17 de febrero de 2011

Defensas emocionales


Yo lo quería de ese modo en que se quiere a las personas que empezamos a conocer.
Yo quería sus grandes ojos negros, opacos, dolorosos, impacientes.
Sus manos vestidas de largos y delgados dedos, que como arado dejaban surcos en mi tierra desparramada en el torbellino de las sábanas celestes.
Sus labios de carne jugosa y el tono de su perezosa voz que arrastraba las palabras como sacos pesados de granos.
Yo quería sus movimientos felinos, sus temblores al dormir, sus cabellos de madejas, su sonrisa adolescente.
Su mundo de ollas de aluminio, sus recetas inéditas, su lengua feroz, el aliento de su sudor.
Yo quería, las noches de telas arrugadas con lunas de manos exploradoras y de estrellas de ojos abiertos y cerrados.
Las mañanas de piernas a la deriva y la humedad arrasando la ciudad de los cuerpos, de los nuestros.
Yo quería sus pestañas acariciando las praderas de mi espalda; sus labios escalando las laderas de mi cuello.
Y la repetida sinopsis de hacer cumbre en el cerro del éxtasis y de un brinco estrellarnos en la quietud.
Yo lo quería. Y él también me quería.
Pero hoy a la distancia no recuerdo bien cuando deje de sentirlo, cuando la madreselva que se expandía por mis adentros sobre mis convicciones y prejuicios, dejó de florecer para devenirse en mustio perfume de nostalgia.
Quizás fue en la pubertad de un septiembre, en que el Amor me halló desvelada, en las sombras de una habitación tan ajena como él, que soñaba avaro, algún sueño que no quería compartir.
Por algún extraño motivo un abismo se había gestado entre nosotros. Siempre absorto en sus pensamientos me regalaba la más dulce de sus indiferencias, yo la más cauta de las paciencias.
Recuerdo la última noche, la ventana de nuestro dormitorio captaba la serenidad de una noche calurosa y tensa. Las ramas del limonero dispersas y expectantes, doblegadas por el peso esclavo de los frutos, parecían entrometerse en la fuga de mis pensamientos desalineados y sin cohesión.
Desnuda, descalza, de pie, con el rostro apoyado sobre el vidrio me dejaba ir, a la vez que giraba mi torso y depositaba sobre él mi mirada plagada de espinas y de incógnitas.
No hallaba la forma, el modo, el coraje de enfrentarlo. Él era difícil de descifrar y yo una simuladora de ocasión.
Su ronquido frágil, sereno, libre, me hería como un cuchillo oxidado y me enfundaba de un calor iracundo.
- Pablo, despiértate, tenemos que hablar! – ordené con un tono tembloroso de soldado novel. Pero el silencio solo se hizo cargo de mis palabras.
- Pablo, amor, vamos, por favor! – supliqué con la verba de un hereje reconvertido. Pero el silencio multiplicado por mi ansiedad, nuevamente se hizo cargo de mis palabras.
- PABLOOOO!.. terminemos esta farsa de una vez por todas – Grité con un timbre áspero y cortante, como el aullido de un animal herido. Pero el silencio, el mismo silencio, se hizo cargo de mis palabras.
Arrasada por la furia que su desdén me legaba me acerqué con la voracidad de una mujer herida y arrebaté las telas que lo cubrían y con la fuerza del descontrol lo sacudí para imputarle un puesto en la batalla.
Y un frío de estatua se impregnó en el líquido rojo de mis venas; las yemas de mis dedos se quemaron en frío seco de esa piel inmóvil; en la rigidez de sus músculos.
Y mis ojos absortos, abiertos de par en par por la sorpresa, se estacionaron en los bloques rectangulares de mármol y granito que encerraban el alma de Pablo.
Se había transformado en una pared. 
Ahora que lo recuerdo, con mucho tiempo de por medio; ya no sé si el muro fue levantado por él; o si yo, en mi afán y en mis tristezas, edifique mi muralla; mi defensa. ¿Para qué? Para que nadie supiera lo que sentía, para cuidar mi zona de confort, para mantener limpio mi jardín de creencias y certezas, para evitar que un extraño sembrase dudas en lo conocido.
Las mismas fronteras que establecemos con los otros, también a menudo las delineamos con nosotros mismos. Nos cuidamos de ser vistos tal cual somos, y pedimos perdón repetidas veces por no ser quienes deberíamos ser, y ahí comienza la batalla cotidiana de la auto-aceptación. Aparentamos una y otras veces más para ser amados, aceptados, aprobados. Y al igual que Pablo encerramos nuestra esencia en una cajita y levantamos entre ella y nosotros una pared.
El verdadero desafío de cada día es ¿a cuántos voy a engañar hoy? ¿Cuántos creerán lo que no soy?
Te propongo que derribes tu fortaleza; que arrojes lejos de ti, todo lo que te separa de tu verdadero interior.
Que aprendas a vivir con lo que a los demás les agrada y disgusta de ti.
Que aprendas a vivir con lo que los demás aprueban y rechazan de ti.
Que aprendas a vivir con lo que los demás aman y odian de ti.
Porque somos un todo, un manojo de miles de inquietudes y miradas; porque ni siendo perfectos lograremos el cariño universal de todos; porque el único amor universal que debemos aspirar es el personal.
Te propongo que tengas límites, pero que des de baja tus barreras; y dejes pasar simplemente el tren de la vida.
                                                              Chuchi González

11 comentarios:

  1. Gracias Chuchi por compartir con nosotras esta hermosa reflexión, te admiro eres una mujer segura de ti misma que sabe lo que vale, gracias muchas gracias, un abrazooooo bien fuerteeee. TQM

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  2. Muchas gracias María Elena por tus palabras, y por acercarte, un blog tiene vida cuando es leído, gracias por comentar porque de los comentarios se nutre, te espero pronto.@Mar�a Elena

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  3. Ayy Chuchi, cuántas lecturas puedo hacer de tu entrada!
    Paredes, hielos, distancias, muros. Bloqueos de emociones, fuegos apagados adrede, merced la incontinencia de los tiempos, urgencias acalladas y hormonas encerradas..
    Qué bueno es saberse una "women in freedom"!!!!
    Besotes hermosa!

    pd: perdona mis ausencias, estoy en plena temporada de trabajo!!!! (que lamentablemente, nada tiene que ver con esta virtualidad..)

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  4. Chuchi, cómo siempre mi admiracción por ti y a luchar contra mis miedos y mi poca aceptación, debo fomentar el perdón conmigo misma, me siento estancada en el mismo charco de lodo y al leer esto me sacudo,te confieso que me siento sola y no sé como mover estas barreras pero leyendote vuelvo a reflexionar,
    Mil gracias por todo, eres maravillosa, saludos y muchos besos y abrazos! Ale Arias

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  5. Aaay! Me encantó!!! Muy lindo!!! Me sentí muy identificada con lo que escribiste al principio sobre todo! Siempre te leo y ésta es la primera vez que comento! =)

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  6. Gracias Mariana y atrevete a comentar, el blog tiene sentido por los lectores, besos@Mariana

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  7. Gracias Naty por comentar, y bueno che, cuando estes más libre te das una vueltita y nos tomamos unos mates@Natalia...

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  8. Ale, sabemos que las cosas no son fáciles y menos cuando hablamos del perdón, y perdornarse a uno mismo implican muchas cosas que debes aceptar que hicimos o no hicimos, pero es el único camino hacia la libertad interna.@An�nimo

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  9. ¡Como me llega todo lo que escribes,Chuchi! Hace dos días que la descubrí y estoy emocionada. Ojalá pudiera escribir todo lo que siento en mi interior pero no me salen tan precisas como me gustaría, ayyyy!

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  10. Chuchi, no lo habia leido, me queda claro que las cosas llegan cuando tienen que llegar!!!! Esta hermoso!!! No sabes como me ha movido!!! te quiero!!°! Gracias!!!!!!!! Gracias!!!! Gracias!!!!!

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  11. Querida amiga, me siento muy identificada. Es un hermoso relato con.algo de sabor amigo, un amor inconcluso. Es bellísimo, y me hace pensar...Gracias por ser la gran mujer que eres.,..Te escribiré por privado.Gracias amiga escritora

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