9 de octubre de 2010

Yo te manipulo, Tu te dejas

Es sábado. Por bendición de la Diosa Madre, anoche el insomnio no vino a revolcarse conmigo. Por ser viernes se habrá ido de juerga, tal vez. Yo a las once de la noche ya había emprendido el viaje onírico. Mi celular nuevo ha sonado con debilidad, aún no me tiene confianza, y su temor a verse estrellado contra el piso, rompió mi pensada rutina sabatina. Abrí los ojos como Blanca Nieves a las nueve de la mañana. Ya era demasiado tarde para mí; todo lo que tenía planificado cayó en el pozo de las imposibilidades. Yo soy así: extremista y sofocante conmigo misma. Y más cuando atravieso situaciones emocionales difíciles. Desde la muerte de papá; me he convertido en lo que denomino “mujer desastre”; una especie femenina que rompe los acuerdos que tiene consigo misma por consecuencias de fuerza mayor: ESTRÉS E INSOMNIO. Aunque a rigor de verdad sigo siendo la misma excéntrica que hace “todo lo que tiene que hacer,” mi finita y auto-exigente mirada tiñe todo de gris.
Me preparé el desayuno –café con leche y dos tostadas integrales con queso cotage light y mermelada reducida en azúcar – y me senté frente a la computadora a buscar “estadísticas para el último proyecto que estamos encarando con mis socias”. Todo iba en marcha,  en gozo absoluto, al rato iría al gimnasio, luego pintaría un poco ese cuadro pendiente, más tarde entre mates y pensamientos: lectura y a escribir artículos – que ya me iré de vacaciones a Argentina y tengo que dejar preparadas las entregas. De repente todo cambio.
Una sombra negra se detuvo en la puerta de mi oficina. Y pude sentir como ese energía impactaba directamente en mi concentración, no quería voltear, me resistía. No quería ver que era eso que me estaba mirando con reclamante ostentación. Pero no pude, reconozco mis limitaciones, me ganó. Volteé. Y ahí estaba. Clavándome sus oscuras noches en mis ojos, en actitud desafiante,hablándome telepáticamente.
Ahí estaba TANGO, mi perro, mi compañero, mi buen amigo. Haciendo ejercer su paseo de sábado, con sus lagañas que se asemejan a lágrimas, y su carita de “no te olvides de mí”. Sus mofletes caídos y las orejas cabizbajas, sin perder contacto vital, “recordándome que él dependía exclusivamente de mí” y que lo haría feliz un buen paseo.
Cada vez que Tango me mira así, me compra. Sale siempre, pero se olvida. Sin embargo, lo que me viene a enseñar es este afán que tenemos los seres humanos por tener miles de cosas y luego, las dejamos a la deriva. A Tango no le sucede porque tiene “una madre humana obsesiva y culposa” que es capaz de “dejar de ir al gimnasio” para no dejarlo solo; o levantarse de la computadora para llevarlo hasta el bosque de Chapultepec; dónde él se siente en la gloria, en una campiña inglesa, rodeados de flores rojas y mariposas “tecnicolor”.
Me manipula. Sabe usar sus herramientas al pie de la letra. Cuando dormir de costado, panza arriba, o quedarse fijo como gato de porcelana hasta que me levante y le ponga la correa.
Yo me dejo. Sé que soy un buen amo. Pero el amor que me da es tan inmenso y tan incondicional, que me dejo atrapar por sus artimañas en agradecimiento de lo que yo no puedo darle.
        Chuchi González
(Foto Chuchi González y Tango)

1 comentario:

¡Un blog se nutre de comentarios, deja tu huella, muchas gracias por compartir!