existencia; es como si en tu mente una voz te dice -está mal que estés enojada con tu pareja- y a partir de ahí, en lugar de canalizar el enojo, lo absorbes, lo "controlas", lo guardas en tu cuerpo. Aunque no lo expreses, existe. Si con el tiempo las situaciones se repiten, y cada día comienza un ciclo de reclamos, frustraciones, deseos insatisfechos en tu mundo interior, pones en marcha el proceso de la ira. Y ahora, esa energía mal dirigida se expande al mundo desde ti.
La ira nace de la auto-exigencia enfocada a uno y a los demás; muchas veces idealizar el mundo y a las personas, nos provoca desilusión, expectativas frustradas; "los otros no son como quieres que sean" y frente a eso "reaccionas"; cuando no puedes "entender" eso, cultivas resentimiento.
Para alejarte de este proceso deberás comenzar a AMARTE, a ACEPTARTE y ACEPTAR; a utilizar lo que consideras "decepcionante" como aprendizaje para transformarte y crecer.

                                                                                                     Chuchi





29 de julio de 2010

Todo entra por la Nariz

Navegando a la deriva, me encontré con las famosas feromonas, en diversas web se ofrecen como golfas poderosas que pueden anclarnos en el amor, y los negocios. He leído que tres gotas por aquí y tres gotas por allá, pueden transformarme en una verdadera atracción para los hombres y para los potenciales clientes de mi empresa. Puedo ser una mujer altamente deseada en el terreno sexual y en el profesional. Si me atrevo a comprarlas, cambiará mi vida para siempre. Seré la mujer maravilla con citas por doquier, varones a mis pies, clientes aclamando por mis servicios, y billetes nuevecitos anidando en mi billetera. ¡Qué hermosa tentación! Más sin embargo, mi incredulidad se activa al 100%, es cierto, la edad me ha vuelta más bruja y desconfianza, y cuando la limosna es grande, siempre desconfío.

Pienso, si esto de las feromonas es tan real como lo plantean, estamos en peligro. Ya dejaremos de ser elegido por quienes somos, y empezaremos a serlo por como “olemos sin oler,” o ¿acaso ya no nos elegimos por ese factor? ¿Tendrá valor el ser o sólo el sudor?, aunque también por otra parte es un buen argumento para mis elecciones (Chiste interno); desde 1986 se conoce que los seres humano arrojamos al exterior estas sustancias químicas como señales de que "acá estamos, ven hacia a mí" a través de la transpiración y quedan flotando en el aire, la única misión es afectar nuestro mundo sexual y atraer al sexo opuesto; son captadas por el órgano vomeronasal (OVN), alojado a 6 cm hacia dentro de nuestra nariz, llamado sexto sentido. Tal vez esto explica porque algunos poseen un atractivo sexual mayor a otras personas. Pero si te pasa como a mí que dado mis resultados amorosos, segrego pocas feromonas, no desesperéis amiga podemos rociarnos feromonas sintéticas.

Parece ser que la culturalización nos ha arrebatado entre otras cosas esta divina excreción, tanto baño, tanta higiene, perfumes, cremas, aceites, más cremas; hacen que perdamos o ocultemos nuestro "olor natural".¿Dejaremos de asearnos para conseguir más citas? Otra manera de ocultarnos es a través de la ropa, así que si quieres intervenir en tu designio cruel del amor, empieza a acostumbrarte a llevar menos telas pegadas a tu piel.

Sigo pensando, si con la edad avanzando se pierden tantas cosas, entre ellas hormonas, feromonas, apetito sexual, atracción, ¿ Qué nos queda para vincularnos desde lo afectivo? La feromonas no sólo alientan al encuentro carnal, sino a la producción del afecto. Quienes han utilizado "feromonas sintéticas" han reportado mayores detalles románticos por parte de sus parejas.

Entonces, ¿ El amor deja de ser algo mágico y majestuoso, para convertirse en una propuesta inconscientemente química? ¿ Lo que nos atrae del otro es su aroma que llega como una invitación indecorosa a nuestro órgano vomeronasal?

El amor deja de ser a "primera vista" para ser a ¿Primer olfato? ¿Qué tendrán tus feromonas que no tienen las mías? Las de ella que supo conquistarte ¿Cómo serán? y ¿Cuando nos resfriamos nos dejamos de atraer?

Revolucionados por los aromas del mundo, hombres y mujeres, se conocen, conquistan o repelen; la apariencia física juega un papel importante, pero más aún " la química que soltamos naturalmente" y que ingenuamente ignoramos que nos envuelve con un halo de pasión y seducción.

Ya convencida del fenómeno, empecé a entender porque a veces una pasa de la euforia al aburrimiento sin que medie ningún hecho particular en el medio; tal vez "ese aroma que nos trajo se evaporó" y el vínculo construido no fue un lazo suficientemente fuerte como para seguir existiendo por compromiso cultural.

Más sin embargo, y luego de ver los precios de los cosméticos cientifícos, me aboqué a la tarea de encontrar algunos ejercicios o recetas de la abuela para producir al 100% estas sustancias.

Los expertos indican que:

a) Hay que tener sexo una vez por semana, de esta forma se contribuye a la producción de feromonas.

b) Realizar ejercicio ayuda a estimular las glándulas apócrinas, el sudor aumenta la producción de los químicos amorosos.

c) No usar desodorantes con aromas fuertes. Usar inodoros.

d) No eliminar el sudor fresco del cuerpo, el mal olor por lo general aparece 24 horas después.

Con todos estos consejos y la ayuda de la ciencia, la soledad es para quienes no quieren gastar energías. Yo por lo pronto me voy a dar unas vueltas corriendo al parque, bien abrigada para sudar mejor.

14 de julio de 2010

Teta Mala vs Teta Buena






















Basta. Hoy me declaro “aburrida” de ser la metáfora viviente en dónde algunos conjuran sus miedos. ¿Te ha pasado? ¿Cuántas veces? Seguramente muchas. Es que hay tantos “locos” sueltos proyectando sus carencias por las aceras de los demás, que deberían tener un sello de agua que los identifique. Dicen luego, “Las relaciones humanas son complicadas,” ¿Lo crees? , por supuesto que no, los hombres – en el sentido de la especie- hemos sido congraciados con el don del peculiar lenguaje que se nos ha legado- un lenguaje reflexivo, que nos permite ser objetos de nuestra propia experiencia-, sin embargo; muchos no han superado los traumas iniciales de la vida; los que han comenzado desde el trauma del nacimiento; la bofetada príncipe que nos despierta de un mundo cálido y acuoso a otro menos cálido e igual de acuoso –camino de lágrimas-. En los primeros meses de vida, realmente somos dependientes; luego crecemos y algunos maduramos y nos volvemos inter-dependientes; lo cual implica sabernos parte del todo, y como diría el Buda: “Si no puedes ayudar, al menos no hagas daño”, más otros; -muchos- los que prefieren invertir sus monedas en viajes, cosméticos, autos, ropa, perfumes, videos juegos, en lugar de una terapia de transformación personal; esos que experimentan SER a través del TENER; esos son los que se quedan anclados en alguna de los traumas de la niñez, y nos salpican. Desde la perspectiva psicoanalítica de Melaine Klein, el desarrollo personal se piensa como el florecimiento de la personalidad que supera las etapas tempranas de la niñez – que pueden volver en la vida adulta-y alcanza un equilibrio entre el mundo psíquico interno y el externo – imagen privada en congruencia con la imagen pública-desarrollando la capacidad de “dis-frute” de las cosas y el éxito en las relaciones gratificantes de amor consigo mismo y los demás.

De los estadios tempranos, Klein resalta la importancia de dos: la posición esquizo-paranoide que se desarrolla durante los primeros meses de nacidos – 3 a 4 meses- por la lucha que se produce entre los instintos de vida y muerte y el sentimiento de ansiedad persecutoria que se produce en el niño; lo que genera basto miedo, que será proyectado hacia el primer objeto de relación que posee –LA TETA MATERNA que pasa a ser TETA MALA y TETA BUENA. (Proceso de escinción). Esta proyección e introyección colaboran a disminuir la ansiedad persecutoria del niño; se ampara en la teta buena, pero tiene miedo de ser destruído por la teta mala y persiste el temor a la aniquilación del YO. A partir de los 4 a 6 meses de edad, la madre no es vista como escindida, sino que se la ve como un objeto total; pasando a la posición depresiva, dado que el infante siente culpa, dado que el objeto amado - madre- primariamente fue agradedio (Teta Mala-posición esquizo-paranoide).
"El sentimiento de que el daño hecho al objeto amado tiene por causa los impulsos agresivos del sujeto, es para mí la esencia de la culpa. El impulso a anular o reparar este daño proviene de sentir que el sujeto mismo lo ha causado, o sea, de la culpa. Por consiguiente, la tendencia reparatoria puede ser considerada como consecuencia del sentimiento de culpa". (Klein, 1988. 45pp).
"Posición alcanzada en su esquema de cosas por el bebé (o por el paciente en análisis) cuando advierte que tanto su amor como su odio están dirigidos hacia el mismo objeto -la madre-, tiene conciencia de su ambivalencia y se interesa por protegerla de su odio y para llevar a cabo la reparación por el daño que ha causado su odio. Como el sistema de Klein incluye el instinto de muerte y hostilidad innata hacia la madre y la envidia de ella, se concibe que esta crisis desempeña un papel esencial en el desarrollo de cada bebé, al margen de la cualidad de los cuidados maternales, y su resultado, según se sostiene, determina todo el desarrollo posterior. Se considera que las personas saludables y neuróticas han pasado por la posición depresiva, que las personas con problemas depresivos están fijado en ella y que las personas con problemas esquizoides y paranoides no han logrado alcanzarla"
                                                          Chuchi