19 de agosto de 2015

¿Qué es el ego?

Solemos decir “Tiene un ego”… como queriendo decir mucho más que eso; implica que es demasiado grande, exacerbado, extremista, o un excesivo amor propio. Identificamos el ego con algo que se ostenta. Tiene un ego es similar a tiene un perro, una casa, un auto, un libro; y sin embargo, obedecen a estructuras de pensamiento diferentes. El caso de ser poseedor habla de un sujeto y un objeto; pero en relación al ego, la expresión es insostenible dado que sujeto y ego se involucran. Cuando hablamos de ego no podemos hablar de algo diferente a quién lo identifica. El ego es la identidad que tomamos a la hora de nacer. Es la energía que nos separa de los otros, nos individualiza, nos hacer diferentes. Es nuestro Pepe Grillo que nos direcciona, empodera, traiciona, nos hace fracasar, cometer errores, volvernos narcisista, pedante, austeros, miserables, impropios, arrogantes, víctimas, sumisos. Es la falsa identidad con la que generamos empatía, nos acostumbramos a andar, nos dicen que somos, nos decimos que somos, y defendemos a sol y a sombra. Es un yo artificial creado por la familia, el contexto social, la cultura, es un máscara que nos ponemos para andar por la vida y no defraudar a nadie.
Es un YO con estímulos ajenos, un títere manejado por un contexto inmenso que precede y del que emerge, sin cuestionarse su origen. Sin embargo, detrás de esa cáscara- anida la esencia – esa fuera creadora íntimamente relacionada con la CONSCIENCIA del universo, con la inteligencia divina de la cual somos imagen y semejanza. Digo CONSCIENCIA para diferenciar de CONCIENCIA que alude a los procesos de nuestro cerebro cognitivo, y CONSCIENCIA lo reservo para la magia o conexión con la fuente, la vida, la energía espiritual que nos trasciende.

¿Cuál es el problema del ego?
El ego tiene muchos problemas pero que pueden resumirse en uno solo: la comparación. Mientras la Reina preguntaba en el cuento de Blancanieves… “¿espejito, espejito, quién es la más hermosa del reinado? Y el espejito respondía – Tú mi reina-, no había problema alguno; pero cuando la respuesta fue contraria a la voluntad de los oídos que la aclamaban, apareció el terror; otra mujer “más hermosa,” y el ego en nuestros cuentos cotidianos siempre nos lleva a vivir en comparación, y por lo tanto en detrimento de nosotros mismos; y en el miedo a ser rechazados por no ser suficientes.
El ego es una fuerza que nos impulsa a victimizarnos porque siempre estamos parados en la excesiva auto indulgencia o perfeccionismo. Nunca para el ego lo que hacemos es suficiente o por el contrario no podemos hacer nada. Nos invita a pararnos en extremos que nos llevan irrefutablemente al abandono de lo que creemos que queremos para nuestras vidas.
El ego nos conecta con la fuerza, con la disposición corporal mental de estar todo el tiempo a la expectativa, a la defensiva. En el continuo estrés de tener todo bajo control, no hay posibilidad para descubrir que hay algo más en el fondo.

El ego es un constante demandante, queremos saber más, tener todas las respuestas, nunca perder (ego intelectual), queremos ser jóvenes eternamente, detener el tiempo, ignorar el paso de la vida, nos sometemos a dietas extremas, ejercicios extremos, cirugías (ego material), queremos amar, ser amados, y amar más, ser únicos, los más importantes, los más recordados, los inolvidables (ego emocional), queremos seducir, atraer, conquistar, crear, poseer (ego libidinal).
¿Qué podemos hacer? Aprender a equilibrar esta energía que somos, educarla, vivenciándonos en el poder que realmente tenemos. El poder creador. Dejar de asistir a la reacción y a la fuerza como un medio para sobrevivir, y fluir sin resistencias en una plena rendición que implica la completa aceptación de lo que tenga que ser. Es decir, aprender a soltar el deseo de un resultado, no apegarnos a la expectativa de lo que podría acontecer, sino por el contrario mudarnos al aquí y ahora.
Si aprendemos a vivir el único momento posible que es el presente, el ego aprenderá a ser respetuoso y menos temeroso. Ya no se comparará con lo que sucedió en el pasado o podría suceder en el futuro. La raíz de nuestras inseguridades está en compararnos y vivir a destiempo.
El ego puede ser nuestro aliado. Hasta ahora ha sido la respuesta a nuestro particular tipo de conciencia. Si elevamos la conciencia, el ego será un alumnos aplicado.









7 de agosto de 2015

¡Ay por tus mentiras y secretos!

¿Cuántas mentiras pronuncias a diario? ¿Cómo las clasificas? ¿Piadosas? ¿Necesarias? ¿Pequeñas? ¿Obligatorias? ¿Por qué la gente miente? ¿Para no pagar consecuencias? ¿Para no romper la imagen? ¿Para pasar desapercibido? En líneas generales hay infinidad de finalidades acerca del por qué entre decir la verdad y mentir, la balanza en muchas ocasiones se inclina hacia la segunda opción. Quizás con la tranquilidad de que eso que dijimos no va a afectar a nadie; o si por el contrario afecta fue lo mejor que pudimos hacer frente a esa circunstancia. Lo cierto,  es que todo en la vida tiene influencia sobre los demás. Porque estamos conectados, aunque creamos vivir en una conciencia de separación. Cada quién lleva acuesta su inconsciente individual que forma parte ineludible del inconsciente familiar que está inmerso en el inconsciente social que está contenido por el insconciente universal que a su vez…está adentrado en el inconsciente cósmico…Y el inconsciente es ese espacio en el que se almacena la información, datos que conscientemente ignoramos pero que no por ello, no dejan de existir. Ahí está todo… incluso las mentiras cotidianas, los secretos, lo que callamos, lo que preferimos evitar… ahí están como fantasmas en el banco de suplentes, atentos a la espera de que surja un situación en la cual tengan la oportunidad de ser revelados. Así nuestras mentiras o secretos, aquellos no dichos omitidos por la fuerza de la vergüenza, el qué dirán o el miedo al rechazo; serán heredados a nuestros descendientes y ellos pagarán los platos rotos de nuestros hechos de hoy. Igual que nosotros, los de nuestros abuelos, bisabuelos, o padres. Integran la secuencia los tíos, tíos abuelos… Nadie se salva…
Si la abuela amaba a un tal Juancito, y se casó con un tal Pedrito – pensando siempre en el otro- es posible que si tengo alguna relación de fechas con ella, en mi línea de afinidad, mi vida amorosa sea un completo infortunio; pues el amor imposible de la abuela seguirá lamentándose a través de mis amoríos.
Por lo tanto, si tu deporte es mentir, ya sabes lo que vas a ir dejando de herencia.
Si te interesa saber sobre el tema, te invito a participar del taller MI ARBOL Y YO que se dictará en México, D.F los días 21 y 22 de agosto de este año.