27 de febrero de 2014

¿Qué hacer con el mal-estar?

La mayoría de nosotros en alguna oportunidad sintió caer al vacío, perderse, tocar las puertas del infierno para salirse, y nadie nos abrió.
Mientras los que nos quieren nos señalan los carteles que con luces llamativas dicen “exit” “salida” nosotros no llegamos a distinguirla, tal vez,  demasiadas llamas nos enceguecen.
Parecería a primera vista que nos encanta quemarnos a fuego lento, los que no saben nada de la vida – y menos de la propia- aseguran que amamos estar ahí carbonizándonos.  Nosotros pisamos como bailando el carnavalito, porque nos duele, nos quema el alma, tenemos fantasías de salirnos, de huir y no vemos por donde.
Un día, sin más, de repente, un clic, un insignificante clic, nos hace sentido, y la puerta tan ansiada se abre como la vida que se gesta en el vientre. ¿Hallamos la salida o ella a nosotros? ¿ salimos del infierno o el infierno se salió de nosotros?
¡ Quién lo sabe! pero igual – a pesar de la ignorancia- sucede. Y la reacción del auto-castigo es típica – como los dulces de los pueblos- nos miramos al espejo y nos decimos ¿ porqué carajos no salimos antes? ¿ que mierda estaba pensando yo para no hacer nada?
¿Hacer nada? Estábamos ahí defendiéndonos, para plantear la bandera de la poca dignidad que aún nos quedaba; o levantando los pedazos de nosotros mismos esparcidos.
Acaso ¿no fue suficiente como para seguir proveyéndonos malestar? Si hubiésemos sido capaces de administrar nuestra energía en fuentes más satisfactorias lo hubiéramos hecho. Nos tocaba vivenciar esa historia para aprender, era tarea pendiente.
Con encontrar la puerta no basta para salirnos de eso que nos ata, paraliza y esclaviza. Sea el formato que sea que tenga es necesario una pócima mágica:

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