31 de octubre de 2022

¿Cómo saber si mi profesión es una reparación? Lealtades familiares

¿Cómo saber si mi profesión es una reparación?

Las profesiones son de reparación cuando amamos lo que hacemos, pero no tenemos prosperidad económica porque no cobramos o regalamos el trabajo bajo el esquema “a la familia no se le cobra” (Los clientes son simbólicamente la familia) o ganando una fortuna sentimos desconexión con lo que hacemos porque no es nuestra pasión sino una imposición.  A través de la actividad profesional o laboral aliviamos la carga transgeneracional atrapada (las emociones atascadas del pasado que no tuvieron resolución). Repetimos sus infortunios para que sepan que ellos no estaban equivocados. 

Ellos sabían que la vida era dura, el dinero no crece en los árboles, que la gente siempre quiere ventaja, el esfuerzo dignifica, el dinero no hace a la felicidad. Cuando la prohibición está en el marco de la manifestación de la materia; se relaciona principalmente con la frustración material de los padres, no hay que leerlo literal, porque los padres biológicos pueden ser unos, y a los que reparamos otros diferentes porque somos otros, si llevo el nombre de mi padre, quizás reparo por profesión a mi abuelo paterno que era jardinero y le iba mal en su negocio, tengo una verdulería y paso regalando mercancía a la gente. 

 Luego me quejo del dinero, pero no cobro, regalo. ¿Quién repara a quién? ¿Yo reparo a mi padre? O ¿Yo siendo mi padre reparo a mi abuelo? Cuando formamos parte de una familia y tenemos una función de líderes, de encargados y las cosas no salen como deseamos, la culpa es la piedra angular de todos los desequilibrios. Esos hombres y mujeres que en el pasado no pudieron dar educación, salud, comida adecuada, siguieron la vida en silencio con gesto austero, estoico, no pararon la marcha, ¿y en su interior que sucedió? ¿cómo se sentían? ¿qué vergüenza personal los atormentaba? ¿qué creencias limitantes sostuvieron sobre sí? Son esos los pensamientos que nos llevan a reparar, no son los hechos en sí, sino los juicios que crearon sobre sus insuficiencias, incapacidades que vivieron en soledad, en la acusación rumiante y constante, en el fluir de la vida que se iba y no lograba transformarse. Ese es el dolor que reparamos.

Queremos aliviarlos. Todos los encargos familiares que están monitoreando nuestra vida reciben el nombre de LEALTADES FAMILIAREAS INVISIBLES. Somos leales al árbol, vivimos huyendo de lo que nos alcanza a la vuelta de la esquina, vivimos el presente queriendo hacer algo distinto con nuestro futuro, pero el pasado siempre es el que se repite. No comprendemos, porque estamos en automático. Dormidos. Y seducidos por la incrédula norma del EGO de que sufrir es “ser buenos”. Queremos homenajear a nuestra gente siendo como ellos, pareciéndonos, tomándolos como referentes ÚNICOS e INSUPERABLES.   Despertar es abrirnos a la posibilidad de cambiar la historia familiar y personal, derribando modelos vetustos, aceptando que los contextos cambian, que el esfuerzo, la miseria, la carencia y el castigo no son modos amorosos de honrar la vida que nos llegó a través de ellos. 

Nuestra educación como ser “humano” comienza cuando nos convertimos en “hijos”. La hijiedad del amor, de la alegría, de la confianza, del narcisismo necesario en los primeros albores del niño, de la flexibilidad, de la expresión o del castigo, de la perfección, de la rigurosidad, del rechazo, de la separación, será el gatillo que desencadene los eventos que viviremos en distintos momentos. 

La primera infancia es el marco en el que se cimientan las semillas de la personalidad y respondemos a ellas con simpatía y adhesión conforme adquiere la capacidad de hablar, de pensar, y luego, en la adolescencia, de reflexionar. Así va surgiendo la conciencia egoica, el estado de la mente que responde a tus identificaciones. El entorno nos alimentó con datos falsos y creemos que somos eso que ellos crearon.

 Las palabras que de pequeño resonaban como verdades sobre nuestro comportamiento se manifestaron en resultados. Nuestro “YO” es la lista del supermercado de los logros y fracasos bajo la mirada de los progenitores, maestros, amigos, pareja, empleadores, compañeros de trabajo, hijos, nietos.

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Nuestro “YO” es un esquema de principios, sentencias, recomendaciones, reglas, disposiciones. Abrazamos lo que está en sintonía a nosotros y rechazamos lo que vibra diferente. Somos los “permitidores” de lo que ocurre en todos los aspectos del mundo en el área amorosa, sexual, física, financiera, familiar, profesional, lo que significa que si hay cosas importantes que aún no alcanzamos, no las alcanzaremos, porque no nos lo permitimos y a menos que seamos capaces de resolver el problema que nos aleja de eso, no obtendremos lo que deseamos porque está fuera de la esfera de nuestras posibilidades.

Podemos gritar “si quiero tener una pareja” “si quiero un ascenso” “si quiero comprar un auto” “si quiero adelgazar” “si quiero hacer ese viaje” y debemos entender que no se trata del “DESEO “racional que tenemos sino de los mensajes subconscientes que ignoramos y gobiernan todo lo que creemos ser. “Soy bueno” “Soy introvertido” “Soy demasiado entregado” “soy fácil de burlar” “soy malo” “soy terrible con los números” “soy muy confiado” “soy pésimo en matemáticas” “soy fabuloso para apoyar a las personas” “soy muy romántico para estos tiempos” “soy presa del enojo” “soy gordo” “soy delgado” “soy de esforzarme mucho” “soy de perder lo que gano fácil” “soy de tener complicaciones con mi familia” “soy de estar más solo que acompañado” “soy callado” “soy enfermizo” “soy perezoso” “soy poco atrevido” “soy inestable” “soy de no confiar en nadie” “soy de dejar las cosas a media” “soy patético” “soy suave” “soy fuerte” “soy frágil” “soy de vengarme” “soy de no escuchar” “soy ignorado” “soy alto” “soy pobre” “soy feliz con poco” “soy de no aceptar halagos” “soy leal” “soy rico” “soy sumiso” “soy inteligente” “soy feo” “ soy

 

duro” “soy olvidable” “soy de no perdonar” “soy de convencer” “soy fabulador” “soy pesimista” “soy nervioso” “soy …” etc. Mantenemos el error de creer que somos lo que nos dijeron que éramos.

Vivimos imitando a nuestros padres y a la familia a la que pertenecemos por repetición u oposición, esa es la acción. Y tomamos cartas en los mismos asuntos porque ellos no lograron resolver las contrariedades, tropiezos o percances que han vivido y lo que no se resuelve se traslada. No es de extrañar que nuestros vínculos, logros, experiencias, sean tan diferentes en algunos aspectos a lo que hemos soñado. Nuestro sueño personal es opuesto al sistema que nos engendró y a la misión de existencia dispuesta para nosotros. Sincronicidad transgeneracional significa que no existe TIEMPO (Sin cronos) para el transgeneracional (para el traslado de información) porque todos los tiempos son un constante presente pasado buscando repetirse para resolverse.

 

 

 

 

 

 

 

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