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5 de mayo de 2011

10 meses de una muerte concurrente…

Uno convive con la muerte a diario, pero en la transparencia en la que nos manejamos no la notamos, o si la vemos la ignoramos creyendo que será la muerte de otro, nunca la nuestra ni la de ser un ser querido.
A diez meses, ayer, de la muerte de mi papá, imagino que el tiempo me concedió el tributo de acelerar las agujas del reloj, y hacer que todo pase más rápido de lo habitual. Como si un soplo de aire fresco y huracano me hubiera sorprendido durmiendo, y el dolor de la pérdida sin alas, se hubiera volado.
Diez meses que transcurrieron en un abrir, llenarse de lágrimas, y cerrar los ojos.
Diez meses de tragar saliva y apretar la mandíbula; y hasta a veces los labios inferiores.
Diez meses de repetirse la mente necia “no lo puedo creer.”
Diez meses de ver fotos de la familia y sentir una justicia imperfecta, un ahogado grito de desesperanza.
Diez meses de extrañar en silencio pleno y formal las mieles de unos que me guiñaban y sonreían con complicidad.
Diez meses de una constante búsqueda de una respuesta, que todo mi ser sabe que no existe.
Diez meses de evocar detalles cotidianos, que antes parecían superfluos.
Diez meses de acariciar un inmenso vacío.
Diez meses de contar meses.
Diez meses de días lluviosos, soleados, e intempestivos arranques de tristeza desoladora.
Diez meses de leer cartitas y repasar el diseño de su letra.
Diez meses de saber que no existe más el hombre que fue mi papá.
Diez meses de sonreír hueca.
Diez meses de sangrar en soledad un sentimiento íntimo y personal.
Diez meses de saber con certeza, que aún peor que la muerte, sería el hecho de no haberlo conocido.

                                                                             Chuchi González

26 de abril de 2011

Intolerancia al salmón

Somos diferentes. Vos, yo. Y ellos. Todos. Ninguno somos iguales. La diferencia radica en la particular forma de observar la vida, en la marca inscripta al nacer ese día, a esa hora, en ese mes, de esa madre, de ese padre, en ese lugar geográfico, en ese contexto político-económico-social e histórico. Nadie coincide con perfección en ese momento. Eso ya nos define como seres únicos. Crecemos y coincidimos y en el afán de ser más, contamos los puntos que tenemos en común y gritamos: BINGO!, pero apenas es una LINEA. Las diferencias nos definen; no las similitudes. Pero igual hacemos caso omiso, y seguimos creciendo; juntando como estampas o “figuritas difíciles” a los que más se parecen a nosotros; y ¿a los distintos? los alejamos; los corremos, los rechazamos, con sonrisas o repudio, con gestos amables o indiferencia, pero en el fondo, el resultado es el mismo: es apartar, orillar, empujar fuera de nuestro dominio a todo aquel que suene, vista, piense, diga, o escuche diferente a todos nosotros que somos iguales; y que por ello tenemos la RAZÓN, y la VERDAD. La única e inevitable VERDAD COSMICA.
Y surges, y nadas, a contra mano, como el salmón; descansando en huequitos perdidos en el camino, a reflexionar sobre tus acciones, y emociones, y miras, y todos para el norte, y vos para el sur. Y quieres hacer amigos, y de repentes dices ¿ por qué no? La diferencia es una oportunidad para el aprendizaje; y sonríes y nadie devuelve el mismo gesto. Algunos se asustan, otros te insultan palabras sin sentido. ¿Qué ha pasado?
Ha salido el sol, después de la tormenta de la intolerancia. Intolerancia al Salmón, a los que van contra corriente, a los que piensan o actúan distinto ¿ por rebeldía? ¿por pensamiento? ¿ por cultura? ¿ por amor? ¿ por ideales?
Por lo que sea. ¿ Qué importa la razón? ¿Es necesario conocerla'? ¿Será acaso que si conozco la causa y me hace sentido, entonces pueda aceptarlo? y si fuera así ¿ Sería verdaderamente aceptarlo?.
La intolerancia es el cáncer de la sociedad. Todos la sufrimos. La propia y la ajena. Y la de los gobernantes. La intolerancia colectiva es la contaminación de las relaciones, de los vínculos. Es la voz que grita: “Lo que yo digo es la verdad, lo que tú dices no es válido”, la que a las carcajadas señala a los otros por sus diferencias físicas, la que riñe en las escuelas, la que golpea a las mujeres, la que prostituye a menores de edad, la que esclaviza a los ancianos.
Yo sé cómo son las cosas, a mi nadie me va hablar acerca de como tengo que pensar, o amar, yo ya sé lo que tengo que saber, ¿ quién puede enseñarme algo a mí? ¿ a mí? Yo que la pase de todos los colores; yo que viví muchos años, yo que tengo mucha experiencia. Pero por favor, a mí nadie me dice nada.
La intolerancia es la capacidad de estar cerrados de mente y alma frente al corazón de los otros; la que no sabe “respetar” aunque  hable de respeto, y se enorgullece del respeto, sin darse vuelta a mirarse por dentro y preguntarse ¿ qué es el respeto?
Porque el respeto es más que no decir malas palabras en una reunión de trabajo, o quitarse los mocos con los dedos, o masticar con la boca abierta, no interrumpir cuando otro hablar, no insultar cuando alguien me agrede, no pedir perdón cuando cometo un error. Respetar es aceptar a mi prójimo como diferente, legítimo y autónomo.
Reconocerlo es mirarlo con los ojos del alma y abrir los brazos sin temor a que va a arrebatarme mis ideas o mis creencias.  Entender que  lo contrario también me complementa. Me enseña que hay otras miradas, otros ojos que ven universos que no alcanzo a distinguir desde mi pequeño mundo personal. Que puedo vincularme desde el amor para generar más amor y aprender y seguir creciendo.
Pero la Intolerancia es tan “intolerante” que me agobia, me asusta, me avasalla, me despoja de toda posibilidad de transformarme, y me abruma; me esclaviza a la idea de que todo lo heterogéneo es problemático para mí, porque me obligará a replantear mis doctrinas y paradigmas y eso tal vez, puede resultar doloroso.
“Descender de los barcos, es un forma más de descender”
Chuchi González

8 de abril de 2011

El tamaño ¿Importa?

¿Cuántas veces te has preguntado si el tamaño importa? ¿Muchas? ¿Pocas? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Diez? ¿ O eres de esas mujeres que prefieren no preguntarse para no tener que confrontar con el resultado?
Yo me lo he preguntado muchas veces. Podría decir que casi a diario en alguna época de mi vida; y  ahora entrada en mi adultez invernal, de cerezas y carnavales lejanos; recargada en mi soledad muleta me lo sigo preguntando en eventuales ocasiones. Dos por tres  - llueve dicen en Argentina- me cuelgo de una nube del pensamiento y lanzo la estocada retórica ¿El tamaño importa?
No me da vergüenza o pena – como se dice en México- preguntármelo, ni preguntarle a otras mujeres, aunque la mayoría de ellas, suelen responderme con una sonrisa cómplice, permisiva, con un dejo de “resignación*”.
 *(Léase que en mi mundo y en mi blog resignación es un estado de ánimo generado por el hecho de resistir lo que está ocurriendo o sucedió; es la fuerza impuesta como bloque para “no aceptar” eso que pasó; y se inspira en los frentes de lucha de lo que se puede cambiar; por ejemplo “resistir una interpretación en lugar de re-diseñarla”, nos paramos en el contexto “y que se le va a hacer, es lo que hay”, “ más vale malo conocido que bueno por conocer” ( ¡ Ufff! ¡que horror!)
Tal vez por eso ellas tienen pareja, y yo no; llegué algunas veces a pensar. ¿Seré demasiado exigente? Sé es o no exigente. Quién lo es lo es en todas las áreas de su vida. ¿Demasiado? Una palabra tan relativa como el resto.

Y aunque el mundo masculino se ponga en mi contra; yo creo llegar a la resolución del problema, desde mi particular observador.
El tamaño; Señoras y Señores, para mí NO IMPORTA.
Por el tamaño, lo conoceréis, eso no me cabe duda. Y aunque resulta tajante con mi discurso, las experiencias de mi vida me lo demostraron.
¿Qué creencia errante nos hace creer a las mujeres lo contrario? ¿Será nuestro  ególatra afán femenino, ese mismo que nos hace pensar que con “nosotras” las cosas serán diferentes? ¿En qué cuento aprendimos semejante idea?
¿Acaso no nos alcanza con las experiencias de otras mujeres? ¿ y sus caras insatisfechas, frustradas, amargadas, deprimidas?
El tamaño, NO importa. Tú lo sabes. Sólo que no quieres hacerte cargo. Porque ello implicaría romper tu zona de confort, tomar las riendas de tu vida, confrontar tu relación, decir lo que no te gusta, pedir lo que deseas, tener la libertad de decir NO, experimentar la soledad, destrozar los sueños que creaste entorno a él, correr el riesgo de ir por más, entender que toda la vida que tienes depende exclusivamente de ti.  Y eso a veces, ¡ASUSTA!
Una mentira es piadosa para el que la dice, pero no para el que la recibe. Una mentira es una mentira. Si él necesita mentir es porque hay un virus en la relación. Y lo que está enfermo cura o muere. Pero si nadie se hace responsable de eso se transforma en crónica.
Si  importa si es pequeña, inocente, ingenua. El lenguaje no es inocente. Una mentira es una mentira.
Quién miente una vez, tiene un registro de posibilidades para volver a hacerlo.
No te calles.

Chuchi González

Coach Motivacional –Escritora 







17 de febrero de 2011

Defensas emocionales


Yo lo quería de ese modo en que se quiere a las personas que empezamos a conocer.
Yo quería sus grandes ojos negros, opacos, dolorosos, impacientes.
Sus manos vestidas de largos y delgados dedos, que como arado dejaban surcos en mi tierra desparramada en el torbellino de las sábanas celestes.
Sus labios de carne jugosa y el tono de su perezosa voz que arrastraba las palabras como sacos pesados de granos.
Yo quería sus movimientos felinos, sus temblores al dormir, sus cabellos de madejas, su sonrisa adolescente.
Su mundo de ollas de aluminio, sus recetas inéditas, su lengua feroz, el aliento de su sudor.
Yo quería, las noches de telas arrugadas con lunas de manos exploradoras y de estrellas de ojos abiertos y cerrados.
Las mañanas de piernas a la deriva y la humedad arrasando la ciudad de los cuerpos, de los nuestros.
Yo quería sus pestañas acariciando las praderas de mi espalda; sus labios escalando las laderas de mi cuello.
Y la repetida sinopsis de hacer cumbre en el cerro del éxtasis y de un brinco estrellarnos en la quietud.
Yo lo quería. Y él también me quería.
Pero hoy a la distancia no recuerdo bien cuando deje de sentirlo, cuando la madreselva que se expandía por mis adentros sobre mis convicciones y prejuicios, dejó de florecer para devenirse en mustio perfume de nostalgia.
Quizás fue en la pubertad de un septiembre, en que el Amor me halló desvelada, en las sombras de una habitación tan ajena como él, que soñaba avaro, algún sueño que no quería compartir.
Por algún extraño motivo un abismo se había gestado entre nosotros. Siempre absorto en sus pensamientos me regalaba la más dulce de sus indiferencias, yo la más cauta de las paciencias.
Recuerdo la última noche, la ventana de nuestro dormitorio captaba la serenidad de una noche calurosa y tensa. Las ramas del limonero dispersas y expectantes, doblegadas por el peso esclavo de los frutos, parecían entrometerse en la fuga de mis pensamientos desalineados y sin cohesión.
Desnuda, descalza, de pie, con el rostro apoyado sobre el vidrio me dejaba ir, a la vez que giraba mi torso y depositaba sobre él mi mirada plagada de espinas y de incógnitas.
No hallaba la forma, el modo, el coraje de enfrentarlo. Él era difícil de descifrar y yo una simuladora de ocasión.
Su ronquido frágil, sereno, libre, me hería como un cuchillo oxidado y me enfundaba de un calor iracundo.
- Pablo, despiértate, tenemos que hablar! – ordené con un tono tembloroso de soldado novel. Pero el silencio solo se hizo cargo de mis palabras.
- Pablo, amor, vamos, por favor! – supliqué con la verba de un hereje reconvertido. Pero el silencio multiplicado por mi ansiedad, nuevamente se hizo cargo de mis palabras.
- PABLOOOO!.. terminemos esta farsa de una vez por todas – Grité con un timbre áspero y cortante, como el aullido de un animal herido. Pero el silencio, el mismo silencio, se hizo cargo de mis palabras.
Arrasada por la furia que su desdén me legaba me acerqué con la voracidad de una mujer herida y arrebaté las telas que lo cubrían y con la fuerza del descontrol lo sacudí para imputarle un puesto en la batalla.
Y un frío de estatua se impregnó en el líquido rojo de mis venas; las yemas de mis dedos se quemaron en frío seco de esa piel inmóvil; en la rigidez de sus músculos.
Y mis ojos absortos, abiertos de par en par por la sorpresa, se estacionaron en los bloques rectangulares de mármol y granito que encerraban el alma de Pablo.
Se había transformado en una pared. 
Ahora que lo recuerdo, con mucho tiempo de por medio; ya no sé si el muro fue levantado por él; o si yo, en mi afán y en mis tristezas, edifique mi muralla; mi defensa. ¿Para qué? Para que nadie supiera lo que sentía, para cuidar mi zona de confort, para mantener limpio mi jardín de creencias y certezas, para evitar que un extraño sembrase dudas en lo conocido.
Las mismas fronteras que establecemos con los otros, también a menudo las delineamos con nosotros mismos. Nos cuidamos de ser vistos tal cual somos, y pedimos perdón repetidas veces por no ser quienes deberíamos ser, y ahí comienza la batalla cotidiana de la auto-aceptación. Aparentamos una y otras veces más para ser amados, aceptados, aprobados. Y al igual que Pablo encerramos nuestra esencia en una cajita y levantamos entre ella y nosotros una pared.
El verdadero desafío de cada día es ¿a cuántos voy a engañar hoy? ¿Cuántos creerán lo que no soy?
Te propongo que derribes tu fortaleza; que arrojes lejos de ti, todo lo que te separa de tu verdadero interior.
Que aprendas a vivir con lo que a los demás les agrada y disgusta de ti.
Que aprendas a vivir con lo que los demás aprueban y rechazan de ti.
Que aprendas a vivir con lo que los demás aman y odian de ti.
Porque somos un todo, un manojo de miles de inquietudes y miradas; porque ni siendo perfectos lograremos el cariño universal de todos; porque el único amor universal que debemos aspirar es el personal.
Te propongo que tengas límites, pero que des de baja tus barreras; y dejes pasar simplemente el tren de la vida.
                                                              Chuchi González

10 de febrero de 2011

Mirar y ser mirado


“Me da tristeza y me trago las palabras,
tengo nostalgia de lo que no sucedió,
y me enamoro si imagino tu mirada,
sutil, desafinada como el arte de tu amor.”
(Chuchi) 
Somos un mar de fueguitos – dijo el poeta colombiano Eduardo Galeano. Pero muchas veces hemos sentido que nuestra flama no calienta, no enceguece ni abriga. La vida nos aporta experiencias para sentirnos menos cálidos, brillantes, potentes. Y nos consumimos a la espera de que alguien nos vea y grite:  FUEGO!
¿Será que necesitamos que nos enciendan? ¿La mirada del otro es el cerillo que nos da vida? ¿Existimos en relación de los demás? Quiero decir, la existencia del otro ¿Da sentido a nuestra existencia?
En lingüística dicen que A tiene razón de ser porque existe B; y C hace lo propio. ¿Estaremos forjados a una cadena universal? ¿Qué implica que nos miren? ¿Qué es mirar más allá de lo biológico?
Mirar es sinónimo de que te eligen. A veces te eligen para no elegirte; de igual forma es un elección.
Quién nos mira nos hace importante. Nos detecta –a veces a tiempo, otras tarde-; nos distingue del resto, nos otorga un individualidad. Nos mira y al vernos, si es la mirada esperada como  el beso del príncipe que descanta- despertamos del letargo costumbrista; nos pone en acción, segregamos endorfinas, saliva, sudor, sueños.
Cuando sucede salimos del standby de la rutina.
Cuando miramos; detenemos nuestra mente alborotada y descubrimos a ese otro que antes parecía  invisible. Nos damos cuenta de que al igual que nosotros, tiene esperanzas y desilusión.
Mírame. Si clavamos los ojos en la nuca del elegido, se dará vuelta. Acaso '¿Sentirá nuestro desesperado deseo de ser visto? ¿Nuestra peculiar idea de ser reconocidos?
¡Ojo! – es una expresión que viene al caso; no hablo de mirar sin mirar, de mirar porque sí. Hablo de lo que ontológicamente sería:
                       “OBSERVAR”= Ver + interpretar.
De los filtros perceptivos que nos llevan a distinguir algo del todo, de los criterios de búsqueda de la vasta realidad que tenemos activados para diferenciar una parte de lo general.
Ese es el milagro.
Mírame. Date vuelta. Por favor y Mírame; descubrí que existo, que no tengo la esencia de un fantasma; que a veces soy más que un número, una dirección, una bonita y frustrada idea.
Mírame.  Mírate. Encontrémonos; de eso se trata. De establecer vínculos que como puentes se enlazan entre los universos que somos.
Descubrí que tú con tu fuego y yo con el mío podemos crear un presente mejor. Que podemos nutrirnos emocionalmente; arroparnos las heridas y manducar momentos especiales.
También podemos hacer chispas, cuando tu opinión y la mía sean encontradas. Chispazos importantes. Chispas rebeldes. O quizás fuegos artificiales cuando entendamos que las diferencias nos unen más que las cosas que tenemos en común.
Mírame.
¿Desde dónde miramos lo que miramos? ¿Y qué observamos cuando nos miramos? ¿Quienes somos nosotros frente al espejo? ¿Seremos una metáfora del reflejo cuando nos enamoramos?
Cuando miramos, nos detenemos; elegimos y hacemos que ocurra. Sea lo que sea que miramos, hacemos que ocurra. Que suene, que se mueva, que brille.
Nuestro peculiar modo de mirar crea mundos y también destruye. Nos aleja, nos separa, nos conecta, nos involucra. Y también nos permite “ser” y dejar de los otros “sean”.
Cuando miramos o nos miran, podemos percibir –acción de todos los sentidos – cual es la inquietud que motiva – del latín motivus: movimiento-  a actuar como actúa; y entonces nos habilita a “comprender” mejor a ese otro.
Y fíjate que como el lenguaje no es inocente usé “comprender” que en sus raíces latinas implica com/n (Unión) y prendhere (atrapar); algo así como comprender “es colgarnos de la misma telaraña”o “compartir el mismo viaje”
Captar la inquietud del decir y el hacer corre el velo de intrigas, juicios infundados, y creencias limitantes que muchas veces nos separan de los demás.
Mírame. Mírate.
                                                     Chuchi González

7 de febrero de 2011

El problema de ser bella y estar sola

Ser una mujer soltera puede suponer un enorme problema. La mujer que está sola, cuanto más tiempo pasa, más presión tiene de la sociedad para casarse y lo que llaman, “estabilizarse”. Si además se es claramente bella, todos tienden a pensar que “algo malo tiene”. Pero algunas mujeres están solas porque así es como han encontrado estabilidad, se han desarrollado, madurado y aprendido a valerse por si mismas sin necesidad de nadie. La soledad ha sido desde siempre musa inspiradora de artistas. Canciones, poemas, cuentos, artículos han sido escrito en honor la soledad. La mayoría de las personas le temen a la soledad; y el resto, viven acompañados por otros, pero igualmente siguen aterrados a este fantasma que lleva nombre de mujer. Y tal vez por su femineidad resulta ser una fragancia incómoda para muchas de nosotras, sobre todo a determinada edad, en la que el contexto social impone su antónimo.
Cuando hablamos de soledad, hablamos de un sentimiento de desamparo o de aislamiento social; un torrente de emociones que genera angustia, tristeza, y frustración a quien la padece. Pero también le llamamos soledad a la calidad de no estar acompañados, es decir de estar “solas”, y muy frecuentemente este “estoy sola” hace referencia a la falta de pareja.
Mujeres de treinta años en estado de “soledad” son proclives a los más intensos ataques de nervios por ganar la batalla contrarreloj. A los 30 años tendríamos que estar “bien” casadas y si no es con al menos un niños, al menos planificando la maternidad. Cuando no ocurre para muchas la vida se convierte en un juego de azar en el que “salvase quién pueda” significa “forzar la flecha de Cupido y llegar a la meta”. Tal vez no sea tu caso, pero ¿cuántas amigas has tenido en estas circunstancias? ¡Al menos una! ¿Verdad?
La desesperación se hace día a día más intensa, y las creencias sobre el futuro se convierten en oscuras predicciones. Si no sólo se está sola sino que además se dispone de un cuerpo bello, se es guapa, sensual, de buen físico, independiente y emprendedora; la desesperanza se vuelve aún más intensa. Pero en el exterior tiene repercusiones aun mayores. Un buen dicho popular dice “Cuando la limosna es grande, hasta el Santo desconfía”, el mundo piensa: “bonita, buena y sola, algo malo tiene que tener”, sacando conclusiones prejuiciosas acerca de su comportamiento, modo de ser, y carácter.
Y lo mismo le ocurre al caballero, las especulaciones son: “tiene ganas de divertirse”.
Parece ser que la soledad – siendo la misma – impacta diferente en el género.
Pero a la lengua popular se le escapa el hecho de que muchas treintañeras y de otras décadas; están solas por “elección y no por obligación azarosa”.
Infinidad de mujeres nos encontramos “solas” sin una relación de matrimonio, noviazgo, o galanes porque hemos considerado nuestro presente como una posibilidad para hacer cosas diferentes. Tal vez hemos apostado por nuestras profesiones, hobbies, o un retiro espiritual en dónde bucearemos en nuestra alma femenina para recomenzar el arte del amor desde una madurez emocional íntima y necesaria.
La soledad no debe ser vista ni sentido como un estigma; ni una posición vergonzosa, sea cuál sea tu circunstancia es tu elección. ¿Cómo? Sí, es tu elección. Si estás sola, es el resultado de tu elección. ¿Cómo? Sí, tu elección.
Sea que hoy quieras dedicarte a tu trabajo, a tus proyectos personales; o sea que quieres tener pareja pero aún no encuentras esa persona con la que coincidir, si estás sola es tu elección.
Si estás sola es tu elección: Si no lo fuera agarrarías a cualquier hombre con tal de tener compañía masculina, y si hasta ahora no lo has hecho, es porque estás más comprometida con tus valores que con “un compañero”. Otras tal vez se enamoren y formen familias sin sentirse realmente atraídas por sus hombres, y sacrifican su satisfacción personal por el precio de llegar a formar una familia.
Te vuelvo a repetir, si estás sola, no sientas vergüenza, es una etapa que tu corazón ha sabido elegir para cimentar las bases de un futuro abundante.
No es necesario que arriesgues tus sueños para compensar las demandas del medio. Tu vida es única. La tienes que vivir tú.
Hasta la próxima, besos en el alma.
Chuchi González.

El problema de ser bella y estar sola, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.


4 de febrero de 2011

Ambigüedades… 7 meses sin papá… 12 meses en línea

Hoy es un día especial en mi vida; tal vez el primer día más contradictorio que he vivido. Sin lugar a dudas lo es.
Hoy mi grito callado, mis lágrimas apretadas recuerdan el séptimo mes de ausencia; de vacío, de brazos inmóviles, de besos sin dar, 7 Meses sin papá. Y la primera imagen que me viene a la mente, es el lecho marrón de tierra con la plaquita que contiene su nombre, su inicio y su final.
También es el día de cumpleaños de mi blog, de mi idea, de mi pasión; un año de aprendizaje  de códigos HTML, de imágenes fijas, móviles, entradas, fondos; y lo que sabía hacer “palabras”.
Entonces comienzo a ver la vida como una moneda y a sus dos lados, una cara de felicidad, de logro personal, de auto-reconocimiento, y otra de tristeza, de preguntas retóricas, de silencios.
Entiendo mejor aún que la vida es todo lo que nos pasa y cómo la interpretamos, y es también esto que ahora escribo. Qué aún cuando nos detengamos a llorar estancados en la misma pena, la vida seguirá fluyendo indiferente sin dase siquiera vuelta para tendernos una mano. La vida no espera. No puede esperar. Su sino es continuar porque de lo contrario dejaría de ser lo que es para transformarse en muerte.
Cuando empecé el blog no imaginé que un año después, tendría esta doble y rara sensación en el alma. De todos modos es la misma que vivo desde hace 7 meses; cuando un ser amado muere, no sólo se transforma su vida, sino que también la de quienes lo rodeaban. Nosotros somos los que deberemos aprender a seguir sin ellos, fantaseando a menudo encontrarlos en alguna persona parecida, una paloma o un rayo de sol.
Son las necesidades del amor – tal vez – que hacen las veces de mensajeros de luz y vienen con simples coincidencias a acariciar nuestra alma herida.
Un año de entradas – y salidas – hemos transitado con mi querido blog; y pese al desaliento, el resentimiento, el dolor, y la frustración; no hemos perdido nunca la brújula.
Hemos sabido seguir en la danza incongruente de la vida, a veces a los pisotones, otras coordinados, y algunas sin ritmo; pero siempre presentes.
¿Por qué será necesario para los que existimos que existan las velas encendidas, las flores agazapadas a alguna foto o una misa o ritual religioso?  Un Intento – sólo eso- de traerlos de nuevo de lo no –retornable; ¿Un recordatorio de que todo es pasajero?
7 meses y 12 meses; todos los meses de una misma vida, de la mía.
Que todo lo que ya no podrás escuchar de mí, sirva para otros que quieran escuchar, que no sepan que decir, o que simplemente inmerso en la curiosidad alguna vez me lean.
Feliz Cumpleaños a ti
Te extraño papá!
                                Chuchi González
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1 de febrero de 2011

Disculpas…

“Me da vergüenza y no se si decírtelo
si se me nota no levanto la mirada
y me derrito si te tengo cara a cara
si te encuentro a solas
vuelvo a creer en Dios.”  (Babasónicos )
¡Te ofrezco una disculpa! escribió en un mensaje de texto, rompiendo mi corazón y nunca más supe de él. Y mis ojos se quedaron clavados en la pantalla del celular a la espera. ¿A la espera? A la espera de la disculpa. Una disculpa es algo. Al menos es más que decir “Te ofrezco una disculpa.” Y sobre todo implica una íntima relación con quién tiene para ofrecerla, y no a quién se le está ofertando.
¿Te ofrezco una disculpa? me repetí hasta el cansancio y proseguí ¿Para qué quiero  yo una disculpa? ¿Para qué la voy a utilizar? ¿Cómo se atreve a irse de mi vida intempestivamente y dejarme “un disculpa”? Es cómo mudarte de la casa de tu ex y dejar por meses una caja de fotos que le recuerde lo felices que fueron alguna vez.
Si al menos me hubiera ofrecido “una grande de mozzarella y jamón con rodajas de tomate y orégano,” el desengaño habría salido airoso.
Así comienza mi intricada forma de observar “las disculpas”. Aquella noche sentí que me había ganado un “comodín” para que en el próximo encuentro – 3 o 5 vidas por reencarnar – yo podría tirar los dados dos veces seguidos  y llegar al casillero de los premios antes que él. Para eso me servía su ridícula necesidad narcisista de esbozar un la no-disculpa
¡Una disculpa! a la una, a las dos, ¿Quién quiere una disculpa?
Según la  Real Academia Española – edición on line – la palabra disculpa es susceptible de tiene dos significados:
  • Razón que se da o causa que se alega para excusar o purgar una culpa. En este caso “se ofrece, se otorga, se da”
  • Pedido de Indulgencia. En este caso “se solicita, se pide”
Si él me había ofrecido algo que “YO” no quería recibir, es porque estaba seguro de contar con un discurso que justificara su ACCIÓN.
Pero aún así, ¿Si él hubo de romper un acuerdo, no estaba en mí el poder de reclamar? ¿Creería él que esto de las disculpas, era sólo decir “disculpas y todo lo malo por arte de su propia magia dejaría de existir?
¡Qué inocente! y ahí descubrí que hay muchos “inocentes arrasando el mundo tras la facilona palabra disculpa.” ¡Cuántas veces la gente dice por decir, sin comprender que el lenguaje no es inocente!
Fue cuando consideré que el libertinaje de uso debería ser penalizado. Para que las personas lograsen hacerse cargo real de sus elecciones, en lugar de excusarse superficialmente de las consecuencias de sus actitudes, y calmar la voz de sus conciencias.
Analizando un poco más, “DIS”-“CULPA” está compuesto del prefijo “DIS”  que implica negación/alejamiento y “CULPA del latín falta o imputación.
Por lo tanto “DISCULPA” refiere  al ofrecimiento de un discurso  - para elo pedidodel - alejamiento o negación de la falta.
Me quedé pensando:¡Cuánta liviandad léxica tenía ese hombre! ¿Por qué habría yo de querer tener amnesia de su agresión? Si hubiera sido consciente de sus palabras, ¿Se hubiera callado? ¡mmmm!
Te ofrezco una disculpa por haber jugado con tus sentimientos, te ofrezco una disculpa por haber traicionado tu confianza, te ofrezco una disculpa por haber roto confidencialidad, te ofrezco una disculpa por haberte mentido, te ofrezco una disculpa por venderte una imagen que no es real, te ofrezco una disculpa por no avisarte que no llegaría nunca más, te ofrezco una disculpa porque pasaron diez años desde la última vez que te dije voy a comprar cigarrillos y no regrese, te ofrezco una disculpa porque la otra noche te pegue más de la cuenta, te ofrezco una disculpa porque te robe tus ahorros, te ofrezco una disculpa porque te sometí a situaciones peligrosas, te ofrezco una disculpa porque no te cuide cuando dije que lo iba a hacer, te ofrezco un disculpa porque nunca te conté que dejé de fumar hace 15 años. ¿Irónico, no?
¡DIS-CULPA! ¡SIN-CULPA! ¡NO –CULPA! ¡Todo bien! ¿Todo?
Cuando alguien te dice ¡Todo bien! te está diciendo ¡Qué todo está mal, pero que no tiene valor para decirte lo que le sucede!
¡Una disculpa! – no sincera – es el maquillaje social que los irresponsables le ponen a sus actos y actitudes. Una bonita forma de “quedar bien.” ¿Frente a quienes? Frente a sí mismos, frente a su deber ser, a su yo ideal. Si uno comete una falta y pide disculpas es “bueno”.
Bondad, habría si tomamos conciencia de que nuestro andar desaventurado “genera consecuencias a nuestro alrededor.” Pero insistir con lo mismo, hacer siempre lo mismo y ofrecer o pedir disculpas es como gritar ¡TIEMPO! segundos antes de que te digan ¡PICA!.
Hay situaciones en la vida, en que uno puede elegir “exculpar” a alguien, pero en otras circunstancias, los actos son indisculpables.
¡Una disculpa, me ofreció! – que mezquino fue hasta el final.¡Me hubiera ofrecido un fin de semana en un hotel spa!
¡Una disculpa! ¿Para que quiero yo una disculpa? Después de tanto pensarlo. Para escribir esta entrada.
                                                            Chuchi González
(Nota de la autora) Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia. El texto es independiente de quién lo escribe. 
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28 de enero de 2011

Auto -Respeto


Cuando se tiene auto-respeto todo es diferente y mejor:
Disfrutas más de la vida, los demás te respetan más, puedes tomar más y mejores decisiones, tener más apoyo, imponer límites, dejar de ser victima de las circunstancias, sentirte más libre, e incluso más amada.
¿Verdad que vendría bien tener un poco más de auto-respeto? ¡Hace maravillas!
Según la Real Academia Española “respeto” deviene del latín “respectus” atención, consideración. Y encontramos varias acepciones para la palabra:
m. Veneración, acatamiento que se hace a alguien.
2. m. Miramiento, consideración, deferencia.
4. m. miedo (recelo)
A partir de estas conceptualizaciones podemos inferir que respeto implica “considerar y apreciar al otro en su calidad de ser humano” pero ¿siempre es hacia afuera? ¿Podemos reivindicar a nuestro prójimo si no lo hemos hecho con nosotros mismo? ¿Cómo podríamos reconocer al otro en su humanidad si no sabemos quiénes somos?
Me pregunto ¿cuántas veces en el año te detienes a reflexionar sobre quién eres, hacia dónde vas y para qué estás en esta vida? Muy existencialista tal vez; pero si no nos observamos difícilmente podremos transcender nuestros errores.
El auto–respeto es un mundo que viene de la mano del auto-conocimiento y de la auto-estima; analizando la palabra implica “auto: uno mismo – respeto: miramiento, deferencia, consideración.
¿Y qué deferencia haces cuando postergas tus sentimientos, tus ideas, tus sueños, por la aprobación o el qué dirán?
¿Qué miramiento tienes cada vez que permites que la agresión de los demás lleve a tu centro?
Auto-respeto significa “considerar mi existencia, darle valor a mi existencia, importancia, interés”, en otras palabras, darme un lugar en mi historia; dejar de vivir a la sombra de mi pareja o familia; brillar con luz propia, en un contexto de interdependencia, aceptando que soy un todo, con virtudes y defectos; y que eso no resta a cuantía a quién soy.
Cuando tengo “auto-respeto” fluyo en mi vida, disfrutando de todo lo que sucede; y comprendo que en la vida existirán situaciones que no son de mi agrado, pero que independientemente de eso existirán, entonces cuando surjan, tendré la oportunidad de elegir como querer sentirme frente a ellas, porque habré aprendido a desarrollar mi libertad personal.
Si tengo “auto-respeto” soy consciente de lo importante que es respetar a los demás; el respeto deja de ser un cliché y se convierte en una postura genuina y generadora de relaciones sanas y exitosas.
No estaré esperando que los demás actúen según mis necesidades, entenderé cuando alguien opina diferente a mí; porque sabré que no siempre pensaré igual que ellos, incluyo de quienes amo.
Cuando tengo “auto-respeto” tengo a la mano la capacidad de elegir en todo momento; y por lo tanto tengo el poder de observar en todo algo positivo. Entendiendo como positivo “una ganancia”, aquello que la experiencia aporta a mi vida. Pues seré una eterna aprendiz.
Cuando tengo “auto-respeto” conozco mis limitaciones y sé pedir apoyo; puedo decir sin drama alguno “con esto sola no puedo” y recurro a otras personas para que juntos lleguemos al resultado deseado.
Cuando tengo “auto-respeto” sé establecer los límites esenciales para no desdibujar mi personalidad, y generar los espacios para mi intimidad.
Cuando tengo “auto-respeto” no me convierto en víctima de las circunstancias, no dejo de accionar por lo que sucede en el afuera.
El auto-respeto me convierte en una persona internamente libre y por lo tanto; no requiero poner en manos del azar o de otras personas mi satisfacción y mi felicidad; así puedo vivir plena y en equilibrio. Mi comunicación con el mundo será asertiva, pues no estaré proyectando mis temores o carencias.
A través de mi auto-respeto tendré la capacidad de dar espacios y conductas de amor espontáneas y reales a quienes me rodean, pues en mi auto-valoración puedo comprender la importancia de la existencia del otro.
Autor: Chuchi González.

Auto-respeto, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.

24 de enero de 2011

Una nueva posibilidad... 2011

Comenzó el año, con nuevas ilusiones, nuevas expectativas, nuevas resoluciones y nuevas metas personales.
Puede ser un año especial, o sólo un año más que añadir a la lista. Puede ser un año de objetivos alcanzados o un año más de estancamiento personal. Hay cosas que pueden influir este año, pero al final todo depende de nosotras mismas.
El almanaque ya dejó caer otra de sus hojas, inaugurando un nuevo año. El 2011. Es bastante distinto a lo que soñamos de niñas; el 2000 con autos intergalácticos, robots mascotas y ropa de aluminio, aunque en algunos aspectos la tecnología ha logrado hacer realidad esas fantasías.
Cada año nuevo es iniciado con muchas expectativas y deseos de que sea mejor que el que acaba de partir. Una lista de promesas y objetivos solemos escribir o cargar en la mente. Empezaremos con mucho entusiasmo, pero al cabo de unos días, ¿qué pasa? Nada ha pasado de diferente. Sólo hemos sumado más pendientes a nuestra existencia. El bendito y venerado año nuevo, sigue siendo exactamente igual. Mi hermana menor suele quejarse de eso. No ha cambiado nada. Nada mágico ha sucedido. Los problemas del año pasado son iguales a los de hoy. ¿Qué hacer?
En principio reconocer y aceptar que “nada mágico” sucederá si no opera en nosotras mismas un cambio. Que un calendario gaste a diestra y siniestra sus fechas “no hará que nuestro problemas se resuelvan,” cada quién deberá atender su juego.
La renovación anual debe ser una oportunidad para brindarnos a nosotras mismas y a los demás; para repasar lo que hemos ido generando en el año y las lecciones aprendidas; y si algo no nos “gustó” cambiar el rumbo.
Debemos cambiar desde la conciencia y la responsabilidad; entender que los objetivos que nos hemos establecido son importantes para nuestras vidas; y que la mayoría de ellos si aun no se han cumplido es por simple falta de perseverancia.
Y atención, mira con cautela tu lista; pues habrá objetivos que no son probables de realización porque no depende de tu 100%. Me refiero que si te pones como objetivo “casarte con Brad Pitt”, bueno cariño, sabrás que no pasará nada.
Los objetivos que debemos trazarnos en la vida son metas hacia dónde vamos a dirigir nuestras fuerza, esfuerzo y ambición. Deben responder a la pregunta: ¿Qué quieres? Y de tu respuesta depende toda tu experiencia.
¿Te ha sucedido que a veces no sabes lo que quieres? Si no sabes lo que quieres, ¿cómo crees llegar? Mejor aún, ¿a dónde crees llegar? A cualquier lugar.
La elección de objetivos y la falta de ella, es igual que estar en un automóvil y conducir sin dirección alguna; llegaremos a un sitio, pero será cualquier sitio. Algunas se sentirán satisfechas de llegar a algún lugar, otras inquietas. Todo depende de nosotras.
A medida que nos trazamos objetivos, las fuerzas crecen o decaen; la mayoría de nosotros no llega a su cima personal porque en el camino se compromete con otras cosas.
Si tu misión el día de hoy es “hacer la dieta tal cual te fue planificada”, verás… en el desayuno haces lo indicado, y camino a la oficina, el tráfico, y una breve discusión con tu pareja; llegas diez minutos tarde –aunque hayas salido con suficiente antelación- te llaman la atención; llegas a tu escritorio con una sensación de injusticia: “tú no tienes la culpa del tráfico”, “tú no tiene la culpa de que tu pareja haya mal interpretado un comentario”, “tú no tendrías porqué haber sido objeto de ese reclamo por parte de tu jefa”. Sigues con tus actividades, pero esas conversaciones internas te recuerdan como en carteles de neón que “tú has sido en la mañana de hoy injustamente tratada” y ese juicio dispara otros, “recuerdas que tus parejas no te han valorado nunca”, “que la jefa se queja, pero siempre te quedas después de hora”, “que nunca cobras horas extras”, “que hace dos años no faltas y trabajas inclusive sábados y domingos”, “ que aquella noche cuando él llegó con aliento alcohólico no dijiste nada”- en eso suena un teléfono, te distraes, sientes frustración, pasa el “joven” de los pasteles y te encargas uno. ¿Por qué? ¡Estás a dieta! ¿Por qué no?
Todo el contexto exterior modifica tu interior; te has dejado tragar por el mundo; podrías soportar lo mismo, pensar incluso lo mismo, y aun así no perderte de tu meta: hacer la dieta como te fue diagnosticada.
Sin embargo a diario nos distraemos de los objetivos; queremos ir para A y terminamos en Z. ¿Por qué? Porque hacemos más importante a los factores “distractores”.
¿Cuáles son tus distracciones diarias?
Empieza a eliminar esas fuentes que te roban energía, la energía que requieres para llegar a dónde te propusiste. Aunque parezca ingenuo hay muchas distracciones. Tienes que concentrarte en llegar a tu meta.
Las conversaciones por teléfono con amigos, el enojo, la tristeza, las odiosas comparaciones, el internet, las redes sociales, la comida entre comidas; los juegos electrónicos, la televisión, la angustia, son algunos de los tantos factores que nos sacan de foco.
No podemos esperar a que ellos desaparezcan para arribar a dónde queremos. Debemos cultivar nuestro compromiso y voluntad.
Haciendo esto, al finalizar el año que ahora hemos comenzado, podremos sentirnos satisfechas con el recorrido. Este año que ahora comenzamos es una nueva oportunidad para seguir siendo plena y en libertad.
Año Nuevo… una nueva posibilidad, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.

24 de diciembre de 2010

Veo, veo, ¿que ves?

La palabra autoestima es una palabra casi de moda.
Si lees un libro de autoayuda, encuentras la palabra; si tienes problemas con tu pareja y lloras por él, alguien te va a decir que tienes que reforzar tu autoestima; si compras una revista fémina encontrarás una lista de consejos infalibles para desarrollarla; y para no ser menos, en esta columna, leerás acerca de la autoestima…
La autoestima.
Creo que por ser tan popular se ha convertido un poco en un mito; y ha perdido su origen y naturalidad. Autoestima últimamente se confunde con “amor propio” y quién tiene “autoestima saludable” es alguien perfecto, a los ojos de quién tiene baja auto-estima.

Primero analizaremos la palabra:“Auto” refiere a “uno mismo” y “Estima” implica cariño, afecto, amor; pero en sí misma encierra un carácter de valor, se “estima que tal cosa tiene tal valor”. Por lo tanto autoestima sería “el valor que nos damos”.
¿Qué valor te das a ti misma? ¿Qué valor te dan los demás? ¿Qué haces con ambas informaciones?
El valor que nos damos a nosotras mismas es una señal crucial para todos los proyectos que emprendamos. Pues si nuestro puntaje es alto, correremos riesgos, enfrentaremos situaciones, nos volveremos creativos, nos abriremos puertas. Si es bajo, esperaremos a que los demás actúen primero, nos acoplaremos a lo que dice la manada, cambiaremos de rumbo por “necesidad de aprobación”, pondremos en manos de los demás nuestro poder personal. Hay muchas definiciones de autoestima; tantas como observadores seamos. Y esa pluralidad de sentidos, nos habla de la importancia de “definir” algo, de delimitar aquello de lo que estamos hablando. Autoestima no es “creerse maravillosa”, autoestima es “saber quién somos” y desde este punto de partida deviene la confusión.
¿Y quienes saben quién son en realidad? Aquellos que pueden aceptar sin problemas sus luces y sus sombras.
Aquellos que tienen a disposición la auto-crítica y el auto-reconocimiento, que no andan por la vida vendiendo una “falsa humildad”, ni que le temen a la “vanidad”; los que pueden aceptar sin preámbulos sus limitaciones y capacidades.
De todas las formas de expresar baja autoestima, hay una que nos delata: la auto-exigencia.
Si eres de esas mujeres que siempre creen que lo podrían haber hecho mejor, que reconocen lo que hicieron “pero”, que nunca están satisfechas con lo logrado, ¡Cuidado!, tu auto-exigencia te está boicoteando los planes.Esforzarnos, ir siempre para adelante, ambicionar más no es el problema; el problema es todo lo que dejamos de hacer para hacer las cosas perfectas.
Cuando era estudiante de abogacía, recuerdo que si no sacaba un 10 en el examen era como rendir mal; salía de las aulas con una cara de terror que impactaba a los compañeros, y preguntaban ¿Cómo te fue? Y yo decía con desprecio: nueve.
¿Para qué torturarnos con escalas de valores alterados? ¿Qué es un diez en la vida? ¿Acaso no es simplemente una puntuación?
Con el tiempo, crecí emocionalmente y descubrí un mundo al que me había cerrado. A los 20 años me avergonzaba mi cuerpo, demasiadas curvas en la cadera; una guitarra latina, me escondía en camisas gigantes, pantalones sin gracia; y desde mi cueva sin luz veía pasar la vida.
A los 30 años, me convertí en la Eva del Sur, cuanto más pequeñas las prendas mejor, traje de baños de dos piezas (piececitas) y a disfrutar del calor, del mar, de la azotea, del viento, de los curiosos, de los que me ignoraban. A mis casi cuarenta, ya ni te cuento. ¿Qué pasó en mí? Maduré. Me encontré. Me acepté. Pude separar hechos de interpretaciones, y me di cuenta que no vale la pena andar por la vida “estimándose como un copia ilegal de uno mismo” sino vivirse como original.

Síntomas de Baja Autoestima:

Inseguridad.

Angustia.

Depresión.

Imagen distorsionada.

Aprobación desmedida.

Incapacidad para mostrar sentimientos.

Victimización.

¿Cómo reforzar la autoestima?

Rediseñando las creencias limitantes que tenemos sobre nosotras mismas.

Cambiando el lenguaje por uno “proactivo”.

Aceptando que somos un bagaje de virtudes y defectos.

Entendiendo que la perfección no existe.

Anulando al yo ideal.

Amando al yo real.

Dejando de pensar si yo hubiera sido…

De la noche a la mañana no lograrás un cambio, la vida es de paso a paso. Día a día. No lo olvides.
Chuchi González.

Veo, veo, ¿qué ves?, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.











10 de diciembre de 2010

Amores Imposibles

Quién no tenga en su haber amoroso, un amor imposible, no es digna de pertenecer a los cuentos de hadas que el Sr. Amor ha ofrecido durante tantas décadas.
Un imposible; busca en tu caja de recuerdos, ahí debe existir un nombre escrito en un papel cualquiera, una margarita deshojada, un deseo escondido en celofanes; o un momento; tal vez esté más cerca de lo que crees; y tu gran amor imposible es: TU PAREJA.
Un momento; pensemos: ¿Amor imposible?
La mayoría de nosotras nos remitimos a un amor no correspondido obstaculizado por situaciones como la edad, el estado civil de uno de los dos, credos religiosos o políticos, elecciones sexuales o la simple falta de magia.
Mas sin embargo, si repasamos otra vez la frase “AMOR IMPOSIBLE”, y observamos un poco más, nos daremos cuenta, que muchas de nosotras estamos embarcadas en el crucero de lo imposible con nuestras actuales parejas o lo estuvimos.
No es un juego de palabras; es una aproximación a comprender que llamamos “imposible” a circunstancias extremas y dramáticas como “él tiene 18 y yo 50” o “está casado” o “le gustan las mujeres” y frente a esos hechos nos quedamos paralizadas idolatrando lo que no será.
Pero cabe destacar que en muchas relaciones de parejas, aunque esos motivos no existan, como dice el español sensual Joaquín Sabina “sobran los motivos” para que entendamos que estamos en una relación “IMPOSIBLE”.
La indiferencia, la falta de respeto, la lucha de egos, las mentiras, los abandonos cotidianos, son indicios de que algo no es “posible” entre esos dos sujetos.
Pasar por alto estas señales que la vida nos ofrece es como pretender andar con lentes oscuros un día de lluvia torrencial.
Lo no posible se establece a partir de la comunicación entre los amantes; si son o no capaces de expresar lo que sienten, lo que les sucede, los temores, las inquietudes que tienen respecto del vínculo, las creencias familiares o tradiciones que los mueve a comportarse de tal o cual forma.
En este sentido, todas tenemos un amor imposible; en el rumbo de que muchas veces por no querer ceder o conectar con el otro; e insistir en querer tener la razón y “ganar” la batalla de las individualidades, nos vemos conferidos a alejarnos de ese ser que queremos. Y lo imposible se reconoce como la incapacidad de tomar conciencia de que somos diferentes, e internalizarlo. Lo sabemos de la boca para fuera. El desafío es internalizarlo.
Chuchi González.

Amores imposibles, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.

27 de noviembre de 2010

El maltrato a la mujer, una forma de ser cultural

Si leemos las noticias, independientemente del país en el que vivamos, la violencia de género es moneda corriente. Sin ir más lejos, todos los días muere una mujer en manos de un hombre que se supone que debe amarla y protegerla.La violencia contra la mujer debe acabar, no pronto, sino hoy, ahora mismo.
Los casos de violencia de género son tantos que apenas tienen prensa, nos aburriríamos de escuchar todos los días la misma noticia con diferentes protagonistas.
- Maltrato a la mujer -
Todos sabemos que existe, pero muy pocos entendemos porqué ocurre. ¿De dónde ha salido esta mafia contra lo femenino? ¿Quién ha enseñado a esos hombres paridos por mujeres a tratar con violencia física, sexual y psicológica a sus parejas? ¿Por qué descargan sobre la energía de la creación sus frustraciones? ¿Para qué se crean vínculos con lo mismo que se odia?
Haciendo un poco de investigación encontré datos históricos aberrantes; situaciones que traen a relucir que todo lo que vivimos es cultural. Quiero decir con esto, que todos los seres humanos vivimos dentro estructuras sociales que nos imponen mandatos, formas de ser compartidas y legitimadas, creencias que se viven como certezas, que no se cuestionan y muchas de ellas validan la violencia en contra de nosotras.
Hay un chiste misógino por excelencia que dice “No le pegues nunca a una mujer, igual no entiende”.
Pareciera ser que en el inconsciente colectivo se han instaurado determinadas imágenes arquetípicas de lo que es “ser mujer” para los hombres, y a través de los años, esos símbolos han ido tomando mayor fuerza, reivindicando las creencias limitantes respecto del “sexo débil”.
Las mujeres parecen ser situadas desde siempre a un costado de la vida, con mucho trabajo y compromiso hemos logrado asumir espacios que antes eran exclusivos de los hombres; sin embargo, permanece la idea de que “la mujer debe –como obligación natural- sostener una conducta determinada”. Muchas mujeres en sus hogares son reducidas a meros electrodomésticos, a los caprichos de los esposos, a las injurias de sus parejas, a la no aceptación de sus necesidades y deseos. Y aunque no imperen los golpes- Mujeres: eso es violencia.
El odio aberrante hacia las mujeres existe desde épocas inmemoriales, Jean Jacques Rousseau por ejemplo decía en su “EMILIO”, “una mujer sabia es un castigo para el esposo, sus hijos, sus criados, para todo el mundo. Desde la elevada estatura de su genio, desprecia todos los deberes femeninos, y está siempre intentando hacerse a sí misma un hombre.”
Nietzsche, llegó a la conclusión de que las mujeres son el juguete más peligroso, y esbozaba su célebre frase “Si vas con mujeres no olvides el látigo”.
Infinidades de personajes que hemos estudiado en algún momento de nuestra historia, se autodefinieron como misóginos. Arthur Schopenhauer sostenía: “Las mujeres, por ser más débiles, se ven obligadas a depender no de la fuerza, sino de la astucia; de ahí su hipocresía instintiva y su inmodificable tendencia a la mentira. Por eso el fingimiento es connatural a las mujeres y se encuentra tanto en las mujeres tontas como en las inteligentes”. Por su parte Voltaire expresó: “El primero que comparó a la mujer con una flor, fue un poeta; el segundo un imbécil”.
Por supuesto estos son sólo algunos de los que sostuvieron la herencia del maltrato y del odio hacia las mujeres. Como una infección las creencias detractoras y discriminatorias se fueron pasando de generación en generación. Los cuentos infantiles contribuyeron también a ornamentar al sexo femenino como “débil”. La cenicienta, una pobre muchacha esclavizada por sus hermanastra, con sueños y sin poder, que enamora al príncipe: adinerado, fuerte, valiente, y sagaz. Las mujeres siempre aparecimos en un segundo plano; y ubicadas en un contexto de escasez emocional y económico.
Las mujeres somos para “servir al varón, criar a los hijos, satisfacer a los demás, estar en el hogar, no pensar, actuar conforme digan los otros,” verdaderamente obsoleto e igualmente actual.
La sociedad espera siempre de nosotras la conducta correcta; y cuando nos equivocamos la sanción es tres veces peor que si lo hiciera un hombre. Los patrones de belleza impuestos son altísimos, las obligaciones son exorbitantes, y la valoración casi un milagro. Una mujer tiene que ser madre, esposa, ejecutiva, ama de casa, delgada, alegre, servicial, sexual, callada, y saber perdonar la naturaleza infiel de los hombres, para ser considerada una mujer completa. Y ¿Por qué deberíamos pretender ser completas? ¿Por qué nos obligamos a serlo? ¿Para qué?
Y así como los hombres han crecido comprando estas historias, nosotras –muchas de nosotras- también lo hemos hecho. Durante siglos hemos permitido que nos redujeran a objetos; y seguimos permitiéndolo cada vez que nos callamos lo que sentimos; que decimos SÍ cuando queremos decir NO, o que permitimos un ligero maltrato en nombre del estrés.
Si bien el maltrato es cultural, deviene desde los inicios de nuestra aparición en la tierra, no es imposible de desterrarlo; aunque tampoco es simple. Pero si todas empezáramos por trabajar colectivamente alcanzaríamos resultados en un lapso corto de tiempo.
El mismo maltrato que nos profiere nuestra pareja al hablarnos con insultos, burlas, o indiferencias; es la que repetimos cuando creemos que “él tiene razón para tratarme así”, que tiene argumentos válidos para ofendernos, para humillarnos. Muchas veces nos sentimos “tontas, gordas, tímidas” y justificamos nuestra baja autoestima en la violencia del otro. Tú puedes ser “tonta”, “tímida”, “triste”, “con llantitas en la cintura”, tú puedes ser como quieras, como puedas, es TU vida; si al otro no le parece, o no le agrada; tiene más de un camino para hacértelo saber, antes de usar la violencia. Puede hablar contigo acerca de lo que siente a partir de tus actitudes o acciones; o puede elegir no seguir contigo.
En tanto una misma permita que un hombre haga con su presente lo que le venga en ganas, la violencia será perseverante. Si tú crees que eres el sexo débil, ¿qué creerá el otro?
Desde la ontología del lenguaje profesamos que “Somos como actuamos, pero también actuamos por como somos, la acción genera ser,” esto implica que si hemos crecido en culturas patriarcales que confinan a la imagen de la mujer a un poco menos que nada; transformando nuestras acciones, nuestras elecciones, podemos empezar a generar otra forma de ser observadas. Se dice que actuamos según el sistema social al que pertenecemos, pero también las personas cambian con sus acciones diferentes esos sistemas.
Si permanecemos en silencio, todo permanecerá igual. Pero creo que la violencia de género es algo que debe curarse desde antes de surgir, con la comunicación efectiva entre los miembros de la pareja; amando con los ojos abiertos y los pies en el suelo; sabiendo que los cuentos de hadas son simplemente cuentos; que el amor es más serio que calzarse el zapato correcto y que vivir comiendo perdices produce indigestión.
Que eres una mujer valiosa, importante y bella; que más allá de todo TÚ eres lo único que tienes y que debes elegir “SIEMPRE”. Elígete a cada instante; entiende que antes del otro estás tú, y no lo percibas como egoísta, es la clave de una vida en armonía; si no te valoras, amas y respeta, ¿Por qué habría de hacerlo tu compañero?
Tú debes conocer tus derechos.
Tú tienes derecho a una relación sana.
Tú tienes derecho a expresar tus emociones.
Tú tienes derecho a decir No.
Tú tienes derecho a perseguir tus sueños.
Tú tienes derecho a tener ideas diferentes.
Tú tienes derecho a sentirte a gusto contigo misma.
Tú tienes derecho a reír, llorar, cantar, vivir feliz.
Tú tienes derecho a decir ¡Basta!
Tú tienes derecho a volver a empezar las veces que sean necesarias.
El maltrato a la mujer, una forma de ser cultural, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.

24 de noviembre de 2010

El peculiar modo de ser argentino


Nota de la autora: Esta entrada nada tiene que ver con el temario general del blog. Pero de todas formas la voy a integrar; porque buceando en mi mente, la escribió una mujer en libertad: YO.
Ser argentino es ser un observador particular, como lo sería ser mexicano, colombiano, francés. Cada uno es en relación a la estructura social en la que nació y desenvolvió, y a través de ella también acciona u omite – y omitir también es una forma de accionar-.
Cuando uno toma conciencia de quién es, y de que la nacionalidad influye en su facticidad; tal vez la piel se nos pone de “gallina”; pues el ser argentino fuera de casa; implica sostener el cartel de “sencillito y carismático”, a partir de esos dos adjetivos un mundo de posibilidades se abren: el universo de significado que representa para la otredad ser “sencillito y carismático” y el horizonte de sentido que nosotros le otorgamos.
Si desglosamos el tan enigmático cartel, podríamos decir que somos sencillos, pues somos frontales y directos, lo que para muchos significa “un ser ofensivo, e irrespetuoso”; y el carisma propia de nuestra mezcla de sangres europeas; es el famoso ego del que nos suicidamos cuando ya no damos más.
Ser argentino en tierras foráneas es una aventura para uno y para ellos; es descubrir la vida más allá de mate; y sin el ritmo triste del tango; y sin embargo, “chupar un amargo” a escondidas mientras nos quejamos de todo lo que pasa a nuestro alrededor.
Pero pienso que si “ser” uno mismo es el “desafío”; “ser argentino y no morir en el intento” es una gran aventura.
Dicen que el mejor negocio es “comprarnos por lo que valemos” y “vendernos por lo que decimos que valemos”; la “vanidad” es un pilar de nuestras vidas; bien entendida es una saludable forma de vincularnos con nosotros mismos; pero resulta casi un insulto para los que nos miran de afuera; cuando lo más común es que las personas digan de sí mismas “todo lo malo” y no sepan “presumir su todo bueno”.
Se dice que todo el año es carnaval en Brasil, y que nosotros por todo hacemos un drama y por lo importante hacemos chistes. Nos ocupamos de nuestro aspecto físico sin dejar de tomarnos la cerveza del sabor del encuentro, ni orillar los asados con achuras, ni los kilos de helados mirando televisión en la cama. Cada quién con su “cuartito y de vez en tanto le metemos la cucharita al vasito del otro sin que se dé cuenta”. Si alguien pregunta cómo nos va, lo más probable es que respondamos - ¿Queres que te cuente? Y si nuestro interlocutor no advirtió que la respuesta implicaba –“Mejor no te digo nada”- “agregamos con voz póstuma: ¡Para el culo! Es que a nosotros “nos gusta hablar a calzón quitado”
Desde el pensamiento simbólico y haciendo uso de las imágenes arquetípicas, los argentinos somos “guerreros”, nos entregamos a una causa, aunque muchas veces desde el inicio sabemos que es perdida, nos remite al valor de la austeridad, y quienes mejor que nosotros para entender eso, si todo lo atamos con alambre; somos los que siempre generan espacio para la acción; y nos corresponde el elemento fuego. Como éste quemamos, calentamos, abrigamos, iluminamos, enceguecemos, arrasamos, nutrimos. Somos persistentes más allá de los obstáculos, de los malos gobiernos, de las crisis, de las modas; tenemos el don de caernos y como diría Alejandro Lerner “Volver a empezar” porque “tropezón no es caída” ; pero tenemos la sombra del exceso del arquetipo y en varias oportunidades nos convertimos en mercenarios y deseamos que muchos “caguen fuego”.
Somos “visuales” al 100%, nunca falta un “viste” en el dialogo, o un “mirá lo que te digo” y toda la mar en coche.
Nuestro universo está compuesto de “cosas” “cosa” y “coso”; sin identificación previa a todo llamamos con el mismo nombre. “Alcanzame la cosa esa”, “¿Me pongo el coso?, “¡Te traje una cosa!, “¡Qué cosa!, ¿Dónde pongo las cosas?, ¡Che, el coso!; y sabemos que “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”, o que “una cosa es ser profundo y otra es estar hundido” y que “una cosa es ser un hombre grande y otra cosa es ser una gran hombre”.
Somos críticos profesionales, hablamos mal del país, del de al lado, de otros países y de nosotros mismos.
Afuera de casa nos aborrecen, nos hacen burlas y también cuando se dejan seducir, nos adoran. Discutimos y opinamos sobre cualquier tema, nacimos con la sabiduría de la razón. Somos extremistas, amamos u odiamos, no tenemos término medio.
Somos el país que más psicólogos y psiquiatras tiene, leemos autoayuda, nos gusta el tarot, escuchamos a Claudio María Domínguez, hacemos coletas; nos pasamos la ropa que nos quedó chica, compartimos la bombilla con quién se nos crucé, y le llamamos a Dios por su apodo “El barba, o barbeta”.
Encontré una carta de un filósofo español en internet que dice “los argentinos son italianos que hablan en español. Pretenden sueldos norteamericanos y vivir como ingleses. Dicen discursos franceses y votan como senegaleses. Piensan como zurdos y viven como burgueses. Alaban el emprendimiento canadiense y tienen una organización boliviana. Admiran el orden suizo y practican un desorden iraquí. Son un misterio!
Chuchi

20 de noviembre de 2010

Canción para el fin de semana






En tanto me pongo al día con los blog de mis queridos blogueros, les dejo esta canción que escribí para reflexionar el fin de semana...

Que error han cometido, los que nunca han vivido;

Inclinando la balanza para el lado del dolor,

Refugiados en historias que le borran la memoria,

Con sus diablos y fantasmas amando.


Corazones sin cordura, latiendo en la locura;

Resentido abecedario, de bocas que no han besado,

Presumidos terroristas, combatiendo idealistas,

Vengadores de una vida sin vivir.


Yo los miro, los escucho, sus calumnias, sus injurias,

Sus excusas preferidas, con el alma tan marchita,

Niegan todo lo que tienen, nunca nada agradecen,

Ellos son los que mueren en vida.


Egoístas en abrazos, buscadores de mentiras,

Envidiosos de la gente, odian toda la alegría,

Incansables obsesivos, necios, torpes, aburridos,

Justicieros por mano propia.

Ellos son los que mueren en vida.


Rompen todos los acuerdos, no se juegan por los sueños,

Viven la vida de otros, no se atreven a ser ellos,

Juzgan a los diferentes, eso los hace valientes,

Y se esconden porque no saben amar.

Ellos son los que mueren en vida.


Si le encuentras, y le amas, pierdes todas las batallas,

Si le entregas tus caricias, ellas son siempre ignoradas,

Si les hablas al oído, ellos no ven el sentido,

Porque no conjugan el verbo AMAR-



                                                          Chuchi
                                                          Besos pamperos!





14 de noviembre de 2010

Cuando un Hombre deja de amarte


A menudo las mujeres suelen soportar toda serie de abuso o maltrato de esos seres que dicen amar porque tienen la creencia de que sin ellos no podrán seguir viviendo. Gritos, menosprecio, frialdad, traiciones, mentiras, infidelidades, indiferencia, abuso sexual, psicológico, económico, son algunos de los precios que están dispuestas a pagar para que el hombre amado siga a su lado.Es fácil decir que no merece la pena sufrir así por ningún hombre, ¿pero qué se puede hacer cuando nos dejan de amar?
Duele el desamor
Es triste y doloroso aceptar que el hombre que amamos con el corazón, haya depositado todo su amor en otra mujer; o que simplemente ya no nos quiere. Que los días de caminar de la mano, sonreír por cualquier pequeño detalle forman parte de un álbum de recuerdos que ocupará un lugar en nuestro corazón y mente; pero que con él no volverán. Que como las golondrinas se han ido; que los besos y abrazos de veranos insolentes se mudaron al invierno de la indiferencia en donde los besos ya no nacen; y los gestos son minúsculos encuentros “cordiales”.
Cuando alguien nos dice “ya no te quiero” o “ya no te amo más” la sangre se nos congela y forma escarcha, el corazón arremete enloquecido y precipitado, las lágrimas se ahogan en la garganta; y los proyectos del futuro se hacen añicos.

Afrontando el desamor
En ocasiones nos hacemos las indiferentes, miramos para otro lado, negamos lo que ocurre, pensamos “ya pasará”, y creamos una tela de araña de confusiones y esperanzas fantaseadas…
Nos comprometemos a ser de otra forma, pues asumimos que “por ser demasiado obsesivas en la limpieza” o “por aceptar a los amigos” o “por enojarnos cuando no nos escucha” o “por estar celosa de la compañera de trabajo que le envía mensajes de texto a cada rato”, por todo ello estamos perdiendo el amor de nuestro compañero.
Prometemos no decir, hacer, o pensar tal o cual cosa que pueda molestarlo a cambio de una “reflexión”, de una posibilidad de retorno, de que se quede a nuestro lado, de que no nos abandone. A veces tenemos la suerte de nuestro lado y él dice: “bueno”, “está bien”, “me quedo”, “lo intentamos”. Algunas veces resulta. Con esfuerzo, trabajo, y dedicación de ambas partes, el amor reflorece, y las aguas se encauzan. Pero la mayoría de las veces no es así, sólo logramos extender la agonía, estirar la sensación de abandono hasta los huesos, hasta hacernos idea de que se irá, que nada queda por hacer; y eso generalmente lleva mucho tiempo.

El trasfondo: ser una buena mujer
La mayoría de nosotras hemos sido educadas con una mirada hacia el exterior; es decir, crecimos con la idea de que todo lo que tenemos deberá ser puesto en función de otros, que ellos siempre serán primero; así nos convertiremos en mujeres de bien, dignas, respetadas, amadas y valoradas. Pensamos que dejando para lo último nuestros propios deseos, lograremos un deseo mayor: convertirnos en Mujeres Buenas.
Quizás hasta ahora no lo entiendes, pero mucho de lo que vienes haciendo o diciendo está en relación a eso, a lo que piensan de ti. Hacia tu reputación.
No importa si quieres llorar, gritar o patalear, si sientes una inmensa cólera porque tu pareja no sabe escuchar tus necesidades sexuales, o si no coopera con la crianza de los niños o no te deja un espacio de libertad para tu hobbies; lo que verdaderamente nos importa es la reputación; que digan de ti que eres una MUJER BUENA o lo que suena mucho mejor aún, una BUENA MUJER.

Consecuencias
Por buscar ser reconocida como una buena mujer, has elegido soportar humillaciones y frustración; violencia y agresión, precios emocionales demasiados altos. Pero, ¿qué importa? Un hombre va a amar siempre a una buena mujer. Un hombre sabe que una buena mujer es para siempre.
Lo que sucede a menudo es que un hombre es un hombre, no es una máquina; puede amar y un día dejar de hacerlo. Puesto que puede comprometerse en una conducta de amor, pero no puede comprometerse a amar para siempre. ¿Entiendes la diferencia?, porque al comprometerme “para siempre”, su promesa no es responsable; no tiene esa capacidad de ser “eterno” pero en cambio sí puede comprometerse a “practicar una conducta de amor,” léase conducta de amor como “acto de amor,” como un proceder repleto de amor hacia ti.
Pero qué sucede entonces cuando nos dejan de amar; todo se vuelve confuso y caótico; desconfiamos de nosotras mismas para mitigar la pena, y buscamos en nuestro ser razones para justificar lo que sucede. Buscamos y buscamos.
Y aun cuando las encontremos, deberás saber que tu problema no es la causa sino el resultado, y el qué vas a hacer con eso.

Ya no te ama, ¿y ahora qué?
Creer que puesto que ya no nos ama el mundo se termina o nadie más nos amará o no podremos vivir sin él, son engaños de tu mente. De tu educación. Claro que podrás seguir adelante, al principio tal vez cojeando pero luego caminando con normalidad.
Tú eres valiosa; que alguien te ame es sólo un circunstancia, que tú te ames es una necesidad.
No pretendas que tu pareja “te quiera” si tú no lo haces primero, ni pongas en sus manos tu felicidad, pues no podrá complacerte, y se le hará muy pesado. Tu felicidad pasa por ti misma.
Él puede proporcionarte momentos de placer, alegría, ternura. Pero él es él, y tú eres tú. Cada quién es responsable de su vida y sus afectos. No puedes controlarnos ni manipularlos. Cuando alguien no nos ama más y no los dice; nos hace un inmenso regalo, pues valora quienes somos, y nuestro tiempo; y no nos resta la posibilidad de estar en un futuro con alguien que nos ame.
Si él no te ama más, no le fuerces a quedarse a tu lado. Sólo te lastimarás. Acepta y vuelve a la vida. Tú eres muy valiosa. No mendigues amor. El amor es para gozarse a pleno.
¡Tú lo vales!

Chuchi González.
Cuando un hombre deja de amarte, es un articulo de Toda Mujer es Bella, con autoria de: Chuchi Gonzalez.
Publicado con permiso.