3 de diciembre de 2022

Más tiempo para hacer menos cosas

 Me he dado cuenta, que a medida que transcurren los días hacemos menos cosas. Queremos más tiempo, la fantasía del día de 48 horas, sin tomar conciencia que como humanidad nos hemos subido a un carrusel de feroz velocidad que nos impulsa a la producción artificial de nuestra propia existencia.

Con un ritmo alocado, vertiginoso, montados en la urgencia de lo que menos importa, nos dejamos ir como si el reloj no marcase las horas.

Más tiempo!, más tiempo!, más tiempo! ¿Para qué? Para dejar de hacer cosas. 

Quiero que me comprendas, porque adrede no me estoy explicando, "fabricamos cosas para hacer" pero dejamos "de hacer cosas importantes".

El tiempo ahora es de video que expresan en segundos la intención porque el minuto es un siglo y nadie tiene paciencia para eso.

Es la era de los telegramas de Twitter, de los "hechos" de Instagram, de los consejos compulsivos de los anuncios publicitarios, de los retos gratuitos que te informan de lo que no sabes -que ya eres consciente- y te cobran por mostrarte la llave de tu éxito y te recriminan tu "amor por el fracaso" sino tienes U$$100 para comprar la solución en el momento.

Es la furia proyectada de miles que creen que tienen algo que decir "sobre los otros" y dueños de una verdad inexistente te venden "la triste realidad de tu fracaso personal fuente de inspiración en tu falta de agallas." 

Es la muerte del escritor y el nacimiento del copy de contenido. Sin juegos amatorios. Tres líneas para tironear tu atención y "amonos!."

Es el período de la infancia grotesca con muecas y estrellitas de colores, ofreciendo variedad y servicios.

Reels, memes, frases que se imponen "Como cuando"....

Es la hora de la pérdida de voluntad.

Pasa el tiempo y lo que había alcanzado su sabiduría se extravía en el surgimiento infantil y adolescente de un comunicación que no comunica, imparte información vacía, promete falsas realidades, culpa, domina y castiga. Y el que no se sube a esta montaña rusa de NADA, pierde. 

Y así vamos perdiendo.

Ya no hay tiempo para escribir largo y tendido, faltan lectores que junto a una taza de té o café sonrían detrás de una pantalla.

Ya no hay tiempo para pensar y respirar profundo, falta silencio hay demasiado ruido interior.

Ya no hay tiempo para caminar, reír sin motivo, faltan cómplices.

Ya no hay lo que había. Ni habrá lo que hay, todo está pasando demasiado rápido.

A media que nos vamos volviendo "tecno", no vamos perdiendo y alejando de lo humano.

Brindo por los escritores que escriben para ser leídos y por los 2 0 3 que me regalaran vida al leer este texto.

Gracias por eso!

Namasté


 

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